Leonor Feltz: Correspondencia con Pedro Henríquez Ureña (3)
En Larrazábal Blanco no hay muchos datos sobre los Espaillat, pero en Familias dominicanast. III (SD: AcadDomHistoria, 1976, p. 113), aparece lo pertinente, que será completado por los estudios de ese apellido hechos por el Instituto Dominicano de Genealogía. El primer Espaillat documentado por Larrazábal fue Francisco Antonio, «…nativo de la región de Quercy, Francia [al sur entre los ríos Tarn y Garona, DC], (naturalizado español) y María Petronila Velilla, natural de Santiago, hija de Juan (o Francisco) Velilla y Francisca Javier de Aponte.»
Ese apellido Espaillat llegó al país en el siglo XIX, según apunta Larrazábal Blanco. Hasta el día de hoy, sobre todo en Santiago, los nombres más comunes asociados a este apellido son Francisco y Antonio, y el más sobresaliente de todos fue Ulises Francisco Espaillat y Quiñones, liberal conservador, amigo de Luperón y de los Henríquez-Ureña, presidente de la República en 1876, derrocado a los siete meses, como Juan Bosch, por los macheteros que ejercieron el poder casi ininterrumpidamente hasta el 23 de febrero de 1930.
Dentro de todos esos Espaillat, el último de la lista de VARIOS que aporta Larrazábal Blanco está Leopoldo, hijo de Pedro Espaillat y América Bidó. Pero también está, renglón arriba, Ignacio Espaillat, casado con Angélica Franco Bidó.
Para el caso del vínculo Espaillat con Nanita, interesa el perfil del Leopoldo (alias Polín Espaillat, a quien Rufino Martínez describe, en su Diccionario histórico-biográfico dominicano, citado anteriormente, p. 180, así: «De Santiago. Profesional de la política, en la cual se inició por el tiempo de las contiendas civiles siguientes al Gobierno de los seis años», (es decir, Báez, de 1868 a 1874). Y prosigue el Tucídides dominicano de esta guisa al trazar el perfil de Polín Espaillat: Se movió dentro del Partido Azul. Su carrera de armas fue el triunfo de una actividad desplegada honrosamente en diversas campañas relacionadas con los cambios de gobiernos. Conspiró contra el régimen de Heureaux, y el año 1891, junto con Tilo Patiño, iba a ser fusilado en la Fortaleza San Luis, de Santiago, tras el aparato de la convencional decisión de un Gran Jurado, compuesto de los jefes más importantes del Cibao y presidido por el mismo Heureaux. Rechazadas por este las peticiones de todas las instituciones sociales de aquella ciudad, concedió el perdón ante la solicitud de la viuda de don Ulises Espaillat. Estudiado gesto de respeto a la memoria de un prócer, en defensa de cuyo Gobierno había hecho parte de su carrera de guerrillero, disimulando así un propósito político de índole personal.»
Continúa la saga de este Polín, reincidente perpetuo de conspiraciones antililisistas. En 1895 volvió a las andadas, pero tuvo que salir al exilio y regresó dos años después y terminó recuperado por«… la política oficial, y a la muerte del tirano era uno de sus amigos. Se inclinó después a Juan Isidro Jimenes, y derrocado este, era de los encarcelados que llenaban los cubos del Homenaje en la Fortaleza de Santo Domingo. Se le atribuye la paternidad del plan que culminó en el estupendo Golpe del 23 de marzo de 1903, pero en los días de sangrientas peleas que se sucedieron, figuró entre los que tuvieron momentos de dar por fracasada la aventura y se acercaban a las puertas de los consulados.»
En el Gobierno de Alejandro Woss y Gil, resultado de aquel Golpe, fue ministro de Guerra y Marina. Derrocado su Gobierno, se volcó hacia su antiguo enemigo, el horacismo, y según versiones ajenas a Rufino Martínez, el cambio de chaqueta obedeció al rechazo que en él suscitó «… la incontrolable criminalidad de un hijo suyo militante en el jimenismo.» Ese hijo fue Emilio, personaje de mi cuento “Epalyá”, pero es mejor que el lector acuda al Diccionario de Rufino para que sea las tropelías que cometió ese sicópata en el Cibao.
El hijo del general Polín Espaillat (-1924) fue otro hijo, Ramón Antonio, completamente distinto en carácter a Emilio, y que se casó con María Teresa Nanita de León, por donde queda establecido el vínculo con las Feltz, al ser estas hijas naturales de Dámaso Nanita, de Puerto Plata, coronel de las Reservas provinciales.
Las niñas Feltz se vincularon a Salomé Ureña porque su hermana, Ana –Nana– Ureña, fue profesora de primeras letras de las hijas de Dámaso y Margarita en la escuelita que esta dirigía en la propia morada de su madre, Gregoria Díaz de León –Manina–, para todos los Henríquez-Ureña de aquella época. Además, en esa escuelita estudiaron Mercedes Laura Aguiar y Mercedes Echenique, emparentada esta última con los Nanita, pues Manuel Mario Echenique (nativo de Azua), casado con María Consuelo Nanita de León, fue tío o primo de Mercedes Echenique, quien, al igual que la señoritas Aguiar y Feltz, fue de las maestras graduadas en 1887 en el Instituto de Señoritas que dirigía Salomé Ureña, hijas todas de la vecindad de la calle que hoy lleva su nombre y de la Luperón, donde moraron por primera vez las Feltz antes de mudarse a la calle Dr. Delgado en dos ocasiones y en cuya casa se celebraban las famosas tertulias, local llamado Salón de las Goncourt, nombre proteico que le atribuyeron los asiduos (entre ellos Max Henríquez Ureña, el primero) como reminiscencias de Edmond y Jules Goncourt, los hermanitos literatos cuyo apellido honra todavía hoy un premio muy famoso que se otorga en París.
Los asistentes a aquellas tertulias al compás de los sabrosos dulces, bocadillos y el mejor pru del país, hechos por las Feltz, fueron Francisco Henríquez y Carvajal, sus hijos Frank, Pedro y Max, el primo de estos Enrique Apolinar Henríquez (Phocás) y su padre Enrique Henríquez, Eugenio Deschamps, Emilio Prud’homme, Sócrates Nolasco (Arístides), Rodolfo Coiscou Weber, Carlos Alberto Zafra y otros azules y hostosianos que venían del Cibao o Puerto Plata, tales Ulises Francisco Espaillat, Luperón, el maestro Dubeau, Eliseo, Arturo y Maximiliano Grullón (vese aquí la ligazón de este último con el grupo político-literario al ser uno de los mecenas que contribuía al sostenimiento económico del instituto y conocido de Leonor, quien se trasladó a Puerto Plata a educar a las hijas del político azul).
Pedro Henríquez Ureña, desde México, evocó aquellos momentos felices en “Los días alcionios” que figura en Horas de estudio (París: Ollendorf, 1910) como envío agradable a Leonor Feltz. Y dice Merche García Siragusa en su trabajo “La mujer más ilustrada de Santo Domingo”: «La destinatariade la dedicatoria es su amiga, Leonor Feltz, a quien Pedro se acerca en esas líneas expresándole afecto, admiración, amistad, cercanía, respeto, amor por la patria, ternura, gratitud, humildad. El homenaje, deviene en confesión, íntima, sin grandilocuencias, como a media voz.»
Agrega García Siragusa en su texto inédito:«La dedicatoria que encabeza el libro de PHU (…) es un hermoso texto que evoca la temprana juventud del escritor y los primeros años de su formación intelectual. Sorprende por su tono personal e íntimo, por la emoción (rasgo no muy frecuente en la sobria prosa de Henríquez Ureña) que reflejan las palabras, recuerdos de aquellos años en la ciudad natal.»
http://hoy.com.do/mujeres-dominicanas-atormentadas-leonor-feltz-correspondencia-con-pedro-henriquez-urena-3/
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