LA SUBLEVACIÓN DE LA REGIÓN FRANCESA DE LA VENDÉE (1793-96)
Es muy posible que a la mayoría
de vosotros este conflicto no os suene de nada. Eso es algo muy normal, porque
los franceses han tenido siempre a bien esconderlo y, prácticamente, no hay
documentación sobre el mismo.
Hoy en día se piensa que la causa
de este y otros levantamientos que se dieron en esos años en Francia, vino
porque la gente se había creado unas expectativas, con la llegada de la
Revolución, que luego no se cumplieron. A esto se añadió la llegada de la
pobreza por las malas cosechas y el consiguiente encarecimiento de todos los
productos, el enriquecimiento de ciertos burgueses, la reforma contra el clero
y la leva masiva para acudir a las guerras.
También se dio un odio feroz entre los campesinos y los habitantes de las
ciudades a los que culpaban de acaparar todas las riquezas.
La mayoría de los bienes
nacionalizados por la República fueron adquiridos por las élites urbanas. Así
las rurales perdieron parte de su poder. También se creó el distrito, con lo
que se perdió buena parte de la autonomía que tenían los pequeños municipios.
Las primeras rebeliones se dan
entre los campesinos acomodados, los que son dependientes de las ciudades, los
medieros agrícolas, etc. Empiezan con saqueos y venganzas contra conocidos
revolucionarios de la zona. En un inicio, no se ven aún muchos monárquicos
entre sus filas.
La situación antes de la
Revolución es que más del 50% de las tierras pertenecen a los nobles. Un 20%
corresponde a la burguesía. Alrededor del 30% es de los campesinos y sólo un 5%
es de la Iglesia. Algo muy diferente al reparto de la propiedad rural en
España, donde la Iglesia es propietaria de más de medio país.
La zona occidental de Francia
acogió muy bien a la Revolución, pues estaban hartos de la explotación de los
señores feudales que aún quedaban en ella. Eso se puede ver en los llamados
“cuadernos de quejas”, que llevaban algunas regiones a la Asamblea Nacional.
De hecho, la Vendée es uno de los
departamentos que manda más diputados jacobinos, o sea, radicales a la Asamblea.
A finales de 1790 el rey firmó la
llamada “Constitución civil del clero”, por la cual los sacerdotes pasaron a
ser unos funcionarios más del Estado y tenían que jurar la Constitución. Hubo
muchos que se negaron, los cuales serían llamados refractarios.
Esto hizo que sus feligreses se
dividieran y optaran por unos sacerdotes u otros. Evidentemente, desde Roma se
intentó que los feligreses utilizaran a los refractarios, diciéndoles que, de
otro modo, se ponía en peligro nada menos que su salvación eterna. Así, la
inmensa mayoría de los ciudadanos de esta zona acudieron a los refractarios.
No obstante, en 1791, la Asamblea
pone en marcha un decreto de libertad religiosa, para atraerse a estos
refractarios, pero no quedan contentos con ello y las posiciones comienzan a radicalizarse.
Ese mismo año, en esa región, la
intervención de las fuerzas del orden, intentando aplacar un incidente, provoca
la muerte de varias personas, aunque la cosa se quedó ahí.
Así, a finales de 1791 y mediados
de 1792, la Asamblea dicta dos decretos para reprimir al clero refractario,
impidiéndoles que puedan realizar la misa. También prevé la expulsión del
territorio francés de todo cura refractario, que haya sido denunciado por
varios ciudadanos.
Bueno, en esto, los
revolucionarios siguieron la tradición monárquica francesa de nacionalizar, más
o menos, su Iglesia para que obedeciera ciegamente al monarca de turno.
A mediados de 1792 se ordena la
supresión total de todas las congregaciones religiosas, pues ven al Papa como a
un enemigo de la Revolución. De hecho, Pío VI, escribió la encíclica “Quod
aliquandum”, oponiéndose a la Constitución civil del clero. Más tarde, escribió
la encíclica “Caritas quae”, donde suspendía a divinis a todos los sacerdotes
que hubieran jurado esa Constitución. Más o menos la mitad del clero. Así que
muchos clérigos tuvieron que esconderse para no ir a la cárcel o ser deportados
a las colonias de ultramar.
Hubo muchas rebeliones en
distintas regiones, dado el ambiente de descontento generalizado que se
respiraba por todo el país.
Los últimos monárquicos y nobles
que quedaban en Francia no encabezaron, en un principio, esas rebeliones, sino
más tarde, cuando ya estuvieron más implantadas, para darles una ideología
monárquica y religiosa.
En septiembre de 1792 fueron
ejecutados un millar de presos monárquicos para intentar parar esos intentos de
rebelión. También se produjeron masacres donde murieron unos 200 clérigos.
No olvidemos que en esa zona
estaba muy extendida la fe católica y el rezo al corazón de Jesús, tras la
predicación de San Luis María de Montfort. Algo que todavía podemos apreciar en
el escudo de esta región, que es el mismo que llevaron los rebeldes.
Aparte de eso, la incautación,
por parte de la Convención, de los bienes de la Iglesia,
hizo que muchos de
esos bienes, que se dedicaban a ayudar a los pobres, fueran adquiridos por
especuladores burgueses.
Mientras, los republicanos no
hacen un frente común, pues se hallan divididos entre los girondinos y los
llamados de la Montaña, los cuales se acusan mutuamente de favorecer a los
enemigos de la Revolución.
El levantamiento comenzó en marzo
de 1793, cuando unos jóvenes que fueron llamados por la leva para ir al frente,
se sublevaron y lucharon contra la Guardia Nacional. También se dice que persiguieron
a algunos curas que apoyaban a la Revolución. Se calcula que hubo varios
cientos de muertos, entre los asesinados por uno u otro bando. Las fuentes no
se ponen de acuerdo sobre este punto.
Un grupo de rebeldes se aproximó
a Nantes, pero no se atrevieron a atacarla. Sólo les enviaron un documento
donde se enumeraban sus peticiones. Entre ellas, la interrupción de la leva, la
necesidad del consentimiento popular para aprobar los impuestos, el final de
las requisas, la libertad de culto, la libertad de pensamiento, de escritura,
etc.
Al sur del Loira, los rebeldes
toman ventaja y forman el ejército católico y real, el cual derrota en marzo de
1793 a las tropas republicanas en Cholet. Esto hace que muchos se apunten a la
rebelión y se inicie una auténtica guerra civil. En sólo 5 días, los
rebeldes, ocuparon buena parte de ese
territorio.
A partir de ese momento comienzan
a llegar los nobles, como el marqués de Bomchamps, que llega a un pueblo donde
se han rebelado unos centenares de jóvenes para no obedecer la orden de leva.
Los organiza y empiezan a conquistar los pueblos de alrededor, defendidos por
algunos guardias nacionales.
Al sur del Loira logran vencer
los rebeldes. En cambio, al norte del mismo río, sus partidas son derrotadas y
muchos de sus líderes, guillotinados.
La diferencia entre esta revuelta
y las de otros lugares está, principalmente, en que en otros sitios, los
nobles, sólo buscaban la recuperación de sus tierras, pagando por ello a un
grupo de combatientes. Por ello, solían ser vencidos con facilidad por las
tropas republicanas.
Unos días después, los rebeldes vendeanos
se reúnen en Chemillé para organizar un ejército más adecuado para una guerra.
Se les unen antiguos oficiales reales, como Charette, D’Elbée, Lescure y la
Rochejacquelein. Ellos irán encauzando estas rebeldías populares en beneficio
de los monárquicos y la Iglesia.
Uno de sus soportes es el
artículo 35 de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano,
publicada en 1793, que dice lo siguiente: “Cuando el Gobierno viola los
derechos del pueblo, pro el pueblo y para cada parte del pueblo, la
insurrección es el más sagrado de todos los derechos y el más indispensable de
los deberes”.
El objetivo ahora está en ocupar
Chalonnes-sur-Loire, para dirigirse luego a la capital, sita en Angers.
Contra todo pronóstico, el
Ayuntamiento de la ciudad se rinde a los rebeldes y a los guardias nacionales
no les queda otra que retirarse a Angers.
Cuando se preparaban allí para
hacerles frente, se enteraron de que muchos de los rebeldes, como no querían
ser militares, habían regresado a sus casas.
Los republicanos intentaron sacar
provecho, pero fueron vencidos de nuevo y huyeron a La Rochelle.
El ejército rebelde está mal
pertrechado, pues sólo una parte de ellos tiene un fusil propio y suelen
obtenerlos de lo que les dejan abandonados la Guardia Nacional en su huida.
No obstante, les van llegando
soldados desertores de la Guardia nacional y algunos nobles, los cuales
empiezan a organizar una infantería y caballería adecuadas para el combate.
Se dividen en 3 ejércitos y
suelen estar apoyados por los campesinos de la región,
los cuales les
suministran las vituallas. Parece ser que utilizaron los molinos de la zona,
para indicar, según la posición de las aspas, sobre los movimientos de las
tropas republicanas. Por eso, estas tropas, cuando conocieron este ardid, se
dedicaron a destruir todos los molinos que tuvieron a su alcance.
A pesar de que en un principio
consiguieron ciertas victorias, esta gente no se veía como militares y muchos
volvieron a sus campos. Sin embargo, los líderes, para que no se fueran, nombraron
a un plebeyo, Cathelinau, como comandante en jefe de la rebelión.
A finales de junio se produjo la primera
derrota de la Vendée, pues sus tropas fracasaron al intentar tomar Nantes, la mayor ciudad de la zona. Seguramente se
produjo a causa de la muerte de Cathelineau, alcanzado por una bala perdida, lo cual dio lugar a la huida de
muchos de sus combatientes.
A mediados de 1793, Robespierre,
encargó la organización de un ejército para combatir en esa zona al general
Biron. Éste fracasó estrepitosamente, por lo que fue llamado a París, juzgado y
guillotinado. Eso mismo ya le había ocurrido anteriormente al general Marcé.
Hay que decir que en esa zona llamada el “Bocage” es muy fácil
realizar emboscadas por existir muchas fincas sep
aradas mediante setos y
también existen muchos bosques. En esta misma zona, también sufrieron
frecuentes emboscadas las tropas aliadas durante la II GM, lo cual ralentizó su
marcha.
En Luçon sufrieron los vendeanos
su segunda derrota, pues éste era un gran centro de logística de los
republicanos y no consiguieron conquistarlo.
A finales de ese año, los
vendeanos, cuando ya tenían un ejército de unos 35.000 hombres, recibieron la noticia de que el Reino Unido
les iba a apoyar, por lo que decidieron conquistar algún puerto importante para
dar facilidades al desembarco de las tropas británicas.
Tras la victoria del general
republicano Kleber en Maguncia se le trasladó, junto con sus tropas a la guerra
de la Vendée. Entre esas tropas estaba el general Alexandre Dumas, padre y
abuelo de los famosos escritores, el cual hizo llegar un informe brutal al
Comité de Seguridad Pública, sobre las condiciones en que se hallaba el
Ejército republicano y su obsesión por destruirlo y saquearlo todo, sin hacer
caso a las órdenes de sus mandos.
En sus memorias dice que los
vendeanos, aunque, en un principio, se rebelaron por motivos monárquicos y
religiosos, ahora lo hacen por haber sufrido la violencia de las tropas
republicanas, para defender sus hogares y sus familias.
En octubre, el general vendeano
Rochejacquelin, ordenó a sus tropas, unos 30.000 soldados y otros 100.000 civiles,
cruzar el Loira. Sería el principio del
fin, lo que se conoció más tarde como el “Giro de la Galerna”.
No obstante, el ejército
republicano, siguiendo las instrucciones de la Convención, tras expulsar a los
vendeanos de Fougéres, el 03/11, incendiaron por completo esa ciudad y mataron
a todos sus habitantes.
El ejército vendeano fue hasta
Granville, para procurar un puerto seguro para el desembarco de las prometidas
tropas británicas. Aguantaron todo lo posible, pero estas no llegaron. Así que
tuvieron que replegarse, pues los republicanos incendiaron esa ciudad.
Kleber, tras estudiar detenidamente al enemigo,
consiguió vencerles en Le Mans y en Savenay.
Estaba claro que los vendeanos
iban a ir hacia Le Mans, pues buscaban cruzar el Loira de vuelta cuanto antes y
necesitaban para ello las provisiones almacenadas por los republicanos en esa ciudad.
Previamente, Kleber, les había
parado los pies en Cholet. Una batalla que quedó en tablas, pero donde murió el
gran líder Bonchamps, el cual, antes de morir, hizo prometer a sus hombres que
no matarían a los 5.000 prisioneros republicanos que habían capturado.
Ante la acumulación de victorias,
por parte del bando rebelde, los republicanos aplicaron una política demasiado
cruel, que algunos autores han calificado como del primer genocidio de la
Historia Moderna.
Incluso, algunos indican que pudo
ser un precedente para la llamada “Solución final”, inventada por los líderes
nazis de las SS, durante la II Guerra Mundial. Se calcula que los republicanos
asesinaron de esta manera a unos 117.000 vendeanos. Todavía, hoy en día, se
recuerdan estas matanzas en la región. Mataron a todos tanto a los que fueron
rebeldes como a los que no se rebelaron, como ocurrió en la Edad Media con la
Cruzada contra los Cátaros.Precisamente, las masacres generalizadas comenzaron en Le Mans, donde el general Westermann ordenó la muerte de miles de vendeanos que no pudieron cruzar el Loira ni allí ni en Laval, por falta de barcos. Confesó que no le quedaba ningún prisionero, pues había matado hasta a las mujeres y a los niños, poniéndolos bajo los casos de sus caballos. Menos mal que este “carnicero” fue ejecutado al año siguiente, tras haber sido juzgado, junto con otros amigos de Danton.
En la actualidad, ha ocurrido en varias
ocasiones, que, al realizar obras para
excavar el terreno a fin de construir los cimientos de algunos edificios, se
han hallado fosas con cientos de cadáveres procedentes de esa brutal represión.
Concretamente, tras la batalla de
Savenay, donde se habían refugiado los vendeanos que no pudieron cruzar el
Loira, se cree que de unos 12.000, sólo 2.500 pudieron huir. Los demás fueron encerrados
en iglesias y luego asesinados por las tropas republicanas. ¿No os recuerda
este episodio a otros ocurridos en Francia durante la II GM?
El mismo Kleber (más tarde, héroe
en la guerra de Egipto) abogó en favor de los vendeanos, pidiendo clemencia
para ellos. Sin embargo, fue cesado de su cargo y enviado a otro de los frentes.
La Convención no fue ajena a
estos desastres. En lugar de parar a sus tropas, se dedicó a echar más leña al
fuego. En agosto de 1793 se aprobó una ley para incendiar todos los bosques de
esa zona, a fin de que los rebeldes no se pudieran ocultar en ellos y a la vez,
confiscar todos sus bienes.
En octubre del mismo año se firmó
otro decreto donde se ordenó asesinar a todos los habitantes de la zona,
incluso mujeres y niños. Según dijeron, “para que no existieran más bandidos en
el futuro”. También dijeron: “Hay que sembrar todo el caos que puedan
soportar”.
Además, envió a la zona a uno de sus esbirros, Jean
Baptiste Carrier, el cual organizó la forma de exterminio de los vendeanos.
Incluso, le cambiaron el nombre a la región por el de Vengeance (venganza).
Se dedicó a matar a todo el que
cayó en sus manos. Se le calcula un promedio de 200 ejecuciones diarias.
Como no tenía suficientes
municiones para todos, se decidió por una forma aún más brutal, los llamados
“noyades”.
Esto consistía en cargar un
montón de prisioneros en una barca y lanzarlos al Loira atados de pies y manos.
Los que conseguían flotar eran asesinados por los guardias, desde la barca,
mediante lanzas.
Otras veces llenaban los barcos
de gente y luego les abrían las compuertas, para que se hundieran. También
asesinaban a los supervivientes mediante lanzas.
Según los autores, las cifras de muertos,
por este terrible método, difieren
entere 3.000 y 4.500. Incluso, los guardias, confesaron que habían matado a
muchos niños atados a sus madres.
Como no estaban contentos con los
resultados obtenidos, porque, por lo que se ve, tenían mucha prisa por
exterminar a la población, probaron con otros métodos, como el llenar botellas
de aguardiente con arsénico.
También utilizaron la llamada
“fumigación”, o sea, encerrar a muchos presos en una celda cerrada y echar
dentro vapores de arsénico. ¿A alguien le suena esto de algo?
Otro militar republicano que se
destacó por este comportamiento criminal fue el general Luis María Turreau. Se
dedicó a la represión en otra zona y dio las órdenes oportunas para que todos
los que llevaran armas en la mano o fueran sospechosos de apoyar a los
vendeanos fueran pasados por las armas de inmediato. Incluidas mujeres y niños.
Además, todos los pueblos donde se hallasen estas gentes serían quemados,
incluidos los hospitales con los sanitarios y los heridos dentro. Estos métodos
los realizará a través de las llamadas “columnas infernales",
las cuales fueron
muy conocidas en ese momento.
Algunos testigos republicanos
dijeron más tarde que habían fabricado ropas con la piel humana de esos condenados.
En algunos escritos dan detalles acerca de cómo era el método para desollarlos.
A mí, esto también me suena de algo.
También se dijo que, al quemar
los cadáveres, habían aprovechado su grasa y la habían almacenado en toneles para
iluminar los hospitales.
Por otra parte, algunos autores
afirman que se envenenaron las aguas que abastecían a algunos pueblos e,
incluso, que algunos fueron arrojados a los hornos de pan. ¿De qué me suena
esto?
La represión aflojó tras la
ejecución de Robespierre, a mediados de 1794, pero no paró hasta finales de ese
año, cuando se anularon los decretos del Comité de Seguridad Pública, el cual
fue abolido a principios de 1795.
La Convención cambió de postura y
encargó las conversaciones para pacificar ese territorio al general Lazare
Hoche. Las primeras medidas adoptadas fueron una amnistía general para todos
los presos vendeanos que continuaran en las cárceles y la retirada de buena
parte del ejército republicano.
El 17/02/1795 se firmó el tratado
de Jaunaye, por el que se garantizó la libertad de religión, aunque no se abolió
la Constitución civil del clero. Se indemnizó a los que lo hubieran perdido
todo y se les permitió ingresar, si lo deseaban, en la Guardia Nacional
republicana.
En su máximo apogeo, los
vendeanos llegaron a dominar un espacio de unos 10.000 KM2, incluyendo las
ciudades de Angers y Saumur.
Crearon un órgano de gobierno,
llamado el Gran Consejo de Châtillon, formado por D’Elbée, el abate Bernier y
presidido por el obispo de Agra. Decían actuar en nombre de Luis XVII y
pusieron su sede en Belleville.
Eligieron a sus oficiales
mediante el sufragio universal a mano alzada, algo que el mismo Napoleón
elogiaría años después.
Se organizó a la población para
que los que no pudieran combatir se dedicaran a trabajar en el campo. Dentro de
los combatientes, hubo un grupo que se quedó de guarnición en las ciudades
importantes y otro, más numeroso, que pasó a engrosar el Ejército católico y
real de la Vendée.
También organizaron una
incipiente sanidad militar, pro al que los herid
os eran atendidos por los
médicos en el campo de batalla. Más tarde, eran evacuados a un hospital situado
en un antiguo convento, donde trataban por igual a lo combatientes de ambos
bandos.
Sus comandantes en jefe fueron el
cochero Cathelineau, que murió en el fracasado asalto a Nantes, seguido por el
militar D’Elbée, el conde Bonchamps, el conde la Rochejacquelien y el oficial
Fleuriot de la Fleuriaris.
Para estudiar este fenómeno se ha
dividido en 4 guerras diferentes, las cuales transcurrieron entre 1793 y 1815. Al
final de la misma y, cuando ya estaba derrotado Napoleón,
Luis XVIII, condecoró
a los principales líderes vendeanos.
Evidentemente, la principal
guerra fue la primera, pero luego se sucedieron otras al no respetar los
republicanos los términos del acuerdo de paz. Además, tras la muerte de Luis
XVII, los futuros reyes Luis XVIII y Carlos X, apoyaron nuevas rebeliones
monárquicas en la zona, con objeto de instaurarlos en el trono. También
trajeron a muchos monárquicos exiliados en el Reino Unido para luchar en sus
filas.
Esta vez fueron vencidos con más facilidad
por el general Hoche, a causa de las discusiones entre los mandos vendeanos y
sus aliados llegados del Reino Unido. No obstante, los republicanos, volvieron
a ejercer la represión contra los rebeldes que no pudieron embarcar hacia las
costas inglesas.
En julio 1796, tras las
ejecuciones de los principales líderes vendeanos, el Directorio, declaró que la
rebelión en esa zona había sido vencida.
No obstante, en 1799 comenzó otra
rebelión, financiada desde Inglaterra por Luis XVIII y sus amigos, para
intentar llegar al trono francés. Esta vez, Napoleón, tuvo más vista y firmó un
tratado en Pouance, parecido al primero, pero que tuvo buen cuidado de cumplir
a rajatabla.
Aparte de ello, con objeto de pacificar
estas zonas, el emperador firmó en 1801 un Concordato con la Santa Sede, donde
le devolvía a la Iglesia una serie de derechos que le habían quitado. También pagará
indemnizaciones a los habitantes de la Vendée y de las regiones fronterizas
con
ella. Incluso, utilizó al abate vendeano Bernier para realizar las
conversaciones diplomáticas con el Vaticano.
La última de las guerras se dio
en 1815, justo antes del fracaso de Napoleón en Waterloo. El nuevo jefe de las
tropas fue Louis de Rochejacquelein, hermano menor del otro general del mismo
apellido. Se levantaron para apoyar a Luis XVIII a recuperar el trono. El
armisticio fue firmado el 24/06/1815, justo 6 días después de la derrota de Napoleón
en Waterloo.
Todavía, hoy en día, es muy
difícil, saber con certeza cuántas fueron las víctimas de esas guerras. En un principio,
el general Lazare Hoche calculó unos 380.000 muertos, aunque luego el
ministerio
del Interior de la República informó que, entre los dos bandos, podría
haber unas 600.000 víctimas.
En 1986, Reynald Secher, estudió,
en su tesis doctoral, los archivos
parroquiales y demostró que en ese período desparecieron 117.257 personas, de
un total de 815.029 y la quinta parte de los edificios de la región.
Precisamente, Secher, utilizó
como una de sus fuentes en libro del famoso periodista del XIX, François
Babeuf, también llamado “Graco”, en el que hablaba prolijamente sobre este
suceso. Evidentemente, no encontró este libro en Francia, pues la Convención
había ordenado la destrucción de todos los
ejemplares.
Como este periodista es hoy
considerado como el primer comunista de la Historia, el investigador pudo
encontrar su obra en alguna biblioteca de la antigua URSS.
Ha quedado demostrado que este
tema aún escuece a muchos en Francia, pues, como Secher quiso leer y publicar
el contenido de sus tesis el año anterior a la celebración del bicentenario de
la Revolución Francesa, tuvo que soportar muchas amenazas, el robo de las copias
de su tesis y la prohibición de poder enseñar en centros públicos, aparte de su
expulsión de la Universidad. Por lo que pasó 2 años en paro, antes de que le
pudieran contratar en centros privados.
En otra publicación más reciente, analiza el trato dado a los vendeanos
y ve analogías con el que les dieron a los judíos en la II GM.
En los estudios elaborados en pleno
siglo XXI, se ha llegado la conclusión de
que las víctimas podrían haber sido unas 170.000 muertos, pero es algo poco
fiable ante la ausencia de fuentes de confianza, ya que los archivos fueron “cuidadosamente”
quemados por orden del Gobierno francés.
En febrero de 2007 se presentó en
la Asamblea Nacional de Francia un proyecto de ley de reconocimiento del
genocidio realizado en la Vendée, basado en la aportación del investigador
Secher.
No tengo noticias de que haya
prosperado, porque este supuesto de genocidio no coincide plenamente con el
definido en el vigente Código penal francés.
En fin, espero que os haya
gustado, aunque confieso que me ha quedado un poco largo, pero no lo he podido
acortar más.
Tampoco he querido dar más
detalles acerca de los métodos que utilizaron los asesinos para llevar a cabo
sus fechorías, porque me ha parecido de mal gusto.
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