Celebremos
el 27 de Febrero esclareciendo la verdad de los hechos históricos y
echado al zafacón los engaños, manipulaciones y falsedades en torno al
movimiento de "independencia"
http://www.pacoredo.org/PASADAS_EDICIONES/1047/27_febrero_sanchez.html
El
día 27 de Febrero está instituido como el Día de la Independencia
Nacional de la República Dominicana.
El
día 27 de Febrero de cada año, en lo que es hoy la República
Dominicana, se conmemora pues la declaración de separación de la parte
de habla española de esta isla de Santo Domingo respecto a la parte
occidental ocupada desde mucho tiempo atrás por los habitantes de habla
francesa que poblaban la parte occidental de la isla a la que se llamó
Haití. Estos habían sido colonizados y esclavizados tras varios pactos y
acuerdos entre Francia y España, que eran, como lo son hoy, dos grandes
potencias colonialistas. Eso fue así hasta los años 1803 y 1804 en que
Toussaint y Dessalines, dos esclavos haitianos, se rebelaron y declararon
la separación hecha por Toussaint primero y la independencia después de
Haití proclamada por el analfabeto Dessalines respecto a Francia, que fue
su país colonizador y esclavista, como ya hemos dicho anteriormente.
Por
razones que ameritan ponderarse y discutirse para ser bien esclarecidas,
el 27 de Febrero de 1844 se produjo la declaración de separación
dominicana de Haití, y a esto, andando el tiempo, se ha querido llamar
fecha de la Independencia.
En
Haití, desde el 1804 en adelante se desarrolló uno de los procesos más
espectaculares de las epopeyas por la independencia libradas en
Indoamérica y El Caribe.
Haití
fue escenario de un proceso histórico en que se vinculó la lucha
nacional por la independencia con la lucha social contra la esclavitud y
los esclavistas y colonialistas, así como en contra de los agentes del
colonialismo que allí eran representados por los mulatos o
"afransechices" como los negros esclavos y ya en libertad les
llamaban despectivamente con toda justicia y razón de sobra.
Tras
muchas vicisitudes históricas caracterizadas por grandes sucesos y
verdaderas tragedias, los mulatos haitianos hicieron causa común con los
negros de a verdad y se unificaron en Haití alrededor de la idea de
arremeter contra la nación emergente de la parte oriental de la isla -la
futura República Dominicana- que seguía aún precariamente en manos de
los colonialistas españoles, y que estaba ya cuajando como lo que es la
República Dominicana, esto es, como una nación con todas y cada una de
sus atribuciones esenciales.
Así,
encabezando a las fuerzas haitianas, un general mulato llamado Charles
Boyer invadió la parte oriental y que hoy es la República Dominicana.
Esto aconteció en el 1822. La ocupación duró formalmente hasta el 27 de
Febrero de 1844 cuando también de manera formal y con actos
significativamente simbólicos se declaró inicialmente, poniéndose de
común acuerdo los que de una y otra forma no comulgaban con la coyunda de
los haitianos sobre los dominicanos, la separación, esto es, que los
dominicanos nos liberamos definitivamente del dominio de los haitianos,
reivindicando así los derechos de la nación dominicana de organizarse y
vivir en forma distinta y separada de los haitianos, ya que a pesar de
compartir el territorio de una misma isla con éstos, de por medio habían
incalculables por numerosos otros factores que nos distinguían y
separaban de los haitianos, fuesen éstos negros puros o mulatos, fuesen
casi salvajes o ilustrados o medianamente ilustrados. La parte de
República Dominicana estaba ya compuesta para entonces por blancos
criollos de habla española, mulatos en forma muy acentuada de hábitos,
costumbres e idioma próximos o casi iguales a los de los blancos criollos
y negros puros que con los haitianos sólo compartían el color de la piel
y un lejano origen africano, ya que en cuanto a la opresión, aunque los
haitianos al invadirnos declararon abolida la esclavitud al imponer su
Constitución y sus leyes, que se oponían a ésta, sobre esa abigarrada
masa de mulatos, negros criollos y blancos criollos las cosas seguían
igual o peor que antes, ya que soportar la forma de ser de los haitianos y
su haitianidad nunca ha sido fácil de tragar y mucho menos de digerir y
asimilar por los dominicanos y la dominicanidad.
La
Iglesia Católica, Apostólica y Romana, como institución, favoreció y
aplaudió todo el tiempo que duró la invasión haitiana, y al efecto
consta en los documentos de la historia que en 1835, por ejemplo, el
representante de la Iglesia, el Arzobispo Portes, ofreció una misa Tedeum
en la Catedral Primada de América en conmemoración y bendición de la
llegada de las tropas haitianas, encabezadas por Charles Boyer, que no era
buena cosa, consagrando así la Iglesia que la presencia de los invasores
se efectuaba por obra y gracia de la voluntad divina de su dios,
Jesucristo y Espíritu Santo.
Cuando
ya la efervescencia de los calderos en que se cocinaba la nacionalidad
dominicana llegaba al punto crítico de ebullición, la gran prostituta,
la ramera, la Iglesia de Roma, ordenó dar un giro hacia el respaldo del
movimiento emancipador, sólo con el objetivo de permearlo, infiltrarlo y
terminar mediatizándolo, como en efecto aconteció.
El
movimiento emancipador así queda teniendo un criollo español como su
líder formal, que ya había demostrado, en los limitados objetivos que
había trazado al movimiento, así como en su maridaje espúreo con la
Iglesia Católica, que era la principal accionista de la compañía
negrera del tráfico de esclavos negros robados en el Africa, llamada la
Compañía de Senegal, que era vacilante e inseguro.
Este
líder inconsistente y de escasa visión y de grandes compromisos con los
poderes tradicionales del colonialismo español, que guardaba
discriminatoria distancia de la masa de mulatos y negros criollos, era
Juan Pablo Duarte, que no fue capaz de imbuir al movimiento emancipador de
ideas libertarias como las que desde mucho tiempo atrás inundaban a
Europa, sobre todo a Francia que había visitado, respecto al oscurantismo
religioso encarnado en la Iglesia Católica ni mucho menos fue capaz de
darle a dicho movimiento independentista que imponía y reclamaba la
marcha de la historia, un sustento material ni filosófico, a pesar de que
había vivido en Europa y hasta en la mismo España, que aún siendo hasta
hoy en día trasero del viejo continente colonial, en donde ya se conocía
la Constitución de Cádiz.
Rápidamente,
por los compromisos evidentes de Duarte con los poderes coloniales y sus
prejuicios complementarios, la Iglesia Católica y sus huestes como
Santana, Bobadilla, etc., le acorralaron, y se le aisló, pasando a tener
dicha camarilla el control del conjunto del movimiento que, de
emancipador, independentista y libertario fue reducido a la limitadísima
"separación", e imponiéndosele el viejo separatismo como
bandera, sólo del odioso yugo haitiano, pero sin confianza en el futuro
de la nación próxima a nacer o ya nacida; y esperando que la República
pasare de nuevo a estar bajo el dominio odioso de España.
En
tanto Duarte, víctima de sus propias limitantes conservadoras, le entrega
la hegemonía del movimiento a la Iglesia, a Santana, al sacerdote
católico Bobadilla, etc., hay un hombre mulato criollo, perteneciente por
parte de su familia a grupos que sí confiaban y estaban interesados en la
independencia y en los derechos económico-sociales y políticos de los
mulatos y negros esclavos y vejados, y que no tenía resentimiento hacia
los blancos criollos distanciados del coloniaje oneroso, brutal, afrentoso
y vergonzoso de la maldita España negrera, baluarte inquisitorial del
cristianismo esclavista. Este era Francisco del Rosario Sánchez, el
único y verdadero Padre de la Patria dominicana y de la independencia
nacional, ejemplo de la lucha contra los traidores, contra los lacayos,
contra los entreguistas y contra todos aquellos cuyo mercenarismo les
empuja a conspirar permanentemente contra las aspiraciones de la nación
dominicana y su pueblo.
Francisco
del Rosario Sánchez jamás transigió con las fuerzas del coloniaje ni
del entreguismo, por ello estuvo permanentemente perseguido desde el mismo
27 de Febrero y aún desde muchos años antes por las huestes
antinacionales y anti-dominicanas de los haitianos invasores, de Santana,
de Bobadilla, los españoles y la Iglesia Católica, Apostólica y Romana.
Estos
reaccionarios anti-dominicanos persiguieron implacablemente a los
familiares y allegados a Francisco del Rosario Sánchez. Y el funesto
déspota que fuera Pedro Santana lo fusiló junto a sus compañeros de
armas tras lanzarse a la lucha armada por rescatar a la Patria vendida por
los energúmenos y bestias entreguistas, dirigidas como siempre por la
perversa Iglesia Católica, a través del anti-dominicano y traidor,
judas, Pedro Santana.
Del
mismo modo Santana hizo asesinar a María Trinidad Sánchez, tía del
Padre de la Patria dominicana, Francisco del Rosario Sánchez, quien en su
acción, su propaganda y su postura trazó el camino de que todo aquel que
en nuestro país quiera alcanzar una patria libre e independiente, debe
estar dispuesto a los más grandes sacrificios, incluido abonar con su
sangre el árbol de la justicia social contra entreguistas, déspotas y
traidores, y jamás reducirse a un anacoreta cobarde y ruin que da las
espaldas a las responsabilidades históricas para refugiarse en las
supercherías oscurantistas.
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