La Fortaleza de Santo Domingo castillo medieval en América
“El espectáculo que se presenta a los ojos del viajero que llega a la
Ciudad Primada de América por vía marítima es impresionante. Junto a la
ría del Ozama, en su ribera occidental, se levanta un gran edificio en
forma de cubo, de líneas austeras, sobrias y rectas, de corte medieval,
cuyo aspecto dominante y severo revela de inmediato su función
militar. “Es la Torre del Homenaje, de adusta apariencia que contrasta
con la radiante luz del trópico. Singular estampa que evoca aquellos
tiempos en que los conquistadores españoles llevaban a las tierras
vírgenes de América costumbres y creencias de la metrópoli”.
Sólo una pluma exquisita y docta del periodismo, la de María Ugarte, podría describir la Fortaleza de Santo Domingo en ese sólo párrafo magistral.
Este edificio, considerado por algunos “el único castillo medieval en América”, quizás no se encuentra edificado en su primera localización, más cerca de la playa del embarcadero, sino en el lugar más adecuado para el cierre del puerto donde lo edificó el maestro Juan de Rabé, por orden del Gobernador Fray Nicolás de Ovando, pudiendo ser la primera obra levantada en el nuevo enclave de la ciudad, en la margen occidental de la ría del Ozama.
Fue su función, en un principio, el cierre del puerto y no la defensa de la urbe ya que todos sus elementos de defensa intrínsecos se presentan para su autoprotección y su capacidad ofensiva está dirigida al cruce marítimo hacia el desembarcadero ubicado aguas arriba. Parece más que un castillo, una torre albarrana de las que en España controlaban los pasos fluviales. Podemos decir que nos encontramos frente a la edificación más antigua en pie ejecutada por los conquistadores en tierras del Nuevo Mundo. El principio de su construcción es compañero del inicio del siglo XVI, en el año de 1503, por lo tanto, debemos considerarla, por su momento, como una construcción del siglo XV, basándonos en sus concepciones militares y constructivas.
Algunos refinamientos estructurales, quizás acostumbrados en la época, están presentes en ella. El primero, es la alternabilidad de los ejes de desarrollo de las bóvedas, de forma tal que los empujes producidos se repartieran en diferentes muros de soporte en cada piso, que de buen grosor cuentan y en segundo término, el relleno del riñón de las bóvedas con vasijas de barro para disminuir el peso y por lo tanto, el empuje de las mismas.
Esto solo ocurre en la Torre del Homenaje de la fortaleza. El resto de las salas adosadas a ella tuvieron primeramente techos y entrepisos de tipo romano, vigas de madera y pisos de ladrillos, los cuales fueron cambiados por bóvedas de ladrillos en reparaciones efectuadas durante la última etapa española de 1862. Algunos artificios aseguraban en la fortaleza el suministro de agua por medio de tuberías de barro construídas al efecto dentro de los muros y que alimentaban un capaz aljibe ubicado en el patio de la fortaleza. El patio interior a su vez fue su plataforma de tiro que quedó cercenada durante las obras de construcción del puerto en el año 1937.
Otros refinamientos son de orden menor como los oídos que permitían comunicarse con la gente en el exterior sin correr riesgo ofensivo. Son conductos de desarrollo en zigzag que permitían el paso de la voz mas no daban la oportunidad de ninguna otra cosa.
La Fortaleza, contó casi desde el principio con una edificación adosada que servía de vivienda al Alcaide de la misma.
El primero de ellos, Diego López de Salcedo, sobrino de Ovando, duró poco tiempo en el cargo que luego fue ocupado por Francisco de Tapia.
Pero su Alcaide más destacado fue el Cronista del Rey, Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdéz, quien escribió en ese sitio su magnífica Historia General y Natural de las Indias.
A él debían venir los descubridores o sus emisarios a reportar las tierras descubiertas, los animales, los árboles y sus frutos y principalmente, las gentes que las poblaban y sus costumbres, datos que comunicaba al Rey su Cronista. La edificación es el testigo por excelencia del descubrimiento. Todo se dijo ahí. Si sus paredes pudieran hablar de todas las cosas dichas… Mas, en sus quinientos años esta edificación fue por mas tiempo cárcel que fuerte y en ella fueron presos lo más conspicuos representantes de nuestra vida política, desde el patricio Juan Pablo Duarte hasta el poeta Fabio Fiallo y tantos mas.
Algunos lograron salvar sus vidas pero muchos, durante dictaduras férreas, dieron sus últimos suspiros en “el aguacatico”, espacio ubicado en la plataforma baja de tiro cuyas funciones fueron variadas a través del tiempo.
En la Torre se aposentó el virrey don Diego Colón a su llegada en 1509 y estando Ovando en ese momento en La Vega, al retornar le hizo abandonar la Torre y fue a dar con sus acompañantes a la casa de Francisco de Garay hasta que se terminó su Alcázar en el padrastro existente frente al desembarcadero.
La Fortaleza se convierte rápidamente en un elemento defensivo de segunda línea, termino militar, cuando para controlar su espacio táctico se construye una cerca almenada en la línea de la calle Las Damas, vía en la que Ovando había hecho construir algunas casas para dar forma a la primera calle de la ciudad.
Esta cerca poseía una puerta principal flanqueada por dos torres remedando la puerta Bisagra toledana. Esta fue sustituida en tiempos de Carlos III por el actual portal que se acompañó de una línea de cuarteles a todo lo largo de la calle. Con el tiempo, la soledad de la torre se esfumó y fueron agregándose otras edificaciones de mas sentido táctico como el Fuerte Santiago, localizado en la misma curva de la desembocadura del río, erizado de cañones que hizo exclamar a Diego Méndez de Avilés, Jefe de la flota española en América, que era “la más magnífica fortificación con que contaba la cristiandad”. Hoy estas partes no pueden ser vistas ya que obstruye su visión la pared exterior de los cuarteles empezados en 1937 pero nunca terminados.
Entre las obras del período de Carlos III, también se construyó un gran polvorín, planeado para dos salones pero solo construido el del Norte y que en magnífico estado de conservación, se encuentra en el centro del espacio público más grande de la Ciudad Colonial.
No recuerdo en el momento que se ejecutaron dos obras importantes. La plataforma baja de tiro que junto con el Fuerte Invencible y el Fuerte de San Diego hacían inexpugnable el Puerto ya que si algún barco lograba pasar las primeras defensas del Fuerte Santiago y de la Fortaleza, se encontraría en una desventaja táctica con estas otras instalaciones, pues los barcos de la época no podían disparar de frente. La otra, fue la adición de la escalera exterior de la Torre que hacía inútil todas las obras de defensa ejecutadas originalmente en ella.
En la década del 70 recibimos la orden de proceder a intervenir el área general de la Fortaleza dentro de las obras de los grandes monumentos de la ciudad de Santo Domingo, a través de la Comisión de Monumentos y se liberó de una serie de instalaciones auxiliares como unidades administrativas, cuarteles, comedores, cocinas y cobertizos para armamento pesado, logrando preservar los elementos correspondientes a la etapa colonial de las obras.
Estas labores estuvieron siempre supervisadas por el presidente de la Comisión Ingeniero José Ramón Báez López-Penha y autorizadas por el entonces presidente de la República, Doctor Joaquín Balaguer, gran protector de la Ciudad Romántica.
El espacio libre resultante ha sido escenario de muchas y variadas actividades, generalmente del género artístico y recibe diariamente cantidad considerable de visitantes nacionales y extranjeros interesados en conocer su historia y sus espacios interiores. Aún quedan cosas por hacer en la Fortaleza.
Durante muchos años he acariciado la oportunidad de que se instale en la Torre un Museo de Armas, utilizando la magnífica colección Osoria que hoy se encuentra en el Museo de las Casas Reales y la colección de armas modernas del Ministerio de las Fuerzas Armadas, para lo cual existe un proyecto preparado.
POR: Teódulo Blanchard
Conservador de la Fortaleza
de Santo Domingo
Fachada oeste de la torre, mostrando las construcciones laterales
Vista parcial del conjunto arquitectónico que forma
la edificación
Sólo una pluma exquisita y docta del periodismo, la de María Ugarte, podría describir la Fortaleza de Santo Domingo en ese sólo párrafo magistral.
Este edificio, considerado por algunos “el único castillo medieval en América”, quizás no se encuentra edificado en su primera localización, más cerca de la playa del embarcadero, sino en el lugar más adecuado para el cierre del puerto donde lo edificó el maestro Juan de Rabé, por orden del Gobernador Fray Nicolás de Ovando, pudiendo ser la primera obra levantada en el nuevo enclave de la ciudad, en la margen occidental de la ría del Ozama.
Fue su función, en un principio, el cierre del puerto y no la defensa de la urbe ya que todos sus elementos de defensa intrínsecos se presentan para su autoprotección y su capacidad ofensiva está dirigida al cruce marítimo hacia el desembarcadero ubicado aguas arriba. Parece más que un castillo, una torre albarrana de las que en España controlaban los pasos fluviales. Podemos decir que nos encontramos frente a la edificación más antigua en pie ejecutada por los conquistadores en tierras del Nuevo Mundo. El principio de su construcción es compañero del inicio del siglo XVI, en el año de 1503, por lo tanto, debemos considerarla, por su momento, como una construcción del siglo XV, basándonos en sus concepciones militares y constructivas.
Algunos refinamientos estructurales, quizás acostumbrados en la época, están presentes en ella. El primero, es la alternabilidad de los ejes de desarrollo de las bóvedas, de forma tal que los empujes producidos se repartieran en diferentes muros de soporte en cada piso, que de buen grosor cuentan y en segundo término, el relleno del riñón de las bóvedas con vasijas de barro para disminuir el peso y por lo tanto, el empuje de las mismas.
Esto solo ocurre en la Torre del Homenaje de la fortaleza. El resto de las salas adosadas a ella tuvieron primeramente techos y entrepisos de tipo romano, vigas de madera y pisos de ladrillos, los cuales fueron cambiados por bóvedas de ladrillos en reparaciones efectuadas durante la última etapa española de 1862. Algunos artificios aseguraban en la fortaleza el suministro de agua por medio de tuberías de barro construídas al efecto dentro de los muros y que alimentaban un capaz aljibe ubicado en el patio de la fortaleza. El patio interior a su vez fue su plataforma de tiro que quedó cercenada durante las obras de construcción del puerto en el año 1937.
Otros refinamientos son de orden menor como los oídos que permitían comunicarse con la gente en el exterior sin correr riesgo ofensivo. Son conductos de desarrollo en zigzag que permitían el paso de la voz mas no daban la oportunidad de ninguna otra cosa.
La Fortaleza, contó casi desde el principio con una edificación adosada que servía de vivienda al Alcaide de la misma.
El primero de ellos, Diego López de Salcedo, sobrino de Ovando, duró poco tiempo en el cargo que luego fue ocupado por Francisco de Tapia.
Pero su Alcaide más destacado fue el Cronista del Rey, Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdéz, quien escribió en ese sitio su magnífica Historia General y Natural de las Indias.
A él debían venir los descubridores o sus emisarios a reportar las tierras descubiertas, los animales, los árboles y sus frutos y principalmente, las gentes que las poblaban y sus costumbres, datos que comunicaba al Rey su Cronista. La edificación es el testigo por excelencia del descubrimiento. Todo se dijo ahí. Si sus paredes pudieran hablar de todas las cosas dichas… Mas, en sus quinientos años esta edificación fue por mas tiempo cárcel que fuerte y en ella fueron presos lo más conspicuos representantes de nuestra vida política, desde el patricio Juan Pablo Duarte hasta el poeta Fabio Fiallo y tantos mas.
Algunos lograron salvar sus vidas pero muchos, durante dictaduras férreas, dieron sus últimos suspiros en “el aguacatico”, espacio ubicado en la plataforma baja de tiro cuyas funciones fueron variadas a través del tiempo.
En la Torre se aposentó el virrey don Diego Colón a su llegada en 1509 y estando Ovando en ese momento en La Vega, al retornar le hizo abandonar la Torre y fue a dar con sus acompañantes a la casa de Francisco de Garay hasta que se terminó su Alcázar en el padrastro existente frente al desembarcadero.
La Fortaleza se convierte rápidamente en un elemento defensivo de segunda línea, termino militar, cuando para controlar su espacio táctico se construye una cerca almenada en la línea de la calle Las Damas, vía en la que Ovando había hecho construir algunas casas para dar forma a la primera calle de la ciudad.
Esta cerca poseía una puerta principal flanqueada por dos torres remedando la puerta Bisagra toledana. Esta fue sustituida en tiempos de Carlos III por el actual portal que se acompañó de una línea de cuarteles a todo lo largo de la calle. Con el tiempo, la soledad de la torre se esfumó y fueron agregándose otras edificaciones de mas sentido táctico como el Fuerte Santiago, localizado en la misma curva de la desembocadura del río, erizado de cañones que hizo exclamar a Diego Méndez de Avilés, Jefe de la flota española en América, que era “la más magnífica fortificación con que contaba la cristiandad”. Hoy estas partes no pueden ser vistas ya que obstruye su visión la pared exterior de los cuarteles empezados en 1937 pero nunca terminados.
Entre las obras del período de Carlos III, también se construyó un gran polvorín, planeado para dos salones pero solo construido el del Norte y que en magnífico estado de conservación, se encuentra en el centro del espacio público más grande de la Ciudad Colonial.
No recuerdo en el momento que se ejecutaron dos obras importantes. La plataforma baja de tiro que junto con el Fuerte Invencible y el Fuerte de San Diego hacían inexpugnable el Puerto ya que si algún barco lograba pasar las primeras defensas del Fuerte Santiago y de la Fortaleza, se encontraría en una desventaja táctica con estas otras instalaciones, pues los barcos de la época no podían disparar de frente. La otra, fue la adición de la escalera exterior de la Torre que hacía inútil todas las obras de defensa ejecutadas originalmente en ella.
En la década del 70 recibimos la orden de proceder a intervenir el área general de la Fortaleza dentro de las obras de los grandes monumentos de la ciudad de Santo Domingo, a través de la Comisión de Monumentos y se liberó de una serie de instalaciones auxiliares como unidades administrativas, cuarteles, comedores, cocinas y cobertizos para armamento pesado, logrando preservar los elementos correspondientes a la etapa colonial de las obras.
Estas labores estuvieron siempre supervisadas por el presidente de la Comisión Ingeniero José Ramón Báez López-Penha y autorizadas por el entonces presidente de la República, Doctor Joaquín Balaguer, gran protector de la Ciudad Romántica.
El espacio libre resultante ha sido escenario de muchas y variadas actividades, generalmente del género artístico y recibe diariamente cantidad considerable de visitantes nacionales y extranjeros interesados en conocer su historia y sus espacios interiores. Aún quedan cosas por hacer en la Fortaleza.
Durante muchos años he acariciado la oportunidad de que se instale en la Torre un Museo de Armas, utilizando la magnífica colección Osoria que hoy se encuentra en el Museo de las Casas Reales y la colección de armas modernas del Ministerio de las Fuerzas Armadas, para lo cual existe un proyecto preparado.
POR: Teódulo Blanchard
Conservador de la Fortaleza
de Santo Domingo
Fachada oeste de la torre, mostrando las construcciones laterales
Vista parcial del conjunto arquitectónico que forma
la edificación
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