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El lado macarra de Caravaggio, el pintor asesino que murió en extrañas circunstancias
Durante un partido de pallacorda (un tenis
primitivo), el italiano se encaró con Ranuccio Tomassoni, un «joven de
mucho garbo», lo que solo podía significar en este contexto que tenía
ascendencia española. Tras lanzarlo al suelo, Caravaggio le mutiló el
pene con su espada mientras se reía, alcanzándole de forma accidental
una arteria
Historia
El lado macarra de Caravaggio, el pintor asesino que murió en extrañas circunstancias
Durante un partido de pallacorda (un tenis
primitivo), el italiano se encaró con Ranuccio Tomassoni, un «joven de
mucho garbo», lo que solo podía significar en este contexto que tenía
ascendencia española. Tras lanzarlo al suelo, Caravaggio le mutiló el
pene con su espada mientras se reía, alcanzándole de forma accidental
una arteria
Michelangelo Merisi Da Caravaggio
destacó por su talento artístico tanto como por su polémica vida
privada. Genio loco, homosexual atormentado, artista violento... El «chico malo del Barroco»
acumuló una gruesa hoja de antecedentes: arrestado por llevar una
espada sin permiso el 4 mayo 1598; demandado por golpear a un hombre con
un bastón en 1600; acusado de insultar y atacar a otro hombre con una
espada en 1601; implicado en un asalto a un camarero tras servirle
alcachofas en una taberna en 1604; arrestado por arrojar piedras a un
policía ese mismo año, etc., etc. Y finalmente, el 28 mayo 1606,
sentenciado a muerte por matar y mutilar a un hombre durante una pelea
en la zona del Campo Marzio (Roma).
Si algo puede definir la obra de Caravaggio es precisamente esa lucha entre la luz y la oscuridad que parece que imperó en su propia vida, así como su capacidad de mezclar lo sagrado con lo profano a través de personajes que irradian miseria. Y es que esa fue la clase de personas que solía pulular a su alrededor.
Nacido en Milán, Caravaggio aprendió el arte del pincel en una escuela de pintura manierista cuando el Renacimiento vivía sus últimos días. El joven pintor adquirió su peculiar estilo tenebrista tras deambular por las callejuelas de las ciudades del norte de Italia, si bien fue en Roma donde se consagró como el genio del Barroco que hoy atesora su obra.
En 1592, Caravaggio llegó a la Ciudad Eterna con lo puesto. O ni siquiera eso. Un rumor persistente aseguraba que, siendo solo un niño, en Milán había matado a un compañero de juegos tras un berrinche y su familia le había despachado lo más lejos posible. «Desnudo y extremadamente necesitado, sin una dirección fija, sin provisiones... y además corto de dinero», describen sus primeros biógrafos. No encontró su primer techo hasta que empezó a trabajar como «pintor de flores y frutos» en el taller de Giuseppe Cesari, el favorito del Papa Clemente VIII. Pero no tardaría en marcharse de aquel taller cansado de pintar parras y frutas. Él quería pintar humanos, a poder ser sucios, harapientos y repletos de detalles.
Pero ni siquiera estos rumores sobre su agitada vida sexual fueron los más controvertidos de su biografía. El pintor era violento y lideraba un grupo de amigos, más bien una banda callejera. Si el pendenciero Caravaggio se libró de pasarse el resto de vida en la cárcel, fue porque tenía importantes amigos y tuvo la suerte de que sus macarradas no dejaran muertos hasta mayo de 1606. Durante un partido de pallacorda (una especie de tenis primitivo), Caravaggio se encaró con Ranuccio Tomassoni, un «joven de mucho garbo», lo que solo podía significar en este contexto que tenía ascendencia española. Es más, su padre era un aristócrata bien relacionado con el Papa Pablo V.
Ya fuera por un asunto de honor, por una mujer o por una deuda atrasada, Caravaggio no dudó en derribar al joven aristócrata y en mutilarle el pene mientras lanzaba «una carcajada cargada de ira». Si bien, la incisión no fue precisa: en vez de castrarlo, le cercenó una arteria y le causó la muerte poco después.
Mientras su pintura era cada vez más tenebrosa, la persecución contra el italiano se intensificaba. Había acumulado a aquellas alturas de su vida demasiados enemigos. En Nápoles fue víctima de un atentado en la Osteria del Cerriglio que le dejó la cara desfigurada y el ánimo todavía más desquiciado. Algunos incluso lo dieron por muerto. Dormía armado y creía que todos murmuraban contra él. Su última obra, «El martirio de santa Úrsula», es tal vez la más oscura y lúgubre de su colección, reflejando su estado de depresión en aquellos días.
En el último verano de su vida, en 1610, Caravaggio recibió al fin permiso para volver a Roma con sus escasas posesiones a cuestas gracias a un indulto papal sobre su persona (algunos autores sostienen que aún no le habían concedido plenamente el permiso). Sin embargo, haciendo escala en Porto Ercole fue encarcelado brevemente por un guardia español que le confundió con otro individuo y el barco que le trasladaba zarpó hacia Roma sin él. Su salud se resintió ante aquella cadena de catastróficas desdichas y por su «malavita». Además, el pintor padecía con toda probabilidad «saturnismo», la llamada enfermedad de los pintores poco cuidadosos con la higiene.
Se dice, en términos de la leyenda, que su corazón no resistió el intento desesperado por alcanzar el barco que se alejaba hacia Roma. «Llegado a un lugar de la playa, se arrojó en el suelo. Sin ayuda humana, en pocos días murió malamente, como malamente había vivido».
¿De qué murió realmente el pintor? Se sospecha que pudo fallecer a consecuencia de la malaria que sufría desde su juventud, así como que se le complicaron las heridas sufridas en Nápoles. Otra hipótesis es que murió de una insolación (cabalgó bajo el sol de un julio abrasador); y que los españoles de Nápoles ocultaron las circunstancias de su muerte para poder quedarse con los cuadros que el pintor llevaba consigo. ¿Qué cuadros eran esos? Al menos eran tres. Dos dedicados a San Juan y uno a la Magdalena, aunque de los tres hoy solo se sabe con certeza donde está el San Juan Bautista que tiene la Galería Borghese de Roma.
Si algo puede definir la obra de Caravaggio es precisamente esa lucha entre la luz y la oscuridad que parece que imperó en su propia vida, así como su capacidad de mezclar lo sagrado con lo profano a través de personajes que irradian miseria. Y es que esa fue la clase de personas que solía pulular a su alrededor.
Nacido en Milán, Caravaggio aprendió el arte del pincel en una escuela de pintura manierista cuando el Renacimiento vivía sus últimos días. El joven pintor adquirió su peculiar estilo tenebrista tras deambular por las callejuelas de las ciudades del norte de Italia, si bien fue en Roma donde se consagró como el genio del Barroco que hoy atesora su obra.
En 1592, Caravaggio llegó a la Ciudad Eterna con lo puesto. O ni siquiera eso. Un rumor persistente aseguraba que, siendo solo un niño, en Milán había matado a un compañero de juegos tras un berrinche y su familia le había despachado lo más lejos posible. «Desnudo y extremadamente necesitado, sin una dirección fija, sin provisiones... y además corto de dinero», describen sus primeros biógrafos. No encontró su primer techo hasta que empezó a trabajar como «pintor de flores y frutos» en el taller de Giuseppe Cesari, el favorito del Papa Clemente VIII. Pero no tardaría en marcharse de aquel taller cansado de pintar parras y frutas. Él quería pintar humanos, a poder ser sucios, harapientos y repletos de detalles.
De las tinieblas al pintor estrella de Roma
Con la ayuda del pintor Prospero Orsi pudo entrar en el exclusivo mundo del arte y alzarse pronto como una de las estrellas de la Contrarreforma, el movimiento católico empleado para contrarrestar la Reforma protestante. El cardenal Francesco María del Monte apostó por Caravaggio y le brindó la oportunidad de su vida: pintar una de las capillas de la iglesia de san Luis de los Franceses. Ya aquí Caravaggio empezó a representar a figuras religiosas como personas de la calle, con sus deformaciones físicas y malencarados cuando era necesario. Ancianos, mugrientos, mujeres públicas, niños callejeros… el pintor milanés realizó una suerte de crónica callejera del periodo valiéndose de sus pinturas religiosas. Todo ello aderezado por luces y sombras para resaltar el dramatismo teatral de las composiciones.Ancianos, mugrientos, mujeres públicas, niños callejeros… el pintor milanés realizó una suerte de crónica callejera del periodoPrecisamente la presencia de hombres de baja escala social ligeros de ropa en sus pinturas ha dado pábulo a especular sobre la posible homosexualidad del pintor. Incluso hubo contra él acusaciones de pederastia a raíz de su estrecha relación con el adolescente Cecco, que posó en algunas de sus obras más controvertidas. No en vano, uno de los últimos biógrafos del italiano, Andrew Graham-Dixon, prefiere definir a Caravaggio como «omnisexual» en su obra «Una vida sagrada y profana» (Taurus, 2011); es decir, interesado tanto en los hombres como en las mujeres y a la vez desinteresado del todo en ambos.
Pero ni siquiera estos rumores sobre su agitada vida sexual fueron los más controvertidos de su biografía. El pintor era violento y lideraba un grupo de amigos, más bien una banda callejera. Si el pendenciero Caravaggio se libró de pasarse el resto de vida en la cárcel, fue porque tenía importantes amigos y tuvo la suerte de que sus macarradas no dejaran muertos hasta mayo de 1606. Durante un partido de pallacorda (una especie de tenis primitivo), Caravaggio se encaró con Ranuccio Tomassoni, un «joven de mucho garbo», lo que solo podía significar en este contexto que tenía ascendencia española. Es más, su padre era un aristócrata bien relacionado con el Papa Pablo V.
Ya fuera por un asunto de honor, por una mujer o por una deuda atrasada, Caravaggio no dudó en derribar al joven aristócrata y en mutilarle el pene mientras lanzaba «una carcajada cargada de ira». Si bien, la incisión no fue precisa: en vez de castrarlo, le cercenó una arteria y le causó la muerte poco después.
Perseguido, acosado y desquiciado
El pintor no había querido matar a Tomassoni, pero el asunto fue tan escandaloso como para que el Papa Pablo V, cuyo retrato acababa de pintar Caravaggio, sentenciara a muerte al artista mientras éste ponía pies en polvorosa. Uno de los amigos del pintor resultó gravemente herido a manos de los compinches de Tomassoni y fue llevado a prisión.En Nápoles fue víctima de un atentado en la Osteria del Cerriglio que le dejó la cara desfigurada y el ánimo todavía más desquiciadoEl pintor italiano huyó hacia Nápoles y, de hecho, se pasó el resto de su vida mirando en cada esquina y evitando a las autoridades. También en este caso le salvaron de la cárcel sus contactos en las altas esferas, en concreto los Colonna, que le permitieron seguir con su carrera artística. De Nápoles viajó a la isla de Malta, donde fue nombrado caballero de la Orden de Malta. También aquí su comportamiento pendenciero le causó problemas, siendo expulsado de la orden y obligado a huir de la isla de cruzados.
Mientras su pintura era cada vez más tenebrosa, la persecución contra el italiano se intensificaba. Había acumulado a aquellas alturas de su vida demasiados enemigos. En Nápoles fue víctima de un atentado en la Osteria del Cerriglio que le dejó la cara desfigurada y el ánimo todavía más desquiciado. Algunos incluso lo dieron por muerto. Dormía armado y creía que todos murmuraban contra él. Su última obra, «El martirio de santa Úrsula», es tal vez la más oscura y lúgubre de su colección, reflejando su estado de depresión en aquellos días.
En el último verano de su vida, en 1610, Caravaggio recibió al fin permiso para volver a Roma con sus escasas posesiones a cuestas gracias a un indulto papal sobre su persona (algunos autores sostienen que aún no le habían concedido plenamente el permiso). Sin embargo, haciendo escala en Porto Ercole fue encarcelado brevemente por un guardia español que le confundió con otro individuo y el barco que le trasladaba zarpó hacia Roma sin él. Su salud se resintió ante aquella cadena de catastróficas desdichas y por su «malavita». Además, el pintor padecía con toda probabilidad «saturnismo», la llamada enfermedad de los pintores poco cuidadosos con la higiene.
Se dice, en términos de la leyenda, que su corazón no resistió el intento desesperado por alcanzar el barco que se alejaba hacia Roma. «Llegado a un lugar de la playa, se arrojó en el suelo. Sin ayuda humana, en pocos días murió malamente, como malamente había vivido».
¿De qué murió realmente el pintor? Se sospecha que pudo fallecer a consecuencia de la malaria que sufría desde su juventud, así como que se le complicaron las heridas sufridas en Nápoles. Otra hipótesis es que murió de una insolación (cabalgó bajo el sol de un julio abrasador); y que los españoles de Nápoles ocultaron las circunstancias de su muerte para poder quedarse con los cuadros que el pintor llevaba consigo. ¿Qué cuadros eran esos? Al menos eran tres. Dos dedicados a San Juan y uno a la Magdalena, aunque de los tres hoy solo se sabe con certeza donde está el San Juan Bautista que tiene la Galería Borghese de Roma.
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