«Eclosión», 1905, de Miguel Blay. Detalle - MUSEO DEL PRADO11
En una temporada donde los grandes nombres se imponen en el Prado (Ingres, La Tour, El Bosco)
con relevantes exposiciones, también se ha hecho un hueco en el
calendario del museo a otros proyectos más modestos, con artistas menos
conocidos y muestras más reducidas, que tratan de poner en valor la
propia colección del museo. Es el caso que nos ocupa: Miguel Blay (Olot, 1866-Madrid, 1936),
al que la pinacoteca quiere rendir homenaje en el 150 aniversario de su
nacimiento con una exposición cuyo título se extrae de su discurso de
ingreso en la Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1910: «Solidez y belleza». Dos palabras que resumen su ideal de escultura. «Al ideal», 1896, de Miguel Blay- MUSEO DEL PRADOAunque su nombre no suene tanto como los de Rodin o Benlliure, Miguel Blay fue uno de los escultores más destacados del XIX,
formado en Madrid, París y Roma, donde dirigió la Academia de España.
El Prado desempolva de sus almacenes una veintena de obras que atesora
de este artista y que, hasta el 2 de octubre, lucen repartidas entre dos espacios del edificio Villanueva. Por un lado, la sala 60,
donde se exhiben tres esculturas, un conjunto de dibujos, medallas y
una pequeña agenda de notas, de 1902: no es un cuaderno de trabajo, sino
que Blay apuntaba en ella lo que hacía cada día y llevaba el control de
la economía doméstica. En el centro de la sala, una escultura de gran
tamaño, realizada en escayola en 1896. Aunque su título inicial iba a
ser «Almas blancas», acabó llamándose «Al ideal». Esta pieza, de carácter simbolista, tiene un fuerte componente místico y espiritual. «Miguelito», 1919, de Miguel Blay- MUSEO DEL PRADOLe acompañan otras esculturas, como «Niña desnuda»
(1892), en mármol de Carrara, que pertenece a su serie «Los primeros
fríos» y se enmarca en el realismo social: una niña desnuda dormita
tiritando de frío. Gracias a ella obtuvo en la Exposición Universal de
1900 la Medalla de Honor. Muy emotiva resulta la cabeza que modeló en
mármol de Miguelito, uno de sus cinco hijos, fallecido en 1918
antes de cumplir los ocho años. Se trata de un retrato póstumo que
esculpió como un recuerdo nostálgico de su hijo más pequeño, al que
solía definir como su obra maestra. En una fotografía, padre e hijo
posan en el estudio del escultor el mismo año de la muerte del pequeño. «Niña dormida» (fragmento de «Los primeros fríos»), 1892, de Miguel Blay.- MUSEO DEL PRADO
La comisaria, Leticia Azcue, jefe de conservación de escultura y artes decorativas del Prado, comenta que Blay «fue un artista total;
dibujaba excepcionalmente bien». Cuelgan en la sala siete dibujos
académicos: desnudos masculinos y femeninos, retratos y un boceto para
el monumento a Vasco Núñez de Balboa en Panamá: él hizo
la base y Benlliure, gran amigo suyo, la figura del explorador español.
Blay recibió importantes encargos para monumentos públicos en
Iberoamerica. Pero no fue ésta la única obra que hicieron conjuntamente
ambos artistas. También, una de las medallas que lucen en una vitrina de
la muestra, que llevaron a cabo para la Exposición Nacional de Bellas
Artes de 1915: Blay hizo en oro el reverso y Benlliure, en plata, el
anverso. Éste definió a Miguel Blay como «el príncipe de la elegancia y la corrección». MUSEO DEL PRADOLa exposición se completa en la sala 47, junto a la rotonda de las musas, donde se muestra su escultura más célebre, «Eclosión»,
obra clave de su producción, explica Leticia Azcue. La acaba en París
en 1905 y la presenta en Madrid tres años después. Obtuvo la Medalla de
Honor en la Exposición Nacional de Bellas Artes. Esculpida en mármol de
Carrara, estuvo instalada durante 30 años en el jardín de la Biblioteca
Nacional, que albergaba entonces el Museo de Arte Moderno. Hasta 1979 no
se trasladó al Casón del Buen Retiro. Ello provocó daños irreversibles: el mármol ha perdido su suavidad. Es su escultura más rodiniana, aunque, como apunta la comisaria, hay evidentes diferencias entre ambos escultores. Mientras Rodin es más explícito y pasional en sus composiciones, Blay resulta más íntimo y elegante.
En «Eclosión» inmortaliza el momento en el que una pareja de jóvenes
roza por primera vez sus cuerpos. El la mira a ella embelesado. Reverso
de la medalla creada por Miguel Blay para la Exposición Nacional de
Bellas Artes de 1915. El anverso es obra de Mariano Benlliure- MUSEO DEL PRADOA la inauguración de la muestra acudieron ayer algunos de los descendientes de Blay. Micaela, una de sus nietas,
se mostraba muy contenta:«Mi abuelo fue un gran artista. Es una
maravilla que España lo reconozca y un honor que el Prado celebre su 150
aniversario con esta exposición tan hermosa».
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