miércoles, 2 de noviembre de 2016

Gregorio Riva: El Hombre Que Viabilizó el Ferrocarril

Gregorio Riva: El Hombre Que Viabilizó el Ferrocarril





Presentación de la Obra GREGORIO RIVA, El Hombre que Viabilizó el Ferrocarril, La Vega-Sánchez, por el Ing. Cesar Arturo Abreu Fernández, de la autoría de Arq. Leopoldo Franco Barrera, con los auspicios de la Sociedad La Progresista, en La Vega
Gregorio Riva: El Hombre Que Viabilizó el Ferrocarril
Más que presentar el libro: “Gregorio Riva: El Hombre Que Viabilizó el Ferrocarril”, de la autoría de mi distinguido amigo Leopoldo Franco Barrera, deseo darle la bienvenida a nuestra aún aldeana, pueblerina y con raigambre de culta: la ciudad de la Concepción de La Vega
Pretender presentar esta obra constituirá de mi parte una osadía, y más que una osadía, un atrevimiento, más aún cuando la misma cuenta con una excelente presentación en el prólogo introductorio, acuciosamente elaborado por el distinguido escritor, Dr. Reynolds Jossef Pérez Stefan (Jochy), quién al momento de la impresión del libro era el presidente de la benemérita y centenaria Sociedad La Progresista, auspiciadora, conjuntamente con la presidencia de la Comisión Permanente de Efemérides Patrias de esta edición.
Sin embargo, ante la importancia y trascendencia histórica-económica del tema y la justeza de sus reclamos reivindicativos, mis ancestrales y cognoscitivas raíces románticas y nostálgicas, vibraron al sentir en el tiempo y la distancia, tal como lo señala en su prólogo el Dr. Pérez: “… ese galante, rígido e inerte gusano de hierro, deslizado por rieles, rompía de improviso la quietud matinal pueblerina con su épico silbato, como si fuera una retreta de amor, a su entrada inconsulta en la intimidad de cada hogar, anunciándoles a sus ciudadanos. “ Despertaos y levantaos todos, que ha llegado el progreso rodante”. Como si fuera una especie de pipa, que emergía del lomo de su costado, por donde transpiraba su humo negro-grisáceo, parecía como el cuerno de la abundancia agrícola, exhalando un aromático baño de perfume-con olor a tierra adentro-a conuco mojado y con la sutil fragancia de los verdes pastizales, del esplendoroso Valle de La Vega Real”. Termina la cita.
Cabria preguntarse:¿ Cómo había llegado este instrumento de progreso al país, a la región y a La Vega?. ¿Quién lo había traído? Su llegada causó tal emoción que nuestro decimero por excelencia, Juan Antonio Alix escribiría:
“nadie le haga resistencia
Ni le ponga impedimento
Que la Santa Providencia
Es la autora de este invento”
El principal viabilizado para que la construcción y posterior operación del ferrocarril fuera una realidad, fue Gregorio de Jesús Riva Guzmán, y en este libro, su descendiente directo Leopoldo Franco Barrera nos narra, de manera explícita, todas las peripecias, sinsabores, sacrificios y desvelos, que en todos los órdenes, sin escapar el político, tuvo que enfrentar y vencer este prócer del desarrollo: Gregorio Riva. Y para hacerlo, hace uso de un lenguaje sencillo, expresivo y convincente, apoyando sus planteamientos en un acerbo documental que le permite resaltar de manera fehaciente e inequívoca el rol primigenio y estelar de Don Gregorio para llevar a cabo esta portentosa obra. Señala también el autor, los aportes de este hombre singular a la producción agrícola del país, al traer con sus propios recursos, semillas selectas de arroz, maíz, algodón y de manera particular, de cacao, semillas que distribuiría gratuitamente.
En el discurrir del libro, Leopoldo Franco, aplicando una gran capacidad analítica y persuasiva, y más que presentándonos argumentos, presentándonos pruebas, deja muy bien establecido el proceder y trascendencia del hombre estelar que fue Gregorio Riva. Los planteamientos del autor, poseedores siempre de un justo reclamo de reconocimiento y justicia a la memoria de don Gregorio, parecen salir del hondón de su alma y de su íntimo convencimiento. Por lo menos así lo percibo y comparto, que la gota de sudor derramada a favor del bienestar y desarrollo de nuestros congéneres, es más agradable a Dios, que la gota de sangre, aunque esta última fuere derramada en los campos de batalla en procura de romper las cadenas a la libertad, porque es en esa gota de sudor donde se enraízan los verdaderos sentimientos de la filantropía y la sana convivencia humana, y fueron muchas las gotas de ese sacrosanto sudor que hubo de derramar don Gregorio para proporcionarnos un bienestar y un desarrollo, del que todavía percibimos sus beneficios .
Prosigamos con el libro. En su capítulo III, el autor nos esboza las peripecias por las que tenían que atravesar nuestros agricultores, para poder exportar sus productos y por lo que habían de pasar nuestros comerciantes para la importación de los pocos bienes que venían del extranjero. Pero es importante también, que veamos cual era la situación del Cibao y la región noreste antes del ferrocarril. Hagamos referencias a unas memorias de autor desconocido de esa época. Veamos: “…toda la porción del valle de La Vega y la desierta Bahía de Samaná , era una selva inmensa y casi solitaria, interrumpida a trechos por esplendidas sabanas que tapizaban en todo su extensión la grama dulce y el pajón”, para agregar que “ En la soledad de aquella naturaleza virgen vagabundeaba y pastaba libremente el enteco ganado que constituía nuestra escasa riqueza pecuaria”, “Separadas por grandes distancias, y como ateridas de miedo en el corazón de aquella selva umbrosa y bravía, languidecían las embrionarias poblaciones de Macorís, el Yuna y Cotuí”, y prosigue:
“La misma Vega Real, esta riente ciudad en que palpita, más que en ninguna otra del Cibao la alegría de vivir; la más interesante, tal vez por sus variadas manifestaciones de cultura moral, intelectual i cívica, i por los variados i preciosos productos con que su cultura agrícola concurre a formar i a valorar el acervo de la riqueza nacional; esta misma Vega Real arrastraba una existencia infeliz, porque aún no había convalecido de los graves sufrimientos que agotaron sus energías materiales i morales, en ocasión de la memorable revolución del 86, que pasó sobre ella como una ola de devastación i de muerte”. Y continúa.
“Puede muy bien firmarse, sin eufemismos de ningún linaje, que desde aquí hasta los bordes de la Bahía de Samaná, no se extraía de la tierra otros productos que no fuesen los más indispensables para las propias necesidades. En consecuencia, no había riqueza agrícola apreciable en toda la extensión del valle que ya hemos designado”. Y sigue
“la vida de las poblaciones no era menos patriarcal i sedentaria. El ejercicio de las profesiones liberales era casi nulo. La actividad comercial era nula también o poco menos, pues en los países como el nuestro, la actividad comercial debe correr pareja, necesariamente con la actividad agrícola”.
Lo anteriormente expuesto basta para que nos demos cuenta de la situación de notable atraso imperante en la época y únicamente un milagro económico podría relanzar la región, a La Vega de manera particular, hacia el futuro. Ese milagro lo produciría, gracias a la viabilizarían de Gregorio Riva, el ferrocarril. Los capítulos X y XI del libro, son contentivas de la epopeya que el autor llama: “La Gran Aventura del Ferrocarril”. Siendo inaugurado el tramo La Vega-Sánchez, el 16 de Agosto del 1887.
Veamos ahora, en contraposición con la lúgubre descripción anterior, cual era la situación de La Vega, conforme al censo realizado en el 1897, ´por la Sociedad la Progresista y el Ayuntamiento Municipal.
“El perímetro que ocupa la ciudad abarca una superficie cuadrada de 900,000 metros aproximadamente.
Esta superficie está dividida por 21 calles exactamente paralelas y proporcionales en su anchura al perímetro de la ciudad…
Esas 21 calles forman 73 manzanas de una superficie cuadrada de 6,400 varas-las mayores-no bajando las menores de 2,000 varas cuadradas. En ella hay 798 casas…
Ocupan esas798 casas 3,406 habitantes con la proporción siguiente: Hombres 1,510, mujeres 1,896…
Es interesante destacar que el 70% de la población apta, estaba alfabetizada, lo que para ese tiempo, obviamente era un gran logro.
No es de extrañarse, pues existían 6 escuelas de varones y 8 de hembras, atendidas por 20 maestros. Operaban además, una academia de música y una biblioteca pública, creada y sostenida por La Progresista. Se contaba también con ocho sociedades de diversas tendencias, siendo cuatro de ellas de carácter instructivo, literario y filantrópico.
Cinco imprentas editaban 4 periódicos y dos quincenarios.
De los egresos municipales, estimados en $8,740.00, se destinaba el 45% a instrucción pública.
La ciudad contaba con 34 artistas, entre compositores, músicos, creyentitas, pintores etc. Los profesionales eran 45, los comerciantes 114, los industriales 174, oficios diversos 310, jornaleros 70 y labores femeninas 593. Las oficinas, talleres, establecimientos, etc., eran 329.
Apartémonos de las frías estadísticas y transcribamos las impresiones que recogió el escritor Tulio M. Cestero en memorias que publicará en esa época, con el título “Por el Cibao” citado por Mario Concepción en “La Concepción de La Vega, Relación histórica”: “En su mayoría las casas son de madera; pero las de reciente construcción, cómodas y elegantes, da a la villa un matiz de modernismo. Se nota el anhelo de embellecerla, de hacer su Vega gentil y confortable, que anima al laborioso vegano”. De las calles expresa el cronista que son rectas, aunque no bastante anchas, y sin aceras. Agrega que, “el número de habitantes y casas se acrece cada día; la inmigración extranjera y de las demás provincias está solicita a ocuparse con provecho en las artes del comercio, de la agricultura y la industria”. Para concluir manifiesta que: “El parque es lindo y grato, tal vez el más bello del Cibao y en el cual las muchachas cultivan flores”.
Nunca antes en el país, la puesta en marcha de una vía de comunicación había tenido un impacto tan significativo en las comunidades servidas. En el caso específico de La Vega,
Una época de bonanza económica y expansión de la economía comenzó a vivirse en toda la zona de influencia del ferrocarril. Rápidamente, los recursos económicos eran utilizados por los habitantes del área en adquirir bienes y mejorar substancialmente sus condiciones de vida. Así por el ferrocarril llegaron al Cibao automóviles, motocicletas, bicicletas, pianos pianolas, fonógrafos, muebles, enseres para el hogar y hasta viviendas que venían por partes y eran ensambladas posteriormente.
Nuevos materiales de construcción fueron traídos por las vías férreas, tales como zinc acanalado y cemento, etc. es oportuno aclarar que el zinc acanalado y liso, denominado también hojalata o hierro, ya se usaba desde el año 1873, aunque de manera esporádica y el cemento vino a utilizarse de manera sistemática a partir del año 1907. En el orden intelectual y cultural, La Vega se vio enriquecida con la afluencia de artistas y artesanos que llegaban por el tren. Esto dio lugar a que se construyera el Teatro La Progresista inaugurado el 5 de Agosto de 1910 con una función de la compañía dramática de zarzuelas de Reyes Soler, procedente de España.
El tren varió además los hábitos alimenticios de la población, pues cada día traía su carga de pescados frescos y camarones, además de los extranjeros que en el trabajaban y por él venían, introducían su propia cocina.
Todo ello gracias a la visión, entrega, desprendimiento y trabajo arduo de un hombre a quien La Vega, la región y el país tiene tanto que agradecer, Gregorio de Js. Riva Guzmán.
Distinguido autor Leopoldo Franco Barrera. Si su intención al escribir este libro ha sido la de reivindicar la memoria de su ancestro don Gregorio, sepa usted, que los veganos nos adherimos, como siempre lo hemos hecho, a cualquier acción que tienda a colocar en su justo lugar la memoria de este ilustre mocano-vegano, a quien La Vega siempre ha sentido suyo erigiéndole el 16 de agosto del 1891 una estatua en la avenida que desde 1941 también lleva su nombre, siendo oportuno aclarar que fue ese el primer monumento de su índole erigido a un dominicano en el país.
Esa estatua vaciada en bronce, la carne de los próceres, que perpetua en el momento cuando emocionado dijo a los veganos y al país: ¡Señores he ahí el ferrocarril!, hoy nos inspira y alienta a aprender la inconclusa tarea de convertir a La Vega, en el centro económico y de desarrollo que el siempre auspició y anheló.
Cesar Arturo Abreu F.
26 de Mayo del 2011

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