domingo, 13 de noviembre de 2016

La Infancia de Juan Bosch, en la ciudad de la Concepción de La Vega

La Infancia de Juan Bosch, en la ciudad de la Concepción de La VegaFuente. Memoria de Juanito
´´ Historia vivida y recogida en las riberas del Camú
Primera edición
Obra del Dr. Reynolds J. Pérez स्टेफन

Juan Bosch Gaviño, nace en el mismo centro del País. En el hermoso y fértil Valle de La Vega Real, en una comunidad con pretensiones de pueblo, en los albores del siglo XX, con los últimos reductos de la confrontaciones entre diferentes grupos hegemónicos de la política nacional
Se forma desde muy temprana edad bajo la influencia de diferentes factores; sociales, económico y cultural, que en La Vega, en el primer cuarto del siglo XX, convergían la cual la ciudad se perfilaba como una comunidad prospera y desarrollada
La influencia cultural de Don Federico García Godoy y de otros prominentes hombres de ciencia y letra, cuando asistía junto a su progenitor a las famosas tertulias de Don Fico, en el legendario e histórico Tamarindo del Parque Duarte


El ferrocarril La Vega-Sánchez, el Río Camú, las Fiestas Patronales de la Antigua, la de Las Mercedes y de la Santa Cruz, en el Santo Cerro, así como el Carnaval como también las historietas de San Julián Despradel, sobre la Guerra de la Restauración, marcaron en el joven Bosch Gaviño, su personalidad y su amor hacia el pueblo que le vio nacer
Los amigos de la infancia, del quien fuera en el transcurrir del tiempo una de las figuras más prominentes de las letras y la política en todas las tierras de indoamerica, surgido del centro de la isla de Santo Domingo, la cuna de la civilización del continente americano.
Fueron estos; Mario Sánchez Guzmán, Alejandro de León, Jorge Luís Pérez, Gregorio Sicard (Goyo), Cristóbal Núñez (toba), Julio Espaillat (Julito), Guido Despradel Batista, Celestino Hernando de la Mota (celle), Antonio Guzmán Fernández, quien fuera el segundo Presidente de la República que naciera en La Vega, Bolívar Berrido, Ramón Espinal, Pablo Ramos (pabin), cuanto tenia la edad comprendida entre diez a doce años

Entres todos estos compañeros de la infancia el joven Juan Bosch, uno a quien fue de mayor afinidad lo era, Mario Sánchez Guzmán, quien era hijo de Don Carlos María Sánchez,
Otro acontecimiento muy importante en la vida de Juan Bosch, lo fue la Sociedad Amor al Estudio (2 de septiembre del 1892), siendo una fuente inagotable para el conocimiento de las generaciones veganas. Esta sociedad transformo el pensamiento de los moradores de esta población deponiendo el fusil y el sable por los libros la violencia política y social por la cultura
Una persona tuvo una gran influencia sobre Bosch, y éste fue el Padre Fantino, siendo él alumno del Colegio San Sebastián fundado el 7 de septiembre de 1908, por el sacerdote. Fantino, contribuyó enormemente en la formación espiritual y humana del profesor Juan Bosch, en una de sus reflexiones él dijo del Padre Fantino aprendí el verdadero sentido de la caridad a mi prójimo.
Nace, un 30 de junio del 1909, a las 11; 00 de la mañana, en una modesta casa de un solo piso, construida en madera y con techo de zinc, sin galería, de estilo republicano, ubicada en la calle Independencia núm. 42, se dice que la madre estuvo asistida por el Dr. Narciso Alberti Bosch, familiar de su padre
 

Según el acta de nacimiento de la Oficialía del Estado Civil de la Primera Circunscripción del Municipio de La Vega, declarado por su padre el ciudadano español José Bosch Subirats, ante el Oficial Civil Clemente Saviñón, bautizado el 24 de diciembre del mismo año, el día de noche buena, bautizado por el párroco de la iglesia catedral Florencio Armando Lamarche Marchena, fueron sus padrinos Juan Gaviño y Juana Gaviño sus abuelos materno y en honor a su abuelo le pusieron al niño, Juan.
Así va creciendo y desarrollándose en una ciudad que a principio del siglo XX, contaba con instituciones, organizaciones y unas estructuras urbanísticas básicas para las pretensiones de una gran ciudad. Un acontecimiento político trastorna la vida de los veganos, nos referimos al asesinato del Presidente Mon Cáceres, ocurrido el 19 de noviembre del 1911, desencadenándose una crisis política y social, obligando Don José Bosch (pepito) y Doña Ángela Gaviño (Angelita) junto a sus dos hijos José Andrés y Juan Emilio, a radicarse en Cabo Haitiano, en la vecina República de Haití, en busca de un nuevo horizonte
En Cabo Haitiano, a la familia Bosch-Gaviño, nace el tercer miembro en 1912, una niña bautizada con el nombre de Ángela, luego en 1913 nace el cuarto hijo Francisco. Empeorando la situación internacional por el estallido de la 1ra. Guerra Mundial en 1914, la familia con dos miembros más regresa a República Dominicana, de nuevo en La Vega, a la familia le nace la quinta miembros María Josefina, en 1915, la familia Bosch-Gaviño
Al no encontrar en Haití, las oportunidades de crecimiento económico, la dificultad del idioma como también las diferencias culturales de un hispanoparlante católico confeso, choca con una primitiva cultura afro antillana con creencias muy diferentes
A Juan Bosch en su adolescencia le es testigo de un hecho sin precedente que pueda ser que haya marcado su oposición antiimperialista y ant-norteamericana, este hecho en la primera intervención militar de los Estados Unidos, en 1916, no escapando a la realidad de ver los espectáculos deprimentes de cómo se mancillaba el honor de la Nación,
El mismo año que triunfa la revolución bolchevique destronando el poder Zarista en Rusia, 1917, nace la sexta miembro de la familia Bosch Gaviño. Pero el familia sufre la pérdida de dos de sus miembros, Francisco y Ana Leticia, mueren en 1922 de nueve y cinco años, un rudo golpe para esta familia ambos esposos sufrieron una fuerte depresión
A muy temprana edad, tuvo que enfrentarse al duro trabajo al igual que su padre, que resaltar la muy precarias condiciones económicas que estaba padeciendo la familia cuando regresaron desde Haití, lo que le obligo a ir a residir a la comunidad de Río Verde- La Vega. Es aquí, donde se acrisola su formación social, teniendo de la mano a su abuelo paterno Juan Gaviño, un persona de una vasta cultura y finos modales, le narraba cuantos, naciendo en él esa vocación de incursionar en el difícil e ingenioso sector de la literatura el de producir cuentos.
Rio Verde, y el Pino, en estos dos lugares de la zona rural del municipio de la Concepción de La Vega, es donde adquieres las experiencias y vivencias, como herramientas para la formación de su estilo literario, donde además le permite desarrollar habilidades inherentes al niños de campo. El estilo literario fue alimentado con las escenas que él vivió y de aquellos episodios de los tiempos de las revoluciones que le contaron sus progenitores.
La comunidad del Pino en ese entonces era el paso natural hacia la ciudad de La Vega, por donde se desplazaban los tumba gobiernos, guerrilleros y forajidos que venían desde Santo Domingo o de los predios de Bonao. En la modesta vecindad campesina, era una comuna, casi todos eran fraternos amigos y muchos de ellos compadres y comadres
De vuelta a la ciudad después de un recorrido por Cabo Haitiano-Haití, pasan a Río Verde, y de ahí al Pino, y finalmente retornan a la ciudad de La Vega, la ciudad con su compleja estructura social y cultural sirve de plataforma y para que él capte un panorama lejos de lo rural en un ambiente pueblerino, donde comienza una nueva etapa de su vida. La familia Bosch-Gaviño, llega colmado de nuevas perspectivas, ubicándose en una casa en la calle Benito Monción núm. 8, siendo la quinta casa en la que ha vivido junto a su familia, en busca de un mejor estilo de vida, agobiado por las limitaciones de la época y la realidad sociopolítica imperante en los albores del siglo XX.
El nuevo vecindario produjo en él un nuevo estilo de vida, había fraternidad entre los moradores de Villa Carolina. Los Bosch-Gaviño, sus ropas era concesionadas por una gran costurera Doña Noé Lora Vda. Lora, este cambio produce en Juan Bosch y sus hermanos y hermanas, un cambio muy significativo en el ambiente, sus nuevos amigos y amigas son los hijos e hijas de personalidades de gran transcendencia en la vida cotidiana de esta ciudad en esos años.,
Hay una familia del Hernando- de La Mota, la cual vivía ( y viven en la actualidad) en una residencia de mampostería y madera de techo de zinc, con una extensa galería ubicada en la calle Padre Adolfo núm. 69, en cuyo patio Juan paso muchos días felices rebosado de ingenuas mocedades junto a los Hno. Hernando-de La Mota, Celestino, Judith, Altagracia y Violeta.
Otros amigos de la infancia de Juan Bosch, que Vivian en el vecindario fueron; Domingo, Silvestre (Ática), Casimiro, Judith, Ana Luisa, Mariana e Inés De La Mota-De Moya, sus primos los Hnos. Calventi-Gaviño: Arturo, Vinicio, Argentina, Gladys y Rafael, vivían en la calle Padre Adolfo núm. 40.Juan Bosch, conoció las principales ciudades y campos del país, tras una ardua tarea laboral, acompañando a su padre en una camioneta Chevrolet, en la compra de pollos y huevos y otros frutos, lugares como Jaibón, Hatillo Palma, en la zona fronteriza,
Juan, era un niño espigado, erguido, rubio, de ojos azules, con una gran agilidad en el cuerpo, usaba como todo lo de su edad en esa época pantalones suspendido de breteles, le gustaba jugar en el patio de la casa de la familia Hernando- De La Mota, en cuyo hogar se quedaba tarde de la noche leyendo ,
Sobre su educación en él hay que conjugar dos dimensiones formativas, su autoeducación considerada como la más importante y la otra la abnegada labor de sus maestro en la escuela, como la poca regularidad con que asistía a la escuela. En él se fusiona la expresión del genio autodidacta, la curiosidad científica, la observación, el análisis profundo de los fenómenos que eran comunes en los diferentes medios ambientales en el cual se desarrollo, estos daba como resultado conclusiones sustantivas y llenas de créditos de veracidad.




 Tuvo una rápida transformación hacia la adolescencia posesionado de ideas y principios, que lo convierten en un ser privilegiado en su época con una visión que trasciende los límites de la normalidad en un adolecente
Fue alumno en sus niñez del Padre Fantino, en Colegio San Sebastián, duro unos cincos años, luego pasa a la escuela de Varones, bajo la dirección de Don Luis Desradel, siendo Samuel Mendoza y Moya el primer amigo que tuvo en esta escuela cursando ambos la escuela normal. Otro de los grandes amigos que tuvo Juan Bosch fue Silvestre Mario Sánchez Guzmán.



 Mario Sánchez, el  gran amigo de Bosch, 

Llegada de los conquistadores a la Isla de Quisqueya, en 1492

Llegada de los conquistadores a la Isla de Quisqueya, en 1492

Fuente consultada. La Era de Trujillo, 25 años de Historia Dominicana, por J, Marino Inchaustegui, Tomo I, Núm. 13, Impresora Dominicana, 1955, Pág. 30-36

Las capitulaciones concluidas entre los Reyes Católicos y Colón, el 17 de enero de 1992, hicieron posible la expedición que el 3 de agosto del mismo año zarpara de Palos, enfilando el océano con tres carabelas rumbo al Oeste, en busca de la vía más corta y más segura para llegar a las ricas tierras de Indias. Iniciándose así la más asombrosa empresa cuyo recuerdo guarda la historia; el descubrimiento, la conquista y la colonización de América, el Nuevo Mundo,

Lo que hoy constituye una de las cinco divisiones del planeta tierra, porción donde predominan todas las condiciones climatéricas del Universo, desde los fríos intensos hasta los extenuantes calores tropicales, en extensísimos territorios habitados por hombres que Vivian los más diversos grados de cultura,

En ese misterioso Mar de las Indias, el Mar Tenebroso, cubierto de leyendas y tradiciones, en pos de cuya orilla iba Colón, se ocultaba una isla nuestra isla, cuyo destino ondulante arrancaría desde el mismo año de 1492

El 12 de octubre del 1492, se produjo el descubrimiento de la isla de San Salvador, (Watlings Sland), el 27 de octubre a Juana (Cuba). El 5 de diciembre, el Almirante divisa en la lontananza la costa de la isla que los indios llamaban “ bohío”, donde desembarco al día siguiente, el 6 de diciembre de ese año de 1492. en un lugar próximo al promontorio que bautizó primero con el nombre de María y seguido cambio el nombre por el de puerto de San Nicolás, pues era el día de San Nicolás de Bari ( hoy llamado Mole de St. Nicolás,

Desde ese momento el destino había unido a dos a Cristóbal Colon y la Isla de la Española, como luego le llama, habrían de ir siempre junto por los sederos de la historia.

Las carabelas. Eran tres navíos: La Santa María, La Pinta Y La Niña, es el mismo orden en que generalmente se le nombra. En la Santa Maria iba Colón, aún cuando no le gustaba mucho, tenia razón pues encallo en La Española, y su dueño, Juan de la Cosa ( este no es el Juan de la Cosa, el cartógrafo que vino en el segundo viaje, este propietario de la Nao, Santa Maria, falleció en España el 25 de agosto de 1496).

La Pinta estaba confiada al mando de Martín Alonso Pinzón y luego de retornar a España nada más se supo de ella.

La pinta fue puesta bajo el mando de Vicente Yáñez Pinzón. Vino en el primer y segundo viaje, fue capitaneada en la exploración de cuba, se salvó del huracán de 1495, retornado al año siguiente a España con Colón y otros cien pasajeros. En su viaje de Cáliz a Roma fue capturada por piratas, luego recapturada por su patrón y tripulantes y pudo hacer el tercer viaje como avanzada de Colón en 1498. En 1500 estaba en Santo Domingo y en 1501 negociada a la costa de las Perlas.

La tripulación, un total de noventa personas eran los tripulantes de las tres carabelas, del modo siguientes; Santa María, 39, La Pinta, 26 y La Niña 22, tres de los tripulantes no identificados por sus nombres.

Los nombres de los 39 de la Santa María-
Cristóbal Colón, Capitán;
Juan de la Cosa, Maestre y dueño;
Peralonzo Niño, piloto;
Diego de Arana, alguacil de la flota;
Pedro Gutiérrez, repostero de los estrados del Rey;
Rodrigo Sánchez de Segovia, contador;
Luís de Torrea, interprete;
Maestre Juan Sánchez, físico o cirujano;
Chachu, Contramaestre;
Domingo de Lequitio, segundo contramaestre;
Antonio de Guéller, carpintero;
Domingo Vizcaíno, marinero y tonelero;
López, marinero y calafate;
Juan de Medina; marinero y sastre;
Diego Pérez, marino pintor;
Bartolomé Bive, marinero,
Alonso Clavijo, marinero;
Gonzalo Franco, marineo;
Juan Martínez de Acoque, marinero,
También; Juan de Mogue, marinero;
Juan de la Placa, Marinero;
Juan Ruiz de la Peña, marinero;
Bartolomé de la Torres, marinero;
Juan de Xeres, marinero;
Pedro Yzquierdo de Lepe, marinero;
Cristóbal Caro, platero y grumete;
Diego de Bermúdez, grumete,.
Alonso Chocerfo, grumete,
Rodrigo Gallego, grumete;
Así como: Diego Leal, grumete;
Pedro de Lepe, grumete;
Jácome el Rico,(genovés), grumete;
Martín de Urtubia, grumete;
Juan, grumete;
Pedro de Terreros, camarero del Capitán:
Pedro de Salcedo, paje del Capitán.

Nombre de los tripulantes de la Pinta:
Martin Alonso Pinzón, capitán;
Cristóbal Quintero, dueño, con rango de marinero;
Francisco Martín Pinzón, maestre;
Cristóbal García Sarmiento, piloto;
Juan Reynal, alguacil;
Maestre Diego, físico (cirujano o boticario;
García Fernández, camarero;
Juan Quintero de Algruta, contramaestre,
Antón Calabrés, marinero;
Francisco García Vallejo, marinero;
Álvaro Pérez, marinero;
Gil o Gutiérrez Pérez, marinero;
Diego Martín Pinzón, marinero;
Sancho de Rama, marinero;
Gómez Rascón, marinero;
Juan Rodríguez Bermejo (o Rodrigo de Triana,), marinero
Juan Vecano, marinero
Juan Verde de Triana, marinero
Pedro de Arcos. Grumete
Juan Arias, grumete
Fernando Medel, grumete
Francisco Medel, grumete
Alonso de Polos, grumete+
Pedro Tegero, grumete
Bernal, grumete y sirviente del capitán

Nombres de los tripulantes de la Niña
Vicente Yáñez Pinzón, capitán
Juan Niño, maestre y dueño
Sancho Ruiz de Gama, piloto
Maestre Alonso, físico (cirujano)
Diego Lorenzo, alguacil
Bartolomé García, contramaestre
Alonso de Morales, carpintero
Juan Arráez, marinero
Pedro Arráez, marinero
Rui García, marinero
Rodrigo Monge, marinero
Bartolomé Roldán, marinero
Juan Romero, marinero
Pedro Sánchez de Montilla, marinero
Pedro de Villa, marinero
García Alonso, grumete
Francisco de Huelva, grumete
Francisco Niño, grumete
Fernando de Triana, grumete
Miguel de Soria, grumete y sirviente del capitán

Según, Samuel Eliot Morison, en Admiral of the Ocean Sea. A Life of Christopher Columbus, Tomos II, Little. Brown and company, Boston, 1942. Probablemente en la Santa María y en La Niña faltara el nombre de un camarero en cada una de ella. Y la Niña podría tener otro marinero;

Añadiendo el historiador que se estima que en los preparativos del primer viaje se gastaron unos 2,000.000 de maravedíes. De los tesoros de la Santa Hermandad se tomaron a préstamos y luego se pagaron. 1,400.000 maravedíes. Colón invirtió 250.000, tomado préstamo de amigos y protectores y el resto o fue avanzado por Luis de Santangel o se tomó del tesoro de Aragón. Esta suma no incluye la paga, la cual ascendía a 250,000 maravedíes por mes. Señalando además Morison, que los indios de la región occidental de la isla, recibieron a Colón con las mayores muestras de amistad, pareciendo muy mansos a los españoles. Y que el Cacique Guacanagarí, le obsequio y acogió en su territorio, quizá pensando en la posibilidad de que le ayudasen a defenderse de los belicosos indígenas del centro de la isla

Expedición de Colón al interior de la Isla. Prisión del Cacique Caonabo. Batalla del Santo Cerro.

Expedición de Colón al interior de la Isla.
Prisión del Cacique Caonabo.
Batalla del Santo Cerro.

Fuente: Historia Dominicana, por J. Marino Inchaustegui. Tomo I, Impresora Dominicana, 1955

En enero de 1494, Cristóbal Colón, desde la Isabela despachó dos expediciones al interior de la Isla, para tomar informaciones sobre lo que había tierra a dentro. Una al mando de Ginés Gorvalan, esta con rumbo al este, y la otra, bajo el comando de Alonso de Ojeda, fue al sur. Los cuales al retornar a la Isabela, con muy buenas noticias y Ojeda, mostro el oro que había recogido en las comarcas que recorrió.
Cegado por la fiebre del amarillo metal y la ambición desmedida por hacer fortuna, como es natural que suceda en todas las mentes de los aventureros y los conquistadores. Éste partió encabezando una enorme expedición tierra adentro siguiendo la ruta que marcara Ojeda, con un contingente de unos 400 hombres bien equipados y armados con caballería, de la Isabela el miércoles 12 de marzo de 1494, al son de tambores, banderas y atabales.
Ordenando abril un camino a través de una garganta entre montañas. A éste camino le llamo el “ Paso de los Hidalgos”, en honor a los españoles que con su personal esfuerzo abrieron éste que fue el primer camino construido por los blanco en el Nuevo Mundo, y penetró en el valle que bautizo “ La Vega Real”, cuya belleza asombró a todos e hizo exclamar el conquistador “ Es lo más bello que ojos humanos hayan visto”
Fundación del fuerte de Santo Tomás, la conquista del interior de la Isla, la inicia con la construcción de este fuerte, a la orilla del Río Jánico, y puso al mando a Mosén Pedro Margarit.
La Captura del Cacique CaonaboPoca antes del 24 de febrero de 1495, , Colón despachó a Ojeda para que con nueve hombres de escolta fuera a la Maguana, a invitar al cacique Caonabo a que viniera a verle a La Isabela, para tratar de concertar la paz entre los indios y los españoles y, se presentaba oportunidad propicia realizar su captura.
Unos diez meses antes Colón había dado instrucciones al aragonés Mosén Margarit, para que entregara a Ojeda el mando de la fortaleza Santo Tomás y fuera a recorrer las provincias españolas mostrando las tropas a los indios para darle a conocer su poderío y le instruyó detalladamente, para que con nueve o diez hombres de escolta, encabezados por un tal Contreras, quienes habían adelantarse a establecer relaciones amistosas con los aborígenes, visitara a Caonabo, llevándole algunos regalos e invitándole para venir a verle La Isabela.
De acuerdo con los documentos y escritos de esos tiempos los sucesos se desarrollaron en orden cronológico siguiente: el 9 de abril de 1494 Colón dio a Margarit las instrucciones para la captura de Caonabo; el 24 del mismo mes zarpó en el viaje de exploración a Juana (Cuba), retornando el 29 de septiembre de ese mismo año, cinco meses y cinco días después de su salida ( en cuyo lapso se rebelaron Mar Margarit y Buil y se fueron a España), luego estuvo enfermo unos cincos meses en la Isabela, hasta los fines de enero de 1495, cuando Ojeda ejecutó el plan, del cual se había encargado Margarit, más de 10 meses antes, pero sin resultado.
Ojeda fue recibido por el cacique, quien estaba maravillado con las noticias que los indios le habían transmitido sobre “la campana que habla” (esto no era más que “cuando los españoles acudían a la Iglesia tañía (tocaba) la campana en La Isabela, los indios decían que el tañido ( repique) del broce era “ el habla” de la campana pues los cristianos entendían que era una llamada para asistir a los servicios religiosos” que los españoles tenían en La Isabela.
Frente al cacique, Ojeda se arrodilló y le besé la mano en señal de respeto e hizo que sus compañeros realizaran ceremonia semejante. Entonces transmitió el mensaje de Colón. Al oír Caonabo la invitación para ir a visitar al Conquistador, en tono majestuoso dijo; “Venga él acá y tráigame la campana o turey, que yo no tengo de ir allá”.
De acuerdo con el desarrollo natural del plan, fracasada la invitación para el viaje a la Isabela, Ojeda por señas y con algunas palabras que él hablara en la lengua indígena, expresó que traía para el cacique “turey de Vizcaya” que en el lenguaje de esos días, mezcla de palabras nativas y españolas, quería decir “joya venida del cielo y traída de Vizcaya, España,”´ pues los aborígenes llamaban “turey” al cielo y a los artículos brillantes como cosas o prendas de latón, joyas, y le mostró unos grillos y unas esposas muy finas y delgadas, relucientes, expresándole que eran un regalo para él, enviado por Colón y que los Reyes de Castilla, sus señores, también le ostentaban similares, como joyas de adorno, en sus bailes ( areitos, como decían los indios), pero le sugirió que para recibir el rico presente debía primero lavarse y bañarse
El cacique, con algunos de sus criados y de su gente, fue al río cercano distante una media milla de su caserío, que Las Casas llamaba Yaqui y que Colón había bautizado Río del Oro, (el Yaqué del Norte). También le acompañaban Ojeda y sus hombres. Al terminar el baño Ojeda hizo retirar un poco a los indios, pues dijo que Caonabo entraría a su pueblo como caballero, es decir, jinete, adornado con sus joyas, como lo vacían los Reyes de Castilla.
Entonces montó a su caballo e hizo poner al cacique en las ancas del mismo animal y luego le pusieron los grillos y las esposas. Ojeda hizo que su corcel diera dos o tres vueltas, mientras los indios se mantenían alejados pues temían a los caballos , habiendo creído hasta hacia poco que el bruto y el jinete eran una sola criatura fantástica, y luego todos los españoles se fueron alejando, como para volver al pueblo, pero tomaron el camino de la Isabela
Ya perdidos de vista de los aborígenes, los españoles amenazaron a Caonabo con sus espadas, como para matarle mientras otros lo ataban a Ojeda con cuerdas que para tal fin habían traído. Y seguido se lanzaron en veloz carrera, salvando montañas, ríos, serranías, y valles, sin detenerse a comer, venciendo todos los obstáculos que les oponía la tierra virgen, no descansando hasta llegar a la Isabela, donde el cacique fue mantenido en prisión en la casa del Almirante, cargados de hierros y cadenas
Esta descripción de la captura de Caonabo por Ojeda, el plan del Almirante con Mosén Pedro Margatit y Contreras, posteriormente ejecutado por Ojeda, están de acuerdo en lo esencial con la descripción que de estos sucesos hace el padre Las Casas, quien afirma que así se contaban en La Españolas en la época de su llegada, en el 1502, “seis o siete años después de esto acaecido”
Hay historiadores como Oviedo que sostienen que Caonabo fue apresado por el adelantado Bartolomé Colón; otros, como Antonio del Monte y Tejada y José Gabriel García, que Caonabo fue apresado después de la batalla de La Vega Real; Fernando Colón asevera que fue apresado en la misma batalla, con sus hijos y mujeres, opinión que sólo ha sido repetida después de Javier Angulo Guridi, por que está refutada in extenso por la descripción que hizo Las Casas. Pedro Mártir de Anglería, dice que el cacique acepto la invitación del Almirante y emprendió el viaje a la Isabela al frente de numerosa gente suya, con el plan de matar a Ojeda y sus nueves hombres, pero Ojeda lo apresó antes
Batalla de La Vega Real, erróneamente llamada del Santo CerroLos aborígenes, deseosos de libertar a Caonabo e instigados por los tres o cuatro hermanos del cacique, se reunieron en número de hasta unos 100,000 mil ( según Las Casas) y marcharon sobre La Isabela con actitud hostil, bajo el mando del cacique Maniocaotex, quien era un subalterno de Guarionex.
El Almirante decidió salir seguido a combatirlo y aún cuando había muchos enfermos, inútiles para la lucha, partió de La Isabela el 24 de marzo de 1495, al frente de 200 hombres y 20 jinetes, acompañado del aliado cacique Guacanagarí y su gente, dirigióse al Valle de La Vega Real. Dos días después se produjo el choque bélico, probablemente en la llanura de Esperanza, en territorio del cacique Guarionex.
En nuestra historia abundan confusiones en relación con esta batalla, principalmente a causa de que el historiador Antonio Del monte y Tejada, dice que los españoles se afianzaron para atacar a los indios en el Santo Cerro, en la cercanías de la ciudad de La Concepción de La Vega y que se sirvieron de esta eminencia `para diezmar a los indios, quienes trataron inútilmente de destruir la cruz plantada allí por Colón, y en cuyos brazos apareció milagrosamente la visión de Nuestra Señora de la Mercedes. Lo cual dio ánimo a los españoles para vencer a los aborígenes
Geográficamente es imposible que tal cosa sucediera así, pues Las Casas, dice que el encuentro ocurrió a dos jornadas de la Isabela. Luego el Almirante y sus hombres, quienes sólo recorrían 5 leguas por día, sólo estaban a 10 leguas de la Isabela, es decir que se produjo en la cuenca del Río Yaqué, en la banda occidental del valle, mientras que el Santo Cerro, esta en la del Rio Camú- Yuna, en la banda oriental del valle. La interrogante es ¿Podría recorrerse esa distancia a pié en dos días, por malos caminos y en territorio hostil, propicio para embocada
Colón dividió su fuerza en dos, un ala al mando del Adelantado Bartolomé Colón y otras a sus órdenes. Los españoles se apalancaron en dos cerros y atacaron a los indios por dos flancos, la infantería de ballestas, arcabuces y espadas y el auxilio de 20 perros de presa mientras los jinetes usaban lanzas
En esta acción, conocida como la batalla de La Vega Real, se produjo tan gran cantidad de muerto por parte de los indios, que ella inicia y decide a favor de los españoles la conquista militar del Cibao. Esclavizándose, además, grandes cantidades de aborígenes, apresados, algunos de ellos fueron enviado como esclavos a España en cuatro navíos al mando de Antonio de Torres.
En cuanto a la cruz del Santo Cerro, lo único que se conoce de fehaciente es lo que dice Las Casas refiriéndose a la edificación de la fortaleza de La Vega, “junto al pie del cerro grande, donde se puso la cruz que dura hasta hoy; con la cual toda esta isla tiene n gran veneración” pero no hay pruebas de que sea de níspero ni existe documento que atestigüen que fue posteriormente trasladada a la catedral de Santo Domingo.
Lo que es evidente es que la cruz nada tuvo que ver con la batalla de La Vega Real, la cual erradamente se menciona como la batalla del Santo Cerro
Recopilación

El pensamiento antropológico de Alemán

http://acento.com.do/2016/cultura/8400873-pensamiento-antropologico-aleman/

El pensamiento antropológico de Alemán

Concluida su larga formación de más de 15 años en la segunda mitad de la década de los años 1960, y con un doctorado en economía, a Alemán aún le quedaba por descubrir que la realidad siempre es mucho más rica que cualquier concepto o teoría.
Fernando Ferran - 12 de noviembre de 2016 - 7:00 pm - 1

SANTO DOMINGO, República Dominicana.-Considero que el Padre José Luis Alemán (1928-2007), como mucho antes que él santo Tomás Moro, es un hombre de su tiempo y para todos los tiempos. Esa virtud se demuestra no solamente en su obra como economista, sino muy en especial en un ámbito más desconocido de su amplia labor pedagógica; a saber, sus intuiciones críticas sobre la sociedad dominicana.
Realidades constitutivas de la historia social dominicana
Concluida su larga formación de más de 15 años en la segunda mitad de la década de los años 1960, y con un doctorado en economía, a Alemán aún le quedaba por descubrir que la realidad siempre es mucho más rica que cualquier concepto o teoría.
Ese descubrimiento lo realizó en la República Dominicana, donde residió a partir de 1966, cuando fue puesto al frente del Centro de Investigación y Acción Social de la Compañía de Jesús y, desde el año 1968 hasta su muerte en 2007, mientras se mantuvo relacionado con la otrora Universidad Católica Madre y Maestra, hoy Pontificia.
Como primera aproximación a la inconmensurable realidad que pretendía explorar, Alemán se valió de la historia y de otras disciplinas sociales para discernir el comportamiento humano y contextualizarlo.
Entresacados –textualmente– de entre cientos de sus conferencias, artículos de prensa y de seminarios, quedan estos “fulgurazos”, como diría hoy día Andrés L. Mateos, respecto a la realidad dominicana.
Patrones de comportamiento cultural heredados
  • La sociedad hatera de la época colonial y luego en la primera república da sentido original a la realidad económica dominicana y representa un benigno tipo ideal de explotación paternalista. Con su típica relación de amos/esclavos y peones, esa sociedad ilustra la “poltronería” (Sánchez Valverde) que los colonos franceses del lado occidental de la isla endilgaban en tiempos coloniales a los criollos.
  • El sistema de campesinos minifundistas, impuesto por Petion en Haití y en el este de la isla a fin de contar con tierra para repartir, encuentra su caja de resonancia en el campesinado cibaeño con su producción de tabaco negro para andullos y para exportación. Los antiguos peones del hato se beneficiaron con la asignación de minifundios y se dedicaron a la agricultura de subsistencia y no para el mercado. Sus diversiones, ritos y costumbres no podían ser controlados ni por el Estado, ni por la Iglesia Católica (moral natural, más que canónica). La solidaridad era familiar y local, no nacional.
  • La economía azucarera y las reglas de los mercados laboral y financiero comenzaron a imponerse a la autonomía y al modo de vida campesino a partir de la sexta década del siglo pasado. La economía del trueque casual y sin dinero, pero llena de artimañas y enemiga de reglas generales perdió terreno ante el avance de la propiedad privada de la tierra y la medida monetaria. Comenzó así un período de acumulación del gran capital, mientras que buena parte del campesinado devenía bracero en las fincas azucaras y, al igual que la mano de obra extranjera traída adicionalmente para labores de corte y alza de la caña de azúcar, sobreexplotado.
  • La inseguridad nacional dio pie al predominio de una ideología en contradicción con el destino nacional. Santana, Báez y otros tantos vieron en la anexión a España, Francia o los Estados Unidos, una conditio sine qua non para el progreso y la paz interna del país. Había que resguardarse de las amenazas de los gobernantes en Haití y de las rebatiñas internas en el país. Otra cosa defendieron los admiradores del campesinado cibaeño, por ejemplo Bonó. A la postre, los amigos de la modernidad y del progreso se impusieron. Aducían que, sin la incorporación de la economía a los mercados internacionales, no habría progreso y el país seguiría siendo una gran gallera repleta de una población indolente, jugadora, inculta y desnutrida, dominada por caudillos y herederos de los hateros de antaño.
  • En la práctica, chocaron dos concepciones políticas entre sí. De un lado, el gobierno civil durante la Restauración, integrado por personalidades como Benigno Filomeno Rojas, Ulises Francisco Espaillat, Pedro Francisco Bonó, Pepillo Salcedo y Gaspar Polanco que contaban con un proyecto nacional de democracia sajona y de liberalismo económico. Del otro lado, la guerra restauradora la dirigían hombres nuevos sin galas intelectuales, pero osados y a veces sanguinarios: Ulises Heraux, Florentino, Luperón. Estos no tenían un proyecto nacional, aunque sí ambiciones de poder regional.
  • El choque de ambos grupos condujo a un Estado autoritario, financieramente endeble y dependiente de préstamos propiciados entre otros por inmigrantes como Vicini, Batlle, Puente y Marchena, quienes aumentaron su riqueza mediante negocios con los gobernantes de turno.
  • Antes y después de la primera intervención estadounidense, con su control de las aduanas nacionales, los sucesivos gobiernos dominicanos se acostumbraron a otorgar beneficios tales tierras, obras públicas y empleos, a sus partidarios; y para sustentar sus respectivas bases de poder ´clientelista´, a endeudarse.
  • El poder político terminó en manos de Trujillo cuyo régimen despótico concentró en su persona el poder económico, el político, el social y el ideológico. El proclamado jefe y generalísimo no dudó en ejercer ese poder y a la fuerza, de manera cruenta, logró la eliminación de caudillos regionales y la pacificación del territorio nacional; la delimitación de la frontera terrestre de la nación; el supuesto rescate de las aduanas y la institucionalización de la moneda y de un renovado orden financiero nacional; una nueva modalidad de acumulación primitiva en función de expropiaciones de tierras y empresas industriales y agroindustriales; cierta movilidad social, particularmente en los estamentos estatales, en función de lealtades a su persona; y la conformación de un Estado político en control de su territorio, dotado de nuevos códigos legales y de un más eficiente aparato burocrático. Todo lo cual, engalanado por faraónicas obras públicas, auparon el culto a su persona hasta confundirla con el sentimiento patrio. Esa forma de institucionalizar la vida nacional no pasó de ser un fiel reflejo de la voluntad omnímoda del supuesto benefactor y dictador de la patria nueva.
Patrones de comportamiento contemporáneos
  • Tras el tiranicidio, el relevo recae en una mesa coja de tres patas en las que, debida excepción del momento de la Revolución de Abril del 65, intercambian poder político gobernantes y empresarios, con la reservada bendición de la jerarquía católica. En ese contexto,siempre según Alemán, se acabó de imponer la falta de institucionalidad en el país.
  • Se sucedieron las exoneraciones de impuestos y las facilidades crediticias, además de componendas con el Poder Ejecutivo, en beneficio de grandes empresarios. El proteccionismo industrial encarnado en la Ley 299, y la benignidad ante excesivas “indelicadezas empresariales”, favorecieron nuevas inversiones que no fomentaron el espíritu de iniciativa y la aceptación de riesgos. Los inversionistas se acostumbraron así a exigir contratos y garantías leoninas, mientras que el empresario nacional pasó a depender de garantías proteccionistas y el Estado resultó privado de ingresos indispensables para las inversiones sociales.
Pensamiento crítico
Esas afirmaciones y otras tantas constituyen una certera intuición de la realidad dominicana en la que el Padre Alemán vino a desarrollar su actividad académica. Gracias a ella, su dominio de disciplinas como la economía o la teología, por decir sólo algunas, no se agotan en sí mismas y le aseguraron una perspectiva más amplia y comprehensiva.En particular gracias a los axiomas que sustentaron su pensamiento crítico a la hora de analizar los dilemas que la sociedad dominicana enfrenta. Sobre éstos volveremos en una próxima entrega.
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Un hombre de apellido Alemán

sábado, 12 de noviembre de 2016

111 héroes y heroínas del 2 de mayo de 1808 en Madrid

111 héroes y heroínas del 2 de mayo de 1808 en Madrid

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Malasaña y su hija se baten contra los franceses en una de las calles que bajan del Parque a la de San Bernardo. Dos de mayo de 1808 | 1887 | Eugenio  Álvarez Dumont | Museo Nacional del Prado (Madrid)
Malasaña y su hija se baten contra los franceses en una de las calles que bajan del Parque a la de San Bernardo. Dos de mayo de 1808 | 1887 | Eugenio Álvarez Dumont | Museo Nacional del Prado (Madrid)
Como vimos en nuestro artículo ¿Qué pasó en Madrid el 2 de Mayo de 1808?, los verdaderos  héroes y heroínas de esa gloriosa jornada de la Historia de Madrid fueron, como siempre, los vecinos anónimos que regaron con su sangre las calles de la ciudad en los combates del 2 de mayo de 1808 y en los fusilamientos y ejecuciones de los días posteriores.
Sólo un puñado de nombres ha quedado en la memoria de los madrileños y se perpetúa en las calles y plazas de Madrid. También la Comunidad de Madrid celebra sus fiestas en este día para conmemorar aquel levantamiento popular. Igualmente, queremos recordarlos aquí y ahora, 206 años después, en Pongamos que Hablo de Madridcitando 111 de aquellos gloriosos héroes y heroínas del 2 de mayo de 1808.
Además, en el archivo adjunto que acompaña este artículo podrás ver hasta 410 nombres de aquellos héroes y heroínas madrileños que dieron su vida luchando contra la invasión francesa en los trágicos combates del 2 de mayo de 1808 de Madrid.

111 Héroes y heroínas del 2 de mayo de 1808 en Madrid

  1. Alfonso Esperanza Reluz, niño de 11 años.
  2. Alonso Pérez Blanco, enfermero del Hospital General.
  3. Amaro Francisco Otero y Méndez, mozo de pala de tahona.
  4. Ana María Gutiérrez, manola de la Ribera de Curtidores.
  5. Andrés Ovejero, peón de albañil.
  6. Antonio Álvarez Trigueros, soldado de Infantería.
  7. Antonio Escobar Fernández, pastor.
  8. Antonio Fernández Garrido, albañil.
  9. Antonio Fernández Menchirón, niño de 12 años.
  10. Antonio García, uno de los primeros muertos en la escaramuza del Palacio Real.
  11. Antonio Gómez Mosquera, muerto a pie del cañón en el Parque de Monteleón.
  12. Antonio Luque Rodríguez, soldado de Voluntarios de Estado.
  13. Baltasar Ruíz, arriero.
  14. Benita Sandoval Sánchez, manola de la Calle de la Paloma.
  15. Benito Agemide y Méndez, comerciante de lencería.
  16. Bernardino Gómez, cerrajero.
  17. Blasa Grimaldo Iglesias, herida en la primera escaramuza del Palacio Real.
  18. Cayetano Rodríguez Artia, dependiente del Marqués de Villafranca.
  19. Clara Michel y Cacervi, niña de nueve años.
  20. Clara del Rey y Calvo, heroína del Cuartel de Monteleón. Con ella murió su esposo Manuel González Blanco y 1 de sus 3 hijos (todos combatieron ese día).
  21. Cosme Miel de las Gruas, dependiente de la Real Cerería.
  22. Daniel Chorobán, cochero y francés de cuna.
  23. Dionisio Santiago Ximénez, mozo de labor en San Fernando de Henares.
  24. Domingo Braña y Calbín, mozo de tabaco de la Real Aduana de Madrid.
  25. Domingo Girón, carbonero.
  26. Domingo Rojo Martínez, soldado de Artillería.
  27. Esteban Casales Ribera, Granadero de Marina.
  28. Esteban Rodríguez Velilla, médico de los Reales Ejércitos.
  29. Esteban Santirso, sobrestante de las obras de la Real Florida.
  30. Eugenio García Rodríguez, soldado de Reales Guardias Españolas.
  31. Eugenio Rodríguez, sastre.
  32. Eusebio Alonso, cabo segundo de Artillería.
  33. Ezequiela Antonia Fayola Fernández, herida en la Puerta del Sol.
  34. Fausto Zapata y Zapata, cadete de Reales Guardias de Infantería Española.
  35. Felipe Barrio, mancebo del peluquero Martín de Larre, los 2 combatientes del Cuartel de Monteleón.
  36. Felipe García Sánchéz, soldado inválido de la 3ª Compañía del Parque de Artillería. Su hijo Pablo Policarpo García Vélez, zapatero, también murió ese trágico día.
  37. Félix Sánchez de la Hoz, jornalero.
  38. Fernando González de Pereda, cirujano.
  39. Francisca Olivares Muñoz, madre de 7 hijos y una de las heroínas del Parque de Artillería.
  40. Francisca Pérez de Parraga, manola de Lavapiés.
  41. Francisco Balseyro María, jornalero.
  42. Francisco Calderón, mendigo.
  43. Francisco Gallego Dávila, capellán del Real Monasterio de la Encarnación.
  44. Francisco García, molendero de chocolate.
  45. Francisco López Silva, oficial vidriero.
  46. Francisco Parra Balduque, jornalero.
  47. Francisco Pico Fernández, preso de la Cárcel de Corte de la Puerta del Sol.
  48. Francisco Sánchez Rodríguez, oficial cerrajero.
  49. Francisco Teresa, soldado licenciado de la Guerra del Rosellón y sirviente en el mesón nuevo de la Calle de Segovia.
  50. Hilario Galigagny y Mori, italiano de  Módena, soldado inválido de la 3ª Compañía del Parque de Artillería.
  51. Jacinto Ruiz y Mendoza, teniente de Voluntarios del Estado.
  52. Joaquín Rodríguez Ocaña, peón de albañil.
  53. José del Cerro, niño de 10 años.
  54. José Fernández Viña, cocinero.
  55. José García Rodríguez, aguador.
  56. José González Sánchez, soldado de la 1ª Compañía del Parque de Artillería.
  57. José Mamerto Amador y Álvarez de la Puerta, niño de 11 años.
  58. José Meléndez Monteño, manolo de la Calle de la Paloma.
  59. José Rodríguez, dueño de la botillería de la Carrera de San Jerónimo.
  60. Juan Antonio Cebrián y Ruiz, Granadero de Marina.
  61. Juan Bautista Coronel, músico.
  62. Juan José García Somano, cartero del Oficio General de Madrid.
  63. Juan Vázquez y Afán de Ribera, de 12 años, cadete del Regimiento de Voluntarios de Estado.
  64. Juana García, una de las heroínas del Cuartel de Monteleón.
  65. Julián Domínguez, oficial de sastre.
  66. Julián Tejedor de la Torre, artífice platero con tienda abierta en la Calle de Atocha. Se batió heroícamente con su vecino Lorenzo Domínguez, guarnicionero con tienda en la Plazuela de Matute.
  67. Lorenzo Leleka, natural de Polonia, soldado de Reales Guardias Valonas.
  68. Luis Daoíz y Torres, capitán de Artillería, al mando de la defensa del Parque de Monteleón.
  69. Manuel Álvarez, carretero de la provisión del pan.
  70. Manuel Ambas, jornalero.
  71. Manuel Díaz Colmenar, alfarero.
  72. Manuel Núñez y Gascón, niño de 12 años.
  73. Manuel Simancas, librero.
  74. Manuel Ruiz Gárica, soldado de Caballería del Regimiento de Dragones de Lusitania.
  75. Manuela Aramayona y Ceide, niña de 12 años.
  76. Manuela Malasaña y Oñoro, bordadora de 15 años.
  77. María de la Cruz Garay, manola de la Puerta de Toledo.
  78. María Manuela de Amandarro, natural del Perú.
  79. María Marcos Martínmanola de la Puerta de Toledo.
  80. Mariano Córdova, natural de Perú, presidiario de la Cárcel del viejo Puente de Toledo.
  81. Martín de Larrea, maestro barbero.
  82. Mateo González y Menéndez Quinónez, llegado de Colmenar de la Oreja para combatir a los franceses.
  83. Matías López de Uceda, cabrero.
  84. Matías Rodríguez Fernández, farolero del Real Palacio, uno de los heridos en la primera refriega.
  85. Matías Schesler, soldado del Regimiento Suizo de Preux.
  86. Miguel Castañedo y Antelo, oficial de albañil.
  87. Miguel Iñigo y Vallejo, comerciante.
  88. Nicolás Galet y Sarmiento, brigadier de los Reales Ejércitos y Gobernador del Campo y Resguardo de la Corte.
  89. Nicolás del Olmo García, yesero.
  90. Pablo Monsák, natural de Hungría, soldado de Reales Guardias Valonas.
  91. Pedro Fernández Álvarez, agente de negocios.
  92. Pedro Gabriel Chaponier y Peraet, natural de Suiza, grabador.
  93. Pedro García del Riego, cochero
  94. Pedro Linares, conductor de Correos.
  95. Pedro Sessé y Mazal, maestro compositor de música.
  96. Pedro del Valle Prieto, tahonero.
  97. Pedro Velarde de Santillán, capitán de Artillería, oficial organizador de la defensa del Parque de Artillería.
  98. Ramón Iglesias, jornalero.
  99. Ramón Huerto, mozo de cuerda.
  100. Ramona García Sánchez, una de las más animosas heroínas del Cuartel de Monteleón.
  101. Rita Díaz Martín, recibió un tiro de pistola en la Calle de Jacometrezo.
  102. Rosa Ramírez Santos, una de las heridas en la primera escaramuza del Palacio Real.
  103. Santos García Toca, zapatero.
  104. Tomás Castillón, mozo de librea, muerto de un balazo en la primera refriega del Palacio Real.
  105. Tomás Rivas de Soto, empleado en la Real Casa de Campo.

  106. Valentín Oñate y Aparicio, sobrino del corredor de cambios Eugenio Aparicio y con él sacrificado por los Mamelucos en la Puerta del Sol.
  107. Vicente Gómez Pastrana, cajista de imprenta.
  108. Vicente Pérez del Valle, ayudante en el Hospital General de Madrid.
  109. Vicente Ximénez, profesor en la ciencia de la Filosofía y Matemática de la destreza de las armas; salió al combate en unión de su maestro y primo Pedro Jiménez de Haro.
  110. Víctor Modesto Morales Martín, sargento segundo de Inválidos y antes de Dragones de María Luisa.

111 héroes y heroínas del 2 de mayo de 1808 en Madrid

¿Qué pasó en Madrid el 2 de Mayo de 1808?

¿Qué pasó en Madrid el 2 de Mayo de 1808?

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Levantamiento del 2 de mayo de 1808 en la Puerta del Sol de Madrid
Levantamiento del 2 de mayo de 1808 en la Puerta del Sol de Madrid
Todos los españoles hemos estudiado en la asignatura de Historia el levantamiento del pueblo madrileño el 2 de mayo de 1808 y la Guerra de la Independencia que siguió y que se prolongó hasta 1814.
Pero… ¿Qué pasó en Madrid en realidad ese lunes 2 de mayo de 1808? ¿Por qué sólo el pueblo y unos pocos oficiales de rango inferior se levantaron contra las tropas francesas desplegadas en Madrid? ¿Dónde estaban los reyes, los ministros, los generales? ¿Quién gobernaba en España? ¿Quién fue el verdadero autor del Bando de los Alcaldes de Móstoles? ¿Por qué se conoce como Guerra de la Independencia si no eramos colonia ni eramos dependientes de ninguna nación?

Los 2 reyes de España presos en Francia

En primer lugar hay que destacar la caótica situación de la nación después del Motín de Aranjuez, impulsado con éxito por los partidarios de Fernando VII para derrocar a su padre Carlos IV y ponerle a él en el trono de España. Fernando VII es seguramente el peor rey que ha tenido este país y su padre uno de los peores. Ambos eran absolutistas acérrimos y consideraban España y todas sus posesiones en Ultramar como una propiedad particular con la que podían mangonear a su antojo y conveniencia.
Los 2 reyes, padre e hijo, Carlos IV y Fernando VII habían ido por su propia voluntad hasta Bayona, al otro lado del Bidasoa, en territorio francés y ese 2 de mayo de 1808 ya eran prisioneros de Napoleón Bonaparte. Además allí estaban también la mayoría de los diputados a Cortes.
Carlos IV, cegado por el odio hacia su hijo y usurpador, abdicó a favor de Napoleón Bonaparte ese mismo 2 de mayo de 1808: “Artículo 1º. El rey Carlos… ha resuelto ceder como cede por el presente a S. M. el emperador Napoleón todos sus derechos al trono de España e Indias.” Fernando VII renunciará a la corona mediante una breve carta a su padre, fechada el 6 de mayo de 1808. Posteriormente, el 12 de mayo de 1808, tanto él como sus hermanos, los infantes don Carlos y don Antonio, renuncian a sus derechos en Burdeos “absolviendo a los españoles de sus obligaciones”.

Una Junta de Gobierno que no gobierna

Mientras, España estaba gobernada por una Junta Suprema de Gobierno, presidida por el Infante don Antonio y formada por 4 ministros del último gabinete fernandino, que sólo ha recibido unas instrucciones verbales que le exigían “la buena armonía con el general que mandaba las tropas”, refiriéndose al Mariscal y Gran Almirante del Imperio Joachim Napoleón Murat, cuñado del emperador, Duque de Berg y Rey de Nápoles entre 1808 y 1815.
La Junta Suprema de Gobierno desde su constitución intentó negociar con Murat sin que el francés hiciera ninguna concesión. La noche del 1 al 2 de mayo de 1808 se planteó la posibilidad de la declaración de guerra pero la moción fue rechazada. Sin embargo, temiendo su destitución y posible arresto, designó una nueva junta clandestina. Y eso fue todo.

El alzamiento del pueblo madrileño contra los franceses

A primeras horas de la mañana del lunes 2 de mayo de 1808, la infanta María Luisa de Borbón, reina de Etruria, y el infante Francisco de Paula de Borbón, últimos miembros de la familia real, junto con el infante don Antonio de Borbón, que quedaban en Madrid, suben a los carruajes que les van a conducir a Bayona por orden de Napoleón Bonaparte.
Una pequeña multitud se agolpa ante el Palacio Real. La reina de Etruria ya ha partido. El infante Francisco de Paula sube al último carruaje. José Blas Molina Soriano, maestro cerrajero, comienza a dar gritos de “¡traición, traición!”.  El medio centenar de vecinos que se hallaban allí penetra en palacio y llega hasta el infante que se asoma a la ventana para agitar más las turbias aguas de los indignados madrileños.
Murat manda a Lagrange, uno de sus edecanes, que es asaltado y apresado por la multitud al grito de “que nos los llevan”. Lagrange es liberado por un oficial de las Reales Guardias Valonas y ambos tienen que ser rescatados por un batallón de Granaderos de la Guardia que abrió fuego con 3 piezas de artillería y causó los primeros muertos y heridos del 2 de mayo de 1808.
La noticia corrió por todo Madrid y se desató una violenta y espontánea reacción del pueblo contra los franceses, hasta entonces aliados y desde ese día invasores. Al grito de “mueran los franceses” los vecinos de Madrid atacaron a cuanto francés encontró por la calle, salvando muchos sus vidas por los rasgos de generosidad de algunos vecinos que les guardaron en sus casas.
En un primer momento dueños de la calle, los madrileños se organizaron en pequeñas partidas a cuyo mando había ciudadanos de toda condición, desde académicos hasta sacerdotes. Al intentar tomar las puertas de la ciudad para impedir la entrada de las tropas imperiales se trabaron las primeras escaramuzas de envergadura pues ya estaban tomadas por los franceses. Cuando tomaron alguna se hicieron fuertes en su defensa, como en la Puerta de Toledo donde las manolas de Lavapiés se mantuvieron firmes y resistieron varias cargas de los coraceros galos.

El contraataque francés y la defensa de la Puerta del Sol

La respuesta de Murat no se hizo esperar y cerca de 30.000 franceses avanzaron hacía Madrid desde sus acuartelamientos en los alrededores de la ciudad hasta la Puerta del Sol. Desde El Retiro llegaron 3.000 jinetes por la Calle de Alcalá y la Carrera de San Jerónimo. Desde la Casa de Campo llegaron 4.000 infantes por la Calle de Segovia. Desde los Carabancheles llegaron 2.000 coraceros por la Calle de Toledo después de pasar sobre los cadáveres de las manolas. Desde El Pardo y Puerta de Hierro entraron 4.000 infantes a través de la Puerta de San Vicente. Del convento de San Bernardino avanzaron en 2 columnas otros 6.000 soldados imperiales… Y el ejército español encerrado en sus cuarteles y cumpliendo la orden de no intervenir dictada por el capitán general Francisco Javier Negrete.
La Puerta del Sol y sus alrededores se convirtieron en escenario de los terribles combates que se sucedieron a lo largo de la mañana y que magistralmente retrató Francisco de Goya. El mejor ejército de la época, encuadrado en sus unidades, al mando de sus oficiales y bien armado y pertrechado, se enfrentó a los madrileños y madrileñas, desprovistos de armas, pertrechados con lo que tenían a mano, sin oficiales experimentados y sólo impulsados por una indignación exultante. ¡Dios, qué buen vasallo si hubiese buen señor!

Los héroes sublevados del Parque de Monteleón

En este glorioso y recordado 2 de mayo de 1808, sólo los artilleros del Parque de Monteleón se levantaron contra el invasor y se unieron a la lucha de la población civil contra los franceses. Dos capitanes de artillería, Luis Daoíz y Pedro Velarde, tras hacerse con el cuartel y desarmar a la pequeña guarnición francesa allí instalada, abrieron las puertas del Cuartel de Artillería a los madrileños y madrileñas que llegaban en busca de armas tras los sangrientos combates de la Puerta del Sol. A ellos se unieron el teniente de infantería Jacinto Ruiz, los alféreces de fragata Juan Van Halen y José Hezeta, y otros oficiales de menor graduación.
Daoíz, que había asumido el mando como capitán más antiguo, ordenó abrir las puertas y entregar las armas a los madrileños. Velarde se encargó de organizar de algún modo a aquellos vecinos que ejercían de héroes. También se emplazaron y dispusieron las 5 piezas de artillería con las que contaban para repeler a las columnas francesas: 2 cañones fueron emplazados hacia la Calle de San Bernardo, otros 2 hacia la Calle de Fuencarral, y 1 hacia la Calle Nueva de San Pedro.
A primeras horas de la tarde los invasores franceses rompían la resistencia y entraban en el cuartel, acabando prácticamente con la resistencia madrileña que ya sólo se prolongaba en pequeños grupos que callejeaban hostigando a los franceses que esa misma noche comenzaron con las cruentas represalias contra la población civil.

El Bando de los Alcaldes de Móstoles o la falsa declaración de guerra

El conocido Bando de los Alcaldes de Móstoles, que presume de ser una declaración de guerra, fue en realidad redactado por Juan Pérez de Villamil, que nacido en la baja nobleza asturiana, ejerció de abogado en diferentes cargos, fue miembro supernumerario de la Real Academia de la Historia y honorífico de la Real Academia Española y de la Real Academia de Bellas Artes, fiscal togado del Consejo Supremo de Guerra y, desde 1807, Auditor General y secretario del Consejo del Almirantazgo, aunque éste último cargo no lo llegó a ejercer nunca.  
En la noche del 1 al 2 de mayo de 1808, Pérez de Villamil fue nombrado, junto con otros 2 juristas y 3 tenientes generales, miembro de la junta clandestina de sustitución, organizada por la Junta Suprema de Gobierno para reemplazarla en caso de que fuese suprimida por los franceses. Conocedor por sus cargos de las intenciones de Murat, salió de Madrid el fin de semana y se retiró a su finca de Móstoles.
El 2 de mayo de 1808, conoció los sucesos de la capital y redactó un aviso, instando a las autoridades de otros pueblos y regiones a auxiliar a Madrid con tropas y voluntarios civiles. Como buen jurista que era, lo emitió en forma de oficio con las firmas de los dos alcaldes ordinarios de MóstolesAndrés Torrejón y Simón Hernández. Nació así el Bando de los Alcaldes de Móstoles.

¿Sabías que el Motín de Esquilache tuvo lugar durante una Semana Santa?

¿Sabías que el Motín de Esquilache tuvo lugar durante una Semana Santa?

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'Carlos III comiendo ante su corte' | Luis Paret | 1775 | Fuente: Wikimedia
‘Carlos III comiendo ante su corte’ | Luis Paret | 1775 | Fuente: Wikimedia
 http://www.pongamosquehablodemadrid.com/2015/03/29/sabias-que-el-motin-de-esquilache-tuvo-lugar-durante-una-semana-santa/
Aunque se tiene al ‘Motín de Esquilache’  como una revuelta popular del pueblo madrileño contra el decreto real que recortaba capas y sombreros, en realidad fue una revuelta social, con reivindicaciones económicas y políticas, consecuencia de la subida de los artículos de primera necesidad como el pan, el aceite, el carbón y la carne seca, originada, entre otras razones, por la liberalización del comercio del grano en 1765. Mientras, el rey Carlos III y sus ministros italianos vivían en el lujo y el despilfarro a la vista de todos.
El pan, elemento fundamental en la dieta de las clases populares de aquel entonces, había duplicado su precio en 5 años, pasando de 7 cuartos la libra -460 gramos- en 1761 a 12 cuartos en 1766 y a 14 cuartos en los días previos al ‘Motín de Esquilache’. El jornal diario, que era de entre 2 y 8 reales (8 cuartos y medio), según los distintos oficios y categorías, apenas alcanzaba en los más bajos para comprar 1 libra de pan. Era una situación que recordaba las hambrunas del siglo XVII que trajeron las protestas contra Juan José de Austria en 1677,  «¿A qué vino el señor don Juan? A bajar el caballo y subir el pan» o el ‘Motín de los Gatos’ en 1699 contra el Conde de Oropesa.
Madrileño del siglo XVIII con capa larga y sombrero de ala ancha
Madrileño del siglo XVIII con capa larga y sombrero de ala ancha
El prólogo del ‘Motín de Esquilache’
El decreto real que pretendía erradicar la capa larga y sustituir el sombrero de ala ancha o chambergo por el sombrero de 3 picos, con el argumento de que el embozo permitía el anonimato y la facilidad de esconder armas por lo que fomentaba toda clase de delitos y desórdenes, era en realidad una vieja prohibición que venía renovándose mediante bandos y reales órdenes desde 1716 por su reiterado incumplimiento.
En un primer momento, estas medidas relativas a la vestimenta sólo se aplicaron al personal de la Casa Real, que, ante la amenaza de arresto y despido, acataron en bloque la orden. Después Leopoldo de Gregorio, marqués de Squilacce, las hizo extensivas a toda la población y el lunes 10 de marzo de 1766 aparecieron en Madrid carteles prohibiendo el uso de estas prendas. La reacción popular fue sustituir los bandos por pasquines vejatorios contra el italiano, cuya redacción culta no podía atribuirse al vulgo iletrado, lo que hace suponer que tras la revuelta popular se encontraban miembros de la nobleza, como pasará posteriormente en el ‘Motín de Aranjuez’ de 1808.
Esquilache, lejos de amedrentarse, recurrió al ejército para que los soldados ayudasen a las autoridades municipales en el cumplimiento del edicto, y entonces creció el descontento con la imposición de las primeras multas, dándose algunos pequeños conatos violentos cuando los alguaciles acortaban capas y sombreros en plena calle y a veces trataban de cobrar las multas en su propio beneficio.
Y así llegamos a la Semana Santa de 1766 que vio incendiarse las calles de Madrid con el ‘Motín de Esquilache’, en alusión al principal de los ministros italianos que se había traído de Nápoles el rey Carlos III de España, que antes fue rey de Nápoles y Sicilia (1734-1759), como Carlos VII, y duque de Parma, Plasencia y Toscana (1731-1735), como Carlos I.
Domingo de Ramos | 23 de marzo de 1766
'Motín de Esquilache' (1766) | Grabado siglo XIX | Fuente: Wikimedia
‘Motín de Esquilache’ (1766) | Grabado siglo XIX | Fuente: Wikimedia
Cuenta la historia popular que el ‘Motín de Esquilache’ comenzó en Lavapiés cuando un embozado barbero de ese castizo barrio madrileño intentó atravesar el Portillo de Antón Martin y fue requerido por los alguaciles para proceder allí mismo al recorte de capa y sombrero. El barbero de Lavapiés se negó rotundamente a ello, sacó su navaja y pidió ayuda a gritos, logrando que un nutrido grupo de manolos, que ‘por casualidad’ se encontraba a la vuelta de la esquina, pusieran en fuga a los alguaciles municipales.
La revuelta se extendió, al grito de «¡Viva el Rey! ¡Viva España! ¡Muera Esquilache!», Calle de Atocha arriba, hasta la Plazuela del Ángel, la Puerta del Sol, la Plaza de Herradores y la Plaza Mayor. En el camino iban destrozando los ‘esquilaches’ o farolas instaladas por el ministro de Hacienda desde 1765 en las principales calles de Madrid en número cercano a 5.000 y que constituían el primer alumbrado público madrileño.
La marea popular de los amotinados, cada vez en mayor número, se dirigio primero a la Casa de las 7 Chimeneas, residencia del marqués de Esquilache, acuchillando allí a uno de sus criados, que intentó impedirles la entrada. El napolitano marqués había puesto tierra de por medio y se refugió en San Fernando de Henares, mientras su esposa se refugiaba con sus hijas, y las joyas de la familia, en el Colegio de las Niñas de Leganés, desaparecido al construirla Gran Vía. Al no encontrar a nadie en quien descargar su furia, echaron algunos muebles por la ventana y saquearon la considerable despensa.
Enardecidos de orgullo castizo, de allí se fueron a las residencias de otros 2 ministros italianos: Jerónimo Grimaldi y Francesco Sabatini. Aunque con el mismo resultado, porque también se habían puesto a salvo. El Domingo de Ramos de 1766 terminó con la quema de un retrato de Leopoldo de Gregorio, marqués de Esquilache, en la Plaza Mayor de Madrid.
Lunes Santo | 24 de marzo de 1766
'Motín de Esquilache' | Atribuido a Francisco de Goya | Circa 1767 | Colección privada - París | Fuente; Wikimedia
‘Motín de Esquilache’ | Atribuido a Francisco de Goya | Circa 1767 | Colección privada – París | Fuente; Wikimedia
Cuando se pensaba que los tumultos se habían aplacado con la quema del retrato la noche anterior, se corrió la noticia de que el marqués de Esquilache se hallaba con Carlos III en el Palacio Real, y una gran multitud, entre la que se encontraban también mujeres y niños, se fue congregando a sus puertas en el Arco de la Armería, protegido por la Guardia Española y la Guardia Valona, formada en su mayor parte por soldados extranjeros. Ante los gritos de la multitud, la primera se mantuvo en actitud defensiva, pero la segunda abrió fuego contra los manifestantes y mató a una mujer.
Con esta muerte, la revuelta se enardeció, hubo nuevas víctimas, incluidos 10 guardias valones,  y la sangre corrió por las calles cercanas. Tras la misteriosa aparición de un fraile franciscano, ‘Fray Yecla’, los ánimos se apaciguaron en parte y el propio fraile llevo una carta de 8 puntos con las peticiones populares: “fuera Esquilache, fuera guardias valones… y que baje el pan”. La lista incluía amenazas muy graves y acababa con una advertencia: «de no hacerlo así arderá Madrid entero». Aunque a regañadientes, el rey Carlos III accedió a las peticiones populares para evitar males mayores. Resignado y sin duda afectado en su dignidad de monarca ilustrado absoluto, Carlos III tuvo que renunciar a su ministro napolitano. ¡El pueblo había triunfado!
Martes Santo | 25 de marzo de 1766
'Motín de Madrid o de Esquilache' (1766) | Grabado siglo XIX
‘Motín de Madrid o de Esquilache’ (1766) | Grabado siglo XIX
El día amaneció tranquilo, con la confianza del pueblo madrileño en el cumplimiento de la palabra real. Sin embargo, se propagó la noticia de que el dolido rey se había trasladado a Aranjuez acompañado de la familia real. El miedo a que esa marcha significará que Carlos III tenía la intención de retractarse y doblegar la revuelta con el ejército, provocó una nueva agitación en las calles y esta vez se asaltaron almacenes de comestibles, cárceles y cuarteles.
También fue tomado preso Diego de Rojas, obispo de Cartagena y presidente del Consejo de Castilla, al que se obligó a redactar una carta destinada al rey que fue llevada al Palacio de Aranjuez por Diego Avendaño, un calesero investido como diputado del pueblo. Posiblemente el obispo Diego de Rojas, el corregidor Alonso Pérez Delgado, el presidente de la Sala de Alcaldes Francisco Mata LinaresLuis Velázquez, marqués de Valdeflores, entre otros nobles y cargos públicos, estuviesen detrás de esta ‘revuelta popular’ conocida como ‘Motín de Esquilache’.
Carlos III recibió el memorial y, tras leerlo, no lo dudó demasiado: despachó al mismo emisario con una carta para el pueblo de Madrid, redactada por el ministro de Gracia y Justicia, Manuel de Roda y Arrieta«El rey ha oído a la representación de vuestra señoría con su acostumbrada clemencia y asegura sobre su real palabra que cumplirá cuanto ofreció ayer por su piedad y amor al pueblo de Madrid, y lo mismo hubiera acordado desde este Sitio y cualquiera otra parte donde le hubieran llegado sus clamores y súplicas; pero en correspondencia de la fidelidad y gratitud que a su soberana dignación debe el mismo pueblo, por los beneficios y gracias con que se le ha distinguido y el grande que acabe de dispensarle, espera su majestad la debida tranquilidad, quietud y sosiego, sin que por título o pretexto alguno de quejas, gracias, ni aclamaciones, se junten en turbas ni fomenten uniones. Y mientras tanto no den pruebas de dicha tranquilidad, no cabe el recurso que hacen ahora, de que Su Majestad se les presente».
Miércoles Santo | 26 de marzo de 1766
'Motín de Esquilache' (1766) | Autor desconocido
‘Motín de Esquilache’ (1766) | Autor desconocido
Con las primeras horas de la mañana, Diego Avendaño llegaba a Madrid, donde se hizo pregonar por las calles y plazas la carta real. Eso bastó para devolver la calma a la ciudad que nunca se levantó contra el rey. El pueblo madrileño devolvió pacíficamente las armas a los cuarteles donde habían sido requisadas, sin que se produjese ningún incidente por parte alguna.
El orgulloso Leopoldo de Gregorio, marqués de Esquilache, tuvo que volver a Italia. Como premio de consolación fue nombrado Embajador en Venecia. Después, escribiría sobre el pueblo de Madrid: «Soy el único ministro que ha pensado en su bien: he limpiado la ciudad, la he pavimentado, he hecho paseos, he mantenido la abundancia durante años de carestía. Merecía una estatua y me han tratado indignamente».
Jueves Santo | 27 de marzo de 1766
'Motín en Madrid contra Esquilache' | F. Blanch
‘Motín en Madrid contra Esquilache’ | F. Blanch
Jerónimo Grimaldi se convierte en el nuevo hombre fuerte de Carlos III y, ante el temor de nuevos tumultos, ordena a las tropas estacionadas en las cercanías de Madrid que se concentren en las cercanías de Aranjuez.
Sabiéndose incapaz de dominar la situación por sí mismo, Grimaldi ordena a Pedro Pablo Abarca de Bolea, conde de Aranda y Capitán General de Valencia, que acuda a Madrid con todas las tropas a su mando.
La guardia valona fue retirada discretamente, y no volvió a desplegarse en Madrid. Cuando en mayo una pequeña dotación de guardias valones persiguieron a unos desertores hasta la capital, en un intento de comprobar cómo eran recibidos por los madrileños, volvieron a aparecer pasquines de protesta: «Si volvieran los walones, no reinarán los Borbones».
Viernes Santo | 28 de marzo de 1766
'Un episodio del Motín de Esquilache' | José Martí y Monsó | 1864 | Óleo sobre lienzo | 73x110 cm | Fuente: Wikimedia
‘Un episodio del Motín de Esquilache’ | José Martí y Monsó | 1864 | Óleo sobre lienzo | 73×110 cm | Fuente: Wikimedia
La llegada a Madrid del conde de Aranda, que se convirtió en el hombre fuerte del Gabinete, tranquilizó a Carlos III. Sin embargo, el Consejo de Castilla, temiéndose una nueva revuelta popular, dado que el rey no había vuelto como se le pedía en el octavo punta de la carta reivindicativa, hizo pública una nota recordando «la seguridad ofrecida por S.M.», recalcando que no se había dado orden de que «viniese artillería o tropa extranjera», según el rumor que corría por Madrid. El rey todavía temía al pueblo y no se decidía a regresar a la capital.
Sábado de Gloria | 29 de marzo de 1766
Por lo que pudiera pasar, Grimaldi también dispuso que un regimiento de caballería se apostase en los pasos de la Sierra de Guadarrama, único camino para acceder a la ciudad de Madrid desde el norte, pues habían llegado a la capital noticias de levantamientos también en Cuenca, Zaragoza, Barcelona, Sevilla, Cádiz, Lorca, Cartagena, Elche, La Coruña, Oviedo, Santander, Vizcaya y Guipúzcoa.
Domingo de Resurrección | 30 de marzo de 1766
Las calles de Madrid amanecen silenciosas. La tranquilidad y el sosiego han vuelto a sus vías y plazas. Los vecinos y vecinas madrileños asisten con recogimiento en las iglesias a los últimos oficios de la Semana Santa de 1766 como cualquier año, como si nada hubiera ocurrido durante los días precedentes. El ‘Motín de Esquilache’ ha concluido.
El epílogo del ‘Motín de Esquilache’
'Motin de Esquilache' en Madrid (1766)
‘Motin de Esquilache’ en Madrid (1766)
Después del ‘Motín de Esquilache’, al frente del gobierno de España se alzó un nuevo equipo conocido como los albistas o partido aragonés, en el que se contaban influyentes españoles como Campomanes y Floridablanca, aunque todavía figurasen italianos como Grimaldi.
El nuevo equipo llevó adelante importantes reformas de orden interno, quizá menos espectaculares que las llevadas a cabo por Esquilache, pero más profundas y mejor pensadas desde el punto de vista de su viabilidad. Así pues, el ‘Motín de Esquilache’ y los motines que le siguieron no detuvieron el ímpetu reformista de Carlos III.
El conde de Aranda consiguió lo que el marqués de Esquilache no había conseguido: erradicar la capa larga y el sombrero de ala ancha. Para ello convenció primero a los influyentes representantes de los 5 Gremios Mayores Madrileños para que sus miembros adoptaran la nueva vestimenta. Después, en octubre de 1766, Aranda convenció también a los representantes de los 53 Gremios Menores de las bondades del nuevo atuendo.
Por último, haciendo gala de un maquiavelismo muy particular, Aranda dispuso que los verdugos del Reino usaran como vestimenta y uniforme de su despreciable oficio precisamente la capa larga y el chambergo. Esta fue la puntilla para que las clases populares, imitando a funcionarios, hombres acomodados y nobles, y alejándose de los despreciados verdugos, cambiase gradualmente de indumentaria de forma pacífica y para siempre.