¿Qué pasó en Madrid el 2 de Mayo de 1808?
Todos los españoles hemos estudiado en la asignatura de Historia el levantamiento del pueblo madrileño el 2 de mayo de 1808 y la Guerra de la Independencia que siguió y que se prolongó hasta 1814.
Pero… ¿Qué pasó en Madrid en realidad ese lunes 2 de mayo de 1808? ¿Por qué sólo el pueblo y unos pocos oficiales de rango inferior se levantaron contra las tropas francesas desplegadas en Madrid? ¿Dónde estaban los reyes, los ministros, los generales? ¿Quién gobernaba en España? ¿Quién fue el verdadero autor del Bando de los Alcaldes de Móstoles? ¿Por qué se conoce como Guerra de la Independencia si no eramos colonia ni eramos dependientes de ninguna nación?
Los 2 reyes de España presos en Francia
En primer lugar hay que destacar la caótica situación de la nación después del Motín de Aranjuez, impulsado con éxito por los partidarios de Fernando VII para derrocar a su padre Carlos IV y ponerle a él en el trono de España. Fernando VII
es seguramente el peor rey que ha tenido este país y su padre uno de
los peores. Ambos eran absolutistas acérrimos y consideraban España y todas sus posesiones en Ultramar como una propiedad particular con la que podían mangonear a su antojo y conveniencia.
Los 2 reyes, padre e hijo, Carlos IV y Fernando VII habían ido por su propia voluntad hasta Bayona, al otro lado del Bidasoa, en territorio francés y ese 2 de mayo de 1808 ya eran prisioneros de Napoleón Bonaparte. Además allí estaban también la mayoría de los diputados a Cortes.
Carlos IV, cegado por el odio hacia su hijo y usurpador, abdicó a favor de Napoleón Bonaparte ese mismo 2 de mayo de 1808: “Artículo
1º. El rey Carlos… ha resuelto ceder como cede por el presente a S. M.
el emperador Napoleón todos sus derechos al trono de España e Indias.” Fernando VII
renunciará a la corona mediante una breve carta a su padre, fechada el 6
de mayo de 1808. Posteriormente, el 12 de mayo de 1808, tanto él como
sus hermanos, los infantes don Carlos y don Antonio, renuncian a sus derechos en Burdeos “absolviendo a los españoles de sus obligaciones”.
Una Junta de Gobierno que no gobierna
Mientras, España estaba gobernada por una Junta Suprema de Gobierno, presidida por el Infante don Antonio y formada por 4 ministros del último gabinete fernandino, que sólo ha recibido unas instrucciones verbales que le exigían “la buena armonía con el general que mandaba las tropas”, refiriéndose al Mariscal y Gran Almirante del Imperio Joachim Napoleón Murat, cuñado del emperador, Duque de Berg y Rey de Nápoles entre 1808 y 1815.
La Junta Suprema de Gobierno desde su constitución intentó negociar con Murat sin
que el francés hiciera ninguna concesión. La noche del 1 al 2 de mayo
de 1808 se planteó la posibilidad de la declaración de guerra pero la
moción fue rechazada. Sin embargo, temiendo su destitución y
posible arresto, designó una nueva junta clandestina. Y eso fue todo.
El alzamiento del pueblo madrileño contra los franceses
A primeras horas de la mañana del lunes 2 de mayo de 1808, la infanta María Luisa de Borbón, reina de Etruria, y el infante Francisco de Paula de Borbón, últimos miembros de la familia real, junto con el infante don Antonio de Borbón, que quedaban en Madrid, suben a los carruajes que les van a conducir a Bayona por orden de Napoleón Bonaparte.
Una pequeña multitud se agolpa ante el Palacio Real. La reina de Etruria ya ha partido. El infante Francisco de Paula sube al último carruaje. José Blas Molina Soriano, maestro cerrajero, comienza a dar gritos de “¡traición, traición!”.
El medio centenar de vecinos que se hallaban allí penetra en palacio y
llega hasta el infante que se asoma a la ventana para agitar más las
turbias aguas de los indignados madrileños.
Murat manda a Lagrange, uno de sus edecanes, que es asaltado y apresado por la multitud al grito de “que nos los llevan”. Lagrange
es liberado por un oficial de las Reales Guardias Valonas y ambos
tienen que ser rescatados por un batallón de Granaderos de la Guardia
que abrió fuego con 3 piezas de artillería y causó los primeros muertos y heridos del 2 de mayo de 1808.
La noticia corrió por todo Madrid y
se desató una violenta y espontánea reacción del pueblo contra los
franceses, hasta entonces aliados y desde ese día invasores. Al grito de
“mueran los franceses” los vecinos de Madrid atacaron
a cuanto francés encontró por la calle, salvando muchos sus vidas por
los rasgos de generosidad de algunos vecinos que les guardaron en sus
casas.
En un primer momento dueños de la calle,
los madrileños se organizaron en pequeñas partidas a cuyo mando había
ciudadanos de toda condición, desde académicos hasta sacerdotes. Al
intentar tomar las puertas de la ciudad para impedir la entrada de las
tropas imperiales se trabaron las primeras escaramuzas de envergadura
pues ya estaban tomadas por los franceses. Cuando tomaron alguna se
hicieron fuertes en su defensa, como en la Puerta de Toledo donde las manolas de Lavapiés se mantuvieron firmes y resistieron varias cargas de los coraceros galos.
El contraataque francés y la defensa de la Puerta del Sol
La respuesta de Murat no se hizo esperar y cerca de 30.000 franceses avanzaron hacía Madrid desde sus acuartelamientos en los alrededores de la ciudad hasta la Puerta del Sol. Desde El Retiro llegaron 3.000 jinetes por la Calle de Alcalá y la Carrera de San Jerónimo. Desde la Casa de Campo llegaron 4.000 infantes por la Calle de Segovia. Desde los Carabancheles llegaron 2.000 coraceros por la Calle de Toledo después de pasar sobre los cadáveres de las manolas. Desde El Pardo y Puerta de Hierro entraron 4.000 infantes a través de la Puerta de San Vicente. Del convento de San Bernardino avanzaron
en 2 columnas otros 6.000 soldados imperiales… Y el ejército español
encerrado en sus cuarteles y cumpliendo la orden de no intervenir
dictada por el capitán general Francisco Javier Negrete.
La Puerta del Sol y sus
alrededores se convirtieron en escenario de los terribles combates que
se sucedieron a lo largo de la mañana y que magistralmente retrató Francisco de Goya.
El mejor ejército de la época, encuadrado en sus unidades, al mando de
sus oficiales y bien armado y pertrechado, se enfrentó a los madrileños y
madrileñas, desprovistos de armas, pertrechados con lo que tenían a
mano, sin oficiales experimentados y sólo impulsados por una indignación
exultante. ¡Dios, qué buen vasallo si hubiese buen señor!
Los héroes sublevados del Parque de Monteleón
En este glorioso y recordado 2 de mayo de 1808, sólo los artilleros del Parque de Monteleón
se levantaron contra el invasor y se unieron a la lucha de la población
civil contra los franceses. Dos capitanes de artillería, Luis Daoíz y Pedro Velarde,
tras hacerse con el cuartel y desarmar a la pequeña guarnición francesa
allí instalada, abrieron las puertas del Cuartel de Artillería a los
madrileños y madrileñas que llegaban en busca de armas tras los
sangrientos combates de la Puerta del Sol. A ellos se unieron el teniente de infantería Jacinto Ruiz, los alféreces de fragata Juan Van Halen y José Hezeta, y otros oficiales de menor graduación.
Daoíz, que había asumido el mando como capitán más antiguo, ordenó abrir las puertas y entregar las armas a los madrileños. Velarde
se encargó de organizar de algún modo a aquellos vecinos que ejercían
de héroes. También se emplazaron y dispusieron las 5 piezas de
artillería con las que contaban para repeler a las columnas francesas:
2 cañones fueron emplazados hacia la Calle de San Bernardo, otros 2 hacia la Calle de Fuencarral, y 1 hacia la Calle Nueva de San Pedro.
A primeras horas de la tarde los
invasores franceses rompían la resistencia y entraban en el cuartel,
acabando prácticamente con la resistencia madrileña que ya sólo se
prolongaba en pequeños grupos que callejeaban hostigando a los franceses
que esa misma noche comenzaron con las cruentas represalias contra la
población civil.
El Bando de los Alcaldes de Móstoles o la falsa declaración de guerra
El conocido Bando de los Alcaldes de Móstoles, que presume de ser una declaración de guerra, fue en realidad redactado por Juan Pérez de Villamil, que nacido en la baja nobleza asturiana, ejerció de abogado en diferentes cargos, fue miembro supernumerario de la Real Academia de la Historia y honorífico de la Real Academia Española y de la Real Academia de Bellas Artes, fiscal togado del Consejo Supremo de Guerra y, desde 1807, Auditor General y secretario del Consejo del Almirantazgo, aunque éste último cargo no lo llegó a ejercer nunca.
En la noche del 1 al 2 de mayo de 1808, Pérez de Villamil fue nombrado, junto con otros 2 juristas y 3 tenientes generales, miembro de la junta clandestina de sustitución, organizada por la Junta Suprema de Gobierno para reemplazarla en caso de que fuese suprimida por los franceses. Conocedor por sus cargos de las intenciones de Murat, salió de Madrid el fin de semana y se retiró a su finca de Móstoles.
El 2 de mayo de 1808, conoció los sucesos de la capital y redactó un aviso, instando a las autoridades de otros pueblos y regiones a auxiliar a Madrid con tropas y voluntarios civiles. Como buen jurista que era, lo emitió en forma de oficio con las firmas de los dos alcaldes ordinarios de Móstoles: Andrés Torrejón y Simón Hernández. Nació así el Bando de los Alcaldes de Móstoles.
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