La arpista solidaria, Clotilde Cerdá (1861-1926)
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Clotilde
Cerdà i Bosch nació el 28 de febrero de 1861 en el seno de la familia
del urbanista Ildefonso Cerdà. Clotilde fue la última de las cuatro
hijas en nacer, casi diez años después del nacimiento de su hermana Sol
Magdalena. Durante mucho tiempo se creyó que Clotilde era hija de
Ildefonso y su esposa Clotilde Bosch, pero en realidad él no fue el
padre. A pesar de que le dió su apellido y aceptó su presencia en el
hogar, Ildefonso acabaría modificando su testamento del que borró a la
pequeña Clotilde, poco tiempo después de separarse de su mujer.
Clotilde
Bosch, que era pintora, enviaría a su hija a estudiar el arte del
pincel a Roma, aunque pronto aceptó que el talento de Clotilde Cerdà
pasaba por las cuerdas del arpa. Madre e hija se mantuvieron unidas
durante años, siendo la madre la protectora y supervisora de la carrera
musical de su hija.
En
1873 Clotilde Cerdà debutó en el Teatro Imperial de Viena. Convertida
en una arpista prodigiosa, bautizada por Víctor Hugo con el nombre de
Esmeralda en honor a su heroína de El jorobado de Notre Dame, y por
Isabel II con el apellido Cervantes, Clotilde inició meses después una
serie de vertiginosas giras que la llevaron a lugares tan lejanos como
Japón o Buenos Aires. Llegó incluso a dar clases de arpa en el harén del
sultán del Imperio Otomano. Mientras que grandes nombres de la música
como Franz Liszt o Richard Wagner alabaron públicamente su talento como
intérprete del arpa. Con tan sólo catorce años, el Conservatorio del
Gran Teatro del Liceo la nombraba profesora honoraria.
De
vuelta a Barcelona, en 1885 decidió abrir un centro de enseñanza
musical y artística dirigido exclusivamente a mujeres. La Academia
Esmeralda Cervantes de Ciencias, Artes y Oficios para la Mujer abrió sus
puertas en la rambla de Canaletes. Poco después fundaba también una
revista, Ángel del Hogar, y escribía su único libro, La historia del
Arpa. Clotilde Cerdà fue una mujer comprometida con los derechos de las
mujeres que se implicó también en otras cuestiones sociales como los
derechos de la clase obrera, la denuncia de la pena de muerte o el
controvertido tema del esclavismo en las colonias españolas. Esta faceta
suya más reivindicativa le cerró las puertas de los ricos salones
burgueses y aristocráticos en los que siendo una niña prodigio tocó para
sus ilustres dueños. También las de palacio se cerraron para Clotilde. A
pesar de haber tenido una buena relación con Isabel II (su madre había
sido dama de honor de la soberana en su exilio parisino) y su hijo
Alfonso XII, la monarquía le diola espalda después de invitarla a
dedicarse exclusivamente a desarrollar sus talentos artísticos y dejar a
un lado cualquier implicación en el mundo de la política.
Al
final, ganaron los poderosos y Clotilde se vio obligada a cerrar su
academia en 1887, apenas dos años después de su apertura.
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