La reina de Cartago, Dido (Siglo IX a.C.)
Los orígenes de
los grandes imperios de la antigüedad están plagados de historias
fantásticas y legendarias que suplen la falta de datos o son fruto de la
imaginación de grandes literatos de su tiempo. Ese fue el caso del
origen de Cartago, uno de los pueblos que puso en jaque a la imponente
Roma en sus famosas guerras púnicas. La historia de Cartago arranca con
la existencia de una mujer extraordinaria, Elisa de Tiro. Aunque su
veracidad histórica está comprobada, en el relato de su vida la
realidad se mezcla con la leyenda.
La exiliada de Tiro
Elisa de Tiro
era hijo de Muto I. Tenía dos hermanos, Pigmalión y Ana. Cuando murió su
padre, Elisa vio como su ambicioso hermano se hacía con todo el poder
de la ciudad fenicia y la obligaba a casarse con Siqueo, sacerdote del
tempo de Melkart y poseedor de una gran fortuna. Pigmalión, no contento
con ostentar el poder, quería también las riquezas de su cuñado por lo
que pidió a su hermana que le rebelara el paradero oculto de las mismas.
Elisa no quiso ayudar a su hermano al que indicó un escondite erróneo
de la fortuna de su esposo al que, a pesar de haber sido entregada
contra su voluntad, terminó amando y respetando. La historia terminó en
tragedia cuando Pigmalión asesinó a Siqueo y fue en busca del tesoro que
no encontraría nunca.
Elisa huyó de
Tiro con su hermana pequeña y un séquito de hombres y mujeres que le
eran fieles. Elisa no recabó en ninguna de las colonias fenicias del
Mediterráneo sino que decidió marchar a tierras desconocidas. Su destino
final fue un punto de las costas del norte de África poblado por los
gétulos, una tribu libia. Elisa se presentó ante su rey Jarbas y pidió
que le cediera un trozo de tierra para fundar una ciudad. Según la
leyenda, el monarca de dio una piel de buey; esa sería el área que
abarcaría su ciudad. Elisa no se amedrentó ante tal provocación. Cogió
la piel, la cortó en tiras lo más finas que pudo y dibujó un extenso
perímetro en el que erigió una fortaleza a la que puso como nombre
Birsa. Ese sería el origen legendario de la colonia fenicia de Cartago.
Elisa se hizo coronar reina de su nuevo reino; sus nuevos súbditos la
bautizaron con el nombre de Dido.
El dramático final de la reina
El fin de la
vida de Dido fue también legendario. Muchas versiones explican que Dido
terminó su vida suicidándose; pero la razón por la cual terminó con su
vida varía según las fuentes. Una versión clásica narraba el suicidio de
Dido como una manera de evitar un matrimonio obligado con el rey
Jarbas. Fiel a su desaparecido esposo, Dido no habría aceptado nunca
casarse de nuevo.
Pero la versión
más conocida de la muerte de Dido nos llega de las letras de Virgilio
quien en la Eneida explica la llegada a Cartago de Eneas, héroe huido de
la guerra de Troya. La reina de Cartago hospedó a Eneas y su gente en
su reino. A pesar de su amor por Siqueo, Dido terminó sucumbiendo a
Eneas. La marcha de este hacia Italia, la dejó profundamente
desconsolada, dolor que solamente podría ser apaciguado con la muerte.
Historia, realidad, mito o leyenda, Dido de Cartago y su vida extraordinaria se ha mantenido viva a lo largo de los siglos.
http://www.mujeresenlahistoria.com/2012/08/la-reina-de-cartago-dido-siglo-ix-ac.html
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