DELIGNE y RODO.
 De Federico García Godoy
 Se cuenta que horas antes de dormirse en lo
infinito recorría Gastón  Deligne con
postrera fruición estética  las páginas
serenas, bellas y fortalecedoras de Motivos de Proteo.  El autor eximio de Galaripsos y José Enrique
Rodó, el malogrado pensador uruguayo, aparecen como dos almas gemelas por  el noble y trascendente idealismo que vibra
personalmente en ellas. 
Ambas agitan por  entero su vida de  acción al ritmo permanente de su pensamiento,
un  pensamiento que no comulga con
efímeras indicaciones de la existencia sino con lo que esta vincula
fundamentalmente  de razón, de deber y de
justicia. Su idealismo ´parece nutrirse de continuo en los aforismos inmortales
de Epíteto y de Marco Aurelio.
En la proximidad de la
hora suprema, resuelto ya a emanciparse del Dolor, a  emprender el viaje definitivo por  el mar sin orilla del no ser,  cuando en el magnífico libro  del llorado Rodó hay de renovación
espiritual, de estados de alma que se resuelven en  orientaciones de un facundo altruismo, de
concepto de una vida de mirificas excelsitudes, debió constituir sin duda un
eficaz lenitivo para sus torturantes sufrimientos. Momentos de reposo y de
bienestar calmarían un  tanto los  encrespamientos del oleaje de sus espíritu
dolorido.
El bello y sugestivo
libro de Rodó debió ser para él  como un
oasis en que dar momentánea  tregua a los
dolores de su organismo físico que iba 
destruyendo lentamente un mal implacable. Nunca pensamiento más
alto  ni razón más noble se albergan en
vaso de arcilla más frágil y mezquino.
En lo humano, la
armonía suprema resalta cuando materia y espíritu, o lo que consideramos como
tal, se  compenetran estrechamente,
se  funden en un organismo revelador de
un permanente equilibrio físico y psíquico se rompe y la existencia no puede ya
dar de sí una finalidad de conjunto armoniosa y edificante cuando  es obra de una lesión orgánica, lo físico
tiende  con frecuencia a adsorber o
anular la proyección de nuestra  vida
psíquica.
Sólo en muy contados
espíritus no sucede eso. Gastón Deligne es uno de ellos. Fue un poeta que supo
vivir intensamente su poesía serena, patriótica, luminosa, trascendente, aun en
su lecho de dolor, empobrecida y podrida su sangre, ya enclavado en la pesada
cruz de  torturantes sufrimientos… Rodó
conservo hasta  el último instante su
equilibrio físico y espiritual. Solo cayó la pluma de sus manos horas antes de
penetrar, caballero cruzado de los más altos idealismos, en la obscura sima de
lo ignoto. Ambos  a dos, el gran poeta
dominicano y el gran pensador uruguayo, caídos a destiempo en la muerte,
son  dignos de grado altísimo de la
admiración  y el amor de cuantos hablan
la  sonora  lengua castellana.
Fuentes
consultadas: 
Revista, De
Letras. No. 37, Octubre 21 de 1917, Santo Domingo. 
Julio Jaime
Julia. Obra Rodó y Santo Domingo, (Recopilación. Año. 1971. págs.171-172
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