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CAPÍTULO 1
El Triángulo de las Bermudas: Un misterio del aire y el mar
FRENTE A LA COSTA SUDESTE DE LOS ESTADOS UNIDOS, en el Atlántico Occidental, existe una zona que forma lo que se ha denominado un triángulo. Se extiende desde las Bermudas, por el Norte, hasta el sur de la Florida; va hacia el Este, hasta un punto situado a través de las Bahamas, más allá de Puerto Rico, a unos 40 grados de longitud Oeste, y luego regresa hacia las Bermudas.
El Triángulo de las Bermudas: Un misterio del aire y el mar
FRENTE A LA COSTA SUDESTE DE LOS ESTADOS UNIDOS, en el Atlántico Occidental, existe una zona que forma lo que se ha denominado un triángulo. Se extiende desde las Bermudas, por el Norte, hasta el sur de la Florida; va hacia el Este, hasta un punto situado a través de las Bahamas, más allá de Puerto Rico, a unos 40 grados de longitud Oeste, y luego regresa hacia las Bermudas.
Esta zona ocupa
un sitial inquietante, casi increíble, en el catálogo de los
misterios no resueltos del mundo. Habitualmente se le llama el
Triángulo de las Bermudas, donde más de cien barcos y aviones han
desaparecido en medio de una atmósfera transparente. La mayor parte
de las desapariciones ha ocurrido desde 1945, y en los últimos 26
años se han perdido allí más de mil vidas humanas, sin que se haya
podido recuperar ni un solo cuerpo, ni siquiera un trozo de los
restos de los aviones o barcos desvanecidos.
Pese a que hoy los
viajes por mar y aire son mucho más frecuentes y las investigaciones
son más acuciosas y los registros más escrupulosamente llevados,
las desapariciones se siguen produciendo en número aparentemente
cada vez mayor.
Muchos de estos aviones se perdieron mientras estaban en contacto radial con sus bases o con sus lugares de destino, contacto que se mantuvo normalmente hasta el momento mismo de la desaparición. Otros enviaron los más extraordinarios mensajes radiales, dando a entender que no podían hacer funcionar sus instrumentos, que sus compases giraban locamente, que el cielo se había tornado amarillo y brumoso (en un día claro) y que el océano (sereno en los alrededores) "no parecía normal", sin precisar mayormente que era lo anormal.
El 5 de diciembre de 1945, un grupo de cinco aviones que formaban una escuadrilla de Avengers TBM de la Marina de los Estados Unidos, y que viajaban en misión desde la base aeronaval de Fort Lauderdale, más el Martin Mariner enviado en su rescate, desaparecieron y fueron objeto de una de las operaciones de búsqueda marítimo-terrestre más intensivas jamás realizadas, pese a que nunca pudo localizarse algún bote salvavidas, o mancha de aceite o restos de naufragio.
Otros
aviones, incluso de pasajeros, han desaparecido mientras recibían
instrucciones para aterrizar. Como se ha señalado en los sumarios
de la Junta de Investigación Naval, pareciera que se hubiesen ido
volando por un agujero abierto en el cielo. Navíos grandes y
pequeños se han perdido sin dejar rastros. Como si ellos y sus
tripulaciones hubiesen sido arrastrados hacia otra dimensión.
Algunos muy grandes, como el carguero Marine Sulphur Queen, de 129
metros de largo, o el Cyclops, de 19.000 toneladas, con 309
pasajeros a bordo, simplemente se desvanecieron. Otros barcos y
lanchas han sido hallados a la deriva dentro del Triángulo, algunas
veces con un animal como sobreviviente, un perro, o un canario, que
no podían explicar lo ocurrido. Por cierto, hubo un caso en que un
lorito hablador desapareció junto con la tripulación.
Las pérdidas de barcos y aviones en el Triángulo de las Bermudas siguen ocurriendo hasta hoy. Ninguno de ellos es dado por retrasado o puesto dentro de la categoría de "búsqueda interrumpida" en los archivos de la sección séptima de la Guardia Costera sin que entre el público o los investigadores quede la sensación explícita o tácita de que existe alguna conexión entre el pasado y el actual fenómeno del Triángulo de las Bermudas.
Da la impresión de que el
número de personas que piensan que ocurre algo muy grave en esta
área es cada vez mayor. Los recientes y numerosos informes acerca de
aviones y embarcaciones que han sufrido experiencias increíbles
dentro del Triángulo y supervivieron contribuyen a crear un nuevo
folklore del mar, pese a que la causa de la inexplicable amenaza
que pesa sobre naves aéreas y marítimas en esta zona sigue rodeada
del mismo misterio de siempre.
Se han ofrecido —y considerado seriamente— las más variadas e imaginativas explicaciones sobre las presuntas pérdidas y muertes (presuntas, ya que no se ha recuperado un solo cadáver). Algunas de ellas van desde las repentinas mareas causadas por terremotos hasta las bolas de fuego que explotan contra los aviones, pasando por ataques de monstruos marinos, trastornos témporo-espaciales que conducen hacia otra dimensión, torbellinos electromagnéticos o gravitacionales que hacen que los aviones se estrellen o los barcos se pierdan en el mar, capturas y secuestros por OVNI manejados por entes de culturas sobrevivientes de la Antigüedad, el espacio exterior o el futuro y en busca de especimenes de los actuales habitantes de la Tierra.
Una
de las sugerencias más notables fue la que hizo
Edgar Cayce, el "profeta
durmiente", un curandero y vidente que murió en 1944. Décadas antes
de que se sospechase la posibilidad de emitir rayos láser, Cayce
sostuvo que los antiguos Atlantes usaban cristales como fuentes de
energía, que dichos cristales estaban localizados específicamente
en la zona de las Bimini y que lo más probable era que
posteriormente se hundiesen en la Lengua del Océano, frente a la
costa de Andros, en las Bahamas, donde han ocurrido muchas de las
desapariciones.
Según esta concepción, una fuente de energía errante
y hundida a una profundidad de 1.600 metros al oeste de Andros
estaría ejerciendo todavía una atracción ocasional sobre los
compases y el equipo electrónico de los barcos y aviones de la
actualidad.
En todo caso, la explicación o solución del misterio parece estar relacionada con el mar, que es de por sí el más grande misterio que todavía enfrentan los habitantes de la Tierra. Aunque nos hallamos en los umbrales del espacio, contemplando de manera un tanto ansiosa el cosmos y pensando que ya el mundo tan concienzudamente explorado no tiene secretos para nosotros, la verdad es que alrededor de tres quintas partes de la superficie del globo, constituidas por las profundidades abismales del océano, nos son casi tan conocidas como los cráteres de la luna, o incluso menos.
Naturalmente, hace tiempo
que hemos trazado un mapa de los contornos generales del fondo del
mar: primero por medio de sondas mecánicas y más recientemente
utilizando sonar y exploraciones submarinas y con batisferas, luego
con cámaras-sonda de gran profundidad, hemos configurado las
corrientes de superficie y submarinas. Ahora dichos aparatos están
investigando la existencia de petróleo en las plataformas
continentales y tal vez muy pronto lo harán a profundidades aún
mayores.
La actividad desplegada durante la guerra fría y la creciente utilización de flotas submarinas, pese al peligro experimentado por la marina francesa en las actividades submarinas en el Mediterráneo y por la de los Estados Unidos en el Atlántico, contribuirían considerablemente, si los materiales fuesen publicados, a hacer mayor nuestro conocimiento del fondo del mar. Sin embargo, las partes más profundas del océano todavía podrían reservarnos sorpresas considerables. Es posible que las planicies abismales y los cañones y hendiduras contiguas contengan una fauna inesperada.
En
el Océano Indico se descubrió en 1938 que el "extinguido"
coleocanto,
un pez supuestamente prehistórico, dotado de extremidades
residuales, estaba perfectamente vivo, y muy bien. Se trata de un
pescado azul, de cuatro miembros, que era muy abundante hace
alrededor de sesenta millones de años. Al último espécimen
fosilizado que se halló antes de encontrar el ejemplar vivo se le
atribuyó una antigüedad de dieciocho millones de años.
Existen descripciones detalladas, provenientes de observadores dignos de confianza, que en su mayoría no tienen nada que ganar, y sí mucho que perder al escribir un informe sobre una "serpiente marina", donde se hace un boceto o se explican las características de ciertas criaturas marinas que tienen una estructura muy parecida a la del monosaurio del Plioceno, o ictiosaurio, el que aparentemente vive todavía en las profundidades abismales.
En algunas
ocasiones, cuando se han acercado a playas y puertos situados en
puntos diversos, desde Tasmania hasta Massachusetts, estas criaturas
han sido observadas por cientos de testigos. El monstruo de Loch
Ness, al que se le llama cariñosamente "Nessie" y que ha sido
fotografiado con regularidad, aunque en forma borrosa, podría ser
una versión menor de estos gigantescos "peces lagartos", que es como
se traduce su nombre griego, Ichthyosaurus.
El oceanógrafo danés
Antón Bruun observó en una ocasión un renacuajo de casi dos metros
de largo, similar a una anguila, que había sido pescado por un
barco de arrastre y que se hallaba en estado larval. Si hubiese
llegado a su edad adulta, creciendo proporcionalmente, habría
llegado a medir 22 metros de largo.
Aunque no se ha recogido ningún ejemplar de calamar gigante, hay diversos indicios de que podrían ser tan grandes como algunas de las legendarias "serpientes marinas", e incluso de que podrían ser las propias serpientes de mar vistas por tantos observadores.
Se puede
calcular el tamaño de estos calamares gigantes por medio de los
restos de esqueletos que se encuentran ocasionalmente y también
gracias a las marcas en forma de disco encontradas en los lomos de
algunas ballenas; los tentáculos de los calamares succionan el
pigmento de la piel de las ballenas y dejan la huella que sugiere
titánicas batallas en las profundidades.
Aunque siempre estamos aprendiendo más acerca de la vida en las
profundidades del océano, la mayor parte de nuestras observaciones y
de nuestras capturas de ejemplares han sido casuales, como podría
ocurrir, para hacer una analogía, con exploradores del espacio que
hubiesen lanzado redes desde sus naves espaciales en diversas
regiones de la Tierra, para luego recogerlas con lo que pudiesen
haber encontrado.
Incluso las criaturas marinas que ya nos resultan
familiares presentan ciertos misterios en sus migraciones y hábitos
procreativos. Por ejemplo, las anguilas de Europa interior y América,
que se encuentran para la procreación en el mar de los Sargazos y
desde el cual sólo los nuevos ejemplares regresan a los lugares de
origen de sus padres; los atunes, que inician su emigración frente
a las costas del Brasil, viajan a Nueva Escocia y luego a Europa y
entonces algunos, sólo algunos, siguen hacia el Mediterráneo; las
langostas de púas, que caminan sobre el fondo del mar, descendiendo
por la plataforma continental y siguiendo luego hacia abajo, rumbo a
un destino ignorado en la llanura abisal.
Entre otros misterios, se pueden citar las grandes fosas de los océanos, que curiosamente tienen aproximadamente la misma profundidad —11.000 metros, algo asombroso— y las criaturas vivientes que se hallan en el fondo, bajo tan enorme presión. O las corrientes oceánicas, los grandes ríos de la mar.
Algunas son de
superficie y su profundidad es variable, mientras otras fluyen a
centenares de metros de hondura y a menudo en direcciones distintas
a las de la superficie. O la corriente de Cromwell, en el Océano
Pacífico, que hace algunos años subió a la superficie y luego
retornó a su nivel submarino. Casi todas estas corrientes giran: las
del Hemisferio Norte como las manecillas del reloj, y las del
Hemisferio Sur en sentido contrario.
Pero, ¿cómo es que la
corriente de Bengala constituye una excepción, puesto que fluye sin
girar?
Los vientos y las olas son otros tantos misterios. Las tormentas más
violentas y repentinas se producen sólo en dos lugares: en el Caribe
y en la región atlántica occidental, en forma de huracanes, y en el
sur del Mar de la China, en forma de tifones. Sin embargo, algunas
veces aparecen olas enormes, conocidas como olas "seiche", en medio
de mares habitualmente serenos.
Se cree que estas olas provienen de
deslizamientos de tierra submarinos o de terremotos que pasan inadvertidos en la superficie y no aparecen en las previsiones
meteorológicas. En la actualidad, la riqueza mineral del océano es
incalculable y la extracción y explotación de estos depósitos
minerales, además de las del petróleo, podrían afectar
considerablemente la situación financiera futura.
El manto
protector del mar cubre también tesoros y vestigios de
civilizaciones pasadas. Muchas de ellas resultan evidentes en las
bajas aguas costeras de la plataforma continental del Mediterráneo
y el Atlántico, pero otras podrían yacer, por ejemplo, a unas
profundidades de más de 1.500 metros, frente a la costa del Perú.
Allí se han fotografiado columnas talladas emplazadas entre los que
podrían ser edificios sumergidos, prueba de tremendos hundimientos
de tierra que podrían haber ocurrido dentro de la era del hombre
civilizado.
En muchas zonas de los mares del mundo, desde la perdida
Atlántida en el centro del Atlántico, hasta las Bahamas o el Mediterráneo Oriental, perviven historias de civilizaciones
sumergidas. Por ejemplo, los misterios de
la isla de Pascua y otras
civilizaciones perdidas del Pacífico Sur, o la posibilidad de la
existencia de una cultura ahora enterrada bajo el hielo de
la Antártida, que habría existido allí antes del desplazamiento de los
polos.
Hay algunas áreas del fondo del mar que parecieran estar en constante movimiento. En mayo de 1973, parte de la fosa de Bonin, cerca de Japón, subió casi dos mil metros. La mayoría de los cien mil terremotos que se producen todos los años a lo largo de la cordillera del centro del Atlántico ocurren en el lugar donde, según se supone desde remotas épocas, estaba ubicada la legendaria Atlántida.
Existen también el misterio del "fondo falso",
frecuentemente revelado por las investigaciones con sonar, a gran
profundidad. Dichas pesquisas revelan a menudo que la profundidad es
mucho mayor que la que antes se había supuesto y más tarde vuelven a
arrojar el resultado primitivo. Se ha supuesto que este falso fondo
es el resultado de la presencia ocasional de bancos de peces u otra
variedad de la fauna marina, tan compacta, que presenta una
superficie sólida contra la cual rebota el sonar, proporcionando la
información errónea.
Los curiosos rayos brillantes del "agua blanca"
de la corriente del Golfo constituyen otro misterio perturbador. Se
ha pensado que podrían ser causados por bancos de peces
fosforescentes, o por la marga agitada por los pescados, o por la
presencia de radioactividad en el agua.
En todo caso, el fenómeno
resultó suficientemente notable como para que ya Colón lo comentase,
hace cinco siglos, y fue también la última luz terrestre que
pudieron ver los astronautas rumbo al espacio. Por último, tenemos
la teoría de los continentes que se desplazan, al separarse uno del
otro a lo largo del océano y alejarse de su posición original, donde
se hallaban agrupados y formando un supercontinente. Esta teoría ha
sido aceptada sólo recientemente y podría tener estrecha relación
con la rotación, composición y comportamiento de la propia Tierra.
Sin embargo, hay una diferencia entre estos múltiples misterios, que podrían ser finalmente resueltos (y que por ahora producen considerable inquietud), y el que plantea el Triángulo de las Bermudas, que introduce un elemento de peligro para el viajero. Naturalmente, es verdad que todos los días un gran número de aviones vuelan sobre el Triángulo, que barcos grandes y pequeños navegan por sus aguas y que innumerable cantidad de viajeros visitan la región sin que se produzca ningún incidente.
Además, barcos y
aviones se han perdido y se siguen perdiendo en el mar y en los
océanos del mundo por una serie de razones. Por cierto, debemos
acordarnos de distinguir entre "perdido en el mar", lo que sugiere
el hallazgo de un naufragio o de ciertos restos identificables y "desaparecido",
que es el caso en que no se encuentra nada. Pero, en ninguna otra
región, aparte del Triángulo de las Bermudas, han sido tan numerosas
las desapariciones sin explicación.
En ninguna se las ha registrado
tan bien, ni han sido tan repentinas y acompañadas de circunstancias
tan extrañas, algunas de las cuales llevan el elemento de la
coincidencia hasta los límites de lo imposible.
Muchas autoridades marítimas o aeronáuticas podrían hacer la observación de que es perfectamente natural que algunos aviones, barcos o yates desaparezcan en una zona en que hay tantos viajes marítimos y aéreos, todos ellos sujetos a tormentas repentinas y a las múltiples posibilidades de accidentes y errores de navegación. Esas mismas autoridades comentarían, tal vez, que el Triángulo de las Bermudas sencillamente no existe y que esa denominación en sí es falsa, o errónea, y constituye un misterio fabricado para divertir a los lectores curiosos e imaginativos.
Las líneas aéreas
que sirven la región comprendida en el Triángulo de las Bermudas
suscriben esta versión con un entusiasmo fácil de comprender, aunque
hay muchos pilotos experimentados que no están muy seguros de su
inexistencia.
Los que aseguran que el Triángulo no existe tienen
razón, en cierto sentido, porque el área de las desapariciones
inexplicables podría no ser un verdadero triángulo, sino más bien
una elipse, o tal vez el segmento gigante de un círculo cuyo ápice
estaría cerca de las Bermudas y cuyo fondo curvo se extendería desde
la baja Florida hasta más allá de Puerto Rico, describiendo una
curva hacia el Sur y el Este a través del mar de los Sargazos, y volviendo luego hacia las Bermudas.
En general, los que más han estudiado el fenómeno están de acuerdo en su ubicación, aunque puedan diferir en detalles. Ivan Sanderson, que se ocupó del tema en su obra Invisible Residents (Residentes invisibles) y en numerosos artículos, llegó a la conclusión de que la zona tenía la forma de una elipse, o punta de diamante, y de que habría otras doce similares, esparcidas en todo el mundo a intervalos regulares; entre ellos, el tristemente célebre mar del Diablo, en el Japón.
John Spencer piensa que el área peligrosa sigue
la plataforma continental: parte de un punto frente a Virginia y se
dirige luego al Sur, a lo largo de la costa norteamericana, y pasa
más allá de Florida para continuar alrededor del Golfo de México.
Cree también que la región incluiría los escalones submarinos de las
islas del Caribe y la periferia de las Bermudas.
Vincent Gaddis,
autor de Invisible Horizons (Horizontes invisibles) y de un artículo
en la revista Argosy —que fue el que probablemente dio su nombre al
Triángulo—, traza su forma triangular aproximadamente dentro,
"... de una línea que va de Florida a las Bermudas, otra desde las Bermudas a Puerto Rico, y una tercera que vuelve a Florida a través de las Bahamas".
En cambio, John Godwin, en su libro
This Baffling World (Este
mundo sorprendente) sugiere que el "Mar de la Mala Suerte" es "una
especie de cuadrado, cuyos límites se extienden entre las Bermudas y
la costa de Virginia" y cuyo extremo sur está "formado por las islas
de Cuba, Hispaniola y Puerto Rico".
Incluso la Guardia Costera de
los Estados Unidos, que no cree en el Triángulo de las Bermudas, lo
sitúa cortésmente, para aquellos que solicitan información, en un
impreso —registro 5720— del Séptimo Distrito del servicio.
Comienza
así:
El "Triángulo de las Bermudas, o del Diablo", es una zona imaginaria situada frente a la costa Atlántica sudoriental de los Estados Unidos, que es conocida por la alta proporción de pérdidas inexplicables de barcos, pequeños botes y aviones. Los vértices generalmente aceptados del Triángulo son las Bermudas, Miami (Florida) y San Juan (Puerto Rico).
Los meteorólogos se refieren con frecuencia al "Triángulo del
Diablo" como un área limitada por líneas que van desde las
Bermudas, hasta Nueva York, por el Norte, y por el Sur hasta las
Islas Vírgenes, ondulando como un abanico hacia el Oeste y
abarcando 75° de latitud Oeste.
Si el lector observa el mapa en el que se indican las desapariciones importantes de barcos y aviones, podrá sacar sus propias conclusiones acerca de la forma del Triángulo de las Bermudas y verificar si es un triángulo, o tal vez uno pequeño dentro de otro mayor, una elipse gigante, un cuadrado, o un fenómeno que se desplaza paralelamente a los escalones continentales y de las islas.
En círculos marítimos se sabía hace mucho tiempo que numerosos barcos habían desaparecido en esta zona y algunas de las anteriores desapariciones podrían haber contribuido a elaborar la leyenda del "Mar de los Barcos Perdidos", o del "Cementerio de Barcos", ubicado en el mar de los Sargazos y parte del cual está situado dentro del Triángulo.
Los registros concernientes a las desapariciones de
barcos parecen indicar desapariciones de una frecuencia creciente,
desde la década de 1860, tal vez debido a que entonces hubo una
información más detallada. Las desapariciones comienzan después de
la Guerra Civil, descartando así posibles ataques de parte de los
Confederados.
Sin embargo, algunos meses después de la Segunda Guerra Mundial se produjo un incidente notable, que sugeriría que
los aviones que vuelan sobre esta zona podrían desvanecerse del
cielo por las mismas razones que han hecho que los barcos se pierdan
en el mar.
Ese fue el incidente que dio su nombre al Triángulo de
las Bermudas.
CAPITULO 2
El Triángulo de los aviones desaparecidos
EL TRIÁNGULO DE LAS BERMUDAS EMPEZÓ A SER conocido con ese nombre como resultado de la desaparición de seis aviones de la Marina y sus tripulaciones, ocurrida el 5 de diciembre de 1945. Los primeros cinco aviones que desaparecieron, aparentemente en forma simultánea, se hallaban cumpliendo una misión rutinaria de entrenamiento con un plan elaborado para seguir un curso de vuelo triangular.
El vuelo
debía iniciarse en la estación aeronaval de Fort Lauderdale, en
Florida, para luego seguir 300 kilómetros hacia el Este, 75
kilómetros hacia el Norte y enseguida regresar a la base, siguiendo
un rumbo sudoeste. Las Bermudas dieron su nombre a una región
conocida indistintamente como "Triángulo del Diablo", "Triángulo de
la Muerte", "Mar de la Mala Suerte", "Cementerio del Atlántico" y
muchas otras denominaciones.
La razón principal es que esta zona se
hizo notar en la época en que el vértice del vuelo triangular desde
Fort Lauderdale estaba en línea directa con las Bermudas. Ocurre
también que las Bermudas parecieran ser el límite norte, tanto de
las primeras como de las últimas desapariciones de barcos y aviones,
en circunstancias muy peculiares.
Pero ningún incidente anterior o posterior ha resultado más notable que esta desaparición total de
un vuelo de entrenamiento completo, junto con el gigantesco avión de
rescate, un Martin Mariner con una tripulación de trece hombres, que
se desvaneció inexplicablemente durante las operaciones de rescate.
Vuelo 19 era el nombre del grupo de aviones condenados que
partieron de su base en Fort Lauderdale, la tarde del 5 de diciembre
de 1945.
Estaban comandados por cinco oficiales pilotos y llevaban
nueve tripulantes. Cada avión tenía destinados dos tripulantes, pero
aquel día faltó un hombre. Había pedido que le relevasen del vuelo
debido a un presentimiento, y no fue sustituido. Los aviones eran
bombarderos-torpederos Grumman TBM-3 Avenger, y cada uno llevaba
suficiente combustible como para volar más de 1.800 kilómetros.
La
temperatura era de 18° C, había un sol brillante, sólo algunas nubes
dispersas y un moderado viento de dirección nordeste. Los pilotos
que habían volado antes, aquel mismo día, informaron que el tiempo
estaba ideal para volar. La duración de aquella misión específica
fue estimada en dos horas. Los aviones comenzaron a despegar a las 2
de la tarde, y a las 2.10 estaban todos en vuelo.
El teniente
Charles Taylor, que era el comandante y tenía más de 2500 horas de
vuelo, condujo los aviones hacia Chicken Shoals, al norte de Bimini,
donde tenían que comenzar a hacer recorridos de práctica sobre un
viejo pontón. Tanto los pilotos como las tripulaciones eran
aviadores experimentados y no había ninguna razón para esperar nada
desusado durante la misión de rutina del Vuelo 19.
Sin embargo, algo ocurrió, y más que desusado. Alrededor de las 3.15, luego que los aviones hubieron realizado sus ataques con bombas y continuaron hacia el Este, los radio-operadores de la torre de control de la base aeronaval de Fort Lauderdale, que estaban esperando ponerse en contacto con los aviones para confirmar la hora estimada de arribo y darles instrucciones de aterrizaje, recibieron un extraño mensaje de parte del jefe del vuelo.
La
grabación registró lo siguiente:
Jefe de vuelo (teniente Charles Taylor): Llamando a la torre. Esta es una emergencia. Parece que hemos perdido el rumbo. No podemos ver tierra... Repito... No podemos ver tierra...
Torre: ¿Cuál es su posición?
Jefe de vuelo: No estamos seguros de nuestra posición. No podemos estar seguros acerca de dónde estamos. Parece que nos hemos perdido...
Torre: Tome dirección debida, hacia el Oeste.
Jefe de vuelo: No sabemos en qué dirección está el Oeste. Todo anda mal... Es extraño... No podemos estar seguros acerca de ninguna dirección... ni siquiera el océano tiene un aspecto normal...
Alrededor de las 3.30 el instructor de vuelo principal de Fort
Lauderdale recogió en su radio un mensaje de alguien que llamaba a
Powers, uno de los alumnos aviadores, y pedía información acerca de
las indicaciones de su compás, y escuchó a Powers decir:
"No sabemos dónde estamos. Debemos de habernos perdido cuando hicimos aquel último giro"
El jefe del vuelo pudo ponerse en contacto con el instructor del
Vuelo 19, y éste le dijo:
"Mis dos compases han dejado de funcionar. Estoy tratando de hallar Fort Lauderdale... Estoy seguro de que nos hallamos sobre los Cayos, pero no sé a qué altura..."
El instructor jefe le aconsejó entonces que volara hacia el Norte,
con el sol sobre el costado de la escotilla, hasta que llegase a la
base aeronaval. Pero luego escuchó:
"Acabamos de pasar sobre una pequeña isla. No hay más tierra a la vista..."
Aquello era una seña de que el avión del instructor no se hallaba
sobre los Cayos y de que la escuadrilla completa había perdido el
rumbo, puesto que no podían ver tierra, la tierra que se aprecia
normalmente a continuación de los Cayos.
Debido a la estática, resultó cada vez más difícil escuchar mensajes del Vuelo 19.
Debido a la estática, resultó cada vez más difícil escuchar mensajes del Vuelo 19.
Aparentemente, los aviones no podían ya oír a la
torre, pero en cambio la torre escuchaba conversaciones entre los
aparatos. Algunas se referían a posibles faltas de combustible;
decían tener gasolina sólo para 75 millas (120 km); hacían
referencia a vientos de 75 millas por hora.
Y luego, la
desalentadora observación acerca de que todas las brújulas,
giroscópicas y magnéticas, de todos los aviones, habían dejado de
funcionar y "se habían vuelto locas", como se dijo entonces. Cada
una mostraba orientaciones distintas. Durante todo este tiempo, el
poderoso transmisor de Fort Lauderdale fue incapaz de hacer contacto
alguno con los cinco aviones, aunque la comunicación entre ellos
era bastante audible.
Mientras tanto, al conocerse las noticias acerca de la emergencia en que se hallaba el Vuelo 19, se produjo una conmoción muy comprensible entre el personal de la base. Comenzaron a tejerse toda clase de suposiciones acerca de un ataque enemigo (aun cuando la II Guerra Mundial había terminado hacía ya varios meses) o incluso de ataques de nuevos enemigos, y se despachó un avión de rescate: un bimotor anfibio Martin Mariner de la base aeronaval del río Banana.
A las 4 de la tarde, la torre escuchó de pronto que el teniente
Taylor había entregado el mando inesperadamente a un veterano
piloto naval, el capitán Stiver. Aunque de modo borroso y alterado
por la tensión, pudo enviar un mensaje inteligible:
"No estamos seguros acerca de dónde nos hallamos... Creemos estar a unas 225 millas (360 km) al nordeste de la base... Debemos de haber pasado sobre Florida y debemos de estar en el Golfo de México...".
Enseguida, el jefe del vuelo decidió, al parecer, dar una vuelta de
180°, con la esperanza de volar de regreso hacia Florida. Pero, al
hacer el giro, la transmisión comenzó a hacerse más y más débil,
señalando que habían hecho una mala maniobra y que estaban volando
hacia el Este, lejos de la costa de Florida y sobre mar abierto.
Algunos informes señalan que las últimas palabras del Vuelo 19
fueron: "Parece que estamos..."
Sin embargo, otros de los que escuchaban parecen recordar algo más; algo como "entrando en agua blanca... Estamos completamente perdidos...". Entretanto, según el mensaje del teniente Come, uno de los oficiales del Martin Mariner despachados a la zona donde en general se pensaba que debía de hallarse el vuelo, y que la torre recibió sólo algunos minutos después de su despegue, había vientos muy fuertes sobre los 1.800 metros.
Este fue el último mensaje que
se recibió del avión del rescate. Poco después, todas las unidades
de rastreo recibieron un despacho urgente que señalaba que ahora
había en lugar de cinco, seis aviones perdidos. El aparato de
rescate y su tripulación de trece hombres también habían
desaparecido.
No volvió a recibirse ningún mensaje del Vuelo 19, en misión de entrenamiento, ni del Martin Mariner enviado a rescatarlo. No obstante, poco después de las 7 de la tarde la base aeronaval Opa-Locka, en Miami, recibió un débil mensaje, que consistió en lo siguiente: "FT... FT...".
Las siglas eran parte de la señal de los
aviones del Vuelo 19. El avión del instructor era el FT-28. Pero, si
el mensaje provino realmente de la "patrulla perdida", el período
de tiempo en que se recibió indicaría que fue enviado dos horas
después del momento en que era de presumirse que los aviones habían
agotado su combustible.
La búsqueda aérea original, iniciada el día de la desaparición, fue
suspendida a causa de la oscuridad, pero los barcos de la Guardia
Costera siguieron buscando sobrevivientes durante la noche. Al día
siguiente, jueves, con las primeras luces del alba, se inició un
enorme esfuerzo de rastreo. Sin embargo, a pesar de que fue uno de
los más concienzudos de la historia, y de que emplearon 240 aviones
de tierra, 67 del portaaviones Solomons, 4 destructores, varios
submarinos, 18 navíos de la Guardia Costera, lanchones de búsqueda
y rescate, cientos de aviones, yates y botes privados, más aparatos
PBM de la base aeronaval del río Banana, y pese a la ayuda de la
Real Fuerza Aérea y de la Marina británicas con base en las Bahamas,
no se encontró nada.
Ni el promedio de 167 vuelos diarios que recorrían las aguas a sólo 100 metros de altura, desde el alba hasta el anochecer, ni la minuciosa inspección de casi un millón de kilómetros cuadrados de mar y tierra, que incluían el Atlántico, el Caribe, partes del Golfo de México, el interior de la Florida y las islas vecinas, todo lo cual significó una búsqueda aérea de 4.100 horas, pudieron descubrir rastros de naufragio, o botes salvavidas, o manchas de aceite.
Las
playas de la Florida fueron inspeccionadas diariamente, durante un
período de varias semanas, para ver si aparecían restos flotantes
de los aviones desaparecidos, pero la operación no tuvo éxito
alguno.
Todo posible indicio fue investigado. Primero se pensó que el informe acerca de una llamarada roja en tierra, enviado por un avión comercial el mismo día de las desapariciones, podía corresponder a una explosión del Martin Mariner, pero esto fue posteriormente desmentido. Luego, un barco mercante dio cuenta de una explosión en el cielo, ocurrida a las 7.30 de la tarde, pero, si hubiese estado relacionada con los cinco Avengers, querría decir que los aparatos estaban todavía volando horas después de haber agotado su combustible.
Esta explicación significaría, además, que los cinco
chocaron y estallaron al mismo tiempo, tras mantener en silencio sus
radios desde la interrupción del contacto destinado a informar sobre
el tiempo de vuelo. Por otra parte, resulta curioso que no se hayan
recibido mensajes de socorro, ni del Vuelo 19 ni de la misión de
rescate. En cuanto a posibles amarajes forzosos, los Avengers
estaban en condiciones de posarse suavemente sobre las aguas, y en
todo caso, podían mantenerse noventa segundos a flote.
Las tripulaciones estaban entrenadas para abandonar la nave en sesenta
segundos, y disponían de botes salvavidas colocados en la parte
exterior de los aviones. Por consiguiente, casi en cualquier caso de
amaraje forzoso, los botes salvavidas debieron quedar flotando y
habrían sido encontrados. Durante la primera parte de la operación
rescate, algunos rastreadores notaron un fuerte oleaje, pero las
olas estaban tan separadas unas de otras, que los aviones habrían
podido amarar, en caso necesario, en los espacios intermedios.
La
curiosa referencia al "agua blanca", en el último mensaje del Vuelo
19, podría tener alguna relación con la espesa bruma blanca
característica de vez en cuando en esta zona, que suele mover a
confusión. Esto podría explicar también la falta de visibilidad y
el informe de que el sol "no parece normal", pero en cambio, no
tenía porqué afectar a los compases y giroscopios. Por otra parte,
existe un punto muerto en las comunicaciones radiales entre Florida
y las Bahamas, pero las dificultades de los aviones comenzaron
antes de que se perdiera el contacto radial.
Una junta naval de investigación que examinó todas las evidencias disponibles, terminó igualmente a oscuras respecto de lo que había ocurrido. Además, tuvo que discutir el sometimiento a corte marcial de un oficial experto en instrumentos, que luego resultó exonerado, al comprobarse que todos los que tenía a su cargo habían sido revisados antes del despegue. En una parte de su informe señala:
"Fue interceptado un mensaje radial que indicaba que los aviones estaban perdidos y que sus compases estaban funcionando mal".
Posteriormente, en una entrevista de prensa, el, capitán
W. C. Wingard fue algo más directo, cuando dijo:
"Los miembros de la junta investigadora no pudieron hacer ni siquiera una buena suposición acerca de lo ocurrido".
Otro miembro de la junta comentó, en forma un tanto dramática:
"Se desvanecieron completamente, como si hubiesen volado a Marte...".
Con ello introdujo algunos inquietantes elementos relativos a viajes
espaciales y posibles OVNIS, los que desde entonces pasaron a formar
parte, en buena medida, de la leyenda del Triángulo de las Bermudas.
Algunos investigadores y oceanógrafos muy serios han ofrecido una
variedad de explicaciones acerca de cómo éstos y tantos otros
barcos y aviones pudieron desaparecer sin dejar rastro, lo mismo que
sus pilotos y pasajeros.
El teniente R. H. Wirshing, oficial de
entrenamiento de la base aeronaval de Fort Lauderdale en la época
del incidente, que ha examinado el caso durante años, piensa que el
verbo "desaparecer" es un factor muy importante en todo lo relativo
a la suerte corrida por la tripulación del Vuelo 19, ya que jamás se
ha presentado prueba alguna de que realmente haya perecido. (La
madre de uno de los pilotos perdidos, que asistió al proceso de la
Marina, declaró que tenía la impresión de que su hijo "se hallaba
aún con vida, en algún lugar del espacio".)
Y el diario News de
Miami reprodujo las siguientes declaraciones del doctor Manson
Valentine, un científico que ha estado observando la zona durante
años desde Miami:
"Todavía se encuentran allí, pero están en una dimensión diferente, en un fenómeno magnético que podría haber sido provocado por un OVNI",
Un oficial de la Guardia Costera y miembro de la Junta
investigadora, se expresó con una franqueza llena de frescura.
Sencillamente, dijo: "¡No sabemos qué demonios ocurre allí!".
Otro oficial de la junta, en una declaración tajante, y más formal, expresó el consenso de los investigadores:
"Esta pérdida ocurrida en tiempo de paz parece ser un misterio completo; el más extraño jamás investigado en los anales de la aviación naval...".
Algunos desastres suelen presentar elementos de una coincidencia
increíble, sobre todo cuando ocurren en el mar. Por ejemplo, cuando
el carguero Stockholm chocó con el barco de pasajeros Andrea Doria,
una muchacha que hablaba español se vio arrebatada desde su cabina
del transatlántico y lanzada con una parte del camarote hacia el
interior del carguero, junto a la cabina de un marinero que era la
única persona de aquel barco que hablaba español. La pérdida del
Vuelo 19 no constituyó una excepción a esta constante de elementos
coincidentes.
Buena parte del material citado hasta ahora proviene de notas de primera mano tomadas por el Comandante R. H. Wirshing, que era entonces teniente y se hallaba de servicio como oficial de adiestramiento en la base de Fort Lauderdale. Wirshing recuerda que aquel mismo día hubo también un vuelo de entrenamiento matinal que resultó un tanto extraño.
Este vuelo, al que los comentarios de
prensa relativos al desastre dieron poca importancia debido a que
era bastante menos sensacional, también experimentó dificultades con
el compás, y en lugar de volver a su base, aterrizó 80 kilómetros al
Norte.
Por lo menos dos miembros del Vuelo 19 parecen haber tenido un presentimiento acerca de la catástrofe. Uno de ellos fue el propio instructor de vuelo, que se presentó con retraso a recibir las instrucciones para la misión. Llegó a la 1.15 de la tarde y solicitó que le relevaran de aquella tarea específica.
Sin embargo, no
acompañó su petición de ningún tipo de explicación. Simplemente dijo
que no deseaba tomar parte en la misión. Puesto que no se disponía
de ningún relevo, su solicitud fue denegada.
El segundo caso, al que el teniente Wirshing asistió personalmente y que ha sido muy comentado, fue el incidente del cabo del cuerpo de Marines, Allan Kosnar, quien, pese a estar designado para tomar parte en el Vuelo 19, no se presentó. Según la prensa, hizo las siguientes declaraciones:
"No puedo explicar por qué, pero, por alguna extraña razón, decidí no salir en el vuelo de aquel día".
Sin embargo, según el teniente Wirshing, el cabo era un veterano de
Guadalcanal, le quedaban sólo cuatro meses de servicio y había
solicitado hacía algunos meses que le relevasen de los vuelos. El
día de la misión el asunto volvió a plantearse y el teniente
Wirshing le dijo que se presentara ante el médico de la base para
solicitar su retiro. Así lo hizo, y por ello el Vuelo 19 partió con
un tripulante menos. Cuando se presentaron los primeros indicios de
la pérdida de la misión, el teniente Wirshing se dirigió al cuartel
de los reclutas, en busca de voluntarios.
La primera persona que
encontró fue el cabo, quien le dijo:
"¿Se acuerda de que usted me ordenó que fuera al médico? Así lo hice, y me relevó de participar en vuelos. El que se ha perdido era el mío".
Sin embargo, el informe de pista daba a entender que los aviones
habían salido con sus tripulaciones completas, como si algún otro
marino hubiese subido a bordo a última hora. Esto obligó a realizar
verificaciones de las listas del personal de la base, para
comprobar si faltaba alguien. Cuando se averiguó que todo el
personal estaba presente, el misterio adicional del "informe de
tripulación completa" se convirtió en otro de los elementos
indescifrables de la múltiple desaparición.
Veintinueve años después del incidente se hizo público otro aspecto desusado. Arti Ford, periodista, escritor y conferencista que ha seguido el caso desde 1945, hizo una asombrosa declaración durante un programa nacional de televisión en 1974. Indicó que el teniente Taylor había dicho por radio lo siguiente:
"No vengan por mí... parece que son del espacio exterior...".
Ford sostiene que esta
información le fue proporcionada en la época del suceso por un
radioaficionado, pero que no le atribuía demasiada seriedad, dadas
las dificultades que enfrenta un operador amateur al recibir
comunicados de un avión en vuelo y dados también la excitación y los
rumores que circularon entonces.
Sin embargo, durante sus investigaciones posteriores, Ford halló una prueba desusada de lo transmitido, en una trascripción de los mensajes enviados por el avión a la torre y que fue incluida en un informe elaborado más tarde debido a la presión de los padres de los aviadores perdidos.
El documento, de carácter oficial y secreto
—el cual, según Ford, sólo pudo examinar en parte—, contenía al
menos una frase "No vengan por mí..." en común con el texto que le
había proporcionado el radioaficionado civil y que, de manera muy
significativa, no había sido revelado con anterioridad. Este
misterio adicional, que sugiere posibles interferencias de otros
mundos, encuentra eco en más que unas pocas de las otras
desapariciones.
Así como ha habido numerosos barcos y embarcaciones de placer desaparecidos en la zona del Triángulo de las Bermudas antes y después de este incidente, cabe hacer notar que los desastres ocurridos simultáneamente a los Avengers y al Martin Mariner constituyeron la primera ocasión en que se vieron afectados aviones y en que hubo tantas y tan eficientes unidades de aire, mar y tierra realizando una búsqueda tan extensa y acuciosa, aunque infructuosa.
Este incidente hizo que se intensificasen los esfuerzos de rescate
en el caso de las desapariciones de aviones que habrían de
producirse con posterioridad, no sólo con el propósito de salvar a
los sobrevivientes, sino también de averiguar, una vez transcurrido
el tiempo probable de supervivencia, qué les había ocurrido.
Después de lo sucedido al Vuelo 19, parece que las desapariciones de aviones comerciales, privados y militares se siguen produciendo con inquietante regularidad, agregándose al desvanecimiento "normal" de barcos grandes y pequeños, que se ha estado produciendo durante años. Ahora, sin embargo, gracias a los equipos de rescate aeromarítimo, a las comunicaciones radiales con la base, a los instrumentos más sofisticados y a los métodos de rastreo más desarrollados, cada desaparición es investigada con mucha mayor minuciosidad.
El 3 de julio de 1947, un C-54 del Ejército de los Estados Unidos con una tripulación de seis hombres, que volaba en una misión de rutina, desde las Bermudas a la base aérea Morrison del Ejército, desapareció en algún lugar entre las Bermudas y Palm Beach. Su última posición conocida fue a unos 160 kilómetros de las Bermudas.
Se inició de inmediato una búsqueda aeromarítima intensiva, con
participación del Ejército, la Marina y la Guardia Costera y con
unidades que cubrieron 260.000 kilómetros cuadrados de mar. Sin
embargo, salvo algunos cojines y una botella de oxígeno que no
fueron identificados como parte del equipo del avión perdido, no se
hallaron restos de naufragio ni manchas de aceite.
Al producirse nuevas desapariciones, pareció notarse una característica coincidente y alarmante en la mayoría de los casos ocurridos dentro de la zona del Triángulo: solían ocurrir dentro del período turístico y de mayor afluencia a los hoteles, desde noviembre hasta febrero. Y lo que resultó aún más asombroso fue la comprobación de que muchas de las pérdidas se produjeron algunas semanas antes o después de Navidad.
Un cuadrimotor de pasajeros del
tipo Tudor IV, perteneciente a la British South American y que era
un bombardero Lancaster, transformado, llamado Star Tiger,
desapareció en vuelo entre las Azores y las Bermudas el 29 de enero
de 1948. Llevaba seis tripulantes y veintiséis pasajeros, entre
ellos Sir Arthur Gunningham, un Mariscal del Aire de la Segunda
Guerra Mundial y excomandante de la Segunda Fuerza Aérea Táctica
de la Real Fuerza Aérea.
El Star Tiger debía aterrizar en Kingley
Field, islas Bermudas; a las 10.30 de la noche, poco antes de su ETA
(Estimated Time of Arrival, hora estimada de arribo), el piloto se
comunicó por radio con la torre de control y su mensaje incluyó las
siguientes palabras: "Tiempo y rendimiento excelentes" y "Arribo
supuesto dentro de itinerario". Según su informe, la posición del
avión era de 600 kilómetros al nordeste de las Bermudas.
No hubo nuevos mensajes, pero el Star Tiger no llegó. No se recibió ningún mensaje de emergencia, ni tampoco alguna señal de que el avión no estuviese funcionando perfectamente y en condiciones óptimas. Alrededor de la medianoche, el Star Tiger fue puesto en lista de atraso y, al día siguiente, 13 de enero, se inició una operación masiva de rescate y rastreo. Treinta aviones y diez barcos registraron minuciosamente la zona durante varios días, sin éxito.
El 31 de enero fueron avistadas algunas cajas y tambores de aceite
vacíos, al noroeste de las Bermudas. No obstante, si hubiesen
pertenecido al Star Tiger, querría decir que estaba volando cientos
de kilómetros fuera de su rumbo en el momento en que fue atacado por
algo y, además, debe recordarse que en su último contacto con la
torre, el piloto había anunciado que no ocurría nada irregular con
respecto a su rumbo o al comportamiento del avión.
Mientras se desarrollaba la infructuosa búsqueda, hubo gran número de radioaficionados a lo largo de la costa Atlántica y del interior, que recogieron un mensaje mutilado, cuyas palabras eran deletreadas como puntos numerados, como si alguien estuviese operando el transmisor pero sin saber Morse. Los puntos querían decir "Tiger". Hubo un informe de una base de la Guardia Costera de Newfoundland que resultó aún más misterioso. Cuando los breves toques del morse se interrumpieron, alguien pareció enviar un mensaje verbal, pronunciando solamente las siguientes letras: G-A-H-N-P. Estas eran las siglas del Star Tiger.
Se presumió que estos mensajes eran falsos, especialmente porque había que tomar en cuenta la conocida conducta desvariada y lunática de ciertos individuos que siguen con deleite los desastres. Sin embargo, cuando uno recuerda el débil mensaje recibido en Miami, horas después del desaparecimiento del Vuelo 19, surge una inquietante similitud. Aquel mensaje contenía las letras de la sigla del vuelo, casi como si se hubiese enviado o retransmitido un mensaje final desde una distancia mucho mayor, en el espacio o el tiempo, que la que podía indicar la ubicación en que los aviones habían desaparecido.
Fue designado un Tribunal Investigador, bajo la dirección de Lord Macmillan, para que pesquisara la pérdida del Star Tiger. El nombramiento lo hizo el ministro británico de Aviación Civil y su informe fue publicado ocho meses después de la desaparición del avión. Sus conclusiones fueron que no parecía haber fundamentos para suponer que el Star Tiger hubiese caído al mar, a causa de un fallo mecánico o de la radio, falta de combustible, perturbaciones meteorológicas, errores de altimetría o incapacidad para seguir su curso, por nombrar sólo algunas posibilidades.
En cuanto al diseño y
fabricación del Tudor IV, no había tampoco base, según el informe,
"para suponer que al diseñar el avión Tudor IV, o al fabricar aquel Tudor IV en particular, el Star Tiger, se hubiesen cometido errores u omisiones técnicas o que pudieran considerarse contrarias a la buena práctica convenida...".
El dictamen final del tribunal puede considerarse igualmente
aplicable a otras desapariciones de aviones ocurridas en el
Triángulo, antes y después de la del Star Tiger:
Realmente, podría decirse que hasta ahora no se había presentado para su investigación un caso tan desconcertante. Ante la completa ausencia de pruebas dignas de fe en relación con la naturaleza o la causa del desastre del Star Tiger, el tribunal no ha podido hacer más que sugerir posibilidades, ninguna de las cuales llega siquiera al nivel de probabilidad.
En todas las actividades que suponen la
cooperación de hombre y máquina, hay dos elementos que influyen y
que tienen muy distinto carácter. Uno es el factor, imposible de
calcular, relativo a la actuación humana y que depende de
circunstancias cuyo conocimiento es imperfecto. El otro es el
elemento mecánico, sujeto a leyes muy diferentes. Podría ocurrir un
accidente en cualquier de los dos, o en ambos a la vez. O bien,
alguna causa externa podría hacer perder el control, tanto al
hombre como a la máquina. Nunca se sabrá lo que sucedió en este
caso.
Por una coincidencia extraordinaria, y bastante inquietante, que se produjo doce días antes del primer aniversario de la desaparición del Star Tiger, el avión gemelo, el Star Ariel, desapareció en un vuelo entre las Bermudas y Jamaica, el 17 de enero de 1949, con siete tripulantes y trece pasajeros a bordo.
Por una coincidencia extraordinaria, y bastante inquietante, que se produjo doce días antes del primer aniversario de la desaparición del Star Tiger, el avión gemelo, el Star Ariel, desapareció en un vuelo entre las Bermudas y Jamaica, el 17 de enero de 1949, con siete tripulantes y trece pasajeros a bordo.
Su itinerario completo
era desde Londres a Santiago de Chile, y la escala en las Bermudas
respondía a la necesidad de cargar combustible suficiente para otras
diez horas de vuelo. Cuando el Star Ariel salió de las Bermudas a
las 7.45 de la mañana, el mar estaba en calma y las condiciones
meteorológicas eran buenas. El capitán envió el siguiente informe
rutinario de vuelo a las Bermudas alrededor de 55 minutos después
del despegue:
Este es el capitán McPhee, a bordo del "Ariel", rumbo a Kingston, Jamaica, desde las Bermudas. Hemos alcanzado altura de crucero. Buen tiempo. Hora estimada de arribo a Kingston dentro de itinerario... Voy a cambiar de frecuencia radial para ponerme en contacto con Kingston...
Pero no hubo nuevos mensajes del Star Ariel, ni entonces ni nunca.
Cuando se inició la búsqueda de este avión, había una flota de la Marina de los Estados Unidos operando en la misma zona. Dos portaviones enviaron sus aparatos para unirse a los de la Fuerza Aérea y la Guardia Costera que habían salido desde numerosos puntos a lo largo de la costa Atlántica y a los aviones británicos enviados desde las Bermudas y Jamaica.
Cruceros, destructores y el acorazado norteamericano Missouri se unieron también a la búsqueda en la superficie, lo mismo que los barcos británicos y los mercantes que se hallaban en aquel momento en la región. Se envió un radiograma a todos los buques que navegasen por la zona:
EL AVIÓN CUADRIMOTOR STAR ARIEL/GAGRE, DE LA BRITISH SOUTH AMERICAN AIRWAYS, QUE PARTIÓ DE LAS BERMUDAS 1242 GMT 17 ENERO RUMBO JAMAICA RUTA GRADOS DOS UNO SEIS FUE SITUADO POR ÚLTIMA VEZ CUANDO ESTABA APROXIMADAMENTE A 15 MILLAS AL SUR DE BERMUDAS Y A LAS 1337 GMT 17 ENERO.
SOLICITASE TODOS LOS NAVÍOS INFORMAR ESTA BASE HALLAZGO CUALQUIER RESTO FLOTANTE TIPO TAPICERÍA CABINA Y COJINES COLOR AZUL, BOTES SALVAMENTO AVIÓN COLOR AMARILLO, CHALECOS SALVAVIDAS COLOR MARRÓN OSCURO, TODO MARCADO BSAA, O CUALQUIER VESTIMENTA FLOTANTE.
72 aviones de reconocimiento, en estrecha formación y algunas veces
tocando "ala con ala" cubrieron 390.000 km2 de océano, en un área
que comenzaba en las proximidades del último informe radial y seguía
por el Sudoeste, rumbo a Jamaica.
No pudieron descubrir ni una sola
evidencia que pudiera ser identificada con el avión perdido. Un
avión británico y otro norteamericano informaron acerca de "una
extraña luz" en el mar, el 18 de enero, pero las unidades de
búsqueda y rescate enviadas a los alrededores no hallaron nada y la
Fuerza Aérea suspendió sus operaciones de rastreo el 22 de enero.
El hecho de que estos dos aviones británicos de pasajeros (ambos pertenecientes a la misma compañía, la British South American Airways) se perdieran, con una diferencia de casi un año, en la misma área, dio lugar a sospechas de sabotaje. Más tarde se habría pensado inmediatamente en un caso de piratería aérea.
Esta
posibilidad, al igual que el entrenamiento del piloto y la
tripulación, el funcionamiento de los instrumentos y las
condiciones meteorológicas, fueron pesquisadas por una Junta
Investigadora, o Comité Brabazon, que no encontró nada desfavorable
ni tampoco , halló indicio alguno:
"...Falta absoluta de pruebas. No se encontró rastro alguno del desastre. Se ignora la causa del accidente del Star Ariel".
Una de las teorías que se discutieron entonces consistía en que el
bromuro metílico de los extinguidores había penetrado
accidentalmente en el sistema de presión y, tras circular por él,
causó una explosión. Esta podría haber sido la causa de un accidente
muy raro en un avión, tal vez, pero no en los muchos otros que han
desaparecido en la misma zona.
El hecho de que la búsqueda del Star Ariel haya sido tan masiva se
explica, entre otras razones, porque en la mañana del 28 de
diciembre de 1948 había desaparecido otro avión de pasajeros, un
DC3 alquilado que cubría la ruta San Juan-Miami y llevaba 36
personas a bordo, entre pasajeros y tripulantes. La infructuosa
búsqueda de este avión fue realizada por más de cuarenta aviones
militares y numerosos barcos, que recorrieron más de 480 mil
kilómetros de costa y océano, y había sido suspendida sólo una
semana antes del desaparecimiento del Star Ariel.
Las circunstancias
que rodearon el incidente del DC3 resultaron aún más sorprendentes
que las de los otros aviones perdidos. Como en los demás casos, el
tiempo era excelente y la noche estaba clara. El avión despegó a las
10.30 de la noche del 27 de diciembre. En un momento del vuelo
nocturno, el capitán del avión, Robert Linquist, transmitió el
siguiente comentario por radio:
"¿Qué les parece? ¡Todos estamos cantando villancicos navideños!" (recuérdese la coincidencia de la época de desaparición de la mayoría de los aviones).
La torre de Miami recibió otro mensaje del DC3, a las 4.13 de la
madrugada del 28. Decía:
"...Nos acercamos a la pista... Sólo 50 millas (80 km) hacia el Sur... Ahora podemos ver las luces de Miami. Todo anda bien. Esperaremos instrucciones para aterrizar...".
No volvió a oírse nada del avión, y una investigación que se llevó
a cabo por tierra y mar, no consiguió encontrar ni un rastro de
accidente. Por cierto, no hubo sobrevivientes ni indicios de lo que
pudo ocurrir a la tripulación y los pasajeros. Puesto que el capitán
comunicó que el avión se hallaba a sólo 80 kilómetros al sur de
Miami, resulta todavía más notable que no se produjese una
explosión, ni una llamarada, ni se escucharan las señales de SOS o
MAYDAY.
Por otra parte, el lugar en que el avión desapareció está
situado sobre los Cayos de Florida, donde las aguas cristalinas y de
una profundidad de sólo siete metros habrían contribuido a la
localización e identificación del avión. Este habría de ser uno de
los diversos casos en que avión y pasajeros se "desmaterializarían",
estando casi al alcance de un aeropuerto, o en que un barco, como
veremos en el próximo capítulo, se desvanecería estando a la vista
de su puerto de arribo.
Los grandes aviones que han desaparecido desde el caso del Star Ariel, han seguido en general un acontecer similar: primero un comportamiento de vuelo normal, y después... nada. Ni rastros de naufragio, ni manchas de aceite o restos flotantes, o sobrevivientes; ni siquiera una concentración sospechosa de tiburones.
Los aviones pequeños también han seguido desapareciendo. No menos de nueve se perdieron frente a la costa de Florida, en diciembre de 1949, sin dejar rastro. Era un número suficiente como para hacer pensar que había algo peligroso en la zona, aun cuando las características de las desapariciones no hayan sido justamente obvias.
Las desapariciones de naves aéreas continuaron durante la década de 1950. En marzo de 1950, un Globemaster de los Estados Unidos se perdió en el extremo norte del Triángulo, durante un vuelo hacia Irlanda. El 2 de febrero de 1952, un transporte British York con 33 pasajeros y tripulantes, desapareció también en el borde norte del Triángulo, mientras se dirigía a Jamaica. Se recibieron algunas débiles señales de SOS, que resultaron casi de inmediato inaudibles.
El 30 de octubre de 1954 ocurrió lo mismo con un Constellation de la Marina de los Estados Unidos que llevaba 42 pasajeros y tripulantes y que volaba con muy buen tiempo entre la base aeronaval de Patuxent River, en Maryland, y las Azores, La búsqueda a lo largo de varios centenares de kilómetros cuadrados de océano fue realizada por más de 200 aviones y muchas naves de superficie, pero no se encontró nada. Como en el caso de los otros aviones, poco antes de la desaparición se escuchó un SOS apenas perceptible.
El 5 de abril de 1956, un B-25 convertido en carguero civil con tres personas a bordo se perdió en los alrededores de la Lengua del Océano, un cañón submarino de 1.800 metros de profundidad, al este de la isla Andros, en las Bahamas.
Lo mismo sucedió con un patrullero Martin Marlin P5M, tipo anfibio, que se hallaba en misión en las Bermudas el 9 de noviembre de 1956. Llevaba una tripulación de diez hombres.
El 8 de enero de 1962, un avión-tanque tipo KB-50, de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, que salía de la base Langley, en Virginia, rumbo a los Azores, corrió la misma suerte del Super Constellation perdido en 1954. Como ocurrió en aquel caso, hubo un débil mensaje radial que indicaba que se había producido una dificultad no especificada y luego, silencio. Como de costumbre, no se encontraron restos ni indicios de lo que había ocurrido.
Debe
recordarse que en cada uno de estos casos las tripulaciones
disponían de gran cantidad de equipo de salvamento, por si el
aparato se hundía, de manera que lo que pueda haber ocurrido a los
aviones se produjo inesperadamente y de manera muy rápida.
El SOS enviado por un avión privado que se dirigía a Nassau, en las Bahamas, pero volando en los alrededores de la isla Gran Abaco, hizo recordar la confusión que se produjo entre los pilotos del Vuelo 19. Aunque el tiempo era excelente aquella mañana, el piloto parecía estar volando en medio de la niebla, y fue incapaz de dar su posición. Ni siquiera podía ver las islas que tenía debajo, pese a la excelente visibilidad que había en la zona, según el testimonio de otros observadores.
En este caso, el avión no desapareció del
todo, ya que posteriormente se encontró una parte de un ala
flotando en el mar.
El 28 de agosto de 1963 se produjo la pérdida de dos aviones. Al principio se creyó que se trataba de otra desaparición, pero luego, al encontrarse algunos restos, el misterio resultó aún más profundo. Se trataba de dos cuadrimotores a reacción tipo Stratotanker KC-135, en misión de reabastecimiento fuera de la base Homestead de la Fuerza Aérea, en Florida.
El 28 de agosto de 1963 se produjo la pérdida de dos aviones. Al principio se creyó que se trataba de otra desaparición, pero luego, al encontrarse algunos restos, el misterio resultó aún más profundo. Se trataba de dos cuadrimotores a reacción tipo Stratotanker KC-135, en misión de reabastecimiento fuera de la base Homestead de la Fuerza Aérea, en Florida.
Fueron los primeros aviones a chorro
que desaparecieron en el Triángulo, poco después de haber dado su
posición, a 480 kilómetros al sudoeste de las Bermudas. Los
investigadores llegaron a la conclusión de que habían chocado en el
aire, después de que una búsqueda intensiva halló los restos,
probablemente pertenecientes a los aviones, a 420 kilómetros al
sudoeste de las Bermudas.
Sin embargo, algunos días más tarde se
encontraron más restos que, según se pensó, pertenecían al otro
avión, pero que estaban a 260 kilómetros de distancia de los otros.
Si chocaron en el aire, pese a que una declaración de la Fuerza
Aérea precisó que no volaban cerca uno del otro, algo debió separar
los restos, y con una velocidad mucho mayor que la de las
corrientes marinas. Y si se estrellaron simultáneamente, tal vez
como ocurrió en el caso de los cinco Avenger, ¿qué pudo haber
descompuesto sus instrumentos o sus motores al mismo tiempo?
Un mes más tarde, el 22 de diciembre, desapareció un Cargomaster C-132, entre Delaware y su punto de destino en las Azores. El último mensaje del piloto indicaba que todo estaba bien y que su posición era alrededor de 130 kilómetros frente a la costa sur de Jersey. Se organizó una intensa búsqueda con aviones y barcos de la Guardia Costera y la Marina que duró hasta el 25 de septiembre, pero no pudo hallarse nada que perteneciese al avión perdido.
El 5 de junio de 1965, un "Flying Boxcar" C-119, que realizaba una misión de rutina y llevaba una tripulación de diez hombres, se desvaneció mientras volaba desde la base de la Fuerza Aérea en Homestead hasta la isla Gran Turco, cerca de las Bahamas. El último mensaje que se recibió del C-119 señalaba su posición a unos 160 kilómetros de su destino con una ETA de una hora, aproximadamente. Tras un rastreo que se prolongó durante cinco días con sus noches, la Guardia Costera informó acerca de "resultados negativos", y agregó un comentario que resultaba familiar: "No caben conjeturas".
Al igual que en el caso de los Avengers, el Vuelo 19, y en el de
otros aviones desaparecidos, se recibieron mensajes débiles e
ininteligibles que pronto se desvanecieron, como si algo estuviese
bloqueando la transmisión radial o el avión estuviera retrocediendo
más y más allá, en el espacio y el tiempo. Cabe hacer notar que
otro avión que volaba en la misma ruta, pero en dirección opuesta a
la del C-119, informó que el tiempo era claro y la visibilidad
buena.
Quince aviones comerciales de línea desaparecieron en esta zona, en el período comprendido entre 1954 y 1965, al igual que gran cantidad de aparatos militares y civiles, y no hay señales de que el fenómeno lleve camino de extinguirse.
La desaparición de Carolyn Cascio, una mujer piloto autorizada que iba volando en un avión ligero, se vio rodeada de una serie de circunstancias desusadas.
Llevaba un pasajero desde Nassau hasta la
isla Gran Turco, en las Bahamas, el 7 de junio de 1964, y cuando
llegó al punto en que calculaba debía estar Gran Turco, comunicó
por radio que no podía encontrar la ruta y que estaba dando vueltas
sobre dos islas no identificadas.
Agregó: "Allí abajo no hay nada".Y luego: "¿Hay alguna manera de salir de aquí?"
Lo extraño es que algunos observadores de Gran Turco notaron que, a
la misma hora, un avión dio vueltas a la isla durante unos treinta
minutos, antes de desaparecer. ¿Cómo fue posible que aquellos
observadores pudiesen ver el avión, mientras la piloto no podía ver
los edificios de Gran Turco?
El 11 de junio de 1967, un Chase YC-122 con cuatro pasajeros y en ruta desde Palm Beach, Florida, hacia la Gran Bahama, se perdió en algún punto al noroeste de las Bimini.
Recientemente se produjo otra desaparición en la ruta comparativamente corta desde Fort Lauderdale a Freeport. El 1 de junio de 1973, Reno Rigoni y su copiloto, Bob Corner, se perdieron en su Cessna 180. No pudo hallarse resto alguno dentro del área de su plan de vuelo, pese a que en la búsqueda se incluyeron las Everglades, y su radio no transmitió ninguna señal de emergencia.
Al entrar en prensa este libro (octubre de 1974) se produjo otra extraña desaparición a 1.440 kilómetros al sudoeste de las Azores. Este fue el lugar en que se avistó por última vez, el 17 de febrero de 1974, al aspirante a argonauta (quería atravesar en globo el Atlántico) Thomas Gatch. Los aviones de la Marina de los Estados Unidos rastrearon una zona de 580.000 km2 de extensión, sin ningún resultado. Aunque la vastedad del océano y la irregularidad de los vientos serían suficientes para explicar que las aguas se hubiesen tragado el globo, la zona en que se produjo la desaparición es de por sí misteriosa.
En cada uno de esos casos de desapariciones sin explicación se han
planteado razones y sugerencias particulares, pero hay algunas
frases que suelen repetirse en los informes oficiales, lo mismo que
en los libros y artículos que describen las pérdidas. Entre estas
frases figuran las turbulencias de aire transparente, las "tijeras
de viento", las "aberraciones atmosféricas", las "anomalías
magnéticas" y las "perturbaciones electromagnéticas". Todas ellas
podrían explicar algunas de las pérdidas de aviones, pero en ningún
caso sirven para justificar las desapariciones de aviones o de los
muchos barcos que se han desvanecido en la misma zona.
Aunque la Marina y la Guardia Costera admiten la existencia de una variación en el compás y de un punto muerto en las transmisiones radiales dentro de un sector de esta zona, la política oficial aparece aún claramente expresada en las palabras del capitán S. W. Humphrey:
No se cree que exista una aberración atmosférica en esta zona, ni que haya existido en el pasado. Los vuelos de escuadrillas de aviones y los patrullajes aéreos se realizan con regularidad en esta región sin que se hayan producido incidentes.
Sin embargo, la cantidad de desapariciones en la parte inferior del
Triángulo de las Bermudas, especialmente en las Bahamas, en la
costa oriental de Florida y en los Cayos de Florida, ha sido bien
descrita por el fallecido Ivan Sanderson, que investigó esta y otras
numerosas zonas donde se han producido desapariciones de aviones
durante un período de muchos años:
El número de desapariciones no guarda ninguna proporción con las pérdidas registradas en cualquier otro lugar.
Dale Titler hace una observación muy atinada en su libro
Wings of
Mistery (Alas de misterio), cuando estima que, hasta ahora, ya ha
desaparecido "una considerable flota de aviones" en esta pequeña
zona sin dejar huellas:
Todos estos aviones eran pilotados por aviadores de gran experiencia, y dirigidos por navegantes bien entrenados. Todos llevaban radio y equipo de supervivencia, y todos desaparecieron en medio de buen tiempo.
Y agrega la inquietante observación de que "casi todos
desaparecieron durante el día".
Robert Burgess, otro investigador y escritor especializado en fenómenos marítimos, concluye así su libro Sinkings, Salvages and Shipwrecks (Hundimientos, salvamentos y naufragios):
Existen razones para pensar que en estos misteriosos accidentes podría estar envuelto un factor mucho más importante que la suerte.
Agrega que, cualquiera sea el nombre que se le dé,
"aberración atmosférica o algún otro, lo cierto es que ataca sin advertencia previa y con una frecuencia suficiente como para resultar alarmante".
Como ya hemos dicho, existen muchas dudas acerca de los límites del
Triángulo de las Bermudas lo mismo que respecto a su existencia
misma. Hemos oído describirlo como un verdadero triángulo, cuyo
extremo norte serían las Bermudas; como un área de forma oblonga en
la parte occidental del Atlántico Norte; como una zona que sigue la
plataforma continental del sur de los Estados Unidos, el Golfo de
México y las Antillas, o como una región peligrosa y elástica que se
extiende desde las Bahamas hasta Florida, y a través de Florida
hacia el Golfo de México.
Cualquiera que sea su forma exacta, lo
cierto es que ha dado origen a todo un folklore de desapariciones de
objetos diversos: aviones, barcos, yates, botes a vela, submarinos o
personal de barcos abandonados que se han desvanecido.
Se ha hecho
tan corriente atribuir poderes misteriosos al Triángulo de las
Bermudas, que cualquier desaparición o accidente misterioso suscita
comentarios y revisiones acerca de muchos de los demás enigmas no
resueltos.
En la radio y la televisión suelen escucharse con frecuencia preguntas de radioescuchas o televidentes comprensiblemente preocupados acerca de una zona a la que pensaban viajar en avión. Habitualmente, estas nerviosas interrogantes se responden dando seguridades en el sentido de que el viaje no es peligroso, puesto que suelen hacerse innumerables travesías a lo largo del Triángulo sin que se hayan producido incidentes.
En algunas ocasiones, los
pasajeros suelen preguntar dudosos a sus agentes de viaje acerca de
la ruta hacia algunos puntos situados más allá del Triángulo:
—¿El vuelo es a través del Triángulo de las Bermudas?
Resulta fácil contestar de manera negativa, ya que los límites del
Triángulo son bastante fluidos. En una ocasión se dio la siguiente
excusa a un pasajero que pedía explicaciones acerca del atraso de un
vuelo:
—Tenemos que volar en torno del Triángulo de las Bermudas.
Otro elemento tranquilizador es que los aviones de hoy cuentan con
muchos más instrumentos de seguridad que algunos de los que
desaparecieron en el pasado. Algunos de esos instrumentos no
estaban en uso en la época en que ocurrieron los incidentes más
llamativos.
Por ejemplo, los transistores, los sistemas
electrónicos de navegación decca hi-fix (que, sin embargo, era
utilizado por el Star Ariel) y el "omni", un sistema de orientación
automática, operado por radio, que permite a los aviadores
encontrar la ruta de regreso a la base en medio de las nubes más
espesas y que es utilizado ahora incluso por los aviones pequeños.
Sin embargo, pese a todas las innovaciones modernas, siguen produciéndose pérdidas y extraños incidentes dentro del Triángulo y en las zonas costeras adyacentes. El año pasado, varios aviones se desintegraron misteriosamente sobre tierra, a corta distancia del aeropuerto de Miami, entre ellos un Lockheed L-1011 (vuelo 401 de la Eastern Airlines), en el que perecieron 100 personas, entre pasajeros y tripulantes, el 29 de diciembre de 1972.
Si se examinan
las circunstancias en que se produjo este accidente se pueden
obtener algunas luces acerca de los muchos aparatos que han
desaparecido repentinamente cuando volaban sobre las aguas. El
doctor Manson Valentine observa:
Analizando toda la información disponible, pareciera que en los últimos siete u ocho segundos de vuelo el avión descendió a tan gran velocidad que ni la torre de control de Miami ni los pilotos tuvieron tiempo para verificarla. Todos los altímetros estaban funcionando, de manera que, en circunstancias normales, los pilotos habrían dispuesto de mucho tiempo para corregir la velocidad.El descenso fue tan rápido (no se alude a esto como algo desusado en ninguno de los informes) que la torre de control de Miami sólo registró una aparición en la pantalla de radar —40 segundos en total— para advertirlo. En la segunda aparición, el aparato había descendido de 300 metros (momento en que se advirtió que se hallaba fuera de la altura de 650 metros prescrita) a menos de 100. Para entonces probablemente ya se había estrellado.
Ese ritmo de caída no puede ser atribuido a pérdida del piloto
automático, síntomas de paro de los motores, inexperiencia del
piloto o a la posición de los aceleradores en el punto de media
potencia. Tiene que haber existido alguna razón atmosférica, y lo
más probable es que se haya tratado de alguna anomalía de tipo
magnético.
Cuando los aviones o las embarcaciones desaparecen o se desintegran (como ocurrió en el caso de un avión) en esta zona, existe ya un número creciente de personas que se sienten invadidas por una duda persistente respecto de si las pérdidas han sido "normales"; si se han producido a causa de condiciones atmosféricas anormales, fatiga o error del piloto, falla de los mandos, defectos estructurales o del motor, o si la fuerza que a menudo parece arrebatar del cielo a los aviones y de la superficie del mar a los barcos sigue operando.
Cuando los aviones o las embarcaciones desaparecen o se desintegran (como ocurrió en el caso de un avión) en esta zona, existe ya un número creciente de personas que se sienten invadidas por una duda persistente respecto de si las pérdidas han sido "normales"; si se han producido a causa de condiciones atmosféricas anormales, fatiga o error del piloto, falla de los mandos, defectos estructurales o del motor, o si la fuerza que a menudo parece arrebatar del cielo a los aviones y de la superficie del mar a los barcos sigue operando.
John Woodwin en This Baffling World (Este mundo asombroso), al
comentar la pública aceptación de una posibilidad semejante, hace
notar que las autoridades norteamericanas y británicas nunca han
proclamado oficialmente el área del Triángulo como una "zona
peligrosa", y agrega:
"Sin embargo, privadamente, tanto los expertos de la Marina como de la Aviación han confesado que podrían estar frente a un fenómeno ambiental, y no ante una cadena de accidentes técnicos".
Goodwin observa también que, sea lo que
fuere, lo que está ocurriendo podría resultar tan desconocido para
las gentes de hoy como "el poder del radio para los alquimistas del
siglo XV".
Agrega que,
"aunque no puede uno estar seguro de que exista una relación entre los aviones y barcos desaparecidos... todas estas naves se hallaban dentro de los mismos estrechos confines geográficos".
Mucho antes de producirse los incidentes aéreos de la década del 40
y los que le siguieron, la región marítima que abarca el Triángulo
de las Bermudas con inclusión del cabo Hatteras, las costas de
Carolina del Norte y del Sur y el Estrecho de Florida, era ya
conocida como el "Cementerio de los Barcos".
Los naufragios se
debían habitualmente a grandes marejadas y tormentas repentinas.
También suele llamarse "Cementerio de los Barcos" y "Mar de los
Barcos Perdidos" al Mar de los Sargazos, pero por la razón
contraria: allí, las naves no se han perdido a causa de las
tormentas, sino debido a las calmas.
A lo largo de los años se había
advertido ya en esta amplia región la pérdida de grandes barcos sin
que se produjesen llamados de SOS y sin que tampoco se hallasen con
posterioridad restos o cadáveres flotantes. Sin embargo, fue sólo a
partir de las desapariciones masivas de aviones de los años 1945 y
siguientes, y como consecuencia de las pérdidas repentinas de
embarcaciones grandes y pequeñas, que los investigadores comenzaron
a estudiar las características similares de las desapariciones.
El
titular del Guardian de Manchester, publicado en la época de la
pérdida del Vuelo 19, es típico de esta clase de reacciones.
Se lee:
CEMENTERIO DE LOS SARGAZOS YA NO SOLO ATRAPA BARCOS: TAMBIÉN AVIONES
Los aviones desaparecidos atrajeron la atención mundial hacia el
Triángulo de las Bermudas. Pero, durante más de 170 años, y tal vez
antes de que se dispusiera de archivos, se han estado perdiendo
barcos grandes y pequeños, con sus tripulaciones (y éstas han
desaparecido también de sus naves), dentro del Triángulo de las
Bermudas.
Algunos de los incidentes relacionados con estos
desastres presentan características que recuerdan poderosamente las
misteriosas pérdidas ocurridas en el aire. Otros muestran
sorprendentes y desusadas particularidades.
Principales desapariciones de aviones en el área del Triángulo de
las Bermudas
(Los números corresponden a los que aparecen dentro de un círculo en
el mapa)
1. 5 de diciembre de 1945: cinco bombarderos Avenger TBM en vuelo de entrenamiento desde Fort Lauderdale, Florida; total de la tripulación, catorce; duración normal del vuelo: dos horas; perdido aproximadamente a 360 km al nordeste de la base.
2. 5 de diciembre de 1945: bombardero Martin PBM; despachado con una tripulación de trece hombres para auxiliar a la patrulla TBM; veinte minutos más tarde se perdió el contacto radial y el avión desapareció.
3. 1947: Un C-54 del Ejército de los Estados Unidos desapareció a 180 km de las Bermudas.
4. 29 de enero de 1948: Tudor IV, Star Tiger, cuatrimotor. Se perdió comunicación radial, después del último contacto, a 600 kilómetros al nordeste de las Bermudas; el avión se perdió con 31 pasajeros y tripulantes.
5. 28 de diciembre de 1948: DC-3 de alquiler, privado. Iba de San Juan de Puerto Rico a Miami; llevaba 32 pasajeros más la tripulación.
6. 17 de enero de 1949: Star Ariel, aparato gemelo del Star Tiger; iba de Londres a Santiago de Chile, vía las Bermudas y Jamaica; la comunicación radial se perdió a 600 km al sudoeste de las Bermudas, en la ruta hacia Kingston.
7. Marzo de 1950: Globemaster (norteamericano); desapareció en el borde norte del Triángulo, en ruta hacia Irlanda.
8. 2 de febrero de 1952: Transporte York (británico); desapareció al norte del Triángulo, en ruta hacia Jamaica, con 33 pasajeros a bordo.
9. 30 de octubre de 1954: Super Constellation (Marina); se desvaneció al norte del Triángulo, con 42 personas a bordo.
10. 9 de noviembre de 1956: avión anfibio patrullero tipo Martin P5M, de la Marina; desapareció con sus diez tripulantes, cerca de las Bermudas.
11. 8 de enero de 1962: avión-tanque KB-50, de la Fuerza Aérea; iba de Langley Field, en Virginia, hacia las Azores.
12. 28 de agosto de 1963: dos cuatrimotores Stratotankers KC-135 de la Fuerza Aérea, nuevos; iban de la base Homestead, de la Fuerza Aérea, en Florida, a un radio de reabastecimiento secreto en el Atlántico; desaparecieron a 480 km al sudoeste de las Bermudas.
13. 5 de junio de 1965: Flying Boxear C-119; con diez pasajeros a bordo; se perdió al sudoeste de las Bahamas.
14. 5 de abril de 1956: B-25 transformado en carguero civil, con cuatro pasajeros; se perdió en la Corriente del Golfo, entre Palm Beach y la Gran Bahama.
15. 11 de enero de 1957: Chase YC-122, transformado en carguero, con cuatro personas a bordo; perdido en la Corriente del Golfo, entre Palm Beach y la Gran Bahama.
16. 22 de septiembre de 1963: Cargomaster C-132, desaparecido en ruta hacia las Azores.
Principales barcos desaparecidos o encontrados a la deriva en el área del Triángulo(Los números corresponden a los que aparecen dentro de un triángulo en el mapa)
1. 1840: Rosalie, un gran navío francés, fue hallado en su ruta desde La Habana a Europa, dentro de la zona del Triángulo, con las velas desplegadas, la carga intacta y todo el personal desaparecido.
2. Enero de 1880: Atalanta, una fragata británica; salió de las Bermudas hacia Inglaterra con 290 personas a bordo; se desvaneció en una región presumiblemente no lejana de las Bermudas.
3. Octubre de 1902: Freya, un buque alemán de tres palos; fue hallado poco después de salir de Manzanillo, en Cuba, mostrando una fuerte inclinación hacia un costado, sólo con una parte de sus mástiles y con el ancla colgando; el calendario de la cabina del capitán señalaba el 4 de octubre, el día siguiente al de su salida.
4. 4 de marzo de 1918: Cyclops, un barco de aprovisionamiento de la Marina de los Estados Unidos, de 150 metros de largo y 19.000 toneladas de desplazamiento; navegaba desde Barbados a Norfolk con 309 pasajeros; el tiempo era bueno; no hubo mensajes radiales ni se encontraron jamás restos de naufragio.
5. 1925: vapor Cotopaxi; se desvaneció en su ruta desde Charleston hacia La Habana.
6. Abril de 1932: John and Mary, un buque de dos palos con registro de Nueva York; fue hallado flotando pero abandonado, a 80 km al sur de las Bermudas, con las velas plegadas y el casco recién pintado.
7. Febrero de 1940: el yate Gloria Colite, de Saint Vincent, Antillas británicas; se le encontró abandonado, con todos sus elementos en orden, a 320 km al sur de Mobile, Atlanta.
8. 22 de octubre de 1944: Rubicán, un carguero cubano; fue encontrado por la Guardia Costera en la Corriente del Golfo, frente a la costa de Florida; estaba desierto, salvo la presencia de un perro.
9. Junio de 1950: Sandra, un vapor carguero de 106 metros que se dirigía desde Savannah, Georgia, a Puerto Cabello,, en Venezuela; llevaba una carga de 300 toneladas de insecticida; pasó St. Augustine, en Florida, y luego desapareció sin dejar rastro.
10. Septiembre de 1955: Cannemara IV, un yate; apareció misteriosamente abandonado, a 640 km al sudoeste de las Bermudas.
11. 2 de febrero de 1963: Marine Sulphur Queen, un carguero de 130 metros; desapareció sin enviar mensaje alguno y sin que pudiera darse con alguna clave acerca de lo ocurrido; no se encontraron restos de naufragio; iba en ruta hacia Norfolk, Virginia, desde Beaumont, Texas, con tripulación completa; la última ocasión en que se oyó de él fue cerca de Tortugas Secas.
12. 1 de julio de 1963: Sno' Boy, un bote pesquero de 20 metros con 40 personas a bordo; navegaba desde Kingston, Jamaica, a Cayo Nordeste, 128 km al sur; desapareció con todos sus hombres.
13. 1924: Raifuku Maru, un carguero japonés; envió un mensaje radial pidiendo ayuda entre las Bahamas y Cuba, y luego desapareció.
14. 1931: Stavenger, un carguero con una tripulación de 43 hombres; la última ocasión en que se supo de él fue cerca de la isla Cat, en las Bahamas.
15. Marzo de 1938: Anglo-Australian, un carguero con una tripulación de 39 hombres; su último mensaje, recibido desde las Azores, decía: "Todo bien".
16. Diciembre de 1967: Revonoc, un yate de carreras de 15 metros. Desapareció mientras se hallaba a la vista de tierra.
17. 24 de diciembre de 1967: Witchcraft, embarcación de crucero; el dueño y un pasajero desaparecieron mientras la nave se hallaba atada a una boya del puerto, a 1.600 metros de Miami.
18. Abril de 1970: Mílton latrides, un carguero que se dirigía desde Nueva Orleáns a Capetown.
19. Marzo de 1973: Anita, un carguero de 20.000 toneladas, con 32 tripulantes, que navegaba desde Newport News a Alemania
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