Los pecios de Trafalgar, proyecto de Estado, oportunidad de futuro
Publicado por Javier Noriega el oct 21, 2016
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“El espectáculo era en verdad desgarrador. No sólo estaban las
playas cubiertas de cadáveres que las diligencias de las autoridades no
bastaba a retirar, pues siempre salían más y más mezclados con jarcias y
fragmentos de buques, sino que eran numerosos los fallecimientos de
heridos de las tres naciones que allí, sin distinción se habían
recogido”.
El mapa meteorológico de la Península Ibérica a principios del mes de Noviembre del año pasado, recuerdo que estaba plagado de nubes y precipitaciones. El temporal obligó al cierre del puerto de Tarifa (Cádiz), ya que el fuerte oleaje destrozó playas y locales de la costa andaluza. La Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) preveía precipitaciones localmente fuertes que nos recordaba profundamente a aquellos días en los que se levantó la mar tras la batalla de Trafalgar, cuestión que por cierto nos recordaba el meteorólogo Wheeler, que reconstruyó las características del temporal de aquellos días tras la batalla. Grandes olas rompientes, franjas de espuma y una mar malísima para navegar. Es lo que curiosamente el destino y la climatología se ha empeñado al repetir en esos días, siglos después. Cosas de la naturaleza y de la historia.
Hundidos por el temporal tras la batalla. Los naufragios de Trafalgar
A las 10.15 de la mañana del 22 de Octubre de 1805, en estos días hace hace 211 años, los oficiales ingleses del Swiftsure, pedían a gritos que se rompiesen las cotas que unían a la popa de su nave con la presa remolcada del Redoutable. No podían continuar navegando con el, so pena de acabar los dos navíos arrastrados al fondo para siempre, que bendita la gracia. La mar y el fuerte oleaje estaba imposible para apresar, y aquello se hundía irremediablemente. Rumbo a Gibraltar, tras el apresamiento de la nave que curiosamente acabó con la vida de Nelson, los ingleses no podían con aquel imponente navío de batalla maltrecho. En el último momento, algunas barcazas pudieron salvar a unos cuantos de aquel desesperado naufragio. La mítica nave de Jean Etienne Lucas, la que escupió plomo y le acertó en pleno pecho, se hundía irremediablemente por la popa. Lentamente, bajo la increíble mirada de todos los presentes, aquella nave de guerra napoléonica era engullida por el océano. En aquel lugar inmisericorde, azotados por la mala mar, murieron ahogadamente 580 hombres de mar y de guerra. Nunca mas se sabría sobre dicho navío. Incluso a día de hoy se desconoce su paradero…
Tras la huella de la batalla naval más famosa de la historia universal
Aquella mañana, el 22 de octubre de 1805, también con viento de poniente, la escuadra franco-española comandada por el archiconocido almirante Pierre Charles Villeneuve, que se jugó la la supremacía de los mares y perdió, volvía a Cádiz hecha jirones. Más de sesenta navíos y miles de hombres de mar y de guerra, fueron testigos, con sus propios ojos y su fatiga de combate, de una historia irrepetible. Para aquellas retinas, las que vivieron en sus propias carnes aquel infierno de agua y fuego, aquello sería imposible de olvidar. Una historia de valentía, fuego y naufragios. Algo profundamente “irreal” para la mente de cualquier ser humano. Si tenemos que hablar de una batalla naval de la mar en la historia universal, esta claro. La que acudiría a nuestro inconsciente colectivo en cuestión de segundos, es…Trafalgar. Una contienda, la celebrada en estos días hace 211 años, que ha generado ríos de tinta, epitafios gloriosos grabados en tumbas de piedra y estatuas centenarias. Investigaciones arduas en archivos y bibliotecas. Impresionantes publicaciones de notables historiadores, de todas las nacionalidades, magníficos grabados y apasionantes conferencias. Sin embargo, a pesar de la tremenda actualidad e interés que aún persiste en torno a Trafalgar, apenas ha trascendido una cuestión tremendamente importante. Sus naufragios, su arqueología. Más de dos siglos despúes, Muchos de aquellos héroes, de aquellos sables, paños, maderas, banderas e incluso cañones…
Todo, todo lo que fue de aquellos majestuosos barcos, testigos de aquella histórica batalla, se encuentra a día de hoy…bajo agua. Naufragados en forma de yacimientos arqueológicos subacuaticos. Son los ya famosos, pecios. Pecios de Trafalgar, legendarios por la batalla a la que pertenecieron. Legendarios por su significado. Las tres flotas que allí se enfrentaron, pertenecían a tres de los Imperios posiblemente más poderosos del planeta. España, Francia e Inglaterra. Algunos de ellos, con sus maderas y robles centenarios, con sus leones rampantes o sus proas mitológicas, quedaron naufragados, tras 8 horas de fuego y destrucción, arrastrando con ellos lo mejor del I+D+i de la época en materia constructiva naval. Aproximadamente 20% de las flotas que se enfrentaron, duermen para siempre en el fondo de las aguas andaluzas. Todos ellos, en forma de yacimientos arqueológicos subacuáticos, que ademas de suponer un importante legado oculto en el presente, representan una gran oportunidad de cara al futuro. Su investigación y estudio supondrán ser referente internacional por la innovación, su magnetismo histórico y la propia ciencia arqueológica, importante fuente histórica, que ha de facilitarnos datos sobre los últimos instantes, los diez días posteriores a la batalla, en las que se produjeron más bajas casi que en el mismo combate. A lo largo de sesenta millas de costa. Desde Barbate a Doñana, se encuentran sumergidos las naves de la batalla más conocida de la historia universal. Es una magnífica oportunidad, a pesar de los siglos de olvido sumergido, la de poner en valor su historia y su arqueología. Un episodio histórico único en el mundo.
La historia no recuerda los pecios
Hay 15 poderosos navíos de línea, con todo lo que ello supone de magnífica arquitectura naval y porte, hundidos a lo largo del sureste andaluz. Son los restos de los barcos que embarrancaron tras la batalla y sus días posteriores. Siempre se ha dicho que son en las retiradas donde se producen las más mortíferas bajas, y Trafalgar, ayudado por aquel fatídico temporal, es un claro ejemplo. Zarandeados a capricho por la mar, debido principalmente a la falta de velas y de gobierno, empujados al fondo del mar arrastrando con ellos a sus marinos y soldados… aquello fue el escenraio de una serie de naufragios masivos. Murieron cerca de 4.000 marineros, convirtiendo la zona en un gran cementrio marino. Muchas de los legajos históricos que nos encontramos en los archivos, asi lo atestiguan. Esa gran tierra que es Cádiz, acogió los cuerpos y las almas, de aquellos pobres que iban arrimando a la costa. Cuestión digna de elogio. Sin discriminación de banderas, ni de uniformes iban ayudando a todos los que llegaban a sus costas.
Para que nos hagamos una idea, la explosión del Achilles o el hundimiento del Neptuno, entre otros, fueron la tumba entre los dos de casi mil hombres. Y todo ello cayó al fondo del mar. En un tiempo en el que la tecnología submarina avanza a pasos agigantados, los restos de aquellos imponentes naves de guerra son actualmente posibles de localizar. En el caso de Trafalgar, sus naves de línea de tres palos con sus esloras de casi sesenta metros, mangas de 15 y más de cuarenta cañones por banda, se convierten en imponentes e importantes yacimiento arqueológico por su extensión y su calidad material. Como buena parte de los naufragios que se encuentran en las aguas de Cádiz.
“No existen, apenas los conocemos”
Esa fue la respuesta que recientemente le dio Geoffrey Parker al periodista de ABC, Jesús Calero al hablar sobre Felipe II y su imponente red en el Imperio. La misma o muy parecida respuesta que le facilitó Antony Beevor, el célebre historiador militar de la Segunda Guerra Mundial, cuando se intereso por los pecios y el significado de los naufragios bélicos de aquella famosa contienda. “No se. No tengo datos para su estudio”. Es la penitencia y la tragedia para la historia, la oportunidad para los arqueólogos y para la ciencia. Los naufragios actúan como tales, los engulle el agua y a partir de ahí se trata en ocasiones de una historia que pasa a dormir el sueño de los justos. Pasa a desconocerse casi todo sobre su historia; el estado en el que se encuentra, su existencia, las causas, su información, su recuerdo. Prácticamente lo único que tienen hasta el momento los historiadores, para comprobar el relato de aquellos hundimientos, el como se produjo y demás cuestiones, son los datos que nos facilitan los archivos. En el caso de Trafalgar, momento en el que tengamos resultados de la arqueología sobre algunos de sus barcos, estos empezarán a ilustrar nuevas hipótesis científicas sobre los últimos momentos de la batalla.Y es que, como ocurre con los propios seres humanos, que se lo digan a la ciencia forense, incluso al perecer, tenemos una historia que contar.
Hacia las once y media de la Royal Sovereign disparó tres armas, que tenían el efecto deseado de inducir al enemigo a izar sus colores, y nos mostró la bandera tricolor mezclada con la roja y gualda de España. Hasta el final de la batalla, aquello fue un sin parar de cañonazos. Habría que ver la imagen de Churruca, furibundo, mandar castigar a cañonazos en las cubiertas de su coloso, contra los costados de sus oponentes. Y es que en esto de hundir naves, hasta la forma de luchar, queda reflejada para siempre en los cuerpos de aquellas inmensas moles de mandera que eran los navíos de línea que allí se enfrentaron. Posiblemente, las tres más terribles armadas de la época.
La táctica de Nelson se baso en el combate “a toca penoles”, señal que consistía en combatir tan cerca como se pudiese, un rasgo definitorio de la batalla decisiva que adoraban los grandes, que se lo digan al “petit caporal” . Atacarían agrupándose para rodear al enemigo, con lo que supondría esto para la resistencia de los cascos y las arquitecturas navales de las naves, cuestión por cierto que se reflejarán con pelos y señales en sus estructuras sumergidas. Las órdenes eran claras, el tiro de la artillería inglesa era “a hundir”, es decir, disparando contra el casco desde cerca, mientras que la artillería de la escuadra combinada tiraba en un principio “a desarbolar”, con el objetivo de dificultar la maniobra de los british. El “tirar a hundir” tendría sus consecuencias, como decimos, incluso arqueológicas. Dejó a buena parte de los barcos maltrechos en su casco tras la batalla. Con el temporal sobrevenido, la mar haría el resto, haciendo naufragar y llevando a pique a los navíos que habían sufrido las averías más importantes. No hay mas que ver los diferentes óleos, que son las instantáneas fotográficas del momento, y ver como quedaron. El belle isle es uno de sus casos más claros, más impresionantes de daño sufrido en la batalla. Practicamente quedó inservible, a modo de pontón, completamente ingobernable y hecho un montón de astillas por el fuego hispano-frances. Las pinturas de la época, especialmente la de Lyonel Whyllie, que tan bien nos retratan el momento, con detalle y talento, es para no perdérselo, juzguen ustedes mismos.
La primera sensación, al ver como llegaban los barcos Ingleses, era de derrota
Los ”Victory”, “Royal Sovereing”, “Temeraire”, “Bellerophon”, “Africa” y “Tonnant”, tuvieron que ser remolcados debido a su pésimo estado tras la batalla. Como nos recuerdan muchos historiadores, y el propio Geoffrey Parker en espejo de navegantes, “volvieron tan maltrechos a Gibraltar, que junto a la noticia de la muerte de Nelson, la primera sensación entre los propios ingleses, era de la derrota”. A pesar de la victoria, volvían a pique de un repique. Luego los “Achilles”, “Defiance”, “Revenge”, “Colossus” y “Mars” que habían sufrido graves averías pero que pudieron llegar a Gibraltar con sus aparejos improvisados y las naves tocadas en su totalidad. Tuvo que ser un poema verles desfilar. Debido al famoso fuerte temporal del suroeste, se vieron obligados a soltar a las presas españolas, que conducía a remolque en dirección a Gibraltar, el caso del Redoutable encabezaba este post.
El mapa meteorológico de la Península Ibérica a principios del mes de Noviembre del año pasado, recuerdo que estaba plagado de nubes y precipitaciones. El temporal obligó al cierre del puerto de Tarifa (Cádiz), ya que el fuerte oleaje destrozó playas y locales de la costa andaluza. La Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) preveía precipitaciones localmente fuertes que nos recordaba profundamente a aquellos días en los que se levantó la mar tras la batalla de Trafalgar, cuestión que por cierto nos recordaba el meteorólogo Wheeler, que reconstruyó las características del temporal de aquellos días tras la batalla. Grandes olas rompientes, franjas de espuma y una mar malísima para navegar. Es lo que curiosamente el destino y la climatología se ha empeñado al repetir en esos días, siglos después. Cosas de la naturaleza y de la historia.
Hundidos por el temporal tras la batalla. Los naufragios de Trafalgar
A las 10.15 de la mañana del 22 de Octubre de 1805, en estos días hace hace 211 años, los oficiales ingleses del Swiftsure, pedían a gritos que se rompiesen las cotas que unían a la popa de su nave con la presa remolcada del Redoutable. No podían continuar navegando con el, so pena de acabar los dos navíos arrastrados al fondo para siempre, que bendita la gracia. La mar y el fuerte oleaje estaba imposible para apresar, y aquello se hundía irremediablemente. Rumbo a Gibraltar, tras el apresamiento de la nave que curiosamente acabó con la vida de Nelson, los ingleses no podían con aquel imponente navío de batalla maltrecho. En el último momento, algunas barcazas pudieron salvar a unos cuantos de aquel desesperado naufragio. La mítica nave de Jean Etienne Lucas, la que escupió plomo y le acertó en pleno pecho, se hundía irremediablemente por la popa. Lentamente, bajo la increíble mirada de todos los presentes, aquella nave de guerra napoléonica era engullida por el océano. En aquel lugar inmisericorde, azotados por la mala mar, murieron ahogadamente 580 hombres de mar y de guerra. Nunca mas se sabría sobre dicho navío. Incluso a día de hoy se desconoce su paradero…
Tras la huella de la batalla naval más famosa de la historia universal
Aquella mañana, el 22 de octubre de 1805, también con viento de poniente, la escuadra franco-española comandada por el archiconocido almirante Pierre Charles Villeneuve, que se jugó la la supremacía de los mares y perdió, volvía a Cádiz hecha jirones. Más de sesenta navíos y miles de hombres de mar y de guerra, fueron testigos, con sus propios ojos y su fatiga de combate, de una historia irrepetible. Para aquellas retinas, las que vivieron en sus propias carnes aquel infierno de agua y fuego, aquello sería imposible de olvidar. Una historia de valentía, fuego y naufragios. Algo profundamente “irreal” para la mente de cualquier ser humano. Si tenemos que hablar de una batalla naval de la mar en la historia universal, esta claro. La que acudiría a nuestro inconsciente colectivo en cuestión de segundos, es…Trafalgar. Una contienda, la celebrada en estos días hace 211 años, que ha generado ríos de tinta, epitafios gloriosos grabados en tumbas de piedra y estatuas centenarias. Investigaciones arduas en archivos y bibliotecas. Impresionantes publicaciones de notables historiadores, de todas las nacionalidades, magníficos grabados y apasionantes conferencias. Sin embargo, a pesar de la tremenda actualidad e interés que aún persiste en torno a Trafalgar, apenas ha trascendido una cuestión tremendamente importante. Sus naufragios, su arqueología. Más de dos siglos despúes, Muchos de aquellos héroes, de aquellos sables, paños, maderas, banderas e incluso cañones…
Todo, todo lo que fue de aquellos majestuosos barcos, testigos de aquella histórica batalla, se encuentra a día de hoy…bajo agua. Naufragados en forma de yacimientos arqueológicos subacuaticos. Son los ya famosos, pecios. Pecios de Trafalgar, legendarios por la batalla a la que pertenecieron. Legendarios por su significado. Las tres flotas que allí se enfrentaron, pertenecían a tres de los Imperios posiblemente más poderosos del planeta. España, Francia e Inglaterra. Algunos de ellos, con sus maderas y robles centenarios, con sus leones rampantes o sus proas mitológicas, quedaron naufragados, tras 8 horas de fuego y destrucción, arrastrando con ellos lo mejor del I+D+i de la época en materia constructiva naval. Aproximadamente 20% de las flotas que se enfrentaron, duermen para siempre en el fondo de las aguas andaluzas. Todos ellos, en forma de yacimientos arqueológicos subacuáticos, que ademas de suponer un importante legado oculto en el presente, representan una gran oportunidad de cara al futuro. Su investigación y estudio supondrán ser referente internacional por la innovación, su magnetismo histórico y la propia ciencia arqueológica, importante fuente histórica, que ha de facilitarnos datos sobre los últimos instantes, los diez días posteriores a la batalla, en las que se produjeron más bajas casi que en el mismo combate. A lo largo de sesenta millas de costa. Desde Barbate a Doñana, se encuentran sumergidos las naves de la batalla más conocida de la historia universal. Es una magnífica oportunidad, a pesar de los siglos de olvido sumergido, la de poner en valor su historia y su arqueología. Un episodio histórico único en el mundo.
La historia no recuerda los pecios
Hay 15 poderosos navíos de línea, con todo lo que ello supone de magnífica arquitectura naval y porte, hundidos a lo largo del sureste andaluz. Son los restos de los barcos que embarrancaron tras la batalla y sus días posteriores. Siempre se ha dicho que son en las retiradas donde se producen las más mortíferas bajas, y Trafalgar, ayudado por aquel fatídico temporal, es un claro ejemplo. Zarandeados a capricho por la mar, debido principalmente a la falta de velas y de gobierno, empujados al fondo del mar arrastrando con ellos a sus marinos y soldados… aquello fue el escenraio de una serie de naufragios masivos. Murieron cerca de 4.000 marineros, convirtiendo la zona en un gran cementrio marino. Muchas de los legajos históricos que nos encontramos en los archivos, asi lo atestiguan. Esa gran tierra que es Cádiz, acogió los cuerpos y las almas, de aquellos pobres que iban arrimando a la costa. Cuestión digna de elogio. Sin discriminación de banderas, ni de uniformes iban ayudando a todos los que llegaban a sus costas.
Para que nos hagamos una idea, la explosión del Achilles o el hundimiento del Neptuno, entre otros, fueron la tumba entre los dos de casi mil hombres. Y todo ello cayó al fondo del mar. En un tiempo en el que la tecnología submarina avanza a pasos agigantados, los restos de aquellos imponentes naves de guerra son actualmente posibles de localizar. En el caso de Trafalgar, sus naves de línea de tres palos con sus esloras de casi sesenta metros, mangas de 15 y más de cuarenta cañones por banda, se convierten en imponentes e importantes yacimiento arqueológico por su extensión y su calidad material. Como buena parte de los naufragios que se encuentran en las aguas de Cádiz.
“No existen, apenas los conocemos”
Esa fue la respuesta que recientemente le dio Geoffrey Parker al periodista de ABC, Jesús Calero al hablar sobre Felipe II y su imponente red en el Imperio. La misma o muy parecida respuesta que le facilitó Antony Beevor, el célebre historiador militar de la Segunda Guerra Mundial, cuando se intereso por los pecios y el significado de los naufragios bélicos de aquella famosa contienda. “No se. No tengo datos para su estudio”. Es la penitencia y la tragedia para la historia, la oportunidad para los arqueólogos y para la ciencia. Los naufragios actúan como tales, los engulle el agua y a partir de ahí se trata en ocasiones de una historia que pasa a dormir el sueño de los justos. Pasa a desconocerse casi todo sobre su historia; el estado en el que se encuentra, su existencia, las causas, su información, su recuerdo. Prácticamente lo único que tienen hasta el momento los historiadores, para comprobar el relato de aquellos hundimientos, el como se produjo y demás cuestiones, son los datos que nos facilitan los archivos. En el caso de Trafalgar, momento en el que tengamos resultados de la arqueología sobre algunos de sus barcos, estos empezarán a ilustrar nuevas hipótesis científicas sobre los últimos momentos de la batalla.Y es que, como ocurre con los propios seres humanos, que se lo digan a la ciencia forense, incluso al perecer, tenemos una historia que contar.
Hacia las once y media de la Royal Sovereign disparó tres armas, que tenían el efecto deseado de inducir al enemigo a izar sus colores, y nos mostró la bandera tricolor mezclada con la roja y gualda de España. Hasta el final de la batalla, aquello fue un sin parar de cañonazos. Habría que ver la imagen de Churruca, furibundo, mandar castigar a cañonazos en las cubiertas de su coloso, contra los costados de sus oponentes. Y es que en esto de hundir naves, hasta la forma de luchar, queda reflejada para siempre en los cuerpos de aquellas inmensas moles de mandera que eran los navíos de línea que allí se enfrentaron. Posiblemente, las tres más terribles armadas de la época.
La táctica de Nelson se baso en el combate “a toca penoles”, señal que consistía en combatir tan cerca como se pudiese, un rasgo definitorio de la batalla decisiva que adoraban los grandes, que se lo digan al “petit caporal” . Atacarían agrupándose para rodear al enemigo, con lo que supondría esto para la resistencia de los cascos y las arquitecturas navales de las naves, cuestión por cierto que se reflejarán con pelos y señales en sus estructuras sumergidas. Las órdenes eran claras, el tiro de la artillería inglesa era “a hundir”, es decir, disparando contra el casco desde cerca, mientras que la artillería de la escuadra combinada tiraba en un principio “a desarbolar”, con el objetivo de dificultar la maniobra de los british. El “tirar a hundir” tendría sus consecuencias, como decimos, incluso arqueológicas. Dejó a buena parte de los barcos maltrechos en su casco tras la batalla. Con el temporal sobrevenido, la mar haría el resto, haciendo naufragar y llevando a pique a los navíos que habían sufrido las averías más importantes. No hay mas que ver los diferentes óleos, que son las instantáneas fotográficas del momento, y ver como quedaron. El belle isle es uno de sus casos más claros, más impresionantes de daño sufrido en la batalla. Practicamente quedó inservible, a modo de pontón, completamente ingobernable y hecho un montón de astillas por el fuego hispano-frances. Las pinturas de la época, especialmente la de Lyonel Whyllie, que tan bien nos retratan el momento, con detalle y talento, es para no perdérselo, juzguen ustedes mismos.
La primera sensación, al ver como llegaban los barcos Ingleses, era de derrota
Los ”Victory”, “Royal Sovereing”, “Temeraire”, “Bellerophon”, “Africa” y “Tonnant”, tuvieron que ser remolcados debido a su pésimo estado tras la batalla. Como nos recuerdan muchos historiadores, y el propio Geoffrey Parker en espejo de navegantes, “volvieron tan maltrechos a Gibraltar, que junto a la noticia de la muerte de Nelson, la primera sensación entre los propios ingleses, era de la derrota”. A pesar de la victoria, volvían a pique de un repique. Luego los “Achilles”, “Defiance”, “Revenge”, “Colossus” y “Mars” que habían sufrido graves averías pero que pudieron llegar a Gibraltar con sus aparejos improvisados y las naves tocadas en su totalidad. Tuvo que ser un poema verles desfilar. Debido al famoso fuerte temporal del suroeste, se vieron obligados a soltar a las presas españolas, que conducía a remolque en dirección a Gibraltar, el caso del Redoutable encabezaba este post.
Más y más naufragios. Del lamento del San Francisco de Asís al Fougueaux…
“El retirarse no es huir, ni el esperar es cordura, cuando el peligro sobrepuja a la esperanza”. Las palabras de Miguel de Cervantes,
que en esto de las retiradas era buen conocedor, vienen que ni al pelo a
la situación que vivían muchos de los barcos que sobrevivieron a duras
penas en Trafalgar. El peligro sobrepujaba a la
esperanza y mandaba a toda costa la supervivencia”. Los testimonios
claros, como suelen ocurrir en estas situaciones tan dramáticas. “Di
fondo a la esperanza, arrié cable, cargó el tiempo. Dejé caer la ancla,
seguí arriando de las dos y me aguantaron hasta las tres y media de la
madrugada del 23, que me faltaron las dos; no pudiendo acabar de virar,
mandé picar los chicotes de los cables faltos, y ya entonces tocó el
navío….Con un barril delgado envié un cabo delgado a la playa….y
principié a sacar la gente…” .Casi todos han salido lastimados, y
hago presente a V. E. que debemos las vidas a las tropas del Regimiento
de Zaragoza acuartelado en Cádiz, que constantemente se mantuvieron
alando las jangadas y embarcaciones, o sea ayudando por el cable que les
unía a la playa. Aún están varios en la playa desnudos, y otros aquí
poco menos, y otros enfermos. De este modo se explica el parte de
campaña dado por el comandante, D. Luis Antonio de Flores y lo hizo en el Puerto
de Santa María, en el 27 de octubre de 1805. Como este navío tenemos
otros ejemplos de estos barcos fantasmagóricos que entraban en la bahía
de Cádiz, “malherido” y a punto de naufragar.
Así fue el caso del Indomptable, “que entro en la noche del 21 con muchas averías, incluso la del timón, y así se aguantaba en Canal hasta que en la noche del 25, falto de amarras y de gobierno, aunque se puso a la vela se abrió en el Diamante y Galera, y en el modo en que entró en la playa, donde sólo se han salvado doscientos cincuenta y cuatro hombres”. Noticia del Estado en que se hallan los buques de la escuadra combinada , tal y como nos documentaba Escaño en sus partes de guerra. También tenemos el caso de otro formidable navío. Bello donde los hubiese, El Eagle, que quedó varado cerca de la Barra del Puerto de Santa María. O el terrible caso del Fougueaux, conducido a la costa, donde solo sobrevivieron 25 hombres a bordo. El relato de su parte de naufragio es apasionante.
Así fue el caso del Indomptable, “que entro en la noche del 21 con muchas averías, incluso la del timón, y así se aguantaba en Canal hasta que en la noche del 25, falto de amarras y de gobierno, aunque se puso a la vela se abrió en el Diamante y Galera, y en el modo en que entró en la playa, donde sólo se han salvado doscientos cincuenta y cuatro hombres”. Noticia del Estado en que se hallan los buques de la escuadra combinada , tal y como nos documentaba Escaño en sus partes de guerra. También tenemos el caso de otro formidable navío. Bello donde los hubiese, El Eagle, que quedó varado cerca de la Barra del Puerto de Santa María. O el terrible caso del Fougueaux, conducido a la costa, donde solo sobrevivieron 25 hombres a bordo. El relato de su parte de naufragio es apasionante.
”A las tres y media, habiendo arribado algo la división enemiga,
pasó por sotavento de la nuestra y a muy poca distancia, en cuyo tiempo
fué cuando recibí averías de consideración, pues perdí el mastelero de velacho y parte de la cofa de trinquete,
cortados muchos obenques de este palo. Faltó el estay mayor, la verga
de trinquete, el mastelero de gavia; atravesado el palo mayor por cinco
partes, cortados todos los obenques y quinales de la banda de babor y
cinco de la de estribor, dos cañones en el entrepuente desmontados y
varios balazos a flor de agua, por donde entraba bastante. A las cuatro
menos algunos minutos me demoraban los enemigos por la aleta de babor de
la vuelta encontrada, y yo estaba muy próximo al Trinidad y Bucentauro.
A esta sazón cayó el palo de mesana, y en sus ruinas fuí herido en la
cabeza y nuca, con lo que perdí el sentido y conducido abajo, a donde
nunca pensé retirarme, sin embargo de haberme sentido herido tres veces
durante la acción. A las cuatro dimos fondo al NNE. de Cádiz, próximos a
la costa del Puerto de Santa María, en diez brazas; el viento, que fué
fresco durante el día, cayó en la noche, y a pesar de tener mi navío dos
anclas en el agua por sesenta brazas, faltaron a las doce de la noche y
varamos poco después”.
A pesar de todos los daños, la nave pudo escapar de la destrucción, pero es curioso, si bien fue la primera nave que disparó, también fue la primera nave que fue rendido. Formaba parte de la escuadra de observación de Gravina y gracias a sus portentosas propiedades como velero salió de la línea, ciñendo el viento en contra de los navíos británicos que se aproximaban. Tras ser herido el propio Comandante Antonio Pareja, fue capturado hundiéndose el día 30 siguiente, al ser incendiado por los ingleses para evitar su represa.Curiosamente como veremos, este pecio podría ser el primero, de los muchos testimonis que nos podrían contar magnificamente la batalla y su relato arqueológico de cara al futuro.
A pesar de todos los daños, la nave pudo escapar de la destrucción, pero es curioso, si bien fue la primera nave que disparó, también fue la primera nave que fue rendido. Formaba parte de la escuadra de observación de Gravina y gracias a sus portentosas propiedades como velero salió de la línea, ciñendo el viento en contra de los navíos británicos que se aproximaban. Tras ser herido el propio Comandante Antonio Pareja, fue capturado hundiéndose el día 30 siguiente, al ser incendiado por los ingleses para evitar su represa.Curiosamente como veremos, este pecio podría ser el primero, de los muchos testimonis que nos podrían contar magnificamente la batalla y su relato arqueológico de cara al futuro.
¿Y que nos podría reltar los descubrimientos arqueológicos de Trafalgar?. Para empezar, lo mejor de la inteligencia y la construcción naval de la época construyeron los barcos de Trafalgar. La clase Téméraire francés, aquellas geniales naves diseñadas por Sané, por la lógica expansión napolóenica del momento , y por cierto el tipo de buque del que más unidades se habían construido hasta el momento en la historia, 107 en total, se encuentran, como obras de arte, hundidos para siempre bajo las aguas. Por causas de Trafalgar se enfrentaban lo mejor del know-how de la época. A los “temerarios” se les enfrentaban la clase “Elizabeth” inglesa, que como estos, eran robustos y maniobreros. Pero luego estaban los españoles, con sus ”romero Landa y hermenegildos”. Magníficas arquitecturas navales, que también caerían para siempre y que se convierten en restos y patrimonio único. Más de una docena son las naves procedentes de Trafalgar hundidas en aguas andaluzas y enterradas en los sedimentos de sus costas. Las arenas deben esconder sus dotaciones, sus imponentes arquitectura navales y todo el pasado que contienen sus maderas. Todos los barcos naufragados, ya sea por su porte, como por su valor histórico y su sobresaliente significado, se configuran como excepcionales yacimientos arqueológicos subacuáticos de renombre internacional. De su tutela, proteccion e investigación se encarga la consejeria de cultura de la Junta de Andalucía, por encontrarse en aguas andaluzas. Su centro de investigación, el CAS gaditano inauguró en 1999 el proyecto Trafalgar, sumergiéndose y trabajando, en al menos dos de sus naufragios, todo ello previo a un profuso trabajo de investigación en archivos históricos. Las investigaciones de Lourdes Marquéz, en materia documental suponen buena parte de la información mas actualizada en lo tocante a los naufragios de la batalla.
El significado de un navío de Trafalgar. Una oportunidad de investigación y de puesta en valor mundial
Un navío de línea de Trafalgar por si solo, podría ser objeto de años y años de campañas arqueológicas. De decenas congresos y jornadas internacionales, de sesudas y apasionantes tesis doctorales, de innovadoras publicaciones sobre la cuestión, por no decir audiovisuales o demás puesta en valor que a estas alturas del siglo XXI, con dicho material arqueológico, procedente de tan importante historia, darían la vuelta al mundo. Que decir de la museología y de la museografía, si bien el Museo Naval de Madrid, lleva contando brillantemente la batalla desde hace años, la oportunidad para ciudades como Cádiz, o la castigada socioeconómicamente Barbate de contar con museos, porque no, que narren, la mayor batalla naval de la historia, es una grandísima oportunidad. Otros museos museos internacionales cuentan las peripecias de sus naves, una de las mejores historias que se pueden contar de sus naciones, como bien nos recordaba el erudito Jose Ignacio González-Aller, conocedor del potencial de futuro que ostenta este legado documental, histórico y patrimonial de España.
Un proyecto de Estado y de trascendencia europea
Sin lugar a dudas, la excavación integra de los pecios de Trafalgar se consolida como una oportunidad de futuro y un elemento innovador para la cultura Europea, ya no sólo Española. Debería ser, sin lugar a dudas, objeto de interés nacional y asunto de Estado. De hecho, posiblemente se trata de uno de los retos más atractivos para la cultura del país. Tras conocer en persona los resultados museísticos del Victory en Porsmouth, el Mary Rose, la fragata Francesa Lune, o el de los navíos de guerra suecos, Mars y Kronan, es difícil de entender como aun no se ha excavado íntegramente y puesto en valor, con las prebendas necesarias en materia de conservación, especialmente de las maderas, de los pecios de otro episodio histórico, de igual o mayor calado que los anteriormente descritos, la batalla de Trafalgar. Un episodio histórico ocn los indudables beneficios culturales, científicos e incluso turísticos y de marca internacional que supone esto. Podría ser la más clara expresión de que un problema, se puede convertir en una gran oportunidad. Los resultados, estos últimos días sobre el Fougueaux nos invitan a ello. La publicación en el Archaeological and Anthropological Sciences de los profesores Fernández-Montblanc, Izquierdo, y Bethencourt, en su “Scattered shipwreck site prospection: the combined use of numerical modelling and documentary research, Fougueux, 1805“, con un interesantísimo “modelo matemático de dispersión lagrangiana acoplado a un modelo hidrodinámico de circulación costera y oleaje”, abre el campo, como no también a innovar. Investigación, conocimiento, puesta en valor todos son sumandos de alto valor añadido para el futuro. Desde luego y acertadamente que el CEIMAR, con su coordinador en materia de arqueología, Xavier Nieto, dotado de la experiencia y el conocimiento de años de campaña en la mar, tiene por delante, junto a todos los que se sumen, un impresionante horizonte científico y cultural. La última fotografía visual de la batalla, la de aquellos “cisnes blancos” navegando en el mar, tienen sus huellas en el fondo marino. Y están allí, en algunos casos, intactos. Intervenir arqueológicamente sobre los restos de ellos podría ser uno de las mejores actuaciones culturales que el Estado Español podría realizar en los próximos 20 años. Sin lugar a duas, una que le dispondría en el horizonte y escenario mundial. No en vano Trafalgar, fue la batalla más famosa de la historia Universal.
Unos meses más tarde, el hombre responsable de la pérdida de
Trafalgar , el almirante Villeneuve, se encerró en su habitación en un
hotel en Rennes, Bretaña, y después de un almuerzo de pollo y espárragos
regados con una botella de Médoc, se apuñaló en el corazón con un
cuchillo de mesa.
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