El capitán español que sufrió 117 heridas combatiendo solo contra 4 navíos ingleses en Trafalgar
Cayetano Valdés, nacido el 28 de septiembre
de 1767, desobedeció las órdenes francesas de abandonar el combate
cuando todo parecía perdido y se dirigió con el «Neptuno» hacia el
centro de la batalla para auxiliar a sus compañeros
«Al fuego». Esas fueron las dos palabras que dirigió el capitán español Cayetano Valdés al contralmirante francés Dumanoir cuando este le preguntó -durante la batalla de Trafalgar-
por qué diantres abandonaba la formación. La frase no hubiera tenido
mayor importancia de no ser porque implicaba que este español desobedecía las órdenes de su superior
(quien le instaba a retirarse a Cádiz dejando de lado a los barcos
aliados que se batían contra los ingleses) y partía directamente hacia
la refriega con el objetivo de salvar a su buque insignia, el «Santísima Trinidad». Un bajel que al que los británicos estaban dejando como un colador. Su decisión le granjeó 117 heridas de metralla y verse obligado a luchar solo contra cuatro enemigos, pero le dejó la honra intacta.
Cayetano Valdés y Flores nació en Sevilla el 28 de septiembre de 1767. Su infancia la pasó asombrado por el mar. Esto le llevó, en 1781, a acceder por la puerta grande a la Real Compañía de Guardiamarinas de Cádiz. Desde entonces se destacó como un aventajado estudiante de astronomía,
hidrografía y navegación. A partir de ese momento, y a la vista de sus
capacidades militares y navales, sus mandos no tardaron en
promocionarle. Un hecho que le llevó a participar a una edad temprana en
contiendas tan destacables como el asedio de Gibraltar (acaecido entre 1779 y 1783).
Entre ciencia y guerra
Después de ser nombrado capitán de fragata a los 25 años, su vida
sufrió un breve cambio de rumbo. Y es que, dejó momentáneamente las
armas para participar en la expedición científica que, a las órdenes de Alejandro Malaespina, buscaba reconocer el estrecho de Fuca.
Posteriormente, pasó su vida entre ciencia y balas hasta 1797, año en que (ya como capitán de navío) dirigió al «Pelayo» (de 74 cañones) contra los ingleses en la batalla del Cabo San Vicente. En la misma (la que supuso una gran derrota contra la Pérfida Albión) nuestro protagonista logró con su buque que el «Santísima Trinidad»
(el gigantesco bajel español de -en principio- 120 cañones) no cayera
en manos enemigas. Algo para lo que se batió heroicamente. Batalla del Cabo San Vicente- WikimediaEn 1805, ya con España aliada con Francia, recibió órdenes de formar parte (al mando del navío «Neptuno» -de 80 cañones-) de la flota combinada formada por 18 bajeles franceses y 15 españoles para invadir Gran Bretaña. Dirigida por el infame Pierre Charles Silvestre de Villeneuve,
esta armada tenía el objetivo de atravesar el Canal de la Mancha y
transportar un ejército desde las costas francesas a las inglesas.
Sin embargo, la armada se vio finalmente cercada en octubre a la altura de Cádiz por una escuadra de 28 bajeles al mando del conocido Horatio Nelson. Al final, y después de celebrar varias reuniones, la «combinada» se decidió a atacar a los «british» el 21 de ese mismo mes. Todo
ello, a pesar de que sabían que sus tripulaciones no eran lo
suficientemente profesionales y la marinería (que no los oficiales)
carecían de la experiencia de sus enemigos.
En Trafalgar
El
21 de octubre, las dos armadas se divisaron cerca del cabo Trafalgar.
La flota combinada formó, por órdenes de Villeneuve (a bordo del «Bucentaure»,
de 80 cañones) en línea, mostrando las bandas de sus bajeles al
enemigo. En el centro se destacaban (además del insignia en el que había
embarcado el mandamás francés) el «Santísima Trinidad». Nuestro
protagonista, Valdés, dirigía su «Neptuno» en la retaguardia, dirigida por el contralmirante Pierre-Étienne-René-Marie Dumanoir (sobre el navío «Formidable»). Este grupo contaba con un total de ocho bajeles entre los que destacaban tres españoles: el de nuestro protagonista, el «Rayo» y el «San Francisco». Dumanoir- WikimediaCon todo, después de que Villeneuve ordenase a sus buques virar en redondo para tener la proa hacia Cádiz (según
la mayoría de historiadores, porque quería asegurarse la retirada por
si era derrotado) la división de Dumanoir quedó en vanguardia. El
resultado de esta estrategia no pudo ser peor, pues destrozó la formación de la combinada y dejó una distancia considerable entre los diferentes bajeles por la que, en el caso de lanzarse de bruces contra ella, podrían colarse los ingleses.
Dicho y hecho. Nelson, que tonto no era, decidió entonces formar dos divisiones y dirigirse, en perpendicular,
hacia el centro de la línea francesa. «Los ingleses formaron dos
gruesas columnas, de 15 navíos la situada más al Norte, o izquierda, que
guiaba Nelson con su navío “Victory”; de 12 la otra, marchando a la
cabeza el almirante Collingwood en el “Royal Souvereign”. (…) Se
dirigieron, en líneas algo oblicuas, a la armada aliada: la primera, a cortarla por el centro; la de Collingwood, a envolver la retaguardia», explica el historiador y militar Cesáreo Fernández Duro en su obra «Armada española (desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón)». Batalla de Trafalgar (estrategia inglesa)- WikimediaAproximadamente
al medio día se disparó el primer cañonazo y, posteriormente, se
demostró que la estrategia de los británicos había sido acertada cuando
sus buques se abalanzaron contra el «Bucentaure» y el «Santísima
Trinidad». Villeneuve se vio entonces superado por un amplio elenco de
contrarios y, desesperado, solicitó mediante señales a los extremos de
su línea (entonces fuera del combate) que se dirigieran «al fuego» central cuanto antes.
Las órdenes fueron recibidas por todos... incluso por Dumanoir. ¿Qué
hizo este francés? Empezar a remolonear para evitar entrar en combate y
dar órdenes a los navíos bajo su mando de que no se movieran para ayudar a sus aliados.
Un despiste...
Por
suerte para nuestro país (donde el boicoteo histórico es tan habitual
como la crítica soterrada a aquel que no esté presente) la mayoría de
fuentes francesas quitan responsabilidad a España y están de acuerdo en
que Dumanoir no quiso entrar en combate. Todo ello, a pesar de que,
mientras le quedó un solo palo sin derribar, el «Bucentaure» de Villeneuve mantuvo en alto los banderines que le indicaban lo que debía hacer: presentarse en la refriega
de una endemoniada vez para dar un buen repaso a los infames Lords
ingleses con su escuadra. O al menos, para evitar que el repaso se lo
diesen los hombres de Nelson a ellos. Pero el «Formidable» ni caso.
Nada de nada. «Rien de rien», que dirían los francos. De hecho, y para
sorpresa de los presentes, se hizo el despistado y se alejó poco a poco
(junto a los buques de su división) rumbo norte, hacia donde le dirigía
la marea. Cayetano Valdés- WikimediaPara algunos destacados historiadores como Roy Adkins,
este «despiste» permitió que el plan de los ingleses saliese a pedir de
boca: «La estrategia de Nelson dependía de que los buques de la
vanguardia francesa tuviesen dificultades para virar y no lograsen, por tanto, auxiliar al resto de la línea de batalla
hasta que fuese ya demasiado tarde. De modo que, cuando más se alejase
Dumanoir de la flota, más posibilidades tendrían los británicos de
obtener la victoria».
No obstante, otros tantos son partidarios de
que, aunque hubiese cumplido las órdenes y hubiese entrado de cabeza en
la refriega, es imposible saber qué hubiese sucedido. Uno de ellos es
el militar y marino del XIX José Ferrer de Couto.
Independientemente
del resultado militar, lo cierto es que -aquel día- Dumanoir dejó claro
que era partidario de la «Liberté», pero poco de la «Égalité», y nada
de la «Fraternité». Y es que, se tomó la libertad de obviar que era en el centro donde estaban las tortas y que lo igualitario y lo fraternal era acudir a dar de cañonazos al mismo enemigo que estaba aniquilando a su superior.
A
las dos menos diez de la tarde, y ya hasta las napias de que Dumanoir
no acudiese a la lid, Villeneuve ordenó (por enésima vez) que los buques entrasen «en fuego»
en el centro de la formación. Mientras todo aquello sucedía, los
fogonazos de los cañones que salían del «Bucentaure» y del «Santísima
Trinidad» se iban desvaneciendo poco a poco, silenciados por el enemigo.
Todo parecía perdido. De hecho, hubo un momento en que los ingleses vieron tan silencioso el «Escorial de los mares»
que creyeron que se había rendido. Pero nada más lejos de la realidad.
«Notando los enemigos el silencio en aquella mole inerte, enviaron bote
con oficial preguntar si se había rendido, prontamente respondieron los
marineros españoles “no, no”», explica Duro. En los minutos siguientes,
el combate continuó a expensas de la mirada lejana de Dumanoir quien,
lentamente y ante la insistencia de su oficial al mando, ordenó a sus
buques empezar a acercarse a la contienda.
Al fuego
La
desesperación al ver a sus compatriotas batiéndose a quemarropa por
España y Francia debió calar en lo más hondo del corazón de los
capitanes a las órdenes de Dumanoir. Quizá fuera eso, o quizá fuera la
simple necesidad de no manchar su historial manteniéndose a distancia de la mayor batalla naval de la época.
Fuera
por la causa que fuese, finalmente algunos capitanes desobedecieron al
infame galo y viraron para dejar de ser espectadores, y convertirse en
protagonistas. «Como el jefe dejara pasar el tiempo sin obedecer la señal que todos los comandantes veían, algunos, por propia instigación viraron, haciendo los esfuerzos imaginables para llegar al fuego con el viento calmoso que apenas llenaba las velas», explica Duro en su obra. El "Bucentaure", desarbolado- WikimediaEl primero de ellos, según este historiador, fue el de nuestro protagonista: el «Neptuno». El 80 cañones, a los mandos de Valdés, «cambió la proa remolque de los botes»
y, queriendo emular lo que había hecho en la batalla del cabo «San
Vicente» (donde su intervención evitó que el «Santísima Trinidad» cayera
en manos enemigas), se dirigió finalmente hacia la refriega.
Así explicó el capitán español su decisión en el parte posterior de la contienda: «A la una y tres cuartos vi la señal que mandaba a la vanguardia virar en redondo a un tiempo y acudir a sostener el cuerpo o división atacada, lo que ejecuté inmediatamente,
sin esperar el momento que vi izado poco después en el navío
“Formidable”, el que con el resto de la vanguardia estaba haciendo lo
que yo ya tenía verificado».
«A
la una y tres cuartos vi la señal que mandaba a la vanguardia virar en
redondo a un tiempo y acudir a sostener el cuerpo o división atacada, lo
que ejecuté inmediatamente»
Antonio Escaño,
segundo oficial de la armada española en la contienda, refirió así su
conducta: «Viró en obedecimiento de la orden de la señal de virar por
redondo la vanguardia para sostener el cuerpo atacado». Según se dice, cuando observó la maniobra, Dumanoir le preguntó al hispano qué diantres hacía al pasarse por el forro (del pantalón) la cadena de mando. Ante esas palabras nuestro protagonista le respondió, simplemente, que se dirigía «al fuego».
Otro
tanto sucedió con el «Intrepide» (un navío de línea de segunda clase,
de 74 cañones, y construido en los astilleros de Ferrol). Su capitán, Luis Infernet,
le puso las mismas napias que su homólogo español y se lanzó contra los
ingleses ávido de sangre. Este marino, tras la contienda, fue recibido
de forma honrosa por Napoleón,
quien le dijo lo siguiente: «Si todos los comandantes se hubiesen
conducido como vos en Trafalgar, la victoria no hubiera estado ni un
solo momento indecisa».
Mientras
hombres como Valdés e Infernet ponían proa hacia el «Bucentaure» de
Villeneuve y el «Santísimas Trinidad» (ambos, casi unas boyas inertes para
entonces), Dumanoir decidió que poco podía hacer con los buques que le
quedaban, y tomó una decisión todavía más criticable que su actitud
hasta el momento: marcharse con viento fresquito hacia Cádiz para salvarse.
«Dumanoir, que al fin se decidió pasar por barlovento con cuatro navíos franceses en línea, satisfaciéndose con disparar algunos cañonazos de lejos,
orzó, perdiéndose de vista por el Oeste», añade Duro. Con su partida,
bandera tricolor ondeando al viento, se marcharon las pocas opciones (y
las esperanzas de victoria) del almirante francés. Concretamente, los
buques que decidieron dejar a sus compañeros atrás fueron el «Formidable», el «Scipion», el «Duguay-Trouin» y el «Mont Blanc».
En combate
Media hora después de mandar a la «merde» a Dumanoir, Valdés se dio de bruces con dos navíos
que salieron a cortarle el paso a la ver que intentaban doblar (superar
y atacar por la popa, la parte más débil de los bajeles de la época) al
«Bucentaure» y al «Santísima Trinidad». Estos fueron el «Spartiate» (de 74 cañones) y el «Minotaur» (también de 74). Le detuvieron, pero este par de bajeles pronto tuvieron que ser reforzados con otros dos gracias a la tenacidad de nuestro protagonista.
«A las dos y cuarto teníamos por nuestra amura de barlovento cuatro navíos enemigos,
uno de ellos de tres puentes, que con viento algo más fresquito que
hasta entonces había reinado y fuerza de vela, las amuras a babor, se
dirigían a doblar al Trinidad y Bucentauro, desarbolados ya de todos sus palos; con ellos trabé un vigoroso combate,
así como los demás buques de mi inmediación, que eran todos franceses,
en número de cuatro», explica el mismo Valdés en su informe de la
batalla. Nelson, en Trafalgar- WikimediaCañonazo
tras cañonazo, mosquetazo tras mosquetazo, el español demostró a los
ingleses (y a los huidizos galos) que no estaba dispuesto a dejarse la
vida sin llevarse a cuántos más enemigos pudiera al fondo del mar.
Pero, aunque logró dar unos minutos a sus dos aliados, finalmente terminó sucumbiendo hacia la potencia inglesa.
«A las tres y media, habiendo arribado algo la división enemiga, pasó
por sotavento de la nuestra y a muy poca distancia, en cuyo tiempo fue
cuando recibí averías de consideración, pues perdí el
mastelero de velacho y parte de la cofa de trinquete, cortados muchos
obenques de este palo. Faltó el estay mayor, la verga de trinquete, el
mastelero de gavia; atravesado el palo mayor por cinco partes, cortados
todos los obenques y quinales de la banda de babor y cinco de la de
estribor, dos cañones en el entrepuente desmontados y varios balazos a flor de agua, por donde entraba bastante», comenta en su informe.
El final
Una hora después (a las «cuatro menos algunos minutos»,
en palabras de Valdés), tras recibir severos daños en el caso, los
palos y cualquier elemento del buque sensible de ser destruido por un
bala británica, el «Neptuno» de Valdés pudo al fin acercarse al «Bucentaure» y al «Santísima Trinidad».
El
capitán había cumplido valerosamente con su misión de socorro, aunque
de poco sirviera ya para la victoria combinada en la contienda. Fue en
ese momento cuando, sabedor de que -al menos- no había fallado a sus
compatriotas (como si habían hecho los galos) la tragedia se sucedió: fue herido de gravedad en la cabeza por la caída de uno de los palos del buque. Grabado de Valdés- Wikimedia«A esta sazón cayó el palo de mesana, y en sus ruinas fui herido en la cabeza y nuca, con lo que perdí el sentido y conducido abajo, a donde nunca pensé retirarme, sin embargo de haberme sentido herido tres veces durante la acción», explicó posteriormente. Para entonces, y tal y como señala José María de Mena en su obra «Historia de Sevilla», había recibido la friolera de 117 heridas de metralla en todo el cuerpo.
Como
ocurrió con otros tantos capitanes, en principio Cayetano Valdés se
negó a retirarse, pero sus compañeros terminaron poniendo su cuerpo a
cubierto cuando perdió el conocimiento. «Un guardiamarina sacó al
comandante don Cayetano Valdés, el amigo de mi padre, cuando ya estaba abandonado a una muerte segura, porque […] un golpe en la cabeza le tenía […] privado enteramente del sentido», afirmó Escaño en sus memorias.
El navío se rindió con el deber cumplido, la honra intacta, pero con 42 muertos y 47 heridos
Como es lógico, el oficial señala en su informe que, desde ese momento, «nada sé por mi mismo», pero continúa narrando el combate del «Neptuno» en base a los datos obtenidos de sus oficiales.
«Tengo
entendido que mi navío se conservó a la voz del Trinidad y Bucentauro
de la vuelta encontrada, que los enemigos reviraron sobre mi navío y lo
doblaron por barlovento, y que por último, algunos minutos antes de
ponerse el sol, hallándose con treinta muertos y cuarenta y siete
heridos, enteramente desarbolado haciendo bastante agua y abrumado del
superior número de los enemigos que se cebaron sobre mi navío, que fué
el único que estaba en aquellas aguas, determinaron hendirse a fuerzas
tan desiguales», determina. Al final, el navío se rindió a la cinco de la tarde. Con el deber cumplido, la honra intacta, pero con 42 muertos y 47 heridos.
Tras la batalla
Tras
la derrota y la huida desesperada de algunos buques de la combinada, el
«Neptuno» y su tripulación fueron hechos prisioneros por los ingleses.
Estos, al día siguiente, remolcaron los restos del bajel con intención
de llevarlo hasta sus islas. Sin embargo, y para suerte de Valdés, una
división española salió posteriormente del puerto para rescatar a cuántos marinos y bajeles apresados pudiese. Uno de ellos fue, precisamente, su navío.
Ese hecho le permitió llegar con vida a Cádiz, ser ascendido a almirante, y combatir en la posterior Guerra de la Independencia. Pero eso, como se suele decir, es otra historia.
«Eclosión», 1905, de Miguel Blay. Detalle - MUSEO DEL PRADO11
En una temporada donde los grandes nombres se imponen en el Prado (Ingres, La Tour, El Bosco)
con relevantes exposiciones, también se ha hecho un hueco en el
calendario del museo a otros proyectos más modestos, con artistas menos
conocidos y muestras más reducidas, que tratan de poner en valor la
propia colección del museo. Es el caso que nos ocupa: Miguel Blay (Olot, 1866-Madrid, 1936),
al que la pinacoteca quiere rendir homenaje en el 150 aniversario de su
nacimiento con una exposición cuyo título se extrae de su discurso de
ingreso en la Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1910: «Solidez y belleza». Dos palabras que resumen su ideal de escultura. «Al ideal», 1896, de Miguel Blay- MUSEO DEL PRADOAunque su nombre no suene tanto como los de Rodin o Benlliure, Miguel Blay fue uno de los escultores más destacados del XIX,
formado en Madrid, París y Roma, donde dirigió la Academia de España.
El Prado desempolva de sus almacenes una veintena de obras que atesora
de este artista y que, hasta el 2 de octubre, lucen repartidas entre dos espacios del edificio Villanueva. Por un lado, la sala 60,
donde se exhiben tres esculturas, un conjunto de dibujos, medallas y
una pequeña agenda de notas, de 1902: no es un cuaderno de trabajo, sino
que Blay apuntaba en ella lo que hacía cada día y llevaba el control de
la economía doméstica. En el centro de la sala, una escultura de gran
tamaño, realizada en escayola en 1896. Aunque su título inicial iba a
ser «Almas blancas», acabó llamándose «Al ideal». Esta pieza, de carácter simbolista, tiene un fuerte componente místico y espiritual. «Miguelito», 1919, de Miguel Blay- MUSEO DEL PRADOLe acompañan otras esculturas, como «Niña desnuda»
(1892), en mármol de Carrara, que pertenece a su serie «Los primeros
fríos» y se enmarca en el realismo social: una niña desnuda dormita
tiritando de frío. Gracias a ella obtuvo en la Exposición Universal de
1900 la Medalla de Honor. Muy emotiva resulta la cabeza que modeló en
mármol de Miguelito, uno de sus cinco hijos, fallecido en 1918
antes de cumplir los ocho años. Se trata de un retrato póstumo que
esculpió como un recuerdo nostálgico de su hijo más pequeño, al que
solía definir como su obra maestra. En una fotografía, padre e hijo
posan en el estudio del escultor el mismo año de la muerte del pequeño. «Niña dormida» (fragmento de «Los primeros fríos»), 1892, de Miguel Blay.- MUSEO DEL PRADO
La comisaria, Leticia Azcue, jefe de conservación de escultura y artes decorativas del Prado, comenta que Blay «fue un artista total;
dibujaba excepcionalmente bien». Cuelgan en la sala siete dibujos
académicos: desnudos masculinos y femeninos, retratos y un boceto para
el monumento a Vasco Núñez de Balboa en Panamá: él hizo
la base y Benlliure, gran amigo suyo, la figura del explorador español.
Blay recibió importantes encargos para monumentos públicos en
Iberoamerica. Pero no fue ésta la única obra que hicieron conjuntamente
ambos artistas. También, una de las medallas que lucen en una vitrina de
la muestra, que llevaron a cabo para la Exposición Nacional de Bellas
Artes de 1915: Blay hizo en oro el reverso y Benlliure, en plata, el
anverso. Éste definió a Miguel Blay como «el príncipe de la elegancia y la corrección». MUSEO DEL PRADOLa exposición se completa en la sala 47, junto a la rotonda de las musas, donde se muestra su escultura más célebre, «Eclosión»,
obra clave de su producción, explica Leticia Azcue. La acaba en París
en 1905 y la presenta en Madrid tres años después. Obtuvo la Medalla de
Honor en la Exposición Nacional de Bellas Artes. Esculpida en mármol de
Carrara, estuvo instalada durante 30 años en el jardín de la Biblioteca
Nacional, que albergaba entonces el Museo de Arte Moderno. Hasta 1979 no
se trasladó al Casón del Buen Retiro. Ello provocó daños irreversibles: el mármol ha perdido su suavidad. Es su escultura más rodiniana, aunque, como apunta la comisaria, hay evidentes diferencias entre ambos escultores. Mientras Rodin es más explícito y pasional en sus composiciones, Blay resulta más íntimo y elegante.
En «Eclosión» inmortaliza el momento en el que una pareja de jóvenes
roza por primera vez sus cuerpos. El la mira a ella embelesado. Reverso
de la medalla creada por Miguel Blay para la Exposición Nacional de
Bellas Artes de 1915. El anverso es obra de Mariano Benlliure- MUSEO DEL PRADOA la inauguración de la muestra acudieron ayer algunos de los descendientes de Blay. Micaela, una de sus nietas,
se mostraba muy contenta:«Mi abuelo fue un gran artista. Es una
maravilla que España lo reconozca y un honor que el Prado celebre su 150
aniversario con esta exposición tan hermosa».
El
21 de agosto de 1911 «La Gioconda» de Leonardo desapareció del Museo
del Louvre. El Gobierno francés destituyó al director y al jefe de
seguridad del museo al tiempo que sancionaba a los guardias. Pero el
cuadro no aparecía. El 29 noviembre de 1913 un tal Leonardo dijo tener
el cuadro y que quería devolverlo en Italia. Lo hizo en Florencia. El
tal Leonardo resultó ser Vincenzo Peruggia, un pintor y decorador
italiano que había trabajado en el Louvre. Dijo que su intención era
devolver el cuadro a Italia. Era un patriota. Se le condenó a tres años
de cárcel pero apenas pasó doce meses en ella.
El grito» y la «Madonna»
«El grito» fue robado en Oslo- ABC
En
agosto de 2004 dos ladrones enmascarados entraron a punta de pistola
en el Museo Munch de Oslo y mientras uno apuntaba a la cabeza a uno de
los guardias de seguridad el otro se llevaba los dos cuadros. En un solo
minuto entraron y salieron. Metieron los cuadros en el maletero de un
coche donde les esperaba un complice y salieron a la carrera. Dos años
después una operación policial consiguió recuperar ambos cuadros.
El caso Gardner
«El concierto« de Vermeer- ABC
Uno
de los mayores robos de arte de nuestra historia tuvo lugar el 18 de
marzo de 1990 en Bsoton. Del Museo Isabella Stewart Gardner
desaparecieron 13 obras, de Vermeer, Rembrandt, Mane y Degas entre
otros, valoradas en 500 millones de dólares. Hasta la fecha las obras no
han sido recuperadas. Los ladrones se llevaron la única marina conocida
de Rembrandt, recortada de su marco, y «El Concierto», una de las obras
más destacadas de Vermeer.
El Kunsthal de Rotterdam
«El puente Charing Crosse de Londres», de Monet, entre las obras robadas- ABC
El
modesto museo de la ciudad holandesa pretendía celebrar sus 20 años de
vida con una gran exposición de una de las mejores colecciones privadas
de arte contemporáneo, la de la Fundación Tritton. Una banda de ladrones
perpetró el robo de siete cuadros, entre ellos obras de Picasso,
Matisse, Gauguin y Monet («El puente Charing Crosse de Londres»). El
problema fue que en el paso a una seguridad técncia hizo que no hubiese
nadie por la noche. Sonaron las alarmas pero cuando llegó la policía los
ladrones ya se habían ido. Estos fueron detenidos tiempo después y
aunque en un principio dijeron que habían quemado los lienzos luego
dijeron que los tenía un amigo al que no se pudo localizar.
La casa de Esther Koplowitz
En
2001 la casa de Esther Koplowitz en el Paseo de la Habana fue asaltada
por unos ladrones que, tras herir a un vigilante, se llevaron una
veintena de cuadros, catorce de ellos de gran valor. Entre ellos
figuraban dos Goyas («El columpio» y «La caída del burro»), un cuadro de
Juan Gris («Guitarra sobre una silla»), un Pisarro, dos Foujita, un
Brueghel y un Sorolla, entre otros. La policía no tardó mucho en
relacionar a la banda de Casper con el robo y le detuviron. Poco
después se supo que los cuadros no habían salido de España por su
dificultad para venderlos en el mercado internacional. La policía los
recuperó casi todos.
Los tres Picasso
«Maya a la poupe- ABC
El
robo se produjo en el domicilio de una de las nietas del artista
malagueño, Diana Widmaier-Picasso, que reside en París. Los ladrones
entraron de noche, burlaron las medidas de seguridad y robaron los
cuadros, dos de los cuales eran «Maya a la poupe» y «Portrait de
Jacqueline». El robo se produjo en febrero pero la policía detuvo a los
ladrones en agosto y recuperó las obras de arte.
Falcondo sobre Loma Miranda: no explotaríamos “ni una piedra” sin el apoyo total de la comunidad
Ejecutivos de la empresa aseguran que la
operación minera de Americano Nickel no depende de la explotación de
Loma Miranda, y que han logrado mitigar el impacto ambiental de su
producción mediante cambios sustanciales en los procesos metalúrgicos y
de extracción
Foto: Carmen
Suárez/Acento.com.do/Apostolos Peppas, vicepresidente y director de
Minas, explica al equipo de Acento el nuevo método de "minería
selectiva" empleado por Falcondo en los procesos de extracción y
transporte del níquel.
LOMA LA PEGUERA (Bonao) República
Dominicana.- La Falconbridge Dominicana (Falcondo) no se aventuraría a
explotar “ni siquiera una piedra” de sus áreas de concesión en Loma
Miranda sin el previo aval de las autoridades y el “apoyo total” de
todas las partes relacionadas, incluyendo a las comunidades que la
habitan.
Así lo aseguró el presidente y gerente general (CEO) de la minera, Ioannis Moutafis, a un equipo de Acento
encabezado por el director del periódico, Fausto Rosario Adames, que
visitó e hizo un recorrido por las instalaciones de Falcondo en la loma
La Peguera, donde están localizados sus principales yacimientos.
Fachada de la planta metalúrgica de Falcondo, en La Peguera.
“Ninguna compañía, no solo nosotros, sin el apoyo total (“full
support”) de los relacionados, y sin la obtención de la licencia social,
no puede explotar ni siquiera una piedra”, dijo el alto ejecutivo en
respuesta a una pregunta sobre el interés de Falcondo por la eventual y
polémica explotación del enclave montañoso situado en las proximidades
de La Vega.
El vicepresidente y director de Minas, Apostolos Peppas, apuntó que
la empresa incursionaría en la zona siempre que se den esas condiciones.
“Si nos sentimos bienvenidos por las comunidades, y (se cumplen) los
requerimientos de las autoridades, lo haríamos de alguna manera”.
Asimismo, puntualizó que los proyectos de extracción y producción de
ferroníquel en el país de Americano Nickel -la compañía extranjera que
adquirió el 85% de las acciones de Falcondo -en agosto del 2015- no
dependen del potencial aprovechamiento de Loma Miranda. “Todo depende
del níquel”, comentó Ioannis Moutafis en este sentido, en referencia al
comportamiento de los precios del mineral en el mercado.
Agregó que esta posibilidad tampoco fue contemplada en las
proyecciones de negocios y sobre el “tiempo de vida” que les queda a las
reservas de La Peguera y Loma Ortega, que se ha estimado de 8 a 11
años, en función de los precios actuales del níquel en el mercado
internacional.
El presidente Danilo Medina y el Ministerio de Energía y Minas han
condicionado una futura utorización para explotar Loma Miranda a la
obtención previa de una “licencia social y medioambiental” que dé luz
verde a la operación minera. Política de “aproximación” al medioambiente
El presidente y CEO de Falcondo resaltó que la nueva administración
ha puesto en marcha una serie cambios en los procesos mineros y
metalúrgicos que implica la producción del ferroníquel, con miras a
mitigar y sobre todo prevenir el consecuente impacto ambiental de esas
actividades.
“Como parte de nuestra aproximación al medioambiente, en vez de tomar
acciones correctivas, hemos sido proactivos, tomando acciones
preventivas, eliminando drásticamente la fuente de ese impacto
ambiental”. Ioannis Moutafis precisó que esta política va de la mano con
la reducción de costos operativos que se ha planteado la empresa, y ha
tenido también un impacto apreciable en esta dirección.
Apostolos Peppas, vicepresidente y director de Minas, destacó que en
esta dirección se lleva a cabo una política de reforestación de las
áreas mineras, una vez concluye la extracción del mineral utlizable que
contienen, a través de la siembra de pinos que se cultivan en el vivero
de la Falconbridge.
Dos de las excavadoras y volquetas que se utilizan en las activiades mineras.
Los cambios más sustanciales que ha implementado Americano Nickel
consisten en la sustitución de la flotilla de excavadoras y camiones o
volquetas empleados para extraer la materia prima de sus yacimientos
mineros y trasportarla al resto de las facilidades. Así como del
combustible utilizado en la producción del ferroníquel, explicó el
gerente financiero de la minera, Gabriel Rodríguez.
Rodríguez detalló que los camiones de gran escala -de 90 toneladas-
que se usaron durante 45 años en las actividades mineras de Falcondo,
han sido reemplazados por palas y excavadoras “convencionales”, que
permiten ser un proceso de extracción de níquel más eficiente y
“selectivo”.
“Esto permite que el operador que está al frente (del vehículo) y el
equipo de ingenieros geólogos puedan seleccionar de manera mucho más
efectiva lo que se necesita extraer”.
Agrega que al no emplear equipos de gran tamaño para llegar a las
zonas de extracción y mover el material, han podido reducir el “volumen
de movimiento” en la mina hasta en un 75%. Y en un 60% el “movimiento de
tierra” que se necesita para producir una tonelada de níquel, lo que
“tiene un impacto crítico en la intervención de los bosques y áreas de
minas” que explota Falcondo.
Pero la innovación más importante -añadió Rodríguez- es la
sustitución del combustible que se usa en los procesos metalúrgicos y de
fundición que la planta, de Nafta a un “fuel oil intermedio”.
Como resultado de estos cambios, la empresa asegura que ha logrado
disminuir en un 18% el consumo de combustible por cada tonelada de
níquel producida, lo que a su vez se refleja en menos daños al
medioambiente, “en la medida que generamos menos emisiones y gases” de
invernadero.
Señala que los efectos positivos de esta “forma diferente de
trabajar”, en términos ambientales, pueden apreciarse en el color del
humo que sale de la chimenea, desde la planta metalúrgica donde se funde
el níquel. “Esto puede apreciarse en el color del humo, ahora algo
grisáceo, menos opaco, muy distinto al negro” de antes. Contratarán firma para medir emisiones
Rodríguez explicó que con miras a reducir el consumo de combustibles
hasta en un 40% más, se están llevando cabo varias pruebas, entre ellas
el uso de un nuevo aditivo en los sistemas de lavado de gases de la
chimenea.
“Estamos probando un nuevo sistema, que vez de echar agua echará
espuma; pero en adición, estamos haciendo pruebas para cambiar la manera
en la cual se consume combustible en esa planta (…) entonces también
vamos a tener mucho menos emisiones, partículas que capturar, mucho
menos carbón, que es lo que le da ese color negro” del humo. Indicó
que para cuantificar el impacto de estos cambios en aspectos como las
emisiones de gases la minera contratará una firma especializada, para lo
cual se dará inicio a un proceso de licitación.
“Estamos en proceso de licitación para hacer una nueva medición y
poder comparar, no solamente a nivel de consumo sino a nivel de lo que
está saliendo por la chimenea, obviamente eso tiene que hacerlo un
tercero, un equipo especializado”, reveló el ejecutivo de la
Falconbridge Dominicana.
En el encuentro con Acento estuvieron presentes el
presidente y gerente general de Falcondo, Ioannis Moutafis; Apostolos
Peppas, vicepresidente y director de Minas; Gabriel Rodríguez, gerente
de Finanzas; Ido Talmor, gerente de Responsabilidad Social, y Rosa de
los Santos, superintendente de Relaciones Institucionales, quien fungió
de traductora.
Image caption
Antolín Jiménez combatió en la Revolución Mexicana (1910-1915) bajo las órdenes de Francisco Villa.
¿Se imagina a miles
de hombres a caballo armados con pistolas, machetes o escopetas y
organizados para defender a su país de una invasión nazi?
Pues eso ocurrió en México. Durante la Segunda Guerra Mundial se creó un ejército de 100.000 charros en previsión de un eventual ataque de fuerzas del Eje.
Los
charros son jinetes que provienen de una antigua tradición originada en
el Virreinato y que durante siglos se encargaron de la seguridad en
haciendas y zonas rurales.
Es
un capítulo desconocido de la historia de México, enfrentado a los
países que formaron el Eje (Alemania, Japón e Italia) por el hundimiento
de dos barcos frente a sus costas.
El inédito ejército se llamó Legión de Guerrilleros Mexicanos y su creador fue Antolín Jiménez Gamas, un excombatiente de la Revolución a las órdenes de Francisco Villa. Image copyrightFernando LlanosImage caption
Los integrantes de la Legión de Guerrilleros Mexicanos se prepararon para combatir a los nazis.
La historia se cuenta ahora en el documental "Matria", estrenada el 16 de septiembre en salas cinematográficas del país.
El
filme, realizado por Fernando Llanos, nieto del combatiente, ha ganado
varios reconocimientos internacionales, como el Festival de Cine de
Morelia.
Tráiler del documental "Matria" realizado por Fernando Llanos
Simpatía por los nazis
La idea de organizar a un grupo de jinetes para enfrentar al que en su momento fue el ejército más poderoso del mundo parece descabellada.
Pero en el momento en que nació el miedo a una eventual invasión era real.
Algunos como el escritor Juan Alberto Cedillo han documentado, por ejemplo, que en México operaba una red de espías alemanes vinculada incluso con altos funcionarios.
En su libro "Los nazis en México", Cedillo cuenta que Adolf Hitler tenía un especial interés en las reservas de petróleo mexicanas.
Además existía una marcada simpatía por el Partido Nacionalsocialista entre intelectuales de este país. Image copyrightAPImage caption
Adolf Hitler tenía un especial interés en las
reservas de petróleo mexicanas, según el libro "Los nazis en México".
La situación cambió cuando el 13 de mayo de 1942 el
petrolero Potrero del Llano fue hundido en el Golfo de México. Siete
días después otro barco, el Faja de Oro, también fue atacado. México abandonó la neutralidad que mantenía en la Segunda Guerra Mundial y abrió hostilidades contra los países del Eje.
Apenas un mes después empezó la organización del ejército de charros, cuenta Fernando Llanos.
"Sabía tácticas guerrilleras"
Antolín Jiménez combatió en la Revolución Mexicana (1910-1915) bajo las órdenes de Francisco Villa.
En su ejército, conocido como Los Dorados de Villa, alcanzó el grado de teniente coronel.
Cuando se retiró, se acercó a una logia masónica que le abrió la puerta a los círculos políticos del país.
Fue
elegido diputado tres veces –no consecutivas– por Oaxaca, a pesar de
haber nacido en Tabasco. Los dos estados están en el sureste del país. Image caption
Los grupos de legionarios aprendieron estrategias de
guerra que les enseñaron excombatientes de la Revolución como el propio
Antolín Jiménez.
Pero cuando estalló la Segunda Guerra Mundial su
estrella política estaba en declive. De hecho cuando México abrió
hostilidades Jiménez Gamas era presidente de la Asociación Nacional de
Charros.
De allí surgió la idea de organizar a la Legión de Guerrilleros. El director del documental cree que pudo haber dos razones para impulsarlo.
Una era su experiencia en combate. "Tenía tres balazos en el cuerpo de cuando fue teniente coronel. Dinamitó un tren, se agarró a balazos", explica.
"Sabía las tácticas guerrilleras y por eso dijo: de que se puede se puede".
Image copyrightAPImage caption
Los charros son jinetes que durante siglos se
encargaron de la seguridad en haciendas y zonas rurales de México.
Pero la segunda razón fue más práctica: conseguir visibilidad para tratar de colarse de nuevo a la política.
Al final la Legión fue organizada, incluso con el permiso del gobierno del entonces presidente Manuel Ávila Camacho.
Un
documento en los archivos de Jiménez Gamas cuenta el propósito del
nuevo ejército: "Defender con nuestras vidas el honor del inmaculado
pabellón tricolor, símbolo de libertades y emblema de una heroica
tradición".
Entrenamiento
Durante un año los grupos de legionarios aprendieron estrategias de guerra que les enseñaron excombatientes de la Revolución.
"Entrenaban
los domingos a toda la gente a caballo, con machetes y sus armas", dice
Fernando Llanos. "Era prepararlos en caso de invasión". Nunca usaron su entrenamiento porque el ataque no ocurrió, pero en su momento el país se lo tomó muy en serio.
La
muestra fue que en 1944 se creó la Fuerza Aérea Expedicionaria
Mexicana, que en junio del año siguiente participó en las batallas de
Japón.
Image copyrightFernando LlanosImage caption
"Lo que importa es que la película se vea", dice el director Fernando Llanos.
El grupo de pilotos que tomó parte en los combate se llamó Escuadrón 201.
Para ese entonces la Legión ya había sido disuelta y su creador se dedicó a la edición de libros, un negocio donde prosperó.
También abandonó el traje de charro pues tras varios infartos los médicos le prohibieron volver a montar a caballo.
Charros contra nazis
El documental "Matria" nació hace seis años, cuando Fernando Llanos revisó el archivo de su abuelo para otro proyecto que tenía.
Cuando llegó a la parte de la Legión se dijo "guau": "Esta historia es mía, porque nadie algo tan extraño como lo que tengo yo". "Dije: esto es una película, charros contra nazis",
como referencia a uno de los filmes más controvertidos del cine
mexicano llamado "Charros contra gángsters", del director Juan Orol.
Pero concretar el documental no fue tan sencillo, pues la producción duró 4 años.
La pintura "Vista de la playa de Scheveningen" ha sido descrita por los expertos como invaluable.
La pintura "Vista de la playa de Scheveningen" ha sido descrita por los expertos como invaluable.
La policía en Italia recuperó dos
preciadas pinturas del maestro holandés Vincent Van Gogh que fueron
robadas durante una dramático asalto a un museo en Ámsterdam, Holanda,
en 2002.
Las obras estaban en manos de la mafia napolitana, según las autoridades.
El
Museo Van Gogh en Ámsterdam dijo que los óleos fueron encontrados tras
una "extensa y continua investigación" de la fiscalía italiana y de
agentes contra el crimen organizado.
Las pinturas, "Vista de la
playa de Scheveningen" y "Congregación saliendo de la iglesia reformada
en Nuenen", fueron sustraídas luego de queladrones utilizaran una escalera y mazos para entrar en el museo.
Fueron
encontradas envueltas en una tela en una guarida en el pintoresco
pueblo costero de Castellammare di Stabia, cerca de Pompeya. Forman parte de una colección de bienes valuados en decenas de millones de dólares y que fueron confiscados a la Camorra, una organización criminal vinculada al tráfico de cocaína, dijeron las autoridades.
El padre de Van Gogh era un pastor de la iglesia de Neunen, el tema de esta pintura.
Meses antes, la policía había arrestado a varios sospechosos de
narcotráfico que habían invertido sus ganancias en Dubai, España y la
Isla de Man, en Reino Unido.
Estos individuos estaban vinculados a unos de los mayores clanes de la mafia en la región de Scampia, al norte de Nápoles.
Entre
los arrestados en enero se encontraban el supuesto líder de la pandilla
de narcotraficantes Raffaele Imperiale y Mario Cerrone.
Este último fue el que aparentemente confesó a las autoridades sobre las dos pinturas.
Críticas
El robo de las dos obras, valoradas por los investigadores en US$100 millones, generó críticas sobre la seguridad de los principales museos de arte en el mundo.
Los
ladrones entraron al edificio de Ámsterdam a través del techo, en la
noche del 6 al 7 de diciembre de 2002, utilizaron los mazos para romper
la ventana del primer piso y arrancaron las pinturas de las paredes del
principal salón de exposiciones.
Los expertos quedaron perplejos
cuando sucedió el robo, pues los guardias estaban de patrulla y los
sistemas de seguridad infrarroja estaban activos. Ninguno de los óleos estaba asegurado y ambos estaban en préstamo del gobierno holandés al Museo Van Gogh.
Dos ciudadanos holandeses fueron encarcelados por el robo aunque siempre mantuvieron su inocencia.
El
museo declaró en un comunicado que todavía no se sabe cuándo serán
devueltas las pinturas y que parecen estar en "relativa buena
condición".
Ministros en Holanda e Italia se pusieron muy alegres con la noticia y elogiaron a los investigadores italianos. ¿Qué hace las pinturas tan excepcionales?
Vincent Van Gogh (1853-1890) es considerado como el más grande artista holandés después de Rembrandt.
La
playa de Scheveningen al desatarse la tormenta fue uno de los sólo dos
paisajes marítimos que pintó mientras vivió en Holanda. Van Gogh pintó La playa de
Scheveningen al desatarse la tormenta en un día de viento y granos de
arena se incrustaron en la pintura mojada.
El óleo resalta un mar espumoso y agitado bajo un cielo tormentoso y fue pintado en 1882, cuando vivía en La Haya.
La
iglesia protestante de Nuenen (1884) fue creada para la madre de Van
Gogh, pero también para su padre, que había sido nombrado pastor de esa
iglesia en 1882.
Cuando su padre murió, Van Gogh le añadió feligreses, incluyendo algunas mujeres con mantos de luto.
El robo al Museo Van Gogh fue uno de una serie de asaltos que sacudieron el mundo del arte.
En
2004, dos obras maestras de Edvard Much, "El Grito" y "Madona", fueron
sustraídas por hombres armados que asaltaron en Museo de Munch en Oslo.
Varios individuos fueron encarcelados, y las pinturas fueron recuperadas tras una ardua labor detectivesca en 2006.
El Grito, de Edvard Munch (1893) fue encontrado dos años después de robado de un museo en Oslo, en 2004.
El Grito, de Edvard Munch (1893) fue encontrado dos años después de robado de un museo en Oslo, en 2004.
Otra versión de "El Grito" fue robada del Museo Nacional de Oslo en 1994, y esa también fue recuperada durante un operativo realizado por detectives de Reino Unido.
En 2012, siete obras de arte fueron robadas del Museo Kunsthal de Rotterdam, incluyendo pinturas de Picasso, Monet y Matisse.
Los dos rumanos que fueron encarcelados les dijeron a las autoridades que la seguridad del museo era débil. Algunas de las pinturas fueron destruidas en un horno.
A
comienzos de este año, cuatro óleos de un botín de 24 que fueron
robados de una galería holandesa en 2005 fueron recuperados en Ucrania.