lunes, 10 de octubre de 2016

HISTORIA Y ECOLOGIA UN NUEVO ENFOQUE ACERCA DE LA CUESTION RURAL

HISTORIA Y ECOLOGIA
UN NUEVO ENFOQUE ACERCA DE LA CUESTION RURAL


Dr. Adrián G. Zarrilli
Univ. Nacional de Quilmes/CONICET

 http://www.ufg.edu.sv/ufg/theorethikos/Enero99/historiayec.html
 I.1. La ecología y la relación entre sociedad-naturaleza
I.1.1 Caracterización general:
En los estudios sobre la historia humana, todos los saberes, todos los conocimientos sobre el mundo y las cosas, han estado condicionados por el contexto geográfico, ecológico y cultural en que se produce y reproduce una sociedad determinada. Las prácticas productivas, dependientes del medio ambiente y de la estructura social de las diferentes culturas, han generado formas de percepción, así como técnicas específicas para la apropiación social de la naturaleza y la transformación social del medio. De esta manera el desarrollo del conocimiento teórico ha acompañado a sus saberes prácticos.
Estas relaciones entre conocimiento teórico y saberes prácticos se aceleraron con el advenimiento del capitalismo, el surgimiento de la ciencia moderna y la institucionalización de la racionalidad económica. En el sistema capitalista se produce una articulación efectiva entre el conocimiento científico y la producción de mercancías por medio de la tecnología. La necesidad de elevar el valor relativo de los procesos de trabajo se tradujo en una necesidad de incrementar su eficiencia productiva, lo que indujo a la sustitución progresiva de los procesos de mecanización, por un acercamiento de la ciencia a los procesos productivos, mediante la producción y la aplicación integrada de diferentes ramas del conocimiento técnico y científico.
En el caso de "naturaleza y sociedad" no son ni conceptos ni objetos de ninguna ciencia fundada, y por lo tanto no constituyen los términos de una articulación científica. Podemos entonces distinguir cuatro problemas en las relaciones entre biología e historia:
- La producción de conocimientos sobre los procesos físicos, la evolución biológica o la organización ecológica de la naturaleza. En este sentido, el objeto de conocimiento es un objeto externo a la historia, pero el saber sobre dichos procesos es un proceso histórico de producción científica.
- El conocimiento de la evolución y transformación de los ecosistemas naturales, donde el objeto natural está sobredeterminado por procesos sociohistóricos. En este sentido, la articulación entre naturaleza y sociedad -entre la ciencia biológica y la historia- se da como la articulación de los efectos de ambos objetos teóricos en un proceso real: la transformación concreta de los ecosistemas y las condiciones ecológicas de la producción.
- La absorción de la naturaleza en el proceso capitalista de producción, en tanto que, como objetos del trabajo, de recursos y fenómenos naturales o de productividad ecológica, la naturaleza se incorpora tecnológicamente al proceso productivo.
- Este análisis hace converger tanto los efectos del medio ambiente particular en la división del trabajo, del lenguaje y de la estructura social, como los efectos de la sociedad capitalista, mediante el intercambio mercantil y su integración a través de los aparatos del Estado a la sociedad nacional.
Desde el momento en que la naturaleza- desde el medio ambiente hasta la naturaleza orgánica del hombre- es afectada por las relaciones sociales de producción, estos procesos biológicos son sobredeterminados por los procesos históricos en que el hombre o la naturaleza se insertan. Estos efectos de las relaciones sociales deben considerarse en sus determinaciones sociohistóricas específicas, no en la reducción de los social o de la historia en procesos naturales o ecológicos. Desde que la naturaleza de convirtió en objeto de trabajo, lo natural se incorpora al objeto de estudios de la historia. La ecología se articula así a la historia, explicando la producción de valores de uso como un efecto de la productividad natural, apartándonos de todo determinismo ecológico.
La manera particular de articular las determinaciones del ecosistema, la lengua, la cultura y un modo de producción es específica de cada sociedad. La conformación de su medio ambiente, la historia de sus prácticas productivas y sociales, así como sus intercambios culturales en la historia, han condicionado la capacidad productiva de los ecosistemas, la división del trabajo, los niveles de consumo y la producción de excedentes comercializables. La intervención más o menos fuerte del capital y de los estados nacionales modifican estas modalidades de transformación del medio ambiente y de los estilos culturales, por la introducción de nuevas técnicas y modelos productivos. Por lo tanto, la problemática ambiental en la que confluyen procesos naturales y sociales de diferentes órdenes de materialidad no puede ser comprendida en su complejidad ni resuelta con eficacia sin el concurso e integración de distintos campos del saber.
En este conjunto complejo, es necesario analizar los efectos del proceso de acumulación y los de las prácticas de producción y consumo, así como los procesos históricos de conformación económica agraria. Estos procesos históricos han transformado las prácticas productivas y degradado la productividad de los ecosistemas, de este modo, han afectado a las capacidades productivas de la población, a su dependencia tecnológico-cultural, a sus formas de sujeción ideológica y sus motivaciones para la innovación productiva.
En ese ámbito, el potencial ambiental de una región no está determinado tan sólo por su estructura ecosistémica, sino por los procesos productivos que en ella desarrollan diferentes conformaciones sociales. Las prácticas de uso de los recursos dependen del sistema de valores de las comunidades, de la significación cultural de sus recursos, de la lógica social y ecológica de sus prácticas productivas, también de su capacidad para asimilar a éstas conocimientos científicos y técnicos modernos. Así, el vínculo sociedad-naturaleza debe entenderse como una relación dinámica, la cual depende de la articulación histórica de los procesos tecnológicos y culturales que especifican las relaciones sociales de producción de una formación socioeconómica, así como la forma particular de desarrollo integrado o de degradación destructiva de sus fuerzas productivas.
En este sentido, la evolución y transformación de los ecosistemas naturales, objeto de la ecología, están determinados por las necesidades de explotación de sus materias primas que genera el proceso de acumulación de capital; es decir, por los efectos de las relaciones sociales de producción y de las prácticas productivas de una formación económica, en los modos y técnicas de aprovechamiento de los recursos naturales del ecosistema.
Es evidente que la biosfera condiciona las posibilidades de desarrollo, las que dependen en mayor o menor grado de la disponibilidad, tipo y forma, identificación y utilización de los recursos, la acumulación del capital fijo o medio artificial, el tamaño y localización del país o la región y sus características demográficas, de relieve, clima, ubicación geográfica, etc. El proceso de desarrollo socioeconómico, a su vez, por implicar la utilización de recursos, generación de desechos, desplazamiento de población y actividades productivas y otros procesos que alteran los ecosistemas, afecta con su dinámica de diversas maneras a la biosfera y con ello, a su vez, al propio desarrollo, generando así nuevas condiciones para el proceso ulterior y así sucesivamente.
Los elementos que constituyen la biosfera -en la misma forma que la especie humana- no son inertes, sino que constituyen sistemas de interacción mutua que forman ecosistemas. La sociedad humana por lo tanto, conforma su medio ambiente, pero al mismo tiempo su supervivencia y desarrollo exigen la explotación del mismo. Se encuentra así en una posición de juez y parte con respecto a la naturaleza, ya que la explotación del medio ambiente interfiere con los ciclos ecológicos mencionados anteriormente. Esta interferencia puede ser asimilada por los ecosistemas, ya que éstos gracias a su heterogeneidad y complejidad poseen una capacidad relativamente alta de absorción de "interferencias" y de regeneración y autorreproducción. Pero si exceden ciertos límites o umbrales la intensidad, persistencia y otras características de la interferencia pueden llegar a desorganizar los ciclos regeneradores y reproductivos de los ecosistemas a punto de producir un colapso ecológico, exigiendo los consiguientes reajustes sociales.
Es por ello que las diferentes formas de organización social que se dan en una comunidad incluyen no sólo las relaciones entre individuos, grupos, clases -que es lo que habitualmente se destaca en las ciencias sociales- sino también los modos en que dichos individuos, grupos y clases llevan a cabo la apropiación de la naturaleza. Puesto que la vida humana depende enteramente de la disponibilidad de numerosos elementos extraídos de la naturaleza, uno de los aspectos claves de la organización social es precisamente el modo de apropiación social de los elementos de la biosfera que son esenciales para la supervivencia de la sociedad en su conjunto, y que influye en alto grado en la ubicación de los individuos, grupos y clases dentro de la sociedad.
El escaso interés y atención que ha merecido este aspecto en las ciencias sociales desde fines del siglo pasado seguramente no es ajeno a un sesgo ideológico que tiende a desviar la atención de uno de los determinantes decisivos de la desigualdad social y de la estructura de poder. En el desarrollo del sistema capitalista y su difusión en los países periféricos, se generalizó -en estos últimos- la apropiación privada de la tierra, el agua y los recursos naturales, con el propósito de usarlos como factores generadores de renta e ingresos monetarios.
La apropiación de la mejor tierra en manos de unos pocos, significa la existencia de población sin acceso a la tierra y, por consiguiente, su supervivencia en tierras de inferior calidad o en casos de agotamiento de la frontera agrícola, la existencia de campesinos sin tierra. En el primer caso se produce el fenómeno de la renta diferencial que favorece a los propietarios de las mejores tierras, por una parte, mientras la presión demográfica obliga a la población restante a sobreexplotar las tierras de menor calidad y a incorporar y utilizar tierras cada vez más marginales o de frontera agropecuaria. Tal situación suele entrañar la destrucción de los bosques, la degradación de los suelos y de los ecosistemas correspondientes. De ahí la importancia de su estudio.
I.1.2. El enfoque sistémico
Esta propuesta parte de la consideración de que la temática histórico-ambiental constituye un enfoque sistémico, que no debe abordarse mediante el análisis fragmentario ya que no se refiere solamente al planteo de determinados factores, sino también a la acción o a la conservación (producto de la acción de determinados procesos) que se establece entre el medio natural y las acciones antrópica. Se presenta así "como el soporte de unos sistemas de relaciones, determinándose unas a partir de los elementos del medio físico y las otras procedentes de las sociedades humanas que ordenan el espacio en función de su densidad de poblamiento, de organización social y económica, del nivel de las técnicas, en una palabra de todo el tupido tejido histórico que constituye una civilización".
Estas relaciones que constituyen variables significativas se establecen básicamente en dos niveles. En el primero de ellos la relación es directa y se produce cuando se ejerce una actividad de uso sobre el medio. Por ejemplo, mediante la utilización o el consumo de los recursos naturales. En el segundo nivel se establece una relación indirecta, como consecuencia o efecto de la primera, que está constituida por las transformaciones producto de aquella.
a) Las interacciones: En ese contexto, se plantea la definición de ambiente, teniendo en cuenta este carácter de relación dinámica entre los factores intervinientes: "El medio ambiente es el medio global con cuyo contacto se enfrentan las colectividades humanas y con el cual se encuentran en una situación de relaciones dialécticas de acciones y de reacciones reciprocas, que ponen en juego todos los elementos del medio. Según el nivel de civilización técnica de los grupos humanos, y según la influencia del medio natural, el medio ambiente será primordialmente obra de la naturaleza o bien obra de los hombres; finalmente está animado por procesos físicos y fisiológicos que los hombres desencadenan, controlan o soportan, en su condición de existencia o en su misma subsistencia"
b) El planteo metodológico: Así concebido, el abordaje de la problemática ambiental no admite enfoques parciales, porque requiere que no queden fuera del análisis las interacciones entre los distintos factores actuantes. Pero plantear el estudio de la problemática ambiental teniendo en cuenta la interacción de la compleja red de interdependencias que constituyen los factores (físicos, biológicos y humanos) que la integran, genera un problema metodológico. Por eso en razón de la necesidad de tratar complicadas interrelaciones de las partes que implican problemas ambientales complejos, este enfoque propone considerar cada situación específica como un sistema. El mismo es básicamente una estructura de definiciones arbitrarias, constituida por entidades físicas o abstractas, denominadas elementos y el nexo o relaciones entre los mismos y entre el sistema y su entorno. Los elementos se caracterizan por determinados atributos y si bien pueden identificarse aisladamente, lo que realmente conforma un sistema son las relaciones que se establecen (tanto entre sus elementos como entre el sistema y su entorno), dado que en la concepción sistémica la idea de proceso y las transformaciones que se experimentan es inherente al mismo. En este esquema, la definición de los elementos depende fundamentalmente de las diferentes escalas de análisis, aunque estas constituyan niveles interdependientes. Así un elemento de un sistema puede a su vez constituir un sistema a una escala mayor y, viceversa, un sistema puede ser un sub-sistema o elemento a una escala menor. No existe pues una única forma de encarar el abordaje sistémico de la problemática ambiental, sino que el mismo dependerá fundamentalmente de la selección del centro de interés pero también de la escala de análisis. Porque de estas dos características deviene tanto la definición de los atributos con los cuales se caracteriza a los elementos que lo componen como su relación con otros sistemas y con su entorno.
Una forma de definir el abordaje de la problemática planteada puede ser considerar sistémicamente lo ambiental como la resultante de la interacción de dos sistemas: el sistema social y el sistema natural . Una definición coincidente con este enfoque es la que considera:
"el medio ambiente es el resultado de la interacción de los sistemas naturales y de los sistemas sociales. Los sistemas naturales están constituidos por aire, agua, tierra y el conjunto de organismos vivos. Los sistemas sociales están constituidos por los grupos humanos, con todo aquello que pueden aportar de historia, cultura, ritos y tradiciones...las infraestructuras, los rendimientos de producción y los sistemas institucionalizados que el hombre a creado" . El principal inconveniente de este enfoque es que ambos sistemas aparecen separados entre sí. Da la sensación por ejemplo, de que el sistema social funciona en forma demasiado independiente del natural, tal como se plantea en la mayoría de las obras historiográficas tradicionales. Por ello, al analizar las interacciones ambientales, es posible adoptar dos puntos de vista distintos, según el sistema desde el cual se realice el análisis. Así desde el aspecto social, el natural es considerado fundamentalmente como proveedor de recursos naturales. O sea, la base o el sustrato desde el cual se desarrolla la actividad económica. En esta posición, el énfasis de la preocupación ambiental se centra en evitar la degradación o el agotamiento de los recursos naturales. Es decir se adopta una posición que se podría llamar recursista. En cambio desde el sistema natural las interacciones generadas por la sociedad son siempre consideradas como modificantes o alteraciones de los ecosistemas, y consecuentemente, la preocupación ambiental básica es conservarlos. Es decir se adopta una postura denominada "conservacionista". Una forma de superación de la dicotomía señalada precedentemente es considerar al ambiente como el producto de la interfase o superposición de los sistemas social y natural.
Una definición aproximada de medio ambiente es la que lo considera como un sistema complejo, compuesto por el medio natural y uno antrópico, interrelacionados en forma constante. Cada uno de estos ambientes posee elementos que funcionan interrelacionadamente y de allí surge el comportamiento y las características propias de los mismos. En el proceso de interrelación constante del medio natural y antrópico se producen modificaciones mutuas, a consecuencia de un reacomodamiento constante de cada uno de los elementos que los conforman, lo que se traduce en un cambio de comportamiento. De allí que se logren nuevas asociaciones encadenadas que producen los denominados "equilibrios dinámicos" del medio ambiente.
Algunas de las respuestas que producen estos cambios provocan efectos y consecuencias en desmedro de la calidad ambiental, ya sea deteriorando (por merma o pérdida de calidad) elementos del medio natural, o impactando (directa o indirectamente) de modo negativo sobre el medio antrópico.
c) Interrelación, cultura y medio ambiente:
Cada cultura constituye una forma integral de vida, que plantea su propia y específica manera de resolver las relaciones esenciales (por ser ineludibles). Estas son: la de cada individuo consigo mismo; con los miembros de su comunidad, con las otras comunidades y con la naturaleza. Es decir que la forma de relación con el medio natural no es única y absoluta. Cada cultura la plantea según sus propias pautas, las que constituyen una estructura única y por lo tanto, la resuelve según su particular modalidad. Así, diferentes culturas llegan a configurar diferentes paisajes en un mismo medio natural.
Si bien la lectura básica que cada cultura hace de la naturaleza constituye a ésta en la fuente de recursos para satisfacer sus necesidades materiales, también lo percibe según su específica concepción del mundo, según su escala de valores; pero las diferentes visiones o valoraciones del espacio no sólo se corresponden con diferentes culturas. En sociedades complejas, también es percibido en forma distinta por distintos sectores. En este sentido la relación sociedad-espacio es en el sistema capitalista, desde luego, una relación valor-espacio, porque está sustantivada por el trabajo humano. Por eso, la apropiación de los recursos propios del espacio, la construcción de formas humanizadas sobre el mismo, la permanencia de esas construcciones, las modificaciones, ya sea del sustrato natural o de las obras humanas, todo eso representa creación de valor .
Entonces en términos generales, el concepto de recurso natural comúnmente se refiere a su carácter dado por la naturaleza, con aparentemente poca o nula intervención humana en su origen, pero con el cual se inicia el proceso económico. Pero este enfoque, centrado en el término "natural" y lejano del término "recurso" (limitado a satisfacer necesidades o generar valor), señala sólo un aspecto parcial del concepto, porque el vocablo "recurso" implica su disponibilidad, es decir, su capacidad de uso o la posibilidad de ser usado.
Por lo tanto, en todo análisis ambiental -en función de la relación sociedad-naturaleza- es necesario tener en cuenta que el concepto es fundamentalmente cultural, porque esta disponibilidad no siempre es una condición absoluta que depende del elemento en sí mismo. Depende fundamentalmente de la definición que cada cultura hace de los mismos y esto, a su vez, depende del nivel técnico alcanzado en el desarrollo histórico de cada sociedad o grupo cultural en particular, de los cambios tecnológicos, de la forma de organización económica, de las estrategias de supervivencia de las comunidades o una adaptación al medio en cual se localiza. Así se han incorporado recursos que antes no lo eran y otros dejaron de serlo o han disminuido su uso.
Los recursos naturales de un espacio determinado tienen valor únicamente en función de una sociedad, de una época y de unas técnicas de producción determinadas; están en relación con una forma de producción y con la coyuntura de una época. La propia noción de recursos naturales se presenta singularmente estática. Plantea de un modo falso los vínculos entre el hombre y el medio. Desde un punto de vista absoluto, los recursos no existen, un recurso únicamente es utilizable con relación a cierto nivel de desarrollo técnico y a la situación geográfica de un espacio . Nosotros adoptaremos con prevención este término -que junto a la definición de ecosistema y de paisaje, es una de las tres nociones nucleares de la ecología- sabiendo que es un concepto proveniente más bien del campo de la economía, que se aplica a la totalidad de las materias primas y de los medios de producción aprovechables en la actividad económica del hombre y procedentes de la naturaleza.
I.1.3. La articulación de procesos eco-tecnológicos
La racionalidad económica dominante se caracteriza por el desajuste entre las formas y ritmos de extracción, explotación y transformación de los recursos naturales y las condiciones ecológicas para su conservación, regeneración y aprovechamiento sustentable. La aceleración en los ritmos de rotación del capital y en la capitalización de la renta del suelo para maximizar las ganancias o los excedentes económicos en el corto plazo ha generado una creciente presión sobre el medio ambiente. Esta racionalidad económica ha estado asociada con patrones tecnológicos que tienden a uniformar los cultivos y a reducir la biodiversibilidad. De esta manera, la transformación de ecosistemas complejos en pastizales o campos de monocultivo ha conducido a una sobrexplotación del suelo, que declina rápidamente.
Los procesos de erosión de los suelos y reforestación han conllevado el agotamiento progresivo de los recursos bióticos del planeta, la destrucción de las estructuras edafológicas y la desestabilización de los mecanismos ecosistémicos que soportan la producción y regeneración sostenible de los recursos naturales. En este contexto la tecnología ha desempeñado una importante función instrumental dentro de la racionalidad económica, estableciendo la relación de eficacia entre conocimiento y producción. Así la tecnología, entendida como la organización del conocimiento para la producción, se ha insertado en los factores de la producción, determinando la productividad del capital y de la fuerza de trabajo.
Las complejas interrelaciones que se establecen entre esos niveles de productividad social requieren una conceptualización más amplia de la articulación sincrónica y diacrónica de los procesos culturales, ecológicos y tecnológicos que la constituyen, que sirva como soporte del manejo integrado de los recursos naturales y sociales para un desarrollo económico sostenido. Desde un punto de vista meramente sincrónico, la articulación de estos tres procesos definirá el sistema de recursos de una formación social, a partir de su oferta ecológica, que su percepción y valorización cultural, así como de la factibilidad tecnoeconómica de su aprovechamiento. Por esta razón en este estudio se privilegian los aspectos referidos a dicha productividad social en relación con el entorno.
I.2. Ecología y economía
I.2.1 Historia económica y medio ambiente
La descripción del ambiente natural, o más restringidamente de los "recursos naturales", como se ha expuesto, ha formado parte, casi siempre, de los trabajos de historia económica (y por supuesto de geografía económica). Pero la importancia asignada a este tema decae con los avances de la industrialización.
En la mayoría de los trabajos actuales sobre estilos de desarrollos (o formaciones económico-sociales) el concepto se trata en términos de coexistencia y subordinación de distintos modos de producción. Pero en los mismos análisis, la insistencia en el dominio de un estilo sobre todos los otros, hace perder relevancia a la distinción. Es aquí donde la consideración explícita de las formas de interacción entre naturaleza y sociedad permite reconocer especificidades de cada formación o estilo, relevantes y no reducibles.
La temática ambiental es un componente imprescindible de toda historia económica regional, siempre que no la reduzcamos a una mera descripción del entorno físico, sino que orientemos nuestro interés a dilucidar los principales condicionamientos e interacciones entre naturaleza y sociedad.
En una aproximación histórica, la consideración de las formas de interacción entre sociedad y naturaleza puede dar luz sobre especificidades de los estilos de desarrollo o formaciones económico-sociales regionales en consideración. Este estudio debe encararse con criterios específicos, entendiendo que:
- el desarrollo capitalista convierte al ciclo de producción y reproducción del capital en uno de los ejes de la vida social;
- la propia materialidad del proceso de producción da la posibilidad de observarlo como un intercambio entre lo organizado social y lo orgánico natural, facilitando la comprensión de los flujos en ambas direcciones;
- en aquellos casos donde el problema ambiental reconoce otros determinantes sociales importantes (por ejemplo la cultura , la organización sociopolítica, la distribución y el consumo), la consideración explícita del ámbito del proceso de producción puede resultar de utilidad porque nos ayudará a entender como interactúan y se ubican estos determinantes en el todo social.
Se impone entonces -como ya fue señalado- un enfoque de sistemas. Por medio de su modelación podemos manejar diferentes grados de complejidad articulada en forma flexible, redefiniendo en cada caso que queda dentro y que queda afuera del sistema en estudio, cuáles son las interacciones que nos interesan entre componentes del sistema y cual las condiciones del contorno, que determinan las interacciones entre dentro y fuera del sistema.
Del sistema global -la biósfera- destacamos un espacio y un tiempo y destacamos los elementos del sistema que nos interesa organizar en dos subsistemas, el social y el natural, con numerosas interacciones entre ambos. Es en estas interacciones donde ubicaremos nuestro eje de análisis. Este sistema de producción supone procesos que se resuelven exclusivamente en el subsistema natural (por ejemplo las características de los suelos de una región) o el subsistema social (por ejemplo las practicas comerciales). Pero aquí nos interesan especialmente aquellos momentos que articulan dinámicas naturales y sociales. Algunos de estos momentos de articulación entre la sociedad y la naturaleza, son la apropiación de la misma como base material del proceso productivo, la técnica utilizada para transformar materia natural en mercancías y el deterioro ambiental. Una temática que fue considerada con distintos enfoques en diversas épocas.
I.2.2. Naturaleza y sociedad en la economía clásica y el marxismo
a) La revolución posfisiocrática y los clásicos.
Desde los orígenes de la economía ortodoxa, con el cambio de paradigma producido a partir de Adam Smith, los conceptos de riqueza, producción, propiedad, etc. cambian de sentido y pierden toda relación con la naturaleza, el crecimiento ilimitado se convierte en un objetivo irrenunciable, ya que en él se basa la supervivencia del sistema capitalista .
Hasta el siglo XVII predominaba una visión organicista y religiosa del mundo, en ese contexto los seres humanos no podían alterar sustancialmente la creación de riqueza, sólo podían acelerarla emulando a la tierra mediante el rito y por ello el trabajo tenía un carácter litúrgico. Los fisiócratas se desprenden del concepto religioso de lo económico, pero mantienen la idea organicista y la preocupación por la base físico-natural sobre la que se asienta, así como por los valores vitales. Consideraban que el ser humano era capaz de acrecentar y controlar a voluntad la producción mediante el trabajo, con la ayuda de la ciencia, que suplantaba el papel activo atribuido anteriormente a la religión, el binomio tierra-trabajo constituye la nueva explicación de la riqueza.
Para los fisiócratas la naturaleza imponía sus límites al trabajo, y sólo el respeto a aquélla podía garantizar la reproducción ilimitada de la actividad económica. Como señalaban Mirabeau y Quesnay, la ciencia económica debía orientarse a "conseguir la mayor producción posible, mediante el conocimiento de los resultados físicos que aseguren la recuperación de los recursos invertidos" .
Los fisiócratas pensaban que las únicas actividades productivas, es decir las que acrecentaban la riqueza eran aquellas que incrementaban la producción material, que generaban un producto neto. Estos pensadores consideraban más importante el valor de uso de las mercancías que el valor de cambio, aunque aceptaban que el segundo, el valor monetario, era el que le otorgaba carácter de riqueza a las mercancías. Sin embargo, no estimaban posible que la riqueza pudiera despegarse de forma permanente de su soporte físico. Creían que la única forma de asegurar un crecimiento sostenido de los valores monetarios era colaborar con las leyes de la tierra, para acrecentar el producto neto.
Con Adam Smith se produce la ruptura con el universo fisiocrático y se sientan las bases del sistema económico imperante, que pretende eliminar cualquier connotación ética, suprime toda relación con el medio físico y sustituye toda actividad económica dirigida conscientemente hacia la satisfacción de las necesidades vitales por la acción autónoma del libre mercado. Las corrientes de economía ecológica -desde principios del siglo XX- señalan que parte de los problemas medioambientales y del agotamiento de los recursos, se originan en esta corriente de pensamiento.
b) El concepto de riqueza y producción
Como hemos visto, los pensadores del siglo XVIII consideraban que el origen de la riqueza se encontraba en el binomio trabajo-tierra. Los seres humanos podían acrecentar las riquezas descubriendo mediante la ciencia "en el libro de la naturaleza" los secretos de Dios . El valor era definido en términos de producción de bienes físicos y la productividad en términos de producción física nueva (producto neto).
Con Adam Smith, se inicia la ruptura con el pensamiento fisiocrático sobre este concepto. La riqueza se constituye por las cosas materiales útiles que requieren trabajo. El equilibrio fisiocrático entre tierra y trabajo se rompe en favor del último. El trabajo pasa de ser el colaborador de la naturaleza a ser "el fondo que la surte [a la nación] originariamente de todas aquellas cosas necesarias y útiles" . El trabajo se convierte en el recurso natural más importante. El incremento de la riqueza depende de la progresión en la productividad del trabajo, que a su vez es una consecuencia de la extensión de la división del trabajo.
David Ricardo, profundiza en la ruptura de la economía con la naturaleza, ya que para él las fuerzas naturales, lejos de incrementar el valor de las mercancías, lo merman. Con él queda así el trabajo más claramente identificado como la única fuente de valor. Además rompe con la ambigüedad de Smith en la determinación del valor, que unas veces se derivaba del tiempo trabajado y otras del valor de las mercaderías manufacturadas por el trabajo. Para Ricardo, el valor viene determinado por el tiempo trabajado, pero no lleva hasta sus últimas consecuencias esta teoría. Marx sí lo hará, y basándose en la concepción ricardiana del valor, concluirá que el sistema capitalista es intrínsecamente explotador del trabajador, ya que el capitalista se queda siempre con una parte del valor creado por los trabajadores .
La ruptura definitiva con la naturaleza, se produce con Jevons, Walras y Merger. Para éstos, el valor ya no se funda en el recurso natural del trabajo, sino en la utilidad y la escasez. Walras declara que la riqueza social está formada por el "conjunto de cosas materiales e inmateriales que, por una parte, no son útiles y que, por otra, no están a nuestra disposición más que en cantidad limitada" . Este autor introduce, por tanto un elemento nuevo muy importante para el sistema capitalista: la riqueza puede ser una cosa inmaterial, lo cual permite su expansión sin fin al no estar limitada por la base material.
En cuanto a la producción, en el mundo antiguo el término estaba indisolublemente ligado a la creación de materia. Los fisiócratas consideraban que solo eran productivos los sectores que creaban materia, que tenían un producto neto. Con la economía ortodoxa el concepto de producción se vuelve ambiguo. Ya no se identifica con producción de materia, sino con valores de cambio. Se equipara a los que transforman la materia, con aquellos que extraen los recursos de la tierra. Este cambio de concepto tiene razones funcionales para el sistema: por un lado se supera la idea fisiocrática de que el comercio no crea riqueza, por tratarse de un juego de suma cero, tal idea no resultaba conveniente en un momento en que el comercio de las riquezas explotadas en el mundo colonial son las fuentes de riqueza fundamentales para las potencias de la época. Por otra parte el concepto fisiocrático según el cual la única base de crecimiento estable de riqueza era el crecimiento del producto material neto impedía la consolidación de la idea de crecimiento ilimitado. Una vez que los valores de cambio no tienen por qué tener un soporte físico y se puede hablar de producción de servicios, la puerta hacia al crecimiento ilimitado de valores de cambio esta abierta .
c) Recursos y medio ambiente:
Los fisiócratas distinguían entre recursos renovables (bienes renacientes o flujos) y no renovables (bienes fondo), y tenían una idea muy clara: debía asegurarse la base física para garantizar la reproducción de la riqueza. Por el contrario la economía ortodoxa se ocupa de "lo que vale y se intercambia", por lo que no tiene en cuenta los recursos naturales mientras no entren en el mercado y para ello deber ser valorados e intercambiados. Para ella no existen recursos renovables y no renovables, sólo existen materias primas. Debajo de esta despreocupación subyace la creencia (no científica) de que los recursos naturales son en general ilimitados e indestructibles, y en el caso de que sea de alguna escasez parcial, la ciencia encontrará algún material sustituto que sea abundante. En esta separación entre economía y naturaleza se encuentra la razón principal del problema ecológico, según la teoría económica de la escuela ecológica.
En este sentido, a la economía ortodoxa, no le ha quedado más remedio que enfrentarse con el problema manifiesto de la agotabilidad de los recursos, buscando optimizar su asignación a lo largo del tiempo. Sin embargo un análisis basado en los valores del cambio y en el comportamiento de individuos que buscan maximizar su beneficio no resulta adecuado para la toma de decisiones temporales, ya que dichos individuos no obtienen ninguna compensación por estas decisiones y las generaciones futuras no pueden expresar sus demandas en el mercado actual. El medio ambiente ha quedado tradicionalmente fuera del universo de los valores de cambio. Sin embargo, el tema de la degradación ambiental nos remite en última instancia a la escasez de recursos renovables. Hemos visto como la economía ortodoxa rompió con el presupuesto básico de la escuela fisiócrata: la actividad económica debe preocuparse de alcanzar la armonía con la naturaleza. La razón fundamental de esa ruptura fue la presunción de que la tierra posee una capacidad capaz de asimilar todos los envates de la actividad económica sin deterioro grave y, por otro lado, está dotada de un fondo de recursos capaz de alimentar un proceso de crecimiento económico ilimitado. Sin embargo, esta ruptura no se produce como un corte a partir de un momento, sino como un proceso. Por ejemplo Ricardo y Malthus veían en la cantidad limitada de tierra agrícola un obstáculo para el crecimiento ilimitado. Es a partir de la llamada revolución neoclásica cuando se consuma la ruptura de la economía ortodoxa con el medio físico.
Llama la atención la frágil memoria de los economistas, que saludan ahora el objetivo del "crecimiento sostenible" como algo especialmente novedoso, cuando tal objetivo no hace más que repetir la pretensión originaria de los economistas franceses de mediados del siglo XVIII, de acrecentar la producción de "riquezas renacientes" (o renovables) sin deteriorar los "bienes de fondo", que dio lugar a su noción de producto neto o renta. La ciencia económica actual se construyó sobre el abandono de ese objetivo, al desplazar el centro de interés desde el mundo físico hacia el universo aislado de los valores monetarios o de cambio en el curso de una ruptura epistemológica que extendió la noción de producción y renta a un amplio conjunto de actividades que no hacía sino revender con beneficio. Así todos los padres de la actual economía criticaron abiertamente el afán de los fisiócratas en distinguir entre actividades productivas e improductivas, atendiendo a que los aumentos de valor que generaban estuvieran o no ligados a la producción de riquezas "renacientes" (o renovables) y en proponer el aumento de las primeras como base de un progreso económico duradero (o sostenible). Autores de una amplia gama, que va desde Smith, Ricardo, Marx, Walras o Jevons han insistido en que los fisiócratas erraron el camino al hacer esa distinción, ya que la economía no tenía porque ocuparse de lo físico. Los recursos naturales eran solo fuente de utilidad potencial y no real, por lo que según Jevons, quedaban fuera del campo de la ciencia económica.
Evidentemente si la ciencia económica establecida se afianzó sobre la crítica a las pretensiones fisiocráticas de reducir la esfera de la producción las "riquezas renacientes", fue porque ello resultaba funcional a la ideología y a las prácticas hasta ahora dominantes de la sociedad industrial, tendientes a identificar la riqueza con el dinero y a dar tratamiento de rentas a los ingresos basados en el consumo de stocks y el deterioro de los bienes de fondo .
El instrumento que va a permitir -según la economía ortodoxa- que este proceso se realice, es el mercado, el cual mediante una eficiente asignación de precios, va a evitar que se produzcan situaciones de escasez permanente de recursos. En la medida en que un recurso se vaya agotando, su precio se elevará, lo que impulsará a la investigación de sustitutos, y como se considera que hay grandes posibilidades de sustitución, se terminará encontrándolos. Esta teoría, como vemos, descansa por entero en una absoluta confianza en la capacidad de la ciencia para resolver los problemas que el desarrollo ilimitado conlleva. En este contexto y hasta hace pocas décadas, no es de extrañar que haya dominado una visión optimista de las capacidades de la naturaleza, lo que ha permitido una total despreocupación hacia ella.
La literatura económica ortodoxa considera que son recursos sólo los valorados por el mercado, y los define como materias primas y energía. En este contexto, tradicionalmente los límites naturales al desarrollo económico no han sido siquiera nombrados en los manuales de economía. Actualmente, a veces, se les dedica algún capítulo, pero desligado del resto de la obra, que sigue presentando la actividad económica como un ciclo cerrado de bienes y servicios en una dirección y de dinero en la contraria. De este modo, el crecimiento económico ilimitado no sólo se presenta como posible, sino como deseable, puesto que se identifica con el incremento del bienestar. En resumen el paradigma de la economía clásica se asienta en tres premisas:
- el libre mercado asigna los recursos de manera eficiente;
- el crecimiento económico es sinónimo de bienestar y éste se manifiesta en los indicadores de la renta, como el PBI, el PBN, etc.;
- el crecimiento ilimitado es posible y necesario.
Frente a una situación cada vez más insostenible (en la medida en que se multiplican los problemas ecológicos) el divorcio entre teoría y realidad se agranda paulatinamente. La solución que se intenta es la de incorporar el medio ambiente a la economía y no la economía al medio ambiente. Este intento de integración se realiza mediante el desarrollo de una nueva rama: la economía del medio ambiente. Esta rama acepta el hecho de que la actividad económica produce impactos ambientales relevantes, que al no ser valorados por el mercado son exteriores al sistema económico, aunque hay que tenerlos en cuenta. Hay que integrarlos en el universo de los valores de cambio dándoles un valor monetario, de forma que al asignarse precios adecuados a las funciones ambientales sin precio de mercado, se limitará la acción destructiva de dicho mercado. Esta visión considera los problemas ambientales como fenómenos no previstos y no deseados que ocurren ocasionalmente, esta limitada manera de entender las relaciones corrige el paradigma clásico de la siguiente manera:
- el mercado asigna normalmente bien los recursos, excepto en el terreno ambiental, por lo que hay que valorar los daños ambientales y añadir estos valores a los precios para que el mercado sea de verdad eficiente;
- el crecimiento económico es sinónimo de bienestar, siempre que el bien ambiental no sea alterado substancialmente. Sí lo es, a los indicadores de riqueza habrá que restarles el valor asignado a este bien;
- el crecimiento ilimitado e posible y necesario, pero hay que preocuparse de que los recursos físicos fundamentales del planeta no sean devastados.
Este concepto de externalidad fue postergado hasta la década del sesenta, cuando se retomó en un intento de integrar el problema ambiental. Las razones de esta marginación fueron de diversa índole: la necesidad metodológica de simplificar los análisis económicos, los problemas conceptuales que acarrea la introducción de bienes no valorados por el mercado y sobre todo la creencia en la ilimitada capacidad de la naturaleza para absorber los residuos de la actividad económica y para suministrar recursos. Pero en la medida que el efecto acumulativo de los impactos y el incremento de la magnitud de estos fue poniendo en evidencia los límites del sistema natural, este tema no pudo ser ignorado por más tiempo, en ese sentido los esfuerzos de integración parten del concepto de externalidad, entendido -en un sentido restringido- como los efectos ambientales (positivos o negativos) de la actividad económica..
Pero los impactos ambientales no son hechos excepcionales, sino habituales en los procesos económicos y por lo tanto las "externalidades" son parte normal e inevitable de estos procesos. Nos encontramos en consecuencia, con un instrumento inadecuado para resolver el problema que la ecología le plantea a la economía ortodoxa. Es un instrumento diseñado para resolver situaciones excepcionales, cuando los impactos ambientales constituyen una manifestación normal de la actividad económica.
Para la economía ortodoxa los beneficios de la sociedad contemporánea son exclusivamente el resultado de la actividad humana, traducida en un progreso científico, tecnológico e industrial, el cual se hace posible gracias al sistema de economía de mercado. Por eso la riqueza de los pueblos es medida por renta nacional. En consecuencia, los beneficios que obtenemos del normal funcionamiento de los procesos biosféricos (estabilidad del clima, fertilidad de los suelos, etc.) y de los comportamientos integradores, que garantizan la cohesión de las familias y de las sociedades, no son considerados como tales beneficios.
I.2.3. Naturaleza y sociedad en el marxismo
En términos generales, el desafío que la dimensión ambiental realizó a las ciencias sociales (y fundamentalmente a la economía) fue el de enfrentarla con la realidad de la naturaleza. Una naturaleza no homogénea, no uniforme, diferenciada, que no era pasiva, sino que se presentaba estructurada con sus propias dinámicas y límites.
El mundo natural jugó un papel importante en los inicios de la economía, en particular -como ya señalamos- en la escuela fisiocrática y más en general en la teoría de la renta de la tierra, en todo el pensamiento económico clásico. Sin embargo ya en el siglo pasado tendió a desaparecer rápidamente tanto en la escuela objetiva como en las subjetivas y marginalistas. En la primera, la abstracción del contenido material de las mercancías (y de las relaciones entre contenido material y cultural, es decir, la abstracción del valor de uso) aparece como un paso necesario para develar el carácter del valor y las relaciones sociales en él implicadas. El papel de los contenidos materiales en la estructuración de relaciones sociales se desarrollará entonces en el marxismo clásico en el nivel de las interpretaciones filosóficas, pero no será retomado en forma sistemática en el análisis socioeconómico.
En la teoría económica marginalista o marxista, la empresa capitalista internalizó costos y beneficios. En los primeros esto resultó un supuesto necesario al rol del mercado como asignador eficiente. En el marxismo ello justifica el rigor teórico de la plusvalía. Los problemas ambientales han venido a corroborar, por el contrario, que las empresas capitalistas desplazan en la sociedad, el espacio o en el tiempo sus costos, a la vez que se apropian de los beneficios.
El tratamiento que la economía marxista ha dado a la cuestión de los recursos naturales ha sido de raíz ricardiana más que ecológico, es decir, se ha estudiado de que forma la renta pagada a los propietarios de recursos naturales (al subir los precios de estos) cambiaba la pauta de distribución de ingreso y, por tanto, al aporte de ahorro e inversión, en vez de considerar la disponibilidad de recursos y su asignación intergeneracional. Precisamente, el agotamiento de los recursos y la contaminación no se reflejan a tiempo en los precios. Se podría decir que los valores ecológicos no son transformados en precios .
Los esquemas marxistas de "reproducción simple" y de "reproducción ampliada" no tienen en cuenta si la falta de recursos agotables puede poner un límite incluso a la reproducción simple. Marx creía que era posible hablar de los aumentos de la producción no sólo en un lenguaje propio de los capitalistas, o en un lenguaje específico del análisis del capitalismo, sino en un lenguaje aplicable a todos los sistemas económicos, incluso a economías socialistas. Los primeros modelos de crecimiento económico de la Unión Soviética, basados en una división sectorial de la economía, son modelos de origen marxista. De ellos esta ausente la preocupación por la asignación intertemporal de los recursos agotables, sin que pueda admitirse que ello se deba a que la cuestión fuera desconocida hasta sobrepasada la segunda mitad del siglo XX, aunque Marx y Engels tuvieron un interés moderado demostrado por las cuestiones ecológicas.
La necesidad de vincular los procesos naturales con las dinámicas de la reproducción del capital en las sociedades capitalistas, no ha sido abordada desde una perspectiva marxista hasta muy recientemente . La categoría "naturaleza" que aparece en el discurso filosófico de Marx, permanece como abstracta y general, de ese modo, no permite aprehender en forma concreta y específica la forma en que los procesos naturales se insertan en la dinámica del capital, a partir de los conceptos científicos del materialismo histórico . Ciertamente la categoría de naturaleza aparece en el discurso de El Capital, pero no es entendido como un concepto científico, articulado al conjunto de los conceptos que forman la ciencia del modo de producción capitalista. Marx se refiere en El Capital a la sumisión del hombre a las "leyes naturales" sobre las que no tiene ningún dominio, es necesario entender el uso metafórico que hace de la noción de naturaleza para referirse a las leyes materiales de la historia. En ningún momento esto autoriza a pensar en una esencia del hombre, o en la constitución de sus relaciones sociales de producción a partir de leyes naturales. Para Marx las relaciones del hombre con la naturaleza son el resultado de práctica sociales concretas. Las relaciones entre sociedad y naturaleza en el materialismo histórico no pueden concretarse con la noción de una mediación entre procesos; mediación que explica tan solo condiciones generales de apropiación y transformación entre una cultura y su ambiente natural, pero que encubre las interdeterminaciones de estos procesos a partir de las relaciones históricas de producción, las organizaciones culturales y las funciones estructurales de los ecosistemas que conforman el entorno natural.
Marx conocía los trabajos de los llamados "materialistas vulgares", Moleshott (1822-1893), Büchner (1824-1901), Vogt (1817-1895). El primero influyó sobre Marx (sin que este lo nombrara) en el uso de la expresión "metabolismo" entre la humanidad y la naturaleza. Marx se opuso a la noción de crecimientos decrecientes en la agricultura argumentando que la agricultura inglesa contemporánea mostraba un aumento de la producción y al mismo tiempo un descenso del número de trabajadores. Por lo tanto las conclusiones malthusianas no eran aplicables . Pero aunque Marx negara la relevancia de la noción de rendimientos decrecientes, poniendo mucha confianza en la química agraria, también citó las esporádicas facetas ecológistas de Liebig. Esta había trazado la diferencia entre la agricultura de explotación y la de restitución, Marx estuvo de acuerdo con Liebig, sin integrar tales opiniones en su análisis económico . Marx no usó la palabra "metabolismo" entre la humanidad y la naturaleza en sentido metafórico, sino del modo más concreto posible al referirse a los ciclos de nutrientes de las plantas. Pero en una visión marxista de la historia, no se da un lugar importante a ese enfoque ecológico, por eso no ha habido una escuela de historiadores marxistas ecológicos .
Asimismo otros autores provenientes de esta corriente adolecen con frecuencia de esta visión de la problemática económica. Engels se opuso a los trabajos de Podolisnky, a través de cartas a Marx en la que niega el valor del estudio de la economía desde el punto de vista físico. Para autores como Martínez Alier, que provienen del marxismo y que intentan desarrollar una economía ecológica, la reacción de Engels es crucial, ya que se trató " de la mejor ocasión perdida en el diálogo frustrado entre marxismo y ecología" . Asimismo en 1909 Lenin atacó a otro representante de los economistas heterodoxos, que postulaban un enfoque diametralmente opuesto a los clásicos, Ostwald, de manera que el tandem Podolisky-Ostwald no podía ser más negativo para la ortodoxia marxista de principios del siglo XX.
Aunque el marxismo desde su teoría, tendría que ser sin duda una corriente historiográfica de carácter interdisciplinario, no ha abarcado la "historia natural", ni la propia historia de las ciencias naturales. Marx y Engels tuvieron la oportunidad de estudiar el primer intento de marxismo ecológico, pero no la aprovecharon. A otros autores como Plejánov, Bogdánov y Bujarin les faltó esa perspectiva ecológica en sus trabajos sobre economía y sociedad, ellos tampoco consiguieron elevar a la categoría de diálogo las relaciones entre el marxismo y la ecología .
Los marxistas posteriores podrían haber modificado la noción de "fuerzas productivas" a la luz de la crítica ecológica a la ciencia económica, pero han existido obstáculos epistemológicos (el uso de categorías de la economía política clásica) e ideológicos (la perspectiva de una transición al comunismo en dos etapas) que lo han impedido. .
En la teoría marxista de este siglo, las referencias a la interacción entre naturaleza y sociedad son escasas. La crítica a la economía capitalista se realiza en términos de las relaciones sociales de la producción; la base material sobre las que éstas se asientan suele olvidarse. En definitiva, el interés de la economía marxista moderna por el ambiente ha sido escaso. Sobre las relaciones entre naturaleza y sociedad en distintos sistemas económicos es poco lo que se ha dicho.
I.2.4. A modo de balance:
La economía neoclásica, al considerar la problemática ambiental, ha recurrido descriptivamente a un redefinición de la circulación económica en términos físicos (balance de materiales) o energéticos (flujo de energía), pero analítica y normativamente no saca de ello conclusiones mayores, concentrándose en el tratamiento del ambiente como un caso de externalidad. Este enfoque se centra mayoritariamente en los problemas de contaminación, tal vez no porque resulten los más importantes, sino porque son los más adecuados para ser abordados por el instrumental neoclásico.
En sus expresiones más generales, la incorporación de la dimensión ambiental en la discusión social se ha realizado por vía de reduccionismos economicistas o ecologistas que, con diferentes matices, retrocede el debate a viejas posiciones.
La temática ambiental es para nuestro estudio un componente imprescindible como lo es para toda historia económica regional o nacional, siempre que no la reduzcamos a una mera descripción del entorno físico, sino que orientemos nuestro interés a dilucidar los principales condicionamientos e interacciones entre la naturaleza y la sociedad.
La centralidad del proceso social de producción es un ámbito privilegiado para analizar la relación sociedad-naturaleza, no en abstracto, sino en un marco histórico específico que exija explicitar la racionalidad económica que guía las acciones de los individuos entre sí y en su articulación con el medio natural, a partir de los roles que cada uno asume en este proceso. Cuenta entonces, con una importante potencialidad al incorporar el estudio de las relaciones naturaleza-sociedad en la comprensión de las formaciones económico sociales concretas o en el estilo de desarrollo.
I.3. Historia y ecología
I.3.1. La relación historia-ecológía
Los historiadores debemos tomar conciencia de la imposibilidad material de eludir las leyes de la naturaleza y abandonar la idea de que podemos remontarnos por encima de las condiciones físico-biológicas que rigen la forma de vida. La mayor parte de las leyes han sido ignoradas en el examen de las sociedades, objetivo del quehacer historiográfico. Pero hay una cuyo olvido es representativo de la disociación que han vivido las ciencias sociales respecto de la naturaleza.
La historia ecológica no es nueva, -la historiografía greco-romana ya la contemplaba- pero surgió con características modernas, a principios de la década de los setenta, cuando en los ámbitos científicos internacionales comenzó a percibirse la gravedad de la crisis ambiental y aparecieron los primeros movimientos ecologistas. Dos fueron los núcleos principales donde empezó a cultivarse este nuevo campo de estudio: Estados Unidos y Francia. En América del Norte surgió de una de las escuelas más pujantes alrededor de la obra pionera de Roderick Mash, The State of Envaironmental History, quien proponía estudiar el entorno como un tipo distinto de documento histórico, en el que los americanos habían dejado huella de sus formas particulares de organización y evolución social . En Europa, el desarrollo temprano de la historia ecológica se debe a la Escuela francesa de los Annales y en especial a Emmanuel Le Roy Ladurie Los campesinos del Languedoc y a Fernad Braudel El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en tiempos de Felipe II, quienes dedicaron al medio ambiente una gran capacidad explicativa en sus argumentaciones, influidos por la fuerte tradición dela geografía francesa. Preocupados por las bases ambientales en las que se asentaban las sociedades, consideraron el ambiente natural como un factor que, a lo largo del tiempo, había contribuido a modelar las formas de vida y relación de los seres humanos. Ambas escuelas se proponían también analizar cómo había cambiado su medio ambiente y con que resultados.
Desde entonces, la Historia Ecológica no ha dejado de crecer y desarrollarse, convirtiéndose incluso en una nueva manera de hacer historia y abandonando sus comienzos de un mero factor más de análisis histórico. Sin embargo, aún está en sus inicios y no existe unanimidad en torno a qué es o que debe ser la historia ecológica, tanto que han surgido muchas corrientes que, partiendo de los ambiguos orígenes historiográficos señalados, reivindican concepciones muy distintas e incluso enfrentadas.
Ante todo la historia ecológica no es una nueva especialidad historiográfica que pueda añadirse a la historia económica, agraria, etc. No debería ser tampoco un campo específico de conocimiento dominado por las ciencias naturales que aspirase a entenderlo todo desde un prisma ambiental. En realidad la historia ecológica debería existir como un extremo alternativo de comprensión de la historia, cuyo sentido y razón de ser desapareciera cuando su discurso haya sido asumido por la comunidad de historiadores. En efecto, la historia ecológica no es sino una manera de entender la evolución de los seres humanos que implica un importante cambio de enfoque. Aspira sobre todo a ecologizar la historia, a entender el pasado de los seres humanos en su entorno natural. Trata de comprender las relaciones estratégicas de los hombres entre sí y con la naturaleza, de la que dependen para su subsistencia y de la que forman parte como seres vivos.
No obstante, resulta evidente que no todos los hechos humanos pueden explicarse desde el punto de vista ambiental ni tan siquiera la propia evolución de la naturaleza, ya que la antropía ha alcanzado prácticamente todos los rincones del planeta. La Historia Ecológica no busca explicar el pasado de la humanidad a través de variables ambientales consideradas como factores determinantes de su evolución, no practica ningún tipo de imperialismo metodológico (como creen algunos historiadores). No es tampoco una variable más que haya que tomar en cuenta en la evolución de las sociedades en la medida en que se modifica la disponibilidad de los recursos naturales o las condiciones de habitabilidad de los ecosistemas humanos.
Hablar en términos de una historia ecológico- social, no es lo mismo que referirse a una interpretación determinista geográfica, ni consiste tampoco en situar la historia humana sobre un telón de fondo ecológico de "larga duración". Puede ser que la ecología humana (relaciones entre los hombres y el medio ambiente) se modifique más lentamente que las relaciones sociales puramente humanas, pero también puede ocurrir lo contrario. Por lo tanto la ecología humana no es siempre de "longue durée".
Una historia ecológica no es simplemente el estudio del cambio en el medio ambiente. Una historia ecológica ha de abarcar también los aspectos económicos y sociales. Así en este campo historiográfico hemos de entender por recursos no sólo los cambios climáticos de largo plazo sino también la influencia humana sobre el ambiente natural, y las instituciones económicas y las luchas sociales que regulan y tienen por objeto el acceso a los recursos naturales.
I.3.2.Corrientes historiográficas
Han existido y existen dos corrientes historiográficas tributarias de esta concepción, aunque en sentidos bien distintos. En primer lugar, aquellos historiadores que conciben la Historia Ecológica como una historia de los recursos naturales, tratando de analizar esencialmente la evolución de la naturaleza y como el hombre ha ido respondiendo a los retos por ella planteada. Esta corriente conserva aún una concepción mecánica e instrumental del medio ambiente, al que el hombre debe dominar para satisfacer sus necesidades; la naturaleza sería una especie de hábitat pasivo compuesto por animales, plantas y minerales útiles, una especia de almacén de recursos naturales utilizables como materias primas. Desde esta perspectiva, la historia se entiende como el desarrollo de nuevas técnicas con las que disminuir los riesgos provocados por el consumo y la escasez creciente de los recursos naturales.
En un segundo lugar, aparentemente opuesto al anterior, estarían aquellos historiadores que confunden la historia de los seres humanos con una historia natural, ya sea por la creencia en la determinación físico-biológica de las sociedades, ya sea por la consideración del hombre como un animal más. La sujeción absoluta a las leyes de la ecología y de la termodinámica es el supuesto del que ambas corrientes parten. La dinámica de las sociedades difícilmente pueda explicarse en función de esas leyes de funcionamiento de la naturaleza, ello es tan absurdo como pensar que pueden explicarse sin su influencia. La historia ecológica rechaza aquellos planteamientos que pretendan poner en el centro del análisis histórico los dogmas de la sociobiología, analizando las relaciones humanas como si de ecosistemas humanos se tratara, con dinámicas y comportamientos teorizados a partir del estudio de las otras especies animales. La ecología por sí sola no puede dar cuenta de todas las modalidades de relación entre las sociedades y la naturaleza, puede constituirse un elemento clave del análisis historiográfico pero a condición de que no pretenda sustituirlo totalmente.
Lo mismo podría decirse de aquella corriente que analiza la historia únicamente en términos de flujos de energía. Para esta corriente la historia no es más que un reflejo de la segunda ley de la termodinámica. Con cada acontecimiento cierta cantidad de energía queda disipada para siempre de tal manera que en cada fase de la historia las reservas de energía disponible en el mundo se han disipado hasta niveles cada vez más bajos, aumentando el desorden total del universo. Por ello, en cada una de estas fases, los seres humanos han tenido que crear tecnologías cada vez más complejas y nuevas instituciones sociales y económicas para mantener un nivel moderado de existencia humana. Pero aunque la ley de entropía funciona a escala del hombre, lo que establece son límites a su acción y depende de él el que la entropía, en sus intercambios con la naturaleza, sea mayor o menor, es decir, establece límites a los recursos naturales, a la materia y a las energías disponibles en cada fase concreta de nuestra historia. Por lo tanto constituye un contrasentido sostener que las relaciones sociales se mueven por condicionamientos físicos, sustituyendo la evolución social o haciéndola depender principalmente de la evolución física o natural; la ley de entropía impone límites materiales a los fenómenos sociales, pero no los gobierna .
Otras corrientes han caído igualmente en la tentación de entender la historia de las sociedades como el despliegue de las estrategias de adaptación de las poblaciones humanas a las condiciones físico-biológicas de su ambiente. En este caso el enfoque ecológico ha servido para analizar las relaciones entre sociedad y naturaleza a partir de la racionalidad económica de las diferentes formas de organización social, concebidas como respuestas adaptativas a los condicionamientos de sus respectivos ecosistemas. Aquí pueden encuadrarse aquellas corrientes historiográficas que parten de la ecología cultural de Steward, de la ecología neofuncionalista de Vayda y Rappaport o del materialismo cultural de Marvin Harris. Sin embargo, estos enfoques olvidan las condiciones históricas y sociales específicas que influyen y/o determinan la organización productiva y el comportamiento cultural propio de cada sociedad y sus efectos sobre la naturaleza. .
En definitiva, todas estas corrientes son en mayor o menor medida tributarias de una suerte de reduccionismo ecologista del que tiende a separarse claramente la Historia Ecológica. Al considerar a los individuos y a las sociedades como poblaciones biológicas sometidas a la dinámica de los ecosistemas naturales, se termina explicando las prácticas sociales a través de sus determinaciones genéticas o, más frecuentemente, de su capacidad de adaptación funcional al medio. Este es el resultado de considerar la Ecología como la madre de todas las ciencias", en la que se integran los diferentes procesos materiales, como subsistemas de un ecosistema global. Sin embargo, reiteramos que las prácticas sociales no son reductibles a un mero análisis ecológico, sus factores explicativos son lo suficientemente amplios, diversos y complejos como para someterlos a este tipo de análisis simplificador. La Historia Ecológica sigue tratando del pasado de los seres humanos, de sus relaciones sociales y prácticas productivas, de sus reglas de organización cultural, de las formas de poder político e ideológico; pero también de las repercusiones que tiene sobre los recursos naturales y el medio ambiente y de las limitaciones que éste le impone a su desarrollo y transformación. Sociedad y naturaleza coevolucionan, inseparablemente unidas, a lo largo de la historia.
Por ello la Historia Ecológica debe ser ante todo, un campo donde confluyan las ciencias sociales y naturales, con una vocación interdisciplinaria. El historiador debe familiarizarse con las teorías, las categorías y los métodos de ambas ciencias, partiendo de un enfoque holístico y sistémico. Ello implica poner el acento no sobre "hechos" históricos ya dados que solo hay que exhumar y las causas que los originaron, como sugiere la práctica historiográfica de orientación mecanicista y neoposivista, sino sobre las relaciones entre los distintos componentes de la realidad histórica que la explican y le dan sentido. Los propios avances de la ciencia han superado "la virtualidad cognitiva del paradigma newtoniano" que creía posible el estudio parcelado de fenómenos específicos, desconectados de su universo de relaciones, para después conectarlos con otros en una especie de relación causal pura. En nuestro mundo, todos los fenómenos están conectados mediante una amplia y compleja red de relaciones mutuas que los convierten en interdependientes en el seno de un proceso dinámico de evolución constante.
1.3.3.La relación naturaleza y sociedad en la Historia Ecológica.
Para una adecuada comprensión de su complejo objeto de estudio, la Historia Ecológica parte de tres supuestos básicos sobre las interrelaciones entre naturaleza y sociedad:
a) el primero se refiere a la dinámica evolutiva de los ecosistemas y, por lo tanto, a los distintos tiempos históricos que deben tomarse necesariamente en cuenta. Esta cuestión puede apreciarse con más nitidez si comparamos la duración de los grandes procesos físico-biológicos con los procesos sociales, ya sea en lo que atañe a los recursos naturales como trozos de naturaleza socialmente apropiados, ya sea por la influencia que las variaciones en el medio tienen en la conformación de límites ecológicos al desarrollo de tales sociedades, ya sea en lo referente a las perturbaciones que los cambios antrópicos generan en la dinámica de los ecosistemas.
El análisis del consumo de recursos naturales sólo tiene sentido si se tienen en cuenta el tiempo que la naturaleza ha invertido en su creación, es decir su "tiempo de producción". Los ciclos de regeneración y reproducción de materiales y energía, la capacidad productiva de los ecosistemas, se determina a largo plazo para la perspectiva humana, siempre en presencia de ciertas condiciones de estabilidad. Por otro lado, los grandes ciclos físico-biológicos establecen limitaciones o condicionamientos a veces muy estrictos al desenvolvimiento de las sociedades; el ejemplo más característico es el del clima y de sus fluctuaciones.
La dinámica de los ecosistemas es también diferente a la de los sistemas sociales, pero a lo largo de la historia se ha visto perturbada de manera progresiva por el creciente poder antrópico de los seres humanos. El hombre interfiere en los ecosistemas propiciando cambios bruscos, en cortos espacios de tiempo en comparación con las tendencias evolutivas conformadas a lo largo de muchisimos años.
b) El segundo punto básico del que parte la historia ecológica se refiere a: las distintas modalidades de organización productiva de las sociedades humanas que han traído consigo un trato específico de la naturaleza. En otros términos, no todas las formas históricas de organización productiva han sido y son ecológicamente sostenibles, de hecho algunas permanecieron durante muchos siglos y otras fracasaron en su proceso de adaptación a los límites impuestos por los ecosistemas, si bien todas han manifestado problemas de adaptación más o menos significativos.
En efecto, el objetivo fundamental de las relaciones establecidas entre los seres humanos dentro de las diversas sociedades a lo largo de la historia ha sido básicamente la satisfacción de sus necesidades materiales; para ello has necesitado usar los recursos que la naturaleza proporcionaba, transformándolos en bienes útiles mediante la implementación de prácticas productivas. En términos ecológicos se podría decir que tales prácticas productivas han implicado la manipulación de los ecosistemas naturales para la producción de bienes con un valor de uso histórico y culturalmente dado, mediante el consumo de una cantidad determinada de energía y materiales y el empleo de un saber e instrumentos de producción adecuados. Todo proceso productivo ha traído consigo, pues, la apropiación de uno o varios ecosistemas, artificializando su estructura y su funcionamiento, tal el caso que nos ocupa: la producción agrícola en región pampeana durante el período 1890-1950.
Pero como se señaló con anterioridad, no todas las sociedades han tenido la misma relación con la naturaleza a la hora de implementar tales prácticas productivas. Unas se diferencian de las otras en el carácter que en su seno imprime la división del trabajo sobre la ordenación de tales prácticas y en las características de los instrumentos de trabajo y de los saberes empleados en ellas. La diferencia se encuentra en las distintas relaciones de producción, es decir, en las distintas modalidades de control o dominio que los individuos han ejercido sobre los ecosistemas. Cuanto mayor ha sido y es la presión sobre ellos, mayor ha sido la necesidad de subsidios energéticos y materiales para asegurar su mantenimiento y viceversa. En efecto, en cada sistema de producción se establecen determinadas relaciones de apropiación y manejo de los recursos que determinan la clase y la velocidad de su consumo, es decir que sean renovables o no o que puedan reproducirse o no en el mismo proceso productivo. Dicho en otros términos, en cada tipo de sociedad los individuos han establecido una relación específica con el medio más o menos antrópica que puede ser valorada en términos de "eficiencia ecológica". Con este concepto se intenta medir la capacidad de un sistema de producción -en última instancia un conjunto estructurado de relaciones sociales- para producir la máxima cantidad de bienes con el menor costo energético y de materiales y con la mayor capacidad de perdurar en el tiempo sin trastocar el equilibrio de los ecosistemas.
Cada modo histórico de producción, cada sistema económico y social, ha combinado de manera específica el trabajo humano, los saberes, los recursos naturales y los medios de producción con el fin de producir (transformando y a la vez consumiendo recursos naturales), distribuir y reproducir los bienes necesarios en cada momento histórico para la vida. Es por ello que el objetivo esencial de la Historia Ecológica se centra en el conocimiento de la lógica económica, de las normas éticas y culturales propias de cada forma histórica de producción, ya que al influir en las prácticas de los agentes sociales con relación al medio, determinan el menor o el mayor grado de sostenibilidad de la producción. Dicho en otros términos: cada formación social de producción, entendida en su doble vertiente de explotación del trabajo humano y de la naturaleza, marca los límites históricamente precisos a la eficiencia en el manejo de los ecosistemas.
c) Finalmente el tercer supuesto básico del que parte la Historia Ecológica, se refiere a las ideas y percepciones que orientaron las relaciones de los seres humanos con la naturaleza en cada momento de su evolución. A lo largo de la historia, los seres humanos han construido marcos de referencia ideológicos o simbólicos para organizar las distintas actividades de la vida y darles cierta continuidad, que han conformado una visión del mundo, no solo social, sino también material. La visión que tenemos del mundo es ante todo una construcción social que refleja de manera más o menos deformada la organización de la sociedad; la concepción que tenemos de la naturaleza es una creación de nuestra mente y por lo tanto histórica. Evidentemente no todas las visiones culturales sobre el papel de la naturaleza, generadas por las distintas sociedades o por los distintos grupos de cada una de ellas, han favorecido el mismo tipo de relación de los seres humanos con el ambiente natural.
I.4. Estado de la cuestión
Los enfoques sobre el espacio, el clima y los recursos naturales variaron desde el siglo XVIII. Hasta entonces la historiografía europea prestó una atención preferente a dos cuestiones: el dominio del hombre sobre la naturaleza (con la idea de que su acción sobre ella era siempre para "mejorarla") y la influencia del medio sobre la cultura. Que la acción del ser humano sobre el medio pudiese tener efectos nefastos era algo que ya empezaron a advertir los hombres de ciencia del siglo XVIII, observando las consecuencias de las roturaciones abusivas, pero ello no sirvió para evitar las fatales consecuencias que para la Europa mediterránea del siglo XIX tuvieron la deforestación y sobre todo, la roturación abusiva de montes y pastos, como consecuencia de la aplicación mecánica de modelos de cultivos pensados para otras condiciones naturales. En cuanto a la ecología propiamente dicha, su nacimiento suele fecharse a fines del siglo XIX, aunque en verdad es que su definición precisa sigue siendo objeto de discusión hasta hoy.
En el conjunto de los importantes esfuerzos que los historiadores, economistas y otros estudiosos de las ciencias sociales realizaron para comprender las principales características de la agricultura argentina, y pampeana en particular, el tema que es objeto central de este proyecto, Ecología, capitalismo y desarrollo agrario en región pampeana no ha sido suficientemente analizado, hallándose escasos trabajos de investigación histórica que se detengan a estudiar el problema de la relación entre el desarrollo agrario capitalista y la cuestión ecológica, problema de innegable importancia para la historia agraria nacional.
Es entonces que la cuestión rural pampeana puede estudiarse a partir de los tradicionales trabajos sobre el régimen de propiedad de la tierra (Cárcano, 1972 y Oddone, 1930), la orientación económica de la agricultura (Tenembaum, 1946), y el régimen agrario (Giberti, 1964 y Craviotto, 1964). Varios estudios han sido los que se han ocupado de la evolución agrícola del país y de la política agraria de los gobiernos nacionales (Bejarano, 1965 y 1969; Ras, 1973; Córtes Conde, 1965 y 1979; Gallo, 1964; Solberg 1975, Arcondo, 1981, Scobie 1969, y Girbal, 1980).
Dentro de los estudios que contribuyeron a la construcción de nuestro marco de referencia, estudiando temas concretos de la región cerealera en el período de la expansión agropecuaria (1870-1910), encontramos un neto predominio de la temática socio-rural de la zona triguera, que incluye las políticas gubernamentales y el desarrollo de la producción (Scobie, 1968; Solberg, 1975) o aquéllos que trazan una explicación sobre el período, vinculándolo con las exportaciones cerealeras (Cortés Conde, 1969, 1977; Girbal, 1982). También existen trabajos que privilegian la importancia del ciclo económico internacional (Fodor y O`Connel, 1973; O`Connel, 1986); o bien los que se refieren a temáticas agrarias específicas (Balan, 1978; Slutkzky, 1968; Girbal, 1977, 1982, 1987, 1990, y 1991; Halperín Donghi, 1984 y Miguez 1985). Puede advertirse la existencia de estudios que enfocan el problema desde la sociología agraria (Pucciarelli, 1985, Delich, 1972; Murmis, 1978; Balsa, 1995).
Para el período posterior, a partir del fin de la expansión horizontal agraria y cuando se acentúa el deterioro de los precios internacionales agrícolas (1910-1945), encontramos abundante material bibliográfico de interés. Al respecto están los trabajos que analizan la situación agrícola como expresión del malestar social en el medio rural en dicho período (Solberg, 1975 y 1987; Arcondo, 1980); estudios de tipo institucional con respecto a un grupo particular y su inserción en la política agroexportadora (Bonaudo y Godoy 1985; Adelman, 1989); sobre la política agraria (Lattuada, 1986; Tecuanhuey Sandoval, 1988, Zarrilli, 1993, 1996). Son también muy importantes los trabajos que analizan el período de los gobiernos radicales, durante los cuales se desarrolló una parte importante de la crisis agrícola: en cuanto a la explicación y análisis de su contenido político-social (Rock, 1977); al estudio sobre la estructura general económica-política-social y su relación con el aparato estatal (Kaplan, 1969); sobre la política económica de los gobiernos de la U.C.R. (Díaz Alejandro, 1975); junto a los estudios sobre la relación entre los gobiernos radicales, los diferentes grupos de poder y sus relaciones agro-institucionales (Girbal, 1989; Lázzaro, 1991). Sobre la cuestión agraria y la relación entre terratenientes y chacareros (Pagani y Perego, 1988); políticas de tierras en este período (Girbal, 1989); conflictos laborales en el campo (Mascali, 1986); los cambios tecnológicos (Obschatko y Piñeiro, 1986; Reca, 1974, Gutierrez, 1988); trabajos sobre un tema clave para nuestra investigación, como lo es el crédito agrícola en sus dos variantes, por el sistema institucional y el no institucional, a través de compañías comerciales (Tulchin, 1978; Adelman, 1989; Girbal, 1993); las explicaciones que ponen el acento en la comercialización de los cereales en la región pampeana (Perez Brignoli, 1985; Gutierrez, 1991) y las transformaciones productivas y sociales de la agricultura pampeana en una visión de conjunto (Barsky y otros, 1988; Bonaudo y Pucciarelli, 1993). Las políticas específicas del área durante el período peronista fueron fuente de una intensa polémica (Martínez de Hoz, 1967; Di Tella y Zymelman, 1973, Díaz Alejandro, 1975; Forni y Tort, 1984; Lattuada, 1986; Novick, 1986; Llovet, 1988, Malgesini, 1986).
Análisis más generales y aún de tipo comparativo con áreas del mundo que han vivido procesos similares (Fogarty y Gallo, 1979; Solberg, 1987; Diaz Alejandro, 1970; Flichman, 1976; Adelman) y sobre la eficiencia del sistema (Flichman, 1977 y 1978) también merecieron la atención de los estudiosos de los problemas agroeconómicos.
Otras investigaciones abordaron estudios de largo plazo, con una perspectiva más amplia (Di Tella y Zymelman, 1972; Bagú, 1961; Díaz Alejandro, 1975; Ferrer, 1963; Cortés Conde y Gallo, 1967; Rofman, 1981; Vazquez Presedo, 1978; Cornblit, Gallo y O`Connel, 1962), pero sólo trabajaron la temática rural de manera tangencial, sin análisis específicos sobre la política agrícola, el rol del Estado y/o la situación de la agricultura nacional, aunque son de suma utilidad para la explicación de problemas generales.
En cuanto a los estudios de carácter histórico -centrados alrededor de la temática de las relaciones recíprocas entre la sociedad y el medio natural- han sido enfocados hasta ahora desde diversos puntos de vista. Pero en general los abordajes científicos referidos al tema, tienen un perfil específico en que generalmente se relaciona el desarrollo económico con la ecología, con escasas y tangenciales menciones al contexto histórico. Desde nuestra perspectiva, los estudios históricos sobre la problemática agraria en nuestro país, han omitido -salvo excepciones- referencias y estudios específicos a la relación planteada entre el proceso histórico de conformación de la región, el desarrollo agropecuario y el medio natural.
Sobre el avance de la ecología como ciencia hay una amplia bibliografía disponible, que trata de enmarcar el desarrollo teórico y concreto de este campo científico. En ese sentido el decenio de 1970 ha presenciado la formulación de nuevos enfoques para el tratamiento de los recursos humanos, los ecosistemas, la energía, la contaminación, la ciencia y la tecnología, llegando incluso a postular un nuevo tipo de desarrollo "el ecodesarrollo" inspirado en la ecología (Sachs, 1973; Dreux, 1974; Rabinovich y Halffeter, 1979). Con respecto al movimiento ecologista-ambientalista, sus postulados y críticas, son variados los planteos académicos al respecto (Marx, 1970; Hawley, 1973; Jahoda, 1973; Dubos, 1973; Simonnet, 1979).
Desde una perspectiva económica, que nos interesa fundamentalmente por los aportes metodológicos que pueden aportar a nuestro estudio, la relación con la ecología ha sido estudiada con especial énfasis en favor de la conservación de la naturaleza, desde un punto de vista económico, entrando la economía y la ecología en una "provechosa síntesis (Pearce, 1985). La relación entre el desarrollo capitalista, los movimientos sociales y la degradación ambiental son también temas abordados por los especialistas (Gutman, 1985; Perez-Agote, 1989). Aunque estemos lejos de satisfacer el vínculo deseado entre las ciencias naturales y las sociales (Odum, 1978). También importan los trabajos que apuntan a la creación de un nuevo sistema económico eficiente, con un análisis previo de la relación entre economía y ecología que nos es de utilidad en el estudio de los problemas históricos (Bermejo, R. 1994).
Los estilos de desarrollo y las perspectivas del medio ambiente, también han sido objeto frecuente de interés por parte de los investigadores. En algunos casos el acento se pone en los efectos del crecimiento demográfico (Ehrlich, 1972); en otros se le atribuyen los problemas del medio ambiente al crecimiento económico (Mishan, 1969) y aún en otros a la tecnología (Commoner, 1971).
El origen de un pensamiento ecológico alternativo en la historia del pensamiento económico, visto además como una rama del tronco común, implicando una revisión crítica de la teoría económica establecida y de sus aplicaciones en los más variados campos constituye la preocupación de algunos importantes estudios económicos. (Martínez Alier y Schüpmann, 1991); en la misma línea otros autores (Naredo y Parra, 1993) analizan desde los diversos artículos compilados en su libro la gestión concerniente a la utilización racional de los recursos y la configuración de una disciplina que vincule ecología.
Desde una postura marxista crítica del discurso de la globalización y del desarrollo sostenible (Leff, E., 1994a) analiza las raíces de la crisis ambiental, -crisis de la razón instrumental y de la racionalidad económica dominantes- elaborando desde una perspectiva de diálogo entre la economía y la ecología, un nuevo paradigma productivo, una economía política del ambiente, pretendiendo un análisis crítico sobre la problemática social latinoamericana, con el objetivo de la creación de una nueva racionalidad social.
También nos interesa por sus aportes metodológicos y temáticos la formulación de los conceptos básicos de la llamada ecología social, intentando integrar nuevos aportes con aquellos desarrollados en otros campos, con una introducción de métodos, técnicas y herramientas que se emplean en su praxis (Gudynas y Evia, 1991). En ese sentido y desde la perspectiva interdisciplinaria de la ecología humana, se trata de indagar los distintos aspectos de la relación humano-ambiental (Leff, 1994b; Zeballos de Sisto, 1992).
La importancia creciente de los problemas ambientales en el desarrollo de América Latina- es decir los aspectos concernientes a los recursos naturales, los asentamientos humanos, el ordenamiento territorial, fueron la base para importantes trabajos de (O. Sunkel y N. Gligo, 1980), centrándose la atención en el crecimiento económico de los países del área y los modelos de explotación de los recursos naturales, comprenden aspectos conceptuales básicos en la relación desarrollo y entorno natural y penetra en el campo específico del desarrollo agropecuario. En esa línea, también se analizaron las consecuencias de la explotación económica, la degradación de los recursos naturales renovables y las relaciones de dependencia con que se sometió al sub-continente (Olivier, 1988).
El desarrollo rural y su relación con el medio ambiente es también un espacio de análisis de fundamental importancia en nuestro estudio. En ese ámbito, la producción rural latinoamericana es estudiada como un proceso de interacción entre sociedad y naturaleza en la que confluyen características económicas, sociales y ecológicas que requieren una interpretación interdisciplinaria (Gutman, 1988). En esa línea también se desarrollaron interesantes trabajos (desde nuestra perspectiva tienen un importante aporte metodológico) sobre las posibilidades del desarrollo sustentable en nuestro país, visto como una necesidad apremiante, en un intento de análisis de las interacciones entre el proceso de desarrollo socioeconómico y el medio ambiente rural y urbano en la Argentina (Di Pace, 1992). A su vez temas vinculados al desarrollo agrario pampeano, han sido elaborados con variadas perspectivas, entre ellas las vinculadas a la cuestión ambiental (Barsky y otros, 1988).
Las relaciones que se determinan, en una zona de expansión de la agricultura, entre el ambiente natural, los cambios productivos y los cambios en la sociedad y su forma de organizar el espacio, como así también el análisis de los conflictos suscitados, tomando como ejemplo el sur de Salta- (León, Prudkin y Reboratti, 1985) puede resultar de utilidad en el planteo de los cambios ecológicos. A su vez sirven como análisis desde la perspectiva ambiental los estudios que tratan sobre el deterioro ambiental de la región en estudio (Duran, 1981 y 1987; Prego y otros, 1988; González, 1989; Gainard, 1989; Wittelsbürger, 1991; Suriano y Ferpozzi, 1992 y 1993)
En el terreno específico de la historia, nos encontramos con una doble dificultad: la producción argentina es aún prácticamente inexistente y la traducción de las obras al castellano mínima. Con respecto a una historia socioeconómica y su relación con el medio ambiente encontramos trabajos que tienen que ver con diferentes períodos y espacios al tratado en este trabajo, pero que son importantes aportes desde su perspectiva original a la historia agraria. Desde el ámbito internacional, tenemos las corrientes políticas e ideológicas del "ecologismo", los trabajos especialmente el referido al imperialismo ecológico (Crosby, 1972) y otros dedicados al estudio de esta problemática en el mundo colonial (Garavaglia, 1989 y 1995).
Para la historia americana colonial existen obras que vinculan el desarrollo histórico y su relación con el medio natural, específicamente referidos al sector rural indígena en mesoamérica y el área andina (Garavaglia, 1995; Martínez Alier, 1990 y 1993; Murra, 1975; Borgstron, 1972; Brack Egg, 1988; Flores Galindo, 1988; Grillo, 1985; Toledo, 1988)
Tenemos también disponibles importantes contribuciones en castellano, como por ejemplo la debida a uno de los primeros intelectuales españoles preocupado por estos temas (Martínez Alier, 1990) referida a la necesidad de interpretar de manera ecologista muchos de los movimientos sociales del pasado, y la otra, que trata del impacto ecológico producido por la colonización europea de América y otros territorios del planeta (Crosby, 1989), este último trabajo -con la influencia de las corrientes políticas e ideológicas del "ecologismo"- donde se analizan algunas de las nefastas consecuencias para el medio ambiente en los diversos continentes de los efectos de la expansión europea.
Existen a su vez diversos trabajos que resultan básicos en la temática planteada, sobre las consecuencias de la expansión de la agricultura comercial (Cronon, W. 1983; White L, 1967; Blaikie, P y Brookfield H., 1987).
Por otra parte, existe una vía diferente para aproximarnos al tema (sin que esto signifique una contradicción con la otra vertiente explicada precedentemente, sino que por el contrario son mutuamente complementarias), este camino ha sido trabajado por varios autores y podemos reconocer corrientes de conocimiento con la que se relaciona directamente: la gran tradición europea de estudios rurales que siempre se preocupo más o menos detenidamente, por las relaciones entre los hombres y el medio, a través de los aportes de la geografía histórica tradicional y de la geografía humana francesa, destacando aquí a los más conocidos representantes de la misma (Bloch, M. 1952; Dion, R.. 1959; Braudel, y Le Roy- Lauderie, E. 1973). Junto a esta corriente hallamos a los autores que, no habiendo sido historiadores de formación, han estado profundamente preocupados por el estudio de la evolución histórica del medio ambiente, desde obras específicas o desde la introducción a obras generales de historia agraria, en este caso particular, francesa (Bertrand, G. 1975, 1978; Hoffman, 1990; Ratzel, 1990; Guilaine, 1991; Corvol, 1987; de Vries, 1981).
En cuanto a estudios que abarquen la problemática histórico-ecológica desde una perspectiva teórica, o al menos metodológica, encontramos trabajos específicos que abordan el tema desde una propuesta de interpretación sobre los orígenes de la crisis ambiental, que hacen hincapié en factores sociales, concretamente en la manera específica de relacionarse los seres humanos con la naturaleza, propia del sistema capitalista (González Molina, M. 1993).
Sobre la relación entre el proceso histórico, los problemas ecológicos y la expansión agropecuaria pampeana -tema central de nuestro trabajo de investigación- no encontramos trabajos específicos referidos al tema. Una primera aproximación al tema, con un enfoque general histórico ecológico, pero referido a todo el país y en un marco temporal muy amplio (Brailovsky, 1991 y Brailovsky y Foguelman, 1992).
De esta manera es fundamental para este enfoque la necesidad de no reducir el estudio del medio a una serie de problemas que deben ser considerados únicamente desde la perspectiva científico-natural y de la tecnología de uso. Es necesario que introduzcamos en el análisis elementos "sociales" sin los cuales toda explicación de lo ocurrido será insuficiente. Al lado del estudio de la naturaleza y el hombre es necesario introducir el de las relaciones que los hombres establecen entre sí como consecuencia de la participación en este proceso, incluyendo en ellas los saberes y la tecnología que los hombres has ido acumulando en sus complejas relaciones con la naturaleza. Nuestra función no es estudiar el suelo, el clima o la vegetación -para lo que no estamos adecuadamente preparados- sino la de mejorar y enriquecer nuestros conocimientos de la relación entre los hombres, entre las diversas sociedades humanas y el medio en que viven y trabajan.
Nuestro estudio tiene como objetivo, pues, plantear una nueva variante interpretativa en la historiografía vinculada con la cuestión histórico-rural, al abordar la tarea desde una perspectiva capaz de tener en cuenta como factores básicos, la relación entre el desarrollo agrario pampeano, las empresas capitalistas que lo sustentaron y las transformaciones ecológicas ocurridas en el período propuesto.

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