Fulgurazos
UNO
En la historia penosa de la reelección en
la República Dominicana, esa pequeña burguesía que se traga el suspiro
de la condición de insustituible del “líder” del momento, construye
siempre un mundo de justificaciones hecho a la medida de su comercio.
Santana, Báez, Heureaux, Trujillo, Balaguer, Hipólito, Leonel, Danilo;
han atribuido sus propias ambiciones de poder a encantadoras cláusulas
conjuratorias de todos los males del país, y el lenguaje oficial y su
sustantivación hacen creer que únicamente el Príncipe detentador del
poder en ése momento puede resolverlos.
¿O no ha ocurrido siempre que en el
universo de nuestra tradición institucional, el candidato que se sucede a
sí mismo desde el poder alcanza el olimpo de los sentimientos elevados,
únicamente porque el poder le presta la pasta milagrosa del mito, y no
hay escrúpulos que tomar en cuenta cuando de mantener el disfrute del
poder se trata?
DOS
Y lo de que “no hay escrúpulos que tomar en cuenta cuando de mantener el
disfrute del poder se trata” se refiere a lo que hacen los gobernantes
cuando la vocación de eternidad los domina. Pongo el caso de Danilo
Medina y Blas Peralta, que aparentemente cae en el ámbito de la
justicia, pero que tiene que ver con esa penosa historia que arrastramos
respecto de la ambición de continuidad en el poder de quienes nos han dirigido. Danilo
Medina dio una dimensión de su determinación con los trajines
reeleccionistas dentro de su propio partido. Acorraló con tal fiereza a
Leonel Fernández, que la ausencia absoluta de escrúpulos llevó a un
plano inimaginable la jugada política. Traer a Quirino y producir una
telenovela, al margen de la mentira o la verdad del hecho, es la
hipérbole de la perversidad, y a ello
hay que agregar que compró a todos los senadores seguidores del
presidente Fernández, vulneró la constitución, impuso el trueque de
reelección por reelección hacia dentro del partido, neutralizó con el
dinero público a toda la “oposición” tradicional, y despedazó las
frágiles conquistas institucionales que se habían logrado desde el año
1961. La reelección de Danilo Medina dejó en el camino, además de un
déficit fiscal, un reguero
de tránsfugas y Judas (El Judas mayor, César Medina, es ahora
“viceministro de relaciones exteriores”, ¡Ji, Ji, Ji,!), y prostituyó
sin piedad toda esperanza de vivir en una sociedad empinada sobre los
valores.
TRES
Lo que ha ocurrido con Blas Peralta hay
que entenderlo poniéndole como telón de fondo lo que más arriba he
narrado. Después del asesinato de Mateo Aquino Febrillet, Blas Peralta
quedó como agente libre en la oferta política. Comenzó a escudriñar sus
posibilidades de relacionar su salida de la cárcel con el capital
político que tenía(activistas, camiones, dinero), y el sector de Danilo
Medina le ofertó un tratamiento especial, a cambio de su apoyo a la
reelección. Blas cumplió. Comentaristas, articulistas, comunicadores han
especulado al respecto, incluso mucho antes de que el Procurador lo
trasladara como un primer paso del cumplimiento de lo pactado. La
obsesión de Danilo era repujar más del 60% del voto atribuible a la
“pasta milagrosa del líder”, sin importar nada, sin que la más mínima
pizca de moral lo intimide.
CUATRO
¿Puede alguien creer que el Procurador
Jean Alain Rodriguez dispusiera el traslado de Blas Peralta sin
consultar a Danilo Medina? No, es simplemente que la política dominicana
transgrede toda escala de valores. Pero no hay ninguna estrategia que
justifique el desprecio real por los valores, porque los valores son
como el cemento invisible que une la sociedad, y si en la cúspide de la
dirección social del país los modelos practican la permisibilidad como
una genialidad del juego
político, la sociedad se encanallece, y el desasosiego va encalleciendo
el espíritu. Es lo que está ocurriendo en esta sociedad cercada, que
puede vivir en o debajo del umbral de la conciencia. Antes lo había
escrito con donosura Ulises Francisco Espaillat: “nuestra desgracia es
el afán de continuidad a toda costa de quienes nos han gobernado”. La
reelección ha sido siempre fuente de corrupción y despotismo, y ha
provocado largos periodos de confrontación y dictaduras. Y porque para
materializarse vale cualquier cosa, incluso soltar a Blas Peralta.
¡Estemos alerta!
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